sábado, 24 de enero de 2015

Capítulo XXI - Más huidas.

—¿Cómo que la Gran Biblioteca? ¿De qué hablas?—dijo Galia, todavía arropada con el edredón, y mirando temerosa a Morfo.
—¿No sabes acaso lo que es la Gran Biblioteca? Creí que Inna había ido a explicarlo cuando la intrusión al Lago de la Luna.
—N-no, no sé lo que es. Sólo sé las cosas de la Organización que contaron Vittorio y Mariam...
—Vaya, eso es un problema. Inna no está aquí para explicártelo ahora...
—¿Y por qué no lo haces tú?
—Tengo otras cosas que hacer. Sin embargo, hay unas personas aquí que están deseando verte desde que llegaste.
—¿Eh?
—Cuando te sientas dispuesta, puedes ir en su búsqueda—dijo él, aproximándose a la puerta—, el camino es lo más fácil del mundo. Sus habitaciones están pared con pared con la tuya, y si no están ahí puedes mirar en el salón grande, que está bajando las escaleras de la derecha, a la izquierda.
—V-vale... Hasta luego.
—¡Hasta luego!—y le sonrió mientras cerraba la puerta y se marchaba.

Galia se levantó en cuanto Morfo se fue. Se puso unas mullidas zapatillas de andar por casa de color beige que habían dispuesto para ella. Después, cogió como pudo uno de los sillones y lo arrastró frente a la ventana, donde se sentó para observar el maravilloso mundo donde se encontraba.


—Maite—llamó Morfo—, ¿se puede?
—Adelante—levantó la mirada de la montaña de libros que había en el escritorio de su habitación—, ¿quién eres?
—Me llamo Morfo. Soy un miembro... digamos que “honorario” de la Organización. Fui quien trajo a Galia anoche.
—¡Ah, sí! Muchas gracias por ayudarnos. Ali me ha hablado mucho de ti.
—¿Ah, sí? ¿Y qué te ha contado?
—¡Que puedes transformarte en cualquier persona!—se acercó hasta estar a dos palmos de su cara, con los ojos brillantes—. ¡Nada también puede hacer eso! ¿Te importaría explicarme cómo conseguiste tus poderes? ¿Eh?

Morfo calló en aquel instante y la miró con seriedad. Ella aceptó la sutil negativa y volvió a su inmensa cantidad de material de estudio, a punto de llorar de vergüenza.
—Lo siento—dijo él—, pero es un tema del que preferiría no mencionar nada.
—No, no importa, lo entiendo. No debí haber preguntado de todos modos, ha sido una descortesía por mi parte. Lo siento.
—Bueno...
—Sí...
—Me marcho.
—Hasta luego.
—Adiós.
Y él dejó la habitación.

Maite ya había vuelto a la lectura y tomaba notas con una estilográfica. En ello estaba cuando leyó un párrafo en el libro en el que había encontrado la respuesta a cómo subir de nivel en su poder.

Así como la metamorfosis permite el cambio de cuerpo a otro ser u objeto totalmente diferente al propio, existe otra relación entre dos seres, la cual es llamada enlace. Esta relación fusiona las almas del humano y de la criatura, pudiendo controlar ambos cuerpos a la vez o, si uno de los miembros es muy pasivo, que el otro absorba el control del cuerpo del pasivo. De cualquier modo, esta relación otorga poderes extraordinarios al ser humano y conciencia e inteligencia a la criatura. En casos muy excepcionales, el humano puede fusionarse con uno de los Dioses Primigenios, encerrados en distintos puntos del espacio-tiempo y encargados de mantener estable el caos en el mismo gracias a su reclusión. En cualquier caso, esta unión garantiza que si cualquiera de los dos seres está vivo, el otro todavía viva en él, y pueda tomar conciencia del cuerpo del otro si aún conserva conciencia de cómo murió y de lo que sintió en ese momento.”

Maite se reclinó en el sillón, pensativa. Había visto este fenómeno en algún sitio, pero no conseguía recordar dónde. Además, había sido hacía poco. Mordió la parte de atrás de la estilográfica sin saber muy bien a qué conclusión llegar, mirando a las pequeñas criaturas que volaban fuera, brillantes a la luz de los tres soles que iluminaban el bosque. ¿Bosque? Se acordó del Lago de la Luna y del monstruo que vivía en él. Y, entonces, se acordó de ella.
—Male y su poder...
Recordó a Pandora y a sus intenciones y salió disparada hacia la sala número dos, en la que Jack estaba, mientras gritaba presa de un ataque de nervios.
—¡¡Male tiene un enlace!!


—Penesan—llamó Thorgio—, he llamado a la puerta de Galia y no está. He mandado al Cretino al salón para ver si la encuentra, pero no sé. ¿Por qué estás tan empeñada en hablar con ella?
—Creo que nos ha estado espiando—dijo ella, roja como un tomate—. No quiero que nadie sepa lo nuestro y esa maldita chatarrera loca es una cotilla... Seguro que ya se lo ha esclafado a alguien.
—No te preocupes, mujer. Yo creo que a estas alturas lo nuestro ya lo sabe todo el mundo...
—Joel no lo sabe.
—Joel está muerto—dijo el Cretino, entrando por la puerta.
—¿Es que se te ha acabado el litio?—ironizó Penesan.
—No he sido yo, subnormal. Ha sido Nerea, su profesora. Además, Male estaba presente y se ha cargado a la zorra esa. La ha hecho explotar, ¡pum! Como un globo. Me gusta su estilo, sinceramente.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—He oído a Bocha y a Garret hablar sobre ello mientras entraban en la habitación de Male. También decían algo de escapar a algún sitio, pero no me he podido enterar bien.
—¿Escapar? ¿Pero escapar a dónde?—Thorgio se ajustó la capa.
—A cualquier sitio donde Todo no los pueda encontrar, supongo. A lo mejor ha sido él...
—No lo creo—Penesan bajó de la cama y se miró en el espejo—, ¿después de hacer el esfuerzo de reclutarnos a todos? ¿Y, además, delante de una de nosotros? Que por cierto, es bastante poderosa. No, a Todo no le conviene perdernos.
—¿Y entonces quién habrá sido?
—Pues ni idea, pero yo no me quiero quedar a que me revienten la cabeza tampoco, ¿sabéis?—el Cretino parecía tranquilo. Sin embargo, miraba al suelo y la voz le temblaba de forma casi imperceptible—, ¿qué hacemos?
—¿¡ALGUIEN HA DICHO HUIR!?
Los tres se giraron hacia la puerta del vestidor, de donde apareció Maigar vestido con su túnica morada y su barba desaliñada. Con cara de suficiencia, entró dando pasos al estilo desfile militar y se apoyó en su bastón, mirándolos a los tres con cara de cachondeo.
—¿Tú quién cojones eres?—dijo ella.
—No sé, pero por el grito te juro que me había parecido Gimlo...—respiró aliviado Thorgio.
—¡Me llamo Maigar! He venido a salvaros.
—Qué coño.
—Vale, resumen de la historia. Hay alguien por ahí que se lo está pasando de puta madre liándola parda con vosotros, y antes de que la líe todavía más tenéis que salir por patas. ¿Sabéis Malan? Secuestrado. ¿Joel? Muerto. ¿Nerea? No estoy muy seguro, nunca me fié. Pero la cosa es que tenéis que salir de aquí, y como no cabéis donde os quería llevar en un principio, tendré que llevaros a otro sitio. ¡Haced las maletas!
—En serio, qué.
Los tres lo miraban con la cara de quien mira a un loco hablar de unicornios. Estuvieron un rato así hasta que Maigar dio un saltito y sonrió ampliamente.
—Vale, como parece que os da pereza mover esos culitos tan monos que tenéis tomad, os he hecho yo las maletas—levantó el bastón e hizo aparecer tres grandes bolsas de tela con cremallera—, ¡arreando!
—¿Pero a dónde nos llevas?
—A un sitio que os gustará a dos de vosotros y que al Cretino seguro que no le gusta pero se va a tener que joder y aguantar, como siempre.
—¡Eh!
—¡Agarráos, que nos vamos!
—¡Pero espera...!
No les dio tiempo a reaccionar y fueron teletransportados lejos de allí. Cuando volvieron a abrir los ojos, estaban frente a un precioso paisaje campestre, lleno de colinas y valles donde diferentes tipos de animales que jamás habían visto pastaban con tranquilidad. Penesan casi lloró de la emoción, y Thorgio se partió de risa de la alegría. El Cretino simplemente se puso a buscar las pastillas de litio en la bolsa de tela como un desesperado mientras Maigar hacía el moonwalk sobre la hierba.
—Estáis en una dimensión diferente a la de Todo, así que no os puede tocar. Huida fácil, ¿eh?
—¿En una dimensión diferente?
—Sí, Todo sólo puede viajar en el tiempo, no en el espacio. Es complejo, ya os enteraréis por ahí.
—Bueno, de cualquier modo... ¿Cómo podemos agradecértelo?
—Ya me pagan lo suficiente en la Organización. Por cierto, ¿veis ese poblado de ahí? Son elementales de aire. Os aconsejo que os acerquéis, de verdad. Os acogerán como si fuérais de su propia familia. A lo mejor al Cretino no, porque es un cretino, pero a vosotros dos sí.
—Déjame en paz ya, coño—se quejó el otro, haciéndose sombra con la mano sobre los ojos.
Y el mago se marchó, mientras saludaba con la mano del bastón y se reía, feliz. Durante un rato se quedaron los tres ahí parados con pinta de idiotas, mientras intentaban digerir la magnitud de lo que acababa de pasar.
—Hemos escapado de Todo...
—...Sí.
—¿Y ahora qué?
—Ahora vamos a que nos den de comer—dijo el sombrío chico—, es mejor que esto me lo tome con comida.
—Drogado.
—Ya.
—...
—Tíos...
—Qué.
—¡¡Que hemos escapado del jodido dios del Tiempo!!
Los tres celebraron con un bailecito estúpido la inesperada victoria que habían logrado y se pusieron a andar, felices y bromeando, hacia el poblado de elementales.


Al cabo del rato, Galia se cansó de mirar por la ventana. Hacía un rato le había parecido escuchar a alguien gritar y correr por el pasillo, pero lo había ignorado completamente. Ahora se había puesto un batín que había encontrado y, discretamente, había cerrado la puerta de su cuarto para ir hacia la sala que Morfo le había dicho, dando pasitos pequeños y silenciosos como si de una niña pequeña se tratara.
Al cabo del rato, y tras admirar muchos cuadros, jarrones y vidrieras, llegó a la escalera mencionada. Bajó con paso tembloroso hasta la parte de abajo y se dirigió hacia la sala de la izquierda.
Al entrar, tan en silencio, y oír los gritos que allí se estaban profiriendo, cerró de nuevo de golpe, asustada. Sin embargo, volvió a abrir la rendija un poco, y al asomarse vio a Maite gritarle a un tipo que llevaba un gorro de calamar y una túnica naranja. No pudo evitar sonreír de oreja a oreja, y abrió la puerta de par en par para darle un grandioso abrazo.
—¡¡Maite!! ¡¡Jamás pensé que me alegraría tanto de verte!!
Maite se sorprendió tanto que se calló y recibió el abrazo con los ojos abiertos como ventanas. Reïk levantó las cejas y Lucas se rió. Morfo le dio la última calada al cigarrillo y lo apagó en el cenicero.
—¿...Galia?
—¡Sí! ¡He escapado de Todo!
—Más bien yo la he sacado de allí, que no es lo mismo.
—Blah, blah, cierra el pico, Morfo.
—Dios, eso es... ¡Eso es genial! ¿Cuánta gente queda allí dentro?—se alegró Maite.
—Déjame mirarlo—sonrió Ali, cordial—. En un segundito vengo.
—Muchas gracias, Ali—le sonrió Maite de vuelta.
Ali se sonrojó y se marchó con la cabeza gacha hacia la otra parte de la sala, detrás de varias estanterías. Galia supuso que llevaban a alguna otra habitación y se unió al grupo como la recién llegada. Se presentaron todos.
—¿Por qué estabais gritando?—preguntó, llegado un momento.
—¿Eh?—Jack se rascó la cabeza ligeramente—. Ah, sí. Maite insistía en que Male tiene un enlace con un bicho que vive en el Lago de la Luna... ¡Pero eso es imposible! Si Male estuvo viviendo allí fue porque el bicho se escondía de ella o porque ella no lo encontró...
—¡No! ¡Ella controla el agua y los líquidos, luego tuvo que encontrar el lago! ¡Seguro!—insistía Maite.
—¿Y qué pruebas tienes de que tenga un enlace con ese bicho?
—Porque cuando estaba a punto de darse por vencida en el combate contra Garret, le detuvo el movimiento manipulando su sangre... ¡Y cuando acabó el combate aseguró llorando que ella no era consciente de lo que hizo durante el tiempo que duró el ataque! ¿Cómo te lo explicas?
—...Es probable que simplemente su cerebro activase un mecanismo de emergencia.
—¿Ah, sí? Dime, ¿qué es exactamente lo que busca Pandora en el Lago de la Luna?
Todos enmudecieron ante esta afirmación. No había que ser muy inteligente para sumar dos y dos y llegar a la conclusión de Maite.
—Morfo—dijo Jack con tono serio—, que doblen la seguridad en el Lago de la Luna.
—Oído cocina.
Se marchó por donde Ali. Ella, mientras, volvía con una hoja en la mano. Leyó parte de los datos que allí tenía apuntados.
—Actualmente, en la mansión de Todo permanecen Ranusa, Tarrkiem, Bocha, Garret y Male.
—¿Qué ha sido del Cretino, Penesan y Thorgio?—preguntó Galia—. Cuando yo me marché ellos todavía estaban allí, creo...
—Los datos sólo me hablan de ellos cinco. Jack, ¿has mandado a alguien a por ellos?
—Sí... Mandé a Maigar. Le dije que se los llevara donde los elementales de aire y que se diera prisa.
—Bueno.
—¿Y entonces? ¿Quién va a por ellos?
—Si me permitís...
Una voz conocida se oyó desde la puerta. Allí se encontraba Mariam, de pie con los brazos en cruz y con la capucha echada. Avanzó con delicadeza y un ligero movimiento de danza e hizo una genuflexión ante sus compañeros.
—Queridos amigos—comenzó—, creo que es mi deber como comandante de la Organización llevar a cabo la huida de Ranusa y Tarrkiem.
—¿Por qué sólo ellos dos?—preguntó Reïk.
—Porque, por desgracia, estoy agotada—se puso el pelo tras la oreja—, y no puedo cargar a más de dos. Vittorio tendrá que encargarse de los que queden.
—Yo lo veo bien—dijo Lucas—. Si los sacamos a todos de golpe es más probable que nos pillen fuerte. Quiero decir, habría que transportarlos de dos en dos, o de uno en uno, y yo creo que Todo se daría cuenta de esto antes de que nos diera tiempo a trasladarlos.
—Lucas tiene razón—profirió Ali—, no podemos arriesgarnos tanto.
—Bien entonces—decidió Jack—, que así sea.
—Un momento—intervino Galia—, ¿el mandamás de esto no era Vittorio?
—Y lo es—Mariam miraba incómoda hacia todos lados—, pero Jack es el que toma las decisiones cuando él está ocupado.
—¿Y dónde está ahora mismo?
—En el Lago de la Luna.
—¿No debería ser Mariam la que decidiera? A ver, es la comandante...
—La comandante está por debajo de la posición de Jack—dijo Morfo—, al menos hasta que vuelva Vittorio. Mientras tanto, Jack es el que manda.
—Ah... O sea, que es como un sustituto.
—Sí, algo así.
—Ah...
Y así, Mariam abandonó la sala con un grácil movimiento de ballet, que acabó resultando un tanto caótico junto con el sonido de la puerta al cerrarse.


Tarrkiem estaba sentado junto a Ranusa en el salón, viendo cómo los sirvientes intentaban limpiar los restos de sangre y vísceras de Nerea de las paredes, el suelo y el techo.
—Oye—le dijo Ranusa—, ¿tan bestia fue Nerea?
—Como para que Male la reviente como un globo...
—Me sigue pareciendo increíble.—Ranusa, indignado, había metido las manos en los bolsillos.
—Imagínate a ella.—Tarrkiem se recostó.
—¿Te refieres a Nerea?
—No, imbécil, me refiero a Male.
—Ah, sí. También.
Siguieron observando a los afanados criados intentando despegar los trocitos de la difunta con espátulas y rasquetas. Al cabo del rato, Tarrkiem se levantó.
—¿Dónde vas?
—Me ha entrado hambre.
—Eugh.
Ranusa le siguió, esquivando toda la suciedad y a los sirvientes. Tarrkiem no mostraba ninguna emoción en su rostro. El otro caminaba rápido tras él, subiendo las escaleras hacia el cuarto del nómada.
—Nunca me había parado a pensarlo, pero el vivir bajo techo debió de suponer un gran cambio para ti.
—Fue peor conoceros a vosotros. Sobre todo, a ti.—Tarrkiem le dirigió una sonrisa a Ranusa, y el otro se enfurruñó.
—Ha-ha. Qué risa.
—Pfft. Sí.
Entraron en el cuarto de Tarrkiem. Su dueño se tiró en la cama, boca arriba y con los brazos bajo la cabeza. Ranusa simplemente le miró desde arriba.
—¿Qué habrías hecho en su lugar?—Ranusa volvió a meter las manos en los bolsillos.
—No lo sé.
—¿No? Yo también me la habría cargado.
—Supongo que la gran mayoría del grupo lo habría hecho.—dijo Tarrkiem, restregándose la cara.
—Sí.
—Pero... Quizá se excedió.
—¿Eh?
—Quiero decir, no le costaba nada reprimirse y llamar a Todo para que asesinara a Nerea él mismo. Male es una persona tranquila y serena, todavía no entiendo cómo ha podido pasarle esto.
—Sí, si tienes razón. Pero, quizá, y sólo quizá, no la conoces tan bien como crees.
—Eso es obvio—se sentó—. Pero, si hubiera llamado a Todo, se habría evitado el trauma de haber asesinado a una persona de forma tan brutal. Se manchó ella misma con la sangre de su víctima, ha debido de ser una experiencia terrible. Y yo creo que una persona como ella se lo habría pensado dos veces.
—Una persona como ella tampoco habría controlado la sangre de Garret, perdiendo así el combate. Y sin embargo, lo hizo. La gente es impredecible, Tarrkiem, lo mires por donde lo mires.
—Lo que es impredecible es el mundo de los animales. Y ni Male, ni ninguno de nosotros, lo somos.
Con eso se levantó y miró por la ventana. Vio un leve destello en la frontera de la mansión de Todo y entornó la vista. Debió de estremecerse, porque Ranusa se acercó y preguntó, curioso.
—¿Qué pasa?
—He visto un destello ahí fuera.
Un instante después, otro destello brilló detrás de ellos. Se giraron, en guardia, y vieron que se trataba tan solo de Mariam P. Croq, la comandante de la Organización. Estaba de pie con su vestido amarillo y su amplia capucha echada, observando con ligera condescendencia camuflada en amabilidad a los dos miembros del ejército de Todo.
—¿Mariam? ¿Qué haces aquí?
—Bueno, supongo que ya lo sabéis, pero la gran mayoría de vuestros amigos se han largado—comenzó ella—. He venido a facilitaros la tarea y que vosotros hagáis lo mismo.
—¿Y a dónde nos vamos?—preguntó Ranusa.
—A la Gran Biblioteca, por supuesto.
Guardaron silencio. No sabían a qué sitio se refería Mariam, pero supusieron que si la Organización los llevaba allí era porque estarían sanos y salvos. Tarrkiem agarró un petate y se apoyó en la columna de madera que sostenía el dosel de su cama.
—Por mí, vámonos ya.
—Vaya, así que ya tenías la maleta hecha. ¿Acaso sabías que íbamos a venir?
—No. Simplemente creo que es de sentido común tener una bolsa preparada con todo lo indispensable—se encogió de hombros—, en caso de que haya algún problema y haya que escapar.
—Pues yo no tengo de eso.—rió Ranusa.
—Tú no tienes sentido común.—saltó Tarrkiem.
—Ranusa, no importa. Si tienes algo de valor emocional o que necesites llevarte podemos ir a tu habitación a por él, pero tendrá que ser deprisa.
—No, no tengo nada. O sea, podría llevarme el pijama o la ropa, pero no es una necesidad. Puedo pillarle algo prestado a Vittorio, creo que tenemos la misma talla.
—Él es más bajito que tú.—volvió a saltar el nómada.
—Bueno, había mucha gente cuando lo vi, es normal que me confunda.
—¿Entonces no te quieres llevar nada?—Mariam descruzó los brazos y extendió las palmas de las manos.
—No.
—Pues vámonos. Cogeos de las manos.
Obedecieron y, con un destello, desaparecieron del cuarto. Una vez ya se hubieron ido, unos pasos sonaron en el pasillo. Alguien corría.


Una sombra recorría el camino que llevaba desde el comedor hasta el despacho de Todo. Rápida como una exhalación, giraba en las esquinas y paraba cuando se encontraba un criado, para impulsarse y dar un salto justo detrás de él. Todos reprimían exclamaciones en gestos de sorpresa y pánico. Una de ellas gritó, pero la sombra no se inmutó. Sólo se giró, cayendo la capucha que llevaba y dejando al descubierto una blanquísima piel y el pelo corto, rojo como el fuego.

Cuando por fin llegó ante la puerta del Dios del Tiempo, ni siquiera se molestó en tocar. Entró directamente y dio un taconazo en el suelo, con pose militar.
—Jefe.
—Bego.
Todo se giró en su silla de cuero y miró a la joven profesora con suficiencia. No se arrepentía de haber conseguido a tal soldado para sus filas. Juntó las manos sobre su mesa y sonrió. Había llegado el fin de las huidas felices.