Sonó el despertador en las
habitaciones de todos. Los sirvientes pasaron repartiendo los
desayunos y todos se reunieron en la sala de combate. Malan no
apareció. Reïk volvió a ponerse nervioso y volvió a abrazarse a
Maite, murmurando cosas ininteligibles.
—No ha aparecido, eh...—Bocha se
metió las manos en los bolsillos del abrigo negro.
—No.
Se sentaron en las gradas sin decir
mucho. No se miraban los unos a los otros, y la angustia los azotaba
a todos. Eve y Vec salieron al mostrador y abrieron la sesión.
—Buenos días, alumnos—comenzó
Eve—. Oh, parece que falta alguien. ¿Acaso Malan estaba
indispuesto?
—Sí—reaccionó Garret—, desde
anoche.
—Oh. Bueno. Entonces tendremos que
empezar sin él. Veamos... Hoy la dinámica será también de tres
combates. No queremos forzaros mucho.
—Tenemos una actividad preparada para
mañana—intervino Vec—, en la que saldremos a campo abierto. Os
informaremos esta noche de todo lo que debéis llevar.
—Demos comienzo a los combates. Los
primeros en salir a la arena serán... Ranusa y Bocha.
Ambos se desafiaron con la mirada,
deseosos de combatir el uno contra el otro. Ranusa puso cara de
suficiencia e hizo como que se cortaba el cuello con el dedo. Bocha
le guiñó un ojo y se rió de él.
Entraron en la arena. Se cerraron las
puertas y sonó el gong. Tan pronto como la campana dio comienzo al
combate, Bocha invocó cientos de espadas que hizo que rodaran
alrededor suyo. Ranusa se alejó un poco, sorprendido y molesto.
Acababa de tirar a la basura su ataque de ofensiva total. Sin
embargo, se lanzó al ataque por el flanco derecho, confiando al
máximo en su velocidad y capacidad de reacción.
Bocha vio sus intenciones. Calculó
medio segundo y lanzó las espadas rápidamente hacia todos lados,
disparándolas como balas veloces. Ranusa pudo esquivarlas todas,
pero eso le desvió de su contrincante e hizo que perdiera la
concentración ligeramente.
El velocista acometió de nuevo, esta
vez de frente. Bocha reunió de nuevo las espadas formando un gran
escudo de metal contra el que el joven corredor se estrelló y lo
despistó. Perdió la orientación durante unos segundos, pero cuando
se dispuso a levantarse para reanudar la ofensiva, se encontraba
rodeado de cientos de espadas que le impedían moverse.
—Te tengo, Hussain Bolt.
Sonó de nuevo el gong. Bocha hizo
bailar las espadas a su alrededor en un bello círculo de brillos de
todos los colores, debido a las diferentes tonalidades de las hojas
de las espadas. Esa danza levantó un poco de aire e hizo que su
abrigo negro revoloteara. Como final, y asegurándose de que Ranusa
había salido ya, clavó todas las espadas en el suelo y las hizo
desaparecer con un chasquido de dedos.
—¡Y el vencedor es Bocha!—anunció
Vec.
Los aplausos resonaron por toda la
sala. Male aplaudía con brillo en la mirada y Garret sonreía, un
tanto nervioso. Él no había salido elegido todavía, así que era
probable que saliese pronto.
Cuando Bocha se volvió a sentar y la
tromba de aplausos cesó, Tarrkiem le susurró.
—Oye, ¿no crees que te has pasado?
Has hundido un poco a Ranusa.
—Uh, no era mi intención. ¡Ranu!
Ranusa se dio la vuelta y le miró con
desprecio.
—¿Qué quieres?
—Eh... Perdona, creo que me he pasado
con la exhibición del final. Lo siento.
—No, si eso ha estado guay.
—¿...Qué?
—Me ha dado rabia que me ganaras.
Maldita puta.
—Eh...
—¡Que es broma!—y le dio una
palmada en la espalda. Se sentó a su lado y esperó a que Eve
anunciase la siguiente pareja de batalla.
—Qué rápido cambia de idea este
tío—le susurró Bocha a Tarrkiem—. No sé si ha sido porque me
tiene miedo o porque le ha sabido mal seguir enfadado tras haberme
disculpado...
—A lo mejor las dos.
Eve volvió a subir a la tarima y sacó
otros dos papeles de la urnita. Sonrió levemente, cosa que extrañó
a muchos de los presentes. Sin embargo, en cuanto habló todo el
mundo supo de qué se reía.
—Los siguientes en combatir serán
Thorgio y el Cretino. Pueden entrar cuando quieran.
Un silencio sobrecogedor inundó la
sala. Todos se miraban, angustiados. Thorgio, al contrario, parecía
de lo más tranquilo.
—Joder, qué tensión...—susurró
Maite.
—No, yo creo que en realidad es el
Cretino que se ha motivado—rió Galia entre dientes.
Ambos entraron en la arena. En cuanto
sonó el gong, el Cretino levantó la mano, apretó el puño y
Thorgio fue aplastado contra el suelo. Vec estuvo a punto de tocar el
gong, pero Reïk le detuvo.
—Espera. Va a pasar algo.
Vec miró atentamente y vio los ojos de
Thorgio brillar. El combatiente sonrió, soltó una carcajada y creó
alrededor de veinte copias de sí mismo que se levantaron y fueron
hacia el Cretino.
—¡Sólo puedes aumentar la densidad
del aire en una determinada zona no muy grande, no te creas que no me
he informado!
—¡Já! ¡Iluso!
El Cretino extendió los brazos hacia
los lados, puso las palmas hacia arriba y comenzó a levitar sobre
las copias. Éstas explotaron, pero no llegaron a alcanzar al de
repente joven volador.
—Esto no lo sabías, ¿eh?
—Grrr...
Thorgio volvió a crear un par de
copias y se impulsó en ellas para llegar hasta el Cretino. Sin
embargo, este anuló el efecto antigravitatorio que estaba creando
alrededor de él y lo creó alrededor del atacante explosivo. El
desconcertado Thorgio comenzó a gritar, aterrorizado.
—Yo también he hecho mis deberes,
¿sabes? ¡Y sé de sobra que tienes un vértigo de la hostia!
—¡QUE ALGUIEN ME BAJE DE AQUÍ!
Todos miraban asombrados al misterioso
joven vestido de negro. Una sonrisa sádica le cubría el rostro
mientras hacía sufrir a su enemigo. Un torturador nato.
Un rato después, Vec, harto de esperar
a que sucediese algo, procedió a tocar el gong. Reïk le volvió a
cortar.
—Espera.
—¿Otra vez?
—Yo soy el que ve el futuro aquí.
—Psé.
Thorgio había dejado de hiperventilar.
Todos en la sala miraban expectantes y se preguntaban por qué Reïk
le había pedido a Vec que el combate continuara. No tuvieron que
esperar mucho.
De repente, Thorgio volvió a soltar
una carcajada y varias de sus copias cayeron al suelo, pillando al
Cretino por sorpresa. Éste las esquivó como pudo y se desconcentró,
así que Thorgio quedó libre y, cuando tocó el suelo, le puso su
espada en la garganta al Cretino. Éste último gruñó ante su
victorioso adversario.
—Qué susto, ¿eh?
—Serás cabrón...
—Soy un ninja de los bosques. Tengo
que ser un cabrón o no sobrevivo, ¿lo pillas? Y ahora venga, fus
fus, que todavía quedan dos por pelear.
El gong sonó y ambos abandonaron la
arena. Vec anunció a Thorgio como vencedor e instó a Eve a sacar
otros dos papelitos. Ésta metió la mano en la urna y anunció el
resultado.
—La siguiente batalla será entre
Garret y Madalane. ¡Que comience el combate!
Ambos se miraron, sorprendidos. Garret
sabía que le acabaría tocando, pero Male no esperaba salir. De
todos modos, ella le sonrió cordialmente y le susurró.
—Procuremos pasarlo bien, ¿vale?
—Vale.
Entraron a la vez en la arena y se
cerraron las puertas. Un duelo entre el prodigio de la espada y el
prodigio de la disciplina. Se miraron. Garret desenfundó la espada y
Male la varilla. La tensión se mascaba, esta vez de verdad. Nadie
sabía quién podía ganar.
—¡En guardia!—gritó Garret.
—¡Sin contemplaciones!
Sonó el gong. Garret recitó un
encantamiento y salió disparado contra Male. Ésta le esquivó con
una pirueta y Garret reconoció el movimiento: lo había aprendido de
Vittorio, pero ella lo ejecutaba con más elegancia. Siguió dando
vueltas y le quitó el tapón a la cantimplora que llevaba a la
espalda. Bailó entre las gotas cual diosa acuática y mientras tanto
esquivaba las acometidas de Garret, el cual se desesperaba cada vez
más. En una de las acometidas, él decidió cambiar de estrategia y
lanzó una estocada en sentido contrario al habitual. Pero Male se lo
vio venir y, con una precisa sacudida de mano, creó hielo en el aire
y detuvo al espadachín. Acto seguido, puso hielo en sus pies y creó
una pequeña espada de estoque de hielo. Se movía muy deprisa y
esquivaba los ataques de Garret con facilidad. Sin duda eso lo había
aprendido de Vittorio, aunque no sabía en qué momento. Al final,
harto, invocó varios hechizos de runas poderosos que dejaron a Male
atrapada durante unos segundos, dándole la oportunidad a él de
atacar. Sin embargo, cuando ya pensaba que tenía la partida ganada,
los hechizos se desvanecieron y ella se agachó, esquivando la
estocada. Con el agua que flotaba a su alrededor creó estacas de
hielo que lanzó hacia Garret con precisión, pero éste fue capaz de
detenerlas a tiempo.
Ambos resoplaban de cansancio. Llevaban
un rato peleando cuando Reïk sonrió.
—¿Qué es lo que te hace gracia?—le
preguntó Tarrkiem.
—Ella.
—¿Ella?
—Ya habría ganado si hubiera
querido. Ya verás.
—Psché.
Garret invocó un poderoso
encantamiento. No pretendía inmovilizar a Male, sino terminar ya con
el combate. El aire se hizo pesado dentro de la cámara y a ella
comenzó a costarle trabajo respirar.
—Veamos quién de los dos tiene más
capacidad pulmonar.
—Nnngk...
Male se derrumbó sobre sus rodillas.
El agua cayó al suelo y lo empapó. Garret pensó que ya tenía la
partida ganada.
Entonces, ocurrió la predicción de
Reïk.
Male aunó fuerzas y se levantó como
pudo. Temblando, dirigió su varita y su mano izquierda hacia delante
e hizo unas cuantas maniobras. Comenzó a sudar: se le acababa el
tiempo. Fue entonces cuando Garret notó que las extremidades se le
agarrotaban. Ya no se podía mover. El terror le invadió de golpe.
Male mantuvo la mano de la varita apuntando a Garret y utilizó la
otra para darse impulso desde los pies con el agua del suelo. Una vez
lo tuvo, rápidamente volvió a crear su espada de hielo y tocó el
pecho de Garret de forma muy leve. Sudando, agotada y despeinada,
murmuró algo que el aterrorizado espadachín pudo oír apenas.
—Tou...ché.
Y sonó el gong.
Garret y Male tiraron sus armas al
suelo y dejaron de utilizar su poder. Garret notó cómo la sangre
volvía a fluirle por las venas y Male respiró pesadamente varias
veces, ahogada. Ambos se miraron y se dieron la mano.
—Y la ganadora de este combate es...
¡Madalane!
Todos aplaudieron con fuerza, no sólo
por Male, sino también por Garret. Ambos habían luchado como
leones, y el resultado de la batalla no pudo predecirlo ni siquiera
Reïk por unos instantes. Todos corrieron a abrazarles y a
felicitarles por su gran trabajo, y recibieron felicitaciones de los
profesores por haberse tomado el combate tan en serio. Los dos se
miraron, contentos. Garret pensó en darle las gracias a Male por su
impresionante exhibición, ya que además de haber demostrado su
potencial, había dejado que él lo mostrara también, en parte. Sin
embargo, antes de que pudiera decirle nada, Kay le agarró del
hombro, le dio la vuelta y le gritó enfadado.
—¿¡Pero de qué vas!? ¡Yo te he
enseñado mucho más de lo que has hecho ahí! ¡Además, el
movimiento final podría haberlo hecho Joel perfectamente...!
—De hecho, su poder consiste en eso
básicamente.
—¡¡Pues ya está!! Para ver un
combate entre el Primero y la Duodécima, podría haber puesto sus
nombres en todas las papeletas y habría sido el mismo resultado.
—Lo del oxígeno lo he hecho como
último recurso. Además, ¿a ti Varo te dijo en algún momento que
Male era capaz de hacer eso? ¡Porque apuesto mi mano derecha a que
tú tampoco lo sabías, justo como yo!
—...
—¡Lo sabía!
—Bueno, lo supiéramos o no, ahora no
viene al caso. ¡Sabes como CUARENTA MALDITOS HECHIZOS y has usado
tres como mucho! Me avergüenzas.
—¡¡A mí me da mucha más vergüenza
el hecho de que estés sermoneándome delante de todo el mundo!! ¡No
soy un niño y manejo mis hechizos como a mí me da la gana! ¿Te has
enterado o necesitas ponerte un audífono para oírme mejor?
Todos miraron el espectáculo que se
les ofrecía. Male se encogía, sintiéndose, en parte, culpable por
la discusión.
—Male—Maite le puso la mano en el
hombro—, tú no tienes la culpa de esto. ¿Vale? Si Garret sólo
usó tres hechizos en lugar de cuarenta es cosa suya...
—Pero...
—Maite tiene razón—Bocha apareció
con las manos en el bolsillo y la miró de reojo—. Que tú
mantuvieras en secreto una baza para ganar no hace más que darte
puntos como guerrera. Has ganado justamente, y es lo que hay.
—¡Pero...!
—Que no, Male. Quizá no entiendan
que te guardaras ciertas habilidades en secreto, pero, como ya hemos
dicho...—Tarrkiem se detuvo. Iba de camino hacia la puerta. Se
sujetó el gorro y miró por debajo de él, de reojo—, es lo que
hay.
Y entonces fue a abrir el pomo de la
puerta, pero Male le detuvo de un grito.
—¡Pero si ni siquiera yo sabía que
era capaz de hacer eso!
Garret y Kay dejaron de gritarse y
miraron con los ojos muy abiertos a Male, justo como el resto de la
sala. Maite retiró la mano lentamente y miró directamente a los
ojos a la joven, la cual tenía lágrimas en los ojos.
—Tengo mucho miedo... ¡Lo paralicé
sin querer! ¿Cómo iba a saber yo que podía hacer eso? Mis manos se
movieron solas... Durante unos instantes no sabía qué estaba
pasando, y de repente, Garret me miraba de frente con cara de terror
y sin poder moverse... Y como no sabía lo que estaba pasando, lo
atribuí a la falta de oxígeno de la sala y manipulé el agua del
suelo para impulsarme hacia adelante... ¡Pero a partir de ahí no
recuerdo nada más! ¡Sonó el gong y me desperté, y todo el mundo
me vitoreaba! ¡Y yo tenía una espada de hielo en la mano y Garret
casi lloraba de miedo! Y yo, no sé por qué, pero también sentí
ganas de llorar...
Se derrumbó en el suelo y comenzó a
sollozar. Nadie entendía lo que estaba pasando. Varo se acercó con
Evan para levantarla y llevarla a su habitación, y Bocha, Maite y
Tarrkiem les acompañaron. Garret todavía estaba impactado.
Recordaba haber sentido miedo, pero no porque sus extremidades no se
moviesen, sino por otra cosa. ¿Tal fue su cara de terror que incluso
Male, estando así de confusa, no pudo evitar fijarse en ella? ¿Qué
fue lo que provocó realmente ese pánico, la falta de oxígeno, o
algo más...? ¿Y Male? ¿Cómo fue capaz de actuar así estando bajo
tan extremas condiciones? Tan inmerso estaba en sus cavilaciones que
no se dio cuenta de que Kay volvía a gritarle, y se dio la vuelta y
le dejó con la palabra en la boca.
Evan vigilaba a una Male que, dormida
en su cama, daba vueltas y vueltas sin parar. Varo le había pedido
que se quedase mientras él buscaba al enfermero, y Maite, Bocha y
Tarrkiem habían ido a sus habitaciones para comer. Sacó del
bolsillo un mazo de cartas y comenzó a barajarlo de forma aleatoria,
hasta que sintió una presencia más en el cuarto.
—Elige una carta—dijo, sin dejar de
mirar sus propias manos.
—Muy gracioso—respondió Vittorio—.
¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien?
—No lo sabemos todavía—suspiró el
joven—, es probable que el enfermero atribuya lo del ejercicio de
hoy a la falta de oxígeno en el campo de batalla, pero yo sospecho
cosas diferentes. Cosas que ni tú ni Mariam me habéis contado. Pero
lo he visto aquí.
Y sacó un rey de picas. Vittorio tragó
saliva y se sentó en la cama, acariciando el rostro de la muchacha,
que sudaba entre malos sueños.
—Perdóname. Quería mantenerlo lo
más secreto posible... Pero supongo que mandar a casi media tropa al
bosque de los cristales no fue muy buena idea.
—Ahora que lo dices, la baraja
también me ha dicho una cosa del bosque—volvió a barajar—, y es
que me parece que hay alguien que ignora tus órdenes.
—¿¡Qué!?—Vittorio se volvió de
golpe, serio como nunca lo había estado. Sus manos comenzaron a
soltar humo—. ¿¡Quién!?
—No me pone el nombre, pero me sale
la reina de picas. Así que ha de ser una mujer.
—¡Mierda! Como sea quien creo que
es...
—Cálmate, esto hay que hablarlo.
—¿¡Que me calme!? ¡Esto es
probablemente lo peor que nos podría ocurrir! ¡No quiero que le
pase nad...!
Se detuvo de golpe, se puso rojo y
comenzó a echar más humo por las manos. Comenzaron a brillarle
levemente y Evan se levantó deprisa y lo llevó al cuarto de baño,
a mojarle.
—Pero bueno—dijo, una vez calmó a
su amigo—, ¿y esto?
—Agh...
—Eso digo yo, “agh”. ¿Hace falta
que saque una carta para saber qué se te ha pasado por la cabeza?
Porque puedo adivinarla antes de hacerlo y seguro que acierto.
Mira...—y comenzó a barajar.
—Para ya, hostia—dio un chasquido
de dedos y le quemó la baraja—. Que me estás mareando. Lo que
quiero decir es que no podemos dejar que le pase nada porque entonces
el plan de derrotar a Todo se va a la basura.
—Sí, eso va a ser lo que te
importa...
—Cierra la puta boca o te la cierro
yo.
—Joder, vale, vale.
Escucharon murmullos en la habitación;
Male se había despertado. Vittorio suspiró y salió del cuarto de
baño, ignorando el hecho de que Male no sabía que Evan y él se
conocían. Evan sí lo tuvo en cuenta y se quedó dentro para evitar
ser visto, aunque tras pensarlo un poco, se dio cuenta de que estaba
encerrado.
—Y el mamón este me ha quemado la
baraja—murmuró entre dientes—, será gilipollas.
Male se levantó de golpe, con los ojos
empañados por una película de lágrimas y empapada en sudor. Notó
que alguien se sentaba en la cama. Se frotó los ojos y vio a
Vittorio, que le acariciaba la mano, conciliador.
—¿Estás bien?
—He tenido una pesadilla horrible—se
revolvió el pelo con la otra mano—. He soñado que tú
descuartizabas a mis padres y aunque te decía que pararas no lo
hacías, y te reías de mí y me gritabas que ya no tenía nada.
Nada...
—Pero sólo ha sido eso, un sueño...
Sabes que yo nunca te haría algo así.
—Sí, pero...
—Tranquila, sólo estás cansada.
Venga, vuelve a dormir.
—Yo...
—Estaré aquí cuidándote, así que
no te preocupes por nada más, ¿vale? Venga...
—Vale...
Y se volvió a acostar, esta vez más
tranquila. Vittorio le acariciaba la sien con el dedo y la miraba
triste. Si había alguien desobedeciendo órdenes sobre el bosque y
Male había tenido aquel desvanecimiento en la batalla sólo podía
estar ocurriendo una cosa... Y no le gustaba nada.
Malan se despertó, congelado. Se frotó
los ojos, pero no alcanzaba a ver más allá de su propia nariz.
Trató de levantarse y mover un poco las extremidades, pero la
rigidez de sus miembros era demasiado para él. Sólo consiguió
ponerse de rodillas e incorporarse ligeramente. Escrutando en la
oscuridad, el miedo le invadió de nuevo, justo como cuando se había
despertado allí la primera vez. El estómago le rugía de hambre y
le dolía todo. Sollozó un poco, para luego ir aumentando el volumen
de los lloros hasta el punto de gritar a pleno pulmón.
Estuvo llorando mucho tiempo. Sin
embargo, al cabo de las horas, comenzó a notar un aumento de la
temperatura. Ahora se encontraba a gusto y sus articulaciones volvían
a funcionar correctamente. Se incorporó completamente y caminó a
tientas, palpando para no chocarse con nada.
Incluso intentando no golpearse,
tropezó con algo y cayó de bruces encima de una especie de mueble
blandito que identificó como un sofá. Se sentó con las rodillas
agarradas con los brazos y cerró los ojos muy fuerte, tratando de
controlarse. ¿Dónde estaba y quién le había llevado hasta allí?
Mientras se comía la cabeza con estas preguntas, escuchó una voz
femenina que hablaba como desde fuera de la habitación.
—¿Cómo está mi muñequito? ¡Je,
je...!
Y la sala se iluminó. Estaba en el
salón de una casa con la decoración típica que una familia de
clase media utilizaría para su hogar. El suelo, sin embargo, era de
hormigón, y tras echar un vistazo general identificó como una
alfombra el objeto que le había hecho tropezar. Encima de la mesita
de café había una bandeja con bollos fríos y un tazón con
chocolate, el cual ya estaba prácticamente solidificado del tiempo
que llevaba ahí. Malan se lanzó sin pensarlo hacia los alimentos,
sin notar lo rancios que estaban los bollos o lo difícil de tomar
que fuera el chocolate. Una vez acabó con toda la comida, volvió a
sentir ganas de llorar.
—¿Por qué no investigas el resto de
la casa, pequeñín? Ya verás, seguro que te gusta—rió la voz
femenina. Él, temboloroso, se levantó como le permitieron el
cansancio y el miedo y avanzó hacia la doble puerta de cristal.
La abrió temeroso. El pasillo estaba
igual de bien iluminado que el salón, y era muy corto. Tan solo una
escalera que llevaba al piso de arriba, el recibidor a mano derecha y
dos puertas enfrente. Una estaba abierta, y mostraba una cocina
acogedora, a medio recoger y mortalmente silenciosa. Parecía que
alguien hubiese estado allí hacía poco, manipulando alimentos. El
cuarto de baño, de igual manera, se encontraba vacío, y Malan
aprovechó para hacer sus necesidades un poco. Acto seguido subió
por las escaleras, aferrándose con cuidado a la barandilla de hierro
pintado de negro.
La primera planta era también un
pasillo estrecho, aunque un tanto familiar. Había varias
habitaciones a los lados, y la única puerta que estaba abierta era
la del baño de ese piso. No se entretuvo mucho en mirar ese lugar.
Abrió la primera puerta que encontró a la izquierda y vio un cuarto
que perfectamente podría haber sido el suyo si no hubiera sido rico.
Dos estanterías llenas de libros de
ciencias se encontraban pegadas a la pared, y una cama individual con
sábanas de cohetes se situaba en la parte derecha de la habitación.
Un escritorio lleno de ejercicios de lengua a medio hacer se
encontraba bajo la ventana, que tenía las cortinas con dibujos de
estrellas echadas. La silla estaba tirada en el suelo, como si su
anterior ocupante se hubiera levantado con urgencia y a toda prisa, y
no le hubiera dado tiempo a recogerla. El armario de la ropa estaba
abierto y las perchas descolocadas. La papelera estaba vacía a
excepción de unos cuantos dibujitos tontos y feos. Malan intentó
descorrer las cortinas, pero estaban enganchadas. Salió de la
habitación despacio y se metió en la siguiente, a la izquierda.
Esta era la habitación de una niña, y al contrario que en las
demás, no parecía haber sido habitada recientemente. Capas de polvo
cubrían todos los objetos perfectamente ordenados en la habitación.
Malan abrió los armarios y los cajones sólo para descubrir que no
había absolutamente nada en ellos. Un tanto decepcionado, salió de
ese cuarto y se metió en el de enfrente.
Se asustó. Vio cómo todo estaba
totalmente desordenado y patas arriba, e incluso le costó encontrar
marcas de humedad en las juntas de las paredes. La habitación olía
a cerrado y había cristales, fotografías y mucha ropa tirados por
el suelo. Las fotografías estaban empapadas y estropeadas, así que
sólo se veían manchas de tinta corrida. Malan comenzó a ponerse
nervioso.
—¡Has encontrado el premio
gordo!—volvió a resonar la voz femenina—, ¿quieres que te
cuente la historia?
Un ojo enorme de color castaño se
asomó por la ventana. Malan gritó y salió corriendo de la
habitación para encerrarse en el baño.
—No podrás esconderte ahí para
siempre y lo sabes, chiquitín. Además, también puedo hacer esto.
La casa comenzó a temblar y Malan
volvió a gritar aterrado. Se agarró a lo que pudo, pero cuando
abrió los ojos estaba en la palma de la mano de una chica, la cual
no distinguía del todo bien porque la sala en la que se encontraban
estaba en penumbra, al contrario que la ya derruida casa.
—¿¡Qué está pasando!?—gritó
con todas sus fuerzas.
—¡Ja, ja, ja! Cálmate, niño. No
voy a hacerte nada.
—¿¡Quién eres!?
—¡Ja, ja! Ay... ¿Qué tal si te
cuento una historia?
—¡Quiero que me contestes!
—Todo comenzó hace unos años...
Alrededor de ciento cincuenta. Yo vivía en una cronología diferente
a la tuya y a esta, en una casa igualita a la que has visto.
—¡¡QUE QUIÉN EREEEES!!
—Mis padres eran muy dulces
conmigo... Yo era su angelito perfecto. Pero un día, desarrollé una
“facultad” que les hizo temer por su vida. ¡Yo no iba a hacerles
nada! ¡Eran mi familia! Y, sin embargo, me internaron en una
institución psiquiátrica, ya que mi “facultad” me afectaba de
forma psíquica. Cuando llegué a controlarla ya no me supuso ningún
problema... Pero creo que a los demás sí.
—Que... quién... eres...
—¿Cómo pudieron? Yo que les quería
tanto... Al final tuve que salir de allí personalmente. Una vez hube
controlado mi poder, destruí la clínica en la que me encontraba y
vagué en busca de mi casa. No la encontré.
—...
—Te estarás preguntando qué hice
entonces, ¿no? Bien, te lo contaré. Me convertí en una
delincuente. Como una especie de supervillana inalcanzable y
totalmente letal. Si la gente me veía salía corriendo sin
pensárselo dos veces, dejando todo lo que tuvieran de valor para no
tener que verse en la situación de que un monstruo como yo los
destruyera.
Hacía rato que Malan se había rendido
y simplemente escuchaba, mientras lloraba en silencio, el relato de
su secuestradora. Nunca había escuchado semejante historia. Sus
padres, pese a su extraño poder, siempre le habían querido. Había
sido aquella cosa contra la que se supone que Todo luchaba la que
había deshecho toda su familia, pero después... Después resultó
que no. Que fue el mismo Todo. Por eso se puso en su contra, porque
supo ver la verdad.
Sin embargo, ¿quién era esta mujer?
—Llegado un momento, me encontré con
un hombre. Se llamaba Todo. Curioso, ¿verdad? Creo recordar que es
tu jefe, sí, ese contra el que conspiráis tú y tus amiguitos. El
caso es que me contó que la causa de que mi poder era que una tal
Nada había decidido descargar mi ira sobre mi familia. Iracunda, la
busqué por todas partes, pero tampoco la encontré. Ni siquiera el
tal Todo sabía dónde estaba. Por aquel entonces yo ya tenía 17
años. Hacía 7 que mis padres me habían encerrado en el centro
psiquiátrico, y lógicamente, mi ira hacia ellos había ido
aplacándose, más cuando descubrí que la tal Nada existía.
—Todo...
—¡Aún no he llegado al final!
Resulta que un día me quedé dormida en un callejón. Era invierno,
hacía frío y yo estaba congelada, tapada con unos cartones. Esa
parte sí que era terrible de verdad. En esos momentos añoraba mi
casa, mi camita calentita, mi vaso de leche de antes de irme a dormir
y el beso de buenas noches de mi mamá. Cuando me quedé
definitivamente dormida, soñé algo. Una cosa muy extraña. Estaba
en una especie de plano paralelo, en el que todo era de colores y
había seres y criaturas extrañísimos, todos con pinta de
moribundos, pero felices en realidad. Recorrí aquel espacio paralelo
hasta que llegué a un enorme pedestal del que surgían cuatro torres
acabadas en unas esferas translúcidas. En el centro había un trono.
Me senté. Y entonces escuché una voz de ultratumba que me hablaba.
“No le creas”, decía. “Yo no tuve nada que ver”. Era la
propia Nada. La había encontrado sin querer, y me decía que lo que
Todo me había dicho era una mentira. Ella nunca hacía otra cosa que
no fuera observar el mundo desde su plano paralelo. ¿Cómo podía
ser responsable de mi desgracia? Me contó que Todo era malvado, que
quería destruir sin parar, incluyéndome a mí. Volví a montar en
cólera. Mi poder era tan solo una deformación genética por culpa
de quién sabe qué. Y mis padres habían permitido tanto sufrimiento
y nunca me habían vuelto a buscar, nunca habían querido venir a
verme. Por culpa de ser diferente. Porque ya no era su angelito
perfecto.
—Y-yo...
—Volví a buscarlos, esta vez
investigando. Fui capaz de relajarme y sosegarme y, tras haber
encontrado algo, me encaminé hacia allí con el firme propósito de
que se dieran cuenta de que gracias a ellos mi vida se había ido a
la basura, no por culpa de mi poder. Pero cuando les vi en su cuarto,
hablando tranquilamente, riendo y siendo felices, toda esa
tranquilidad que había estado reuniendo para volver a encontrarme
con ellos y no montar un “numerito” se fue a la basura. Destruí
la ventana y entré sin miramiento alguno, dejando todo hecho un
desastre. Los jarrones con las flores se cayeron al suelo, empapando
todas las fotografías que había desparramado por el suelo. Tiré
las flores por la ventana y me lancé a por ellos, llorando y
gritando. Me estampaba contra las paredes y las puertas mientras les
seguía, con el claro propósito de hacerles daño. Cogieron a su
adorable hijo de la manita y se fueron corriendo de allí. Yo, sin
embargo, dejé de seguirlos. Me quedé en la casa. Me quedé la casa.
Cuando volvieron con la policía y demás fuerzas de seguridad, la
casa había desaparecido. Así de grande era mi poder. Y, bueno,
hasta hoy. La he conservado tal y como la dejaron ellos.
—¿E-entonces eres tú quien me ha
encogido?
—En efecto, chiquitín. Y tengo un
motivo.
—...
—Vengo a abrirte los ojos, pequeñajo.
No fue Todo el que destruyó a tu familia, pero tampoco fue Nada.
—¿Y entonces...?
—¡Ja, ja! ¡Por supuesto, el padre
de tu amiguito Garret! Conocía personalmente al tuyo. Él fue la
ruina de tu familia. Provocó que te dejaran solo, abandonado y
perdido, sin la más mínima consideración, de un día para otro.
—No... ¡¡No!!
—¡No importa cuánto trates de
negarlo! ¿Por qué iba Todo a hacer desaparecer a toda tu familia
salvo a ti? ¡Es absurdo! ¡De hecho, tú tendrías que haber sido el
primero en morir, siguiendo esa lógica! ¿¡No lo entiendes!? ¡¡Si
hubiera sido Todo, está claro que te habría visto como una
amenaza!!
—¡¡TE ORDENO QUE TE CALLES!!
—¡No funcionará conmigo, enano!
¡Tienes que asumirlo!
Y entonces el niño se puso a llorar.
No podía creerlo. ¿Absolutamente todo en lo que había creído
había sido una farsa? ¿Sus amigos? ¿Incluso Reïk? Vale que él
era el más joven, ¿pero no se sentían mal al engañarlo así? ¡Él
no era ningún tonto! ¡Era muy maduro para su edad!
Poco a poco la teoría de la mujer fue
cobrando forma en su cabeza. Comenzó a creerla sin querer, hasta el
punto de comenzar a sentir rabia hacia sus amigos.
—Verás. Tengo un plan... Pero
necesito tu ayuda, por supuesto.
—...
—No me dirás que sigues confiando en
esos traidores, ¿no?
Malan negó con la cabeza y la miró
con rabia.
—No.
—¡Bien! ¿Entonces me ayudarás?
—...Sí.
—¡Estupendo! Entonces vayamos a un
sitio más acogedor que este...
La chica hizo crecer a Malan y lo sacó
de la habitación. Él seguía sin poder ver nada, y sin embargo,
escuchó a la mujer manipular cosas con las manos.
—¿Qué haces?
—No te preocupes. Es que no puedes
ver el camino hacia mi guarida.
—Literalmente, yo...
Pero antes de que pudiera acabar la
frase sintió un pinchazo en el hombro y se quedó dormido.