domingo, 5 de octubre de 2014

Capítulo XVIII - Sex, drugs and rock and roll (Parte II)

Sonó el despertador en las habitaciones de todos. Los sirvientes pasaron repartiendo los desayunos y todos se reunieron en la sala de combate. Malan no apareció. Reïk volvió a ponerse nervioso y volvió a abrazarse a Maite, murmurando cosas ininteligibles.
—No ha aparecido, eh...—Bocha se metió las manos en los bolsillos del abrigo negro.
—No.
Se sentaron en las gradas sin decir mucho. No se miraban los unos a los otros, y la angustia los azotaba a todos. Eve y Vec salieron al mostrador y abrieron la sesión.
—Buenos días, alumnos—comenzó Eve—. Oh, parece que falta alguien. ¿Acaso Malan estaba indispuesto?
—Sí—reaccionó Garret—, desde anoche.
—Oh. Bueno. Entonces tendremos que empezar sin él. Veamos... Hoy la dinámica será también de tres combates. No queremos forzaros mucho.
—Tenemos una actividad preparada para mañana—intervino Vec—, en la que saldremos a campo abierto. Os informaremos esta noche de todo lo que debéis llevar.
—Demos comienzo a los combates. Los primeros en salir a la arena serán... Ranusa y Bocha.
Ambos se desafiaron con la mirada, deseosos de combatir el uno contra el otro. Ranusa puso cara de suficiencia e hizo como que se cortaba el cuello con el dedo. Bocha le guiñó un ojo y se rió de él.

Entraron en la arena. Se cerraron las puertas y sonó el gong. Tan pronto como la campana dio comienzo al combate, Bocha invocó cientos de espadas que hizo que rodaran alrededor suyo. Ranusa se alejó un poco, sorprendido y molesto. Acababa de tirar a la basura su ataque de ofensiva total. Sin embargo, se lanzó al ataque por el flanco derecho, confiando al máximo en su velocidad y capacidad de reacción.
Bocha vio sus intenciones. Calculó medio segundo y lanzó las espadas rápidamente hacia todos lados, disparándolas como balas veloces. Ranusa pudo esquivarlas todas, pero eso le desvió de su contrincante e hizo que perdiera la concentración ligeramente.
El velocista acometió de nuevo, esta vez de frente. Bocha reunió de nuevo las espadas formando un gran escudo de metal contra el que el joven corredor se estrelló y lo despistó. Perdió la orientación durante unos segundos, pero cuando se dispuso a levantarse para reanudar la ofensiva, se encontraba rodeado de cientos de espadas que le impedían moverse.
—Te tengo, Hussain Bolt.
Sonó de nuevo el gong. Bocha hizo bailar las espadas a su alrededor en un bello círculo de brillos de todos los colores, debido a las diferentes tonalidades de las hojas de las espadas. Esa danza levantó un poco de aire e hizo que su abrigo negro revoloteara. Como final, y asegurándose de que Ranusa había salido ya, clavó todas las espadas en el suelo y las hizo desaparecer con un chasquido de dedos.
—¡Y el vencedor es Bocha!—anunció Vec.
Los aplausos resonaron por toda la sala. Male aplaudía con brillo en la mirada y Garret sonreía, un tanto nervioso. Él no había salido elegido todavía, así que era probable que saliese pronto.
Cuando Bocha se volvió a sentar y la tromba de aplausos cesó, Tarrkiem le susurró.
—Oye, ¿no crees que te has pasado? Has hundido un poco a Ranusa.
—Uh, no era mi intención. ¡Ranu!
Ranusa se dio la vuelta y le miró con desprecio.
—¿Qué quieres?
—Eh... Perdona, creo que me he pasado con la exhibición del final. Lo siento.
—No, si eso ha estado guay.
—¿...Qué?
—Me ha dado rabia que me ganaras. Maldita puta.
—Eh...
—¡Que es broma!—y le dio una palmada en la espalda. Se sentó a su lado y esperó a que Eve anunciase la siguiente pareja de batalla.
—Qué rápido cambia de idea este tío—le susurró Bocha a Tarrkiem—. No sé si ha sido porque me tiene miedo o porque le ha sabido mal seguir enfadado tras haberme disculpado...
—A lo mejor las dos.

Eve volvió a subir a la tarima y sacó otros dos papeles de la urnita. Sonrió levemente, cosa que extrañó a muchos de los presentes. Sin embargo, en cuanto habló todo el mundo supo de qué se reía.
—Los siguientes en combatir serán Thorgio y el Cretino. Pueden entrar cuando quieran.
Un silencio sobrecogedor inundó la sala. Todos se miraban, angustiados. Thorgio, al contrario, parecía de lo más tranquilo.
—Joder, qué tensión...—susurró Maite.
—No, yo creo que en realidad es el Cretino que se ha motivado—rió Galia entre dientes.
Ambos entraron en la arena. En cuanto sonó el gong, el Cretino levantó la mano, apretó el puño y Thorgio fue aplastado contra el suelo. Vec estuvo a punto de tocar el gong, pero Reïk le detuvo.
—Espera. Va a pasar algo.
Vec miró atentamente y vio los ojos de Thorgio brillar. El combatiente sonrió, soltó una carcajada y creó alrededor de veinte copias de sí mismo que se levantaron y fueron hacia el Cretino.
—¡Sólo puedes aumentar la densidad del aire en una determinada zona no muy grande, no te creas que no me he informado!
—¡Já! ¡Iluso!
El Cretino extendió los brazos hacia los lados, puso las palmas hacia arriba y comenzó a levitar sobre las copias. Éstas explotaron, pero no llegaron a alcanzar al de repente joven volador.
—Esto no lo sabías, ¿eh?
—Grrr...
Thorgio volvió a crear un par de copias y se impulsó en ellas para llegar hasta el Cretino. Sin embargo, este anuló el efecto antigravitatorio que estaba creando alrededor de él y lo creó alrededor del atacante explosivo. El desconcertado Thorgio comenzó a gritar, aterrorizado.
—Yo también he hecho mis deberes, ¿sabes? ¡Y sé de sobra que tienes un vértigo de la hostia!
—¡QUE ALGUIEN ME BAJE DE AQUÍ!
Todos miraban asombrados al misterioso joven vestido de negro. Una sonrisa sádica le cubría el rostro mientras hacía sufrir a su enemigo. Un torturador nato.
Un rato después, Vec, harto de esperar a que sucediese algo, procedió a tocar el gong. Reïk le volvió a cortar.
—Espera.
—¿Otra vez?
—Yo soy el que ve el futuro aquí.
—Psé.
Thorgio había dejado de hiperventilar. Todos en la sala miraban expectantes y se preguntaban por qué Reïk le había pedido a Vec que el combate continuara. No tuvieron que esperar mucho.
De repente, Thorgio volvió a soltar una carcajada y varias de sus copias cayeron al suelo, pillando al Cretino por sorpresa. Éste las esquivó como pudo y se desconcentró, así que Thorgio quedó libre y, cuando tocó el suelo, le puso su espada en la garganta al Cretino. Éste último gruñó ante su victorioso adversario.
—Qué susto, ¿eh?
—Serás cabrón...
—Soy un ninja de los bosques. Tengo que ser un cabrón o no sobrevivo, ¿lo pillas? Y ahora venga, fus fus, que todavía quedan dos por pelear.
El gong sonó y ambos abandonaron la arena. Vec anunció a Thorgio como vencedor e instó a Eve a sacar otros dos papelitos. Ésta metió la mano en la urna y anunció el resultado.
—La siguiente batalla será entre Garret y Madalane. ¡Que comience el combate!
Ambos se miraron, sorprendidos. Garret sabía que le acabaría tocando, pero Male no esperaba salir. De todos modos, ella le sonrió cordialmente y le susurró.
—Procuremos pasarlo bien, ¿vale?
—Vale.
Entraron a la vez en la arena y se cerraron las puertas. Un duelo entre el prodigio de la espada y el prodigio de la disciplina. Se miraron. Garret desenfundó la espada y Male la varilla. La tensión se mascaba, esta vez de verdad. Nadie sabía quién podía ganar.
—¡En guardia!—gritó Garret.
—¡Sin contemplaciones!
Sonó el gong. Garret recitó un encantamiento y salió disparado contra Male. Ésta le esquivó con una pirueta y Garret reconoció el movimiento: lo había aprendido de Vittorio, pero ella lo ejecutaba con más elegancia. Siguió dando vueltas y le quitó el tapón a la cantimplora que llevaba a la espalda. Bailó entre las gotas cual diosa acuática y mientras tanto esquivaba las acometidas de Garret, el cual se desesperaba cada vez más. En una de las acometidas, él decidió cambiar de estrategia y lanzó una estocada en sentido contrario al habitual. Pero Male se lo vio venir y, con una precisa sacudida de mano, creó hielo en el aire y detuvo al espadachín. Acto seguido, puso hielo en sus pies y creó una pequeña espada de estoque de hielo. Se movía muy deprisa y esquivaba los ataques de Garret con facilidad. Sin duda eso lo había aprendido de Vittorio, aunque no sabía en qué momento. Al final, harto, invocó varios hechizos de runas poderosos que dejaron a Male atrapada durante unos segundos, dándole la oportunidad a él de atacar. Sin embargo, cuando ya pensaba que tenía la partida ganada, los hechizos se desvanecieron y ella se agachó, esquivando la estocada. Con el agua que flotaba a su alrededor creó estacas de hielo que lanzó hacia Garret con precisión, pero éste fue capaz de detenerlas a tiempo.

Ambos resoplaban de cansancio. Llevaban un rato peleando cuando Reïk sonrió.
—¿Qué es lo que te hace gracia?—le preguntó Tarrkiem.
—Ella.
—¿Ella?
—Ya habría ganado si hubiera querido. Ya verás.
—Psché.
Garret invocó un poderoso encantamiento. No pretendía inmovilizar a Male, sino terminar ya con el combate. El aire se hizo pesado dentro de la cámara y a ella comenzó a costarle trabajo respirar.
—Veamos quién de los dos tiene más capacidad pulmonar.
—Nnngk...
Male se derrumbó sobre sus rodillas. El agua cayó al suelo y lo empapó. Garret pensó que ya tenía la partida ganada.
Entonces, ocurrió la predicción de Reïk.

Male aunó fuerzas y se levantó como pudo. Temblando, dirigió su varita y su mano izquierda hacia delante e hizo unas cuantas maniobras. Comenzó a sudar: se le acababa el tiempo. Fue entonces cuando Garret notó que las extremidades se le agarrotaban. Ya no se podía mover. El terror le invadió de golpe. Male mantuvo la mano de la varita apuntando a Garret y utilizó la otra para darse impulso desde los pies con el agua del suelo. Una vez lo tuvo, rápidamente volvió a crear su espada de hielo y tocó el pecho de Garret de forma muy leve. Sudando, agotada y despeinada, murmuró algo que el aterrorizado espadachín pudo oír apenas.
—Tou...ché.
Y sonó el gong.


Garret y Male tiraron sus armas al suelo y dejaron de utilizar su poder. Garret notó cómo la sangre volvía a fluirle por las venas y Male respiró pesadamente varias veces, ahogada. Ambos se miraron y se dieron la mano.
—Y la ganadora de este combate es... ¡Madalane!
Todos aplaudieron con fuerza, no sólo por Male, sino también por Garret. Ambos habían luchado como leones, y el resultado de la batalla no pudo predecirlo ni siquiera Reïk por unos instantes. Todos corrieron a abrazarles y a felicitarles por su gran trabajo, y recibieron felicitaciones de los profesores por haberse tomado el combate tan en serio. Los dos se miraron, contentos. Garret pensó en darle las gracias a Male por su impresionante exhibición, ya que además de haber demostrado su potencial, había dejado que él lo mostrara también, en parte. Sin embargo, antes de que pudiera decirle nada, Kay le agarró del hombro, le dio la vuelta y le gritó enfadado.
—¿¡Pero de qué vas!? ¡Yo te he enseñado mucho más de lo que has hecho ahí! ¡Además, el movimiento final podría haberlo hecho Joel perfectamente...!
—De hecho, su poder consiste en eso básicamente.
—¡¡Pues ya está!! Para ver un combate entre el Primero y la Duodécima, podría haber puesto sus nombres en todas las papeletas y habría sido el mismo resultado.
—Lo del oxígeno lo he hecho como último recurso. Además, ¿a ti Varo te dijo en algún momento que Male era capaz de hacer eso? ¡Porque apuesto mi mano derecha a que tú tampoco lo sabías, justo como yo!
—...
—¡Lo sabía!
—Bueno, lo supiéramos o no, ahora no viene al caso. ¡Sabes como CUARENTA MALDITOS HECHIZOS y has usado tres como mucho! Me avergüenzas.
—¡¡A mí me da mucha más vergüenza el hecho de que estés sermoneándome delante de todo el mundo!! ¡No soy un niño y manejo mis hechizos como a mí me da la gana! ¿Te has enterado o necesitas ponerte un audífono para oírme mejor?
Todos miraron el espectáculo que se les ofrecía. Male se encogía, sintiéndose, en parte, culpable por la discusión.
—Male—Maite le puso la mano en el hombro—, tú no tienes la culpa de esto. ¿Vale? Si Garret sólo usó tres hechizos en lugar de cuarenta es cosa suya...
—Pero...
—Maite tiene razón—Bocha apareció con las manos en el bolsillo y la miró de reojo—. Que tú mantuvieras en secreto una baza para ganar no hace más que darte puntos como guerrera. Has ganado justamente, y es lo que hay.
—¡Pero...!
—Que no, Male. Quizá no entiendan que te guardaras ciertas habilidades en secreto, pero, como ya hemos dicho...—Tarrkiem se detuvo. Iba de camino hacia la puerta. Se sujetó el gorro y miró por debajo de él, de reojo—, es lo que hay.
Y entonces fue a abrir el pomo de la puerta, pero Male le detuvo de un grito.
—¡Pero si ni siquiera yo sabía que era capaz de hacer eso!
Garret y Kay dejaron de gritarse y miraron con los ojos muy abiertos a Male, justo como el resto de la sala. Maite retiró la mano lentamente y miró directamente a los ojos a la joven, la cual tenía lágrimas en los ojos.
—Tengo mucho miedo... ¡Lo paralicé sin querer! ¿Cómo iba a saber yo que podía hacer eso? Mis manos se movieron solas... Durante unos instantes no sabía qué estaba pasando, y de repente, Garret me miraba de frente con cara de terror y sin poder moverse... Y como no sabía lo que estaba pasando, lo atribuí a la falta de oxígeno de la sala y manipulé el agua del suelo para impulsarme hacia adelante... ¡Pero a partir de ahí no recuerdo nada más! ¡Sonó el gong y me desperté, y todo el mundo me vitoreaba! ¡Y yo tenía una espada de hielo en la mano y Garret casi lloraba de miedo! Y yo, no sé por qué, pero también sentí ganas de llorar...
Se derrumbó en el suelo y comenzó a sollozar. Nadie entendía lo que estaba pasando. Varo se acercó con Evan para levantarla y llevarla a su habitación, y Bocha, Maite y Tarrkiem les acompañaron. Garret todavía estaba impactado. Recordaba haber sentido miedo, pero no porque sus extremidades no se moviesen, sino por otra cosa. ¿Tal fue su cara de terror que incluso Male, estando así de confusa, no pudo evitar fijarse en ella? ¿Qué fue lo que provocó realmente ese pánico, la falta de oxígeno, o algo más...? ¿Y Male? ¿Cómo fue capaz de actuar así estando bajo tan extremas condiciones? Tan inmerso estaba en sus cavilaciones que no se dio cuenta de que Kay volvía a gritarle, y se dio la vuelta y le dejó con la palabra en la boca.


Evan vigilaba a una Male que, dormida en su cama, daba vueltas y vueltas sin parar. Varo le había pedido que se quedase mientras él buscaba al enfermero, y Maite, Bocha y Tarrkiem habían ido a sus habitaciones para comer. Sacó del bolsillo un mazo de cartas y comenzó a barajarlo de forma aleatoria, hasta que sintió una presencia más en el cuarto.
—Elige una carta—dijo, sin dejar de mirar sus propias manos.
—Muy gracioso—respondió Vittorio—. ¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien?
—No lo sabemos todavía—suspiró el joven—, es probable que el enfermero atribuya lo del ejercicio de hoy a la falta de oxígeno en el campo de batalla, pero yo sospecho cosas diferentes. Cosas que ni tú ni Mariam me habéis contado. Pero lo he visto aquí.
Y sacó un rey de picas. Vittorio tragó saliva y se sentó en la cama, acariciando el rostro de la muchacha, que sudaba entre malos sueños.
—Perdóname. Quería mantenerlo lo más secreto posible... Pero supongo que mandar a casi media tropa al bosque de los cristales no fue muy buena idea.
—Ahora que lo dices, la baraja también me ha dicho una cosa del bosque—volvió a barajar—, y es que me parece que hay alguien que ignora tus órdenes.
—¿¡Qué!?—Vittorio se volvió de golpe, serio como nunca lo había estado. Sus manos comenzaron a soltar humo—. ¿¡Quién!?
—No me pone el nombre, pero me sale la reina de picas. Así que ha de ser una mujer.
—¡Mierda! Como sea quien creo que es...
—Cálmate, esto hay que hablarlo.
—¿¡Que me calme!? ¡Esto es probablemente lo peor que nos podría ocurrir! ¡No quiero que le pase nad...!
Se detuvo de golpe, se puso rojo y comenzó a echar más humo por las manos. Comenzaron a brillarle levemente y Evan se levantó deprisa y lo llevó al cuarto de baño, a mojarle.
—Pero bueno—dijo, una vez calmó a su amigo—, ¿y esto?
—Agh...
—Eso digo yo, “agh”. ¿Hace falta que saque una carta para saber qué se te ha pasado por la cabeza? Porque puedo adivinarla antes de hacerlo y seguro que acierto. Mira...—y comenzó a barajar.
—Para ya, hostia—dio un chasquido de dedos y le quemó la baraja—. Que me estás mareando. Lo que quiero decir es que no podemos dejar que le pase nada porque entonces el plan de derrotar a Todo se va a la basura.
—Sí, eso va a ser lo que te importa...
—Cierra la puta boca o te la cierro yo.
—Joder, vale, vale.
Escucharon murmullos en la habitación; Male se había despertado. Vittorio suspiró y salió del cuarto de baño, ignorando el hecho de que Male no sabía que Evan y él se conocían. Evan sí lo tuvo en cuenta y se quedó dentro para evitar ser visto, aunque tras pensarlo un poco, se dio cuenta de que estaba encerrado.
—Y el mamón este me ha quemado la baraja—murmuró entre dientes—, será gilipollas.

Male se levantó de golpe, con los ojos empañados por una película de lágrimas y empapada en sudor. Notó que alguien se sentaba en la cama. Se frotó los ojos y vio a Vittorio, que le acariciaba la mano, conciliador.
—¿Estás bien?
—He tenido una pesadilla horrible—se revolvió el pelo con la otra mano—. He soñado que tú descuartizabas a mis padres y aunque te decía que pararas no lo hacías, y te reías de mí y me gritabas que ya no tenía nada. Nada...
—Pero sólo ha sido eso, un sueño... Sabes que yo nunca te haría algo así.
—Sí, pero...
—Tranquila, sólo estás cansada. Venga, vuelve a dormir.
—Yo...
—Estaré aquí cuidándote, así que no te preocupes por nada más, ¿vale? Venga...
—Vale...
Y se volvió a acostar, esta vez más tranquila. Vittorio le acariciaba la sien con el dedo y la miraba triste. Si había alguien desobedeciendo órdenes sobre el bosque y Male había tenido aquel desvanecimiento en la batalla sólo podía estar ocurriendo una cosa... Y no le gustaba nada.


Malan se despertó, congelado. Se frotó los ojos, pero no alcanzaba a ver más allá de su propia nariz. Trató de levantarse y mover un poco las extremidades, pero la rigidez de sus miembros era demasiado para él. Sólo consiguió ponerse de rodillas e incorporarse ligeramente. Escrutando en la oscuridad, el miedo le invadió de nuevo, justo como cuando se había despertado allí la primera vez. El estómago le rugía de hambre y le dolía todo. Sollozó un poco, para luego ir aumentando el volumen de los lloros hasta el punto de gritar a pleno pulmón.

Estuvo llorando mucho tiempo. Sin embargo, al cabo de las horas, comenzó a notar un aumento de la temperatura. Ahora se encontraba a gusto y sus articulaciones volvían a funcionar correctamente. Se incorporó completamente y caminó a tientas, palpando para no chocarse con nada.
Incluso intentando no golpearse, tropezó con algo y cayó de bruces encima de una especie de mueble blandito que identificó como un sofá. Se sentó con las rodillas agarradas con los brazos y cerró los ojos muy fuerte, tratando de controlarse. ¿Dónde estaba y quién le había llevado hasta allí? Mientras se comía la cabeza con estas preguntas, escuchó una voz femenina que hablaba como desde fuera de la habitación.
—¿Cómo está mi muñequito? ¡Je, je...!
Y la sala se iluminó. Estaba en el salón de una casa con la decoración típica que una familia de clase media utilizaría para su hogar. El suelo, sin embargo, era de hormigón, y tras echar un vistazo general identificó como una alfombra el objeto que le había hecho tropezar. Encima de la mesita de café había una bandeja con bollos fríos y un tazón con chocolate, el cual ya estaba prácticamente solidificado del tiempo que llevaba ahí. Malan se lanzó sin pensarlo hacia los alimentos, sin notar lo rancios que estaban los bollos o lo difícil de tomar que fuera el chocolate. Una vez acabó con toda la comida, volvió a sentir ganas de llorar.
—¿Por qué no investigas el resto de la casa, pequeñín? Ya verás, seguro que te gusta—rió la voz femenina. Él, temboloroso, se levantó como le permitieron el cansancio y el miedo y avanzó hacia la doble puerta de cristal.
La abrió temeroso. El pasillo estaba igual de bien iluminado que el salón, y era muy corto. Tan solo una escalera que llevaba al piso de arriba, el recibidor a mano derecha y dos puertas enfrente. Una estaba abierta, y mostraba una cocina acogedora, a medio recoger y mortalmente silenciosa. Parecía que alguien hubiese estado allí hacía poco, manipulando alimentos. El cuarto de baño, de igual manera, se encontraba vacío, y Malan aprovechó para hacer sus necesidades un poco. Acto seguido subió por las escaleras, aferrándose con cuidado a la barandilla de hierro pintado de negro.

La primera planta era también un pasillo estrecho, aunque un tanto familiar. Había varias habitaciones a los lados, y la única puerta que estaba abierta era la del baño de ese piso. No se entretuvo mucho en mirar ese lugar. Abrió la primera puerta que encontró a la izquierda y vio un cuarto que perfectamente podría haber sido el suyo si no hubiera sido rico.
Dos estanterías llenas de libros de ciencias se encontraban pegadas a la pared, y una cama individual con sábanas de cohetes se situaba en la parte derecha de la habitación. Un escritorio lleno de ejercicios de lengua a medio hacer se encontraba bajo la ventana, que tenía las cortinas con dibujos de estrellas echadas. La silla estaba tirada en el suelo, como si su anterior ocupante se hubiera levantado con urgencia y a toda prisa, y no le hubiera dado tiempo a recogerla. El armario de la ropa estaba abierto y las perchas descolocadas. La papelera estaba vacía a excepción de unos cuantos dibujitos tontos y feos. Malan intentó descorrer las cortinas, pero estaban enganchadas. Salió de la habitación despacio y se metió en la siguiente, a la izquierda. Esta era la habitación de una niña, y al contrario que en las demás, no parecía haber sido habitada recientemente. Capas de polvo cubrían todos los objetos perfectamente ordenados en la habitación. Malan abrió los armarios y los cajones sólo para descubrir que no había absolutamente nada en ellos. Un tanto decepcionado, salió de ese cuarto y se metió en el de enfrente.

Se asustó. Vio cómo todo estaba totalmente desordenado y patas arriba, e incluso le costó encontrar marcas de humedad en las juntas de las paredes. La habitación olía a cerrado y había cristales, fotografías y mucha ropa tirados por el suelo. Las fotografías estaban empapadas y estropeadas, así que sólo se veían manchas de tinta corrida. Malan comenzó a ponerse nervioso.
—¡Has encontrado el premio gordo!—volvió a resonar la voz femenina—, ¿quieres que te cuente la historia?
Un ojo enorme de color castaño se asomó por la ventana. Malan gritó y salió corriendo de la habitación para encerrarse en el baño.
—No podrás esconderte ahí para siempre y lo sabes, chiquitín. Además, también puedo hacer esto.
La casa comenzó a temblar y Malan volvió a gritar aterrado. Se agarró a lo que pudo, pero cuando abrió los ojos estaba en la palma de la mano de una chica, la cual no distinguía del todo bien porque la sala en la que se encontraban estaba en penumbra, al contrario que la ya derruida casa.
—¿¡Qué está pasando!?—gritó con todas sus fuerzas.
—¡Ja, ja, ja! Cálmate, niño. No voy a hacerte nada.
—¿¡Quién eres!?
—¡Ja, ja! Ay... ¿Qué tal si te cuento una historia?
—¡Quiero que me contestes!
—Todo comenzó hace unos años... Alrededor de ciento cincuenta. Yo vivía en una cronología diferente a la tuya y a esta, en una casa igualita a la que has visto.
—¡¡QUE QUIÉN EREEEES!!
—Mis padres eran muy dulces conmigo... Yo era su angelito perfecto. Pero un día, desarrollé una “facultad” que les hizo temer por su vida. ¡Yo no iba a hacerles nada! ¡Eran mi familia! Y, sin embargo, me internaron en una institución psiquiátrica, ya que mi “facultad” me afectaba de forma psíquica. Cuando llegué a controlarla ya no me supuso ningún problema... Pero creo que a los demás sí.
—Que... quién... eres...
—¿Cómo pudieron? Yo que les quería tanto... Al final tuve que salir de allí personalmente. Una vez hube controlado mi poder, destruí la clínica en la que me encontraba y vagué en busca de mi casa. No la encontré.
—...
—Te estarás preguntando qué hice entonces, ¿no? Bien, te lo contaré. Me convertí en una delincuente. Como una especie de supervillana inalcanzable y totalmente letal. Si la gente me veía salía corriendo sin pensárselo dos veces, dejando todo lo que tuvieran de valor para no tener que verse en la situación de que un monstruo como yo los destruyera.
Hacía rato que Malan se había rendido y simplemente escuchaba, mientras lloraba en silencio, el relato de su secuestradora. Nunca había escuchado semejante historia. Sus padres, pese a su extraño poder, siempre le habían querido. Había sido aquella cosa contra la que se supone que Todo luchaba la que había deshecho toda su familia, pero después... Después resultó que no. Que fue el mismo Todo. Por eso se puso en su contra, porque supo ver la verdad.
Sin embargo, ¿quién era esta mujer?
—Llegado un momento, me encontré con un hombre. Se llamaba Todo. Curioso, ¿verdad? Creo recordar que es tu jefe, sí, ese contra el que conspiráis tú y tus amiguitos. El caso es que me contó que la causa de que mi poder era que una tal Nada había decidido descargar mi ira sobre mi familia. Iracunda, la busqué por todas partes, pero tampoco la encontré. Ni siquiera el tal Todo sabía dónde estaba. Por aquel entonces yo ya tenía 17 años. Hacía 7 que mis padres me habían encerrado en el centro psiquiátrico, y lógicamente, mi ira hacia ellos había ido aplacándose, más cuando descubrí que la tal Nada existía.
—Todo...
—¡Aún no he llegado al final! Resulta que un día me quedé dormida en un callejón. Era invierno, hacía frío y yo estaba congelada, tapada con unos cartones. Esa parte sí que era terrible de verdad. En esos momentos añoraba mi casa, mi camita calentita, mi vaso de leche de antes de irme a dormir y el beso de buenas noches de mi mamá. Cuando me quedé definitivamente dormida, soñé algo. Una cosa muy extraña. Estaba en una especie de plano paralelo, en el que todo era de colores y había seres y criaturas extrañísimos, todos con pinta de moribundos, pero felices en realidad. Recorrí aquel espacio paralelo hasta que llegué a un enorme pedestal del que surgían cuatro torres acabadas en unas esferas translúcidas. En el centro había un trono. Me senté. Y entonces escuché una voz de ultratumba que me hablaba. “No le creas”, decía. “Yo no tuve nada que ver”. Era la propia Nada. La había encontrado sin querer, y me decía que lo que Todo me había dicho era una mentira. Ella nunca hacía otra cosa que no fuera observar el mundo desde su plano paralelo. ¿Cómo podía ser responsable de mi desgracia? Me contó que Todo era malvado, que quería destruir sin parar, incluyéndome a mí. Volví a montar en cólera. Mi poder era tan solo una deformación genética por culpa de quién sabe qué. Y mis padres habían permitido tanto sufrimiento y nunca me habían vuelto a buscar, nunca habían querido venir a verme. Por culpa de ser diferente. Porque ya no era su angelito perfecto.
—Y-yo...
—Volví a buscarlos, esta vez investigando. Fui capaz de relajarme y sosegarme y, tras haber encontrado algo, me encaminé hacia allí con el firme propósito de que se dieran cuenta de que gracias a ellos mi vida se había ido a la basura, no por culpa de mi poder. Pero cuando les vi en su cuarto, hablando tranquilamente, riendo y siendo felices, toda esa tranquilidad que había estado reuniendo para volver a encontrarme con ellos y no montar un “numerito” se fue a la basura. Destruí la ventana y entré sin miramiento alguno, dejando todo hecho un desastre. Los jarrones con las flores se cayeron al suelo, empapando todas las fotografías que había desparramado por el suelo. Tiré las flores por la ventana y me lancé a por ellos, llorando y gritando. Me estampaba contra las paredes y las puertas mientras les seguía, con el claro propósito de hacerles daño. Cogieron a su adorable hijo de la manita y se fueron corriendo de allí. Yo, sin embargo, dejé de seguirlos. Me quedé en la casa. Me quedé la casa. Cuando volvieron con la policía y demás fuerzas de seguridad, la casa había desaparecido. Así de grande era mi poder. Y, bueno, hasta hoy. La he conservado tal y como la dejaron ellos.
—¿E-entonces eres tú quien me ha encogido?
—En efecto, chiquitín. Y tengo un motivo.
—...
—Vengo a abrirte los ojos, pequeñajo. No fue Todo el que destruyó a tu familia, pero tampoco fue Nada.
—¿Y entonces...?
—¡Ja, ja! ¡Por supuesto, el padre de tu amiguito Garret! Conocía personalmente al tuyo. Él fue la ruina de tu familia. Provocó que te dejaran solo, abandonado y perdido, sin la más mínima consideración, de un día para otro.
—No... ¡¡No!!
—¡No importa cuánto trates de negarlo! ¿Por qué iba Todo a hacer desaparecer a toda tu familia salvo a ti? ¡Es absurdo! ¡De hecho, tú tendrías que haber sido el primero en morir, siguiendo esa lógica! ¿¡No lo entiendes!? ¡¡Si hubiera sido Todo, está claro que te habría visto como una amenaza!!
—¡¡TE ORDENO QUE TE CALLES!!
—¡No funcionará conmigo, enano! ¡Tienes que asumirlo!
Y entonces el niño se puso a llorar. No podía creerlo. ¿Absolutamente todo en lo que había creído había sido una farsa? ¿Sus amigos? ¿Incluso Reïk? Vale que él era el más joven, ¿pero no se sentían mal al engañarlo así? ¡Él no era ningún tonto! ¡Era muy maduro para su edad!
Poco a poco la teoría de la mujer fue cobrando forma en su cabeza. Comenzó a creerla sin querer, hasta el punto de comenzar a sentir rabia hacia sus amigos.
—Verás. Tengo un plan... Pero necesito tu ayuda, por supuesto.
—...
—No me dirás que sigues confiando en esos traidores, ¿no?
Malan negó con la cabeza y la miró con rabia.
—No.
—¡Bien! ¿Entonces me ayudarás?
—...Sí.
—¡Estupendo! Entonces vayamos a un sitio más acogedor que este...
La chica hizo crecer a Malan y lo sacó de la habitación. Él seguía sin poder ver nada, y sin embargo, escuchó a la mujer manipular cosas con las manos.
—¿Qué haces?
—No te preocupes. Es que no puedes ver el camino hacia mi guarida.
—Literalmente, yo...
Pero antes de que pudiera acabar la frase sintió un pinchazo en el hombro y se quedó dormido.


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