viernes, 1 de agosto de 2014

Relato: Pelirroja Parte 5

Sincara bufó. Después del estropicio que había montado Pe en la base, tendrían que ser más cuidadosos con sus movimientos. Por ese motivo estaba a punto de entrar en un bar repletito de mortales.
-       Venga, deja de mirar la puerta como un pasmarote y entremos. Hace un frío del carajo. Son mortales, no te van a comer, joder –tartamudeó M, impaciente.
Ese comentario le valió una mirada asesina. M tenía razón, ya era mayorcito para tener miedo de los mortales. Pero al mismo tiempo, hacía mucho que no se mezclaba con ellos, por lo que se sentía sumamente incómodo. En cambio, M, gracias a sus estancias entre ellos, encajaba perfectamente en el ambiente.
Abrió la puerta, dejando escapar una música chillona. El local no estaba excesivamente lleno, pero Sincara prefirió asegurarse de que nadie les interrumpiría. M se sentó en una mesa no muy lejos de la barra y le miró divertida.
-       Entonces, ¿somos invisibles para todos los que están aquí?
-       La invisibilidad no existe, es camuflaje, simplemente hago que no se les ocurra mirar hacia aquí –masculló Sincara.
-       Dijiste que nos reuniríamos aquí con un contacto… ¿Cómo diablos va a vernos?
-       No es una mortal cualquiera. ¿Recuerdas aquella trampa que montasteis hace un par de años, con uno de los primeros Cubos de Gea?
- ¿Qué tiene que ver?
-       Resulta que, entre todos esos inmortales candidatos, estaba ella. Aún no sé cómo diablos pudo colarse, pero ha desarrollado un par de habilidades algo raras.
- ¿Y por qué no me lo contaste antes? Diablos, si lo hubiera sabido, lo hubiera parado todo.
-       No lo supe hasta varios meses más tarde, cuando llamó a la puerta de la base. Y no me mires con esa cara de pasmo, no la dejé entrar. Fuera lo que fuera lo que le pasó, le había perturbado la cabeza. Está algo más desequilibrada que el resto.
Sincara y M pegaron un bote cuando oyeron un carraspeo. Un joven rubio de piel bronceada y cara somnolienta los miraba con aburrimiento mientras jugueteaba con un boli. Por el uniforme, Sincara pudo ver que era un camarero, pero sus ojos negros, aunque le resultaban familiares le daban mala espina. Maldiciendo a los mortales, aumentó la potencia de su “barrera anti-curiosos”, haciendo que el joven se tambaleara y volviera hacia la barra.
-       Vaya… me has vuelto a encontrar, rarito. No quiero que uses tu magia en mi local.
M se giró hacia dónde venía la vocecita. Provenía de la mujer más extraña que había visto en su vida. A primera vista, lo que más destacaba era su pelo, largo y plateado, y su falta absoluta de curvas. Aparentaba unos treinta años y todo su cuerpo gritaba una belleza marchita. Los miraba con fiereza y con los brazos en jarras.
-       Después de mucho pensarlo, he decidido acceder a tu petición, Clara. Aquí tienes a tu querida “sirena” –dijo Sincara, señalando a M- A cambio, necesito un par de favores.
Clara sonrió a M, que tragó saliva. En los ojos pardos de Clara había un atisbo de locura, que le hizo temblar. No era la misma locura que caracterizaba a Gea y partía de un origen natural. Era una locura enferma, nacida de algún mecanismo activado por accidente por su voz.
-       Un… gusto conocerte –tartamudeó, incómoda.
 Cuando Clara se sentó a su lado, cogiéndole de la mano, M quiso correr. Sin embargo, Sincara parecía estar pasándoselo de miedo. Clara empezó a halagar a M, acercándose cada vez más. Un estruendo resonó en el local. El causante era el camarero rubio, que ahora se afanaba en recoger un montón de vasos rotos.
- ¡Josh, imbécil! ¡Te he dicho mil veces que tengas cuidado! –chilló Clara, dejando a M.
-       No es mi culpa. Estoy agotado, he hecho turno doble, mientras que tú te ibas por ahí con tu ligue del día –farfulló este- Voy a tomar un poco el aire.
Josh salió corriendo, dejando a Clara perpleja. Sincara se encogió de hombros, susurró algo a Clara y llevó a rastras a M al exterior. Ahí, apoyado en el edificio de enfrente, se encontraron a un Josh visiblemente cabreado. M decidió ignorarle y empezó a seguir a Sincara, pero un brillo en la muñeca de Josh llamó su atención. Era una pulsera metálica, que parecía compuesta de pequeñas… Sacudió la cabeza y corrió tras Sincara.
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- ¡Abrid! ¡Por favor! -chillaba Clara, aporreando la puerta.
Sincara suspiró y abrió la puerta de la base. No había pasado ni medio día y ya estaba la mortal loca dando por saco.
- ¿Qué pasa, Clara? Sabes que no puedes pasar.
- ¡Ha venido un chaval muy raro al bar! Ha empezado a hacer preguntas sobre la sirena y sobre ti y de repente se ha liado a lanzar bolas de fuego por todas partes. -lloriqueó Clara. - He conseguido escapar porque de golpe se ha caído redondo al suelo y… y…
En cuanto comprendió de quién hablaba, Sincara metió de un golpe a su llorosa visitante. Dichoso Pe, mucho cerebro no tendría, pero sí una asombrosa capacidad para ponerle de los nervios. Tanto que no dudó en llamar a ella a gritos.
- ¡Synnove! ¡Synnove! ¡SYNNOVE!
- ¿A qué viene tanto alboroto? Habíamos quedado que no volveríamos a decir esos nombres que tanto dolor nos han causado a menos que hubiera un motivo serio, Miles –le increpó ella con retintín, saliendo de entre las sombras.
-       He dejado pasar a una mortal. ¿Puedes tomar eso como un indicador de que es algo realmente serio?
Synnove miró a Clara, reparando en su presencia. Luego volvió a mirar a Miles pidiendo una respuesta.
-       Creo que nos han estado vigilando. La verdad es que cuando estuve en aquel tugurio noté algo extraño, como si todo el lugar ocultara algo. El espía debe de controlar el camuflaje como Camaleón y yo. El caso es que, según Clara, Pe no tardó nada en hacerle una visita, preguntando sobre nosotros. Trama algo, y no me gusta nada.
-       Bueno, pues nosotros no nos quedaremos atrás. Aún tengo que hacerle pagar por herir a Camaleón…
Un carraspeo cortó sus divagaciones. Clara, visiblemente más tranquila, susurró la pregunta del millón.
-       Sí supuestamente el chico que vino a verme había venido por el chivatazo de un aliado invisible, que es muy probable que estuviera cerca… ¿Por qué en determinado momento del interrogatorio se desplomó cómo si le hubieran dado un golpe por la espalda?
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Lo primero que vio al abrir los ojos fue la silueta de la Titiritera, recortada contra las sombras del callejón donde llevaba tirado… ¿horas? Esta rio, como si fuera muy divertido morirse por un golpe en la cabeza.
-       Vaya, querido, parece que la mortal te ha pillado por sorpresa.
-       No… no ha sido ella. Estaba preguntándole sobre los marginados, por si acaso podía sonsacarle algo y… ay, todo se puso raro, las cosas empezaron a cambiar y de golpe, algo me golpeó en la cabeza.
- ¿Camaleón? ¿Sincara?
-       No, creo que es otro marginado. Parece tener más idea que esos dos idiotas juntos.
-       No hay otro marginado con don de camuflaje, Penny. Los tengo contados. Sigue buscando, anda. Ah, y lávate la cara, te lo recomiendo.

Penny observó cómo la Titiritera salía del callejón, silbando. Con esfuerzo, logró moverse hasta un espejo hecho trizas y se miró. Un grito de frustración salió de su boca cuando pudo ver que, en la frente, escrita bien grande, destacaba una única palabra: “TRAIDOR”.

1 comentario:

  1. Aaaaaaaaaah ewe Ya sabemos quién ha sido el de la hostia entonces. ¿No? (?)

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