—¿Cómo que la Gran Biblioteca? ¿De
qué hablas?—dijo Galia, todavía arropada con el edredón, y
mirando temerosa a Morfo.
—¿No sabes acaso lo que es la Gran
Biblioteca? Creí que Inna había ido a explicarlo cuando la
intrusión al Lago de la Luna.
—N-no, no sé lo que es. Sólo sé
las cosas de la Organización que contaron Vittorio y Mariam...
—Vaya, eso es un problema. Inna no
está aquí para explicártelo ahora...
—¿Y por qué no lo haces tú?
—Tengo otras cosas que hacer. Sin
embargo, hay unas personas aquí que están deseando verte desde que
llegaste.
—¿Eh?
—Cuando te sientas dispuesta, puedes
ir en su búsqueda—dijo él, aproximándose a la puerta—, el
camino es lo más fácil del mundo. Sus habitaciones están pared con
pared con la tuya, y si no están ahí puedes mirar en el salón
grande, que está bajando las escaleras de la derecha, a la
izquierda.
—V-vale... Hasta luego.
—¡Hasta luego!—y le sonrió
mientras cerraba la puerta y se marchaba.
Galia se levantó en cuanto Morfo se
fue. Se puso unas mullidas zapatillas de andar por casa de color
beige que habían dispuesto para ella. Después, cogió como pudo uno
de los sillones y lo arrastró frente a la ventana, donde se sentó
para observar el maravilloso mundo donde se encontraba.
—Maite—llamó Morfo—, ¿se puede?
—Adelante—levantó la mirada de la
montaña de libros que había en el escritorio de su habitación—,
¿quién eres?
—Me llamo Morfo. Soy un miembro...
digamos que “honorario” de la Organización. Fui quien trajo a
Galia anoche.
—¡Ah, sí! Muchas gracias por
ayudarnos. Ali me ha hablado mucho de ti.
—¿Ah, sí? ¿Y qué te ha contado?
—¡Que puedes transformarte en
cualquier persona!—se acercó hasta estar a dos palmos de su cara,
con los ojos brillantes—. ¡Nada también puede hacer eso! ¿Te
importaría explicarme cómo conseguiste tus poderes? ¿Eh?
Morfo calló en aquel instante y la
miró con seriedad. Ella aceptó la sutil negativa y volvió a su
inmensa cantidad de material de estudio, a punto de llorar de
vergüenza.
—Lo siento—dijo él—, pero es un
tema del que preferiría no mencionar nada.
—No, no importa, lo entiendo. No debí
haber preguntado de todos modos, ha sido una descortesía por mi
parte. Lo siento.
—Bueno...
—Sí...
—Me marcho.
—Hasta luego.
—Adiós.
Y él dejó la habitación.
Maite ya había vuelto a la lectura y
tomaba notas con una estilográfica. En ello estaba cuando leyó un
párrafo en el libro en el que había encontrado la respuesta a cómo
subir de nivel en su poder.
“Así como la metamorfosis permite
el cambio de cuerpo a otro ser u objeto totalmente diferente al
propio, existe otra relación entre dos seres, la cual es llamada
enlace. Esta relación fusiona las almas del humano y de la criatura,
pudiendo controlar ambos cuerpos a la vez o, si uno de los miembros
es muy pasivo, que el otro absorba el control del cuerpo del pasivo.
De cualquier modo, esta relación otorga poderes extraordinarios al
ser humano y conciencia e inteligencia a la criatura. En casos muy
excepcionales, el humano puede fusionarse con uno de los Dioses
Primigenios, encerrados en distintos puntos del espacio-tiempo y
encargados de mantener estable el caos en el mismo gracias a su
reclusión. En cualquier caso, esta unión garantiza que si
cualquiera de los dos seres está vivo, el otro todavía viva en él,
y pueda tomar conciencia del cuerpo del otro si aún conserva
conciencia de cómo murió y de lo que sintió en ese momento.”
Maite se reclinó
en el sillón, pensativa. Había visto este fenómeno en algún
sitio, pero no conseguía recordar dónde. Además, había sido hacía
poco. Mordió la parte de atrás de la estilográfica sin saber muy
bien a qué conclusión llegar, mirando a las pequeñas criaturas que
volaban fuera, brillantes a la luz de los tres soles que iluminaban
el bosque. ¿Bosque? Se acordó del Lago de la Luna y del monstruo
que vivía en él. Y, entonces, se acordó de ella.
—Male y su
poder...
Recordó a Pandora
y a sus intenciones y salió disparada hacia la sala número dos, en
la que Jack estaba, mientras gritaba presa de un ataque de nervios.
—¡¡Male tiene
un enlace!!
—Penesan—llamó
Thorgio—, he llamado a la puerta de Galia y no está. He mandado al
Cretino al salón para ver si la encuentra, pero no sé. ¿Por qué
estás tan empeñada en hablar con ella?
—Creo que nos ha
estado espiando—dijo ella, roja como un tomate—. No quiero que
nadie sepa lo nuestro y esa maldita chatarrera loca es una cotilla...
Seguro que ya se lo ha esclafado a alguien.
—No te preocupes,
mujer. Yo creo que a estas alturas lo nuestro ya lo sabe todo el
mundo...
—Joel no lo sabe.
—Joel está
muerto—dijo el Cretino, entrando por la puerta.
—¿Es que se te
ha acabado el litio?—ironizó Penesan.
—No he sido yo,
subnormal. Ha sido Nerea, su profesora. Además, Male estaba
presente y se ha cargado a la zorra esa. La ha hecho explotar, ¡pum!
Como un globo. Me gusta su estilo, sinceramente.
—¿Y tú cómo lo
sabes?
—He oído a Bocha
y a Garret hablar sobre ello mientras entraban en la habitación de
Male. También decían algo de escapar a algún sitio, pero no me he
podido enterar bien.
—¿Escapar? ¿Pero
escapar a dónde?—Thorgio se ajustó la capa.
—A cualquier
sitio donde Todo no los pueda encontrar, supongo. A lo mejor ha sido
él...
—No lo
creo—Penesan bajó de la cama y se miró en el espejo—, ¿después
de hacer el esfuerzo de reclutarnos a todos? ¿Y, además, delante de
una de nosotros? Que por cierto, es bastante poderosa. No, a Todo no
le conviene perdernos.
—¿Y entonces
quién habrá sido?
—Pues ni idea,
pero yo no me quiero quedar a que me revienten la cabeza tampoco,
¿sabéis?—el Cretino parecía tranquilo. Sin embargo, miraba al
suelo y la voz le temblaba de forma casi imperceptible—, ¿qué
hacemos?
—¿¡ALGUIEN HA
DICHO HUIR!?
Los tres se giraron
hacia la puerta del vestidor, de donde apareció Maigar vestido con
su túnica morada y su barba desaliñada. Con cara de suficiencia,
entró dando pasos al estilo desfile militar y se apoyó en su
bastón, mirándolos a los tres con cara de cachondeo.
—¿Tú quién
cojones eres?—dijo ella.
—No sé, pero por
el grito te juro que me había parecido Gimlo...—respiró aliviado
Thorgio.
—¡Me llamo
Maigar! He venido a salvaros.
—Qué coño.
—Vale, resumen de
la historia. Hay alguien por ahí que se lo está pasando de puta
madre liándola parda con vosotros, y antes de que la líe todavía
más tenéis que salir por patas. ¿Sabéis Malan? Secuestrado.
¿Joel? Muerto. ¿Nerea? No estoy muy seguro, nunca me fié. Pero la
cosa es que tenéis que salir de aquí, y como no cabéis donde os
quería llevar en un principio, tendré que llevaros a otro sitio.
¡Haced las maletas!
—En serio, qué.
Los tres lo miraban
con la cara de quien mira a un loco hablar de unicornios. Estuvieron
un rato así hasta que Maigar dio un saltito y sonrió ampliamente.
—Vale, como
parece que os da pereza mover esos culitos tan monos que tenéis
tomad, os he hecho yo las maletas—levantó el bastón e hizo
aparecer tres grandes bolsas de tela con cremallera—, ¡arreando!
—¿Pero a dónde
nos llevas?
—A un sitio que
os gustará a dos de vosotros y que al Cretino seguro que no le gusta
pero se va a tener que joder y aguantar, como siempre.
—¡Eh!
—¡Agarráos, que
nos vamos!
—¡Pero
espera...!
No les dio tiempo a
reaccionar y fueron teletransportados lejos de allí. Cuando
volvieron a abrir los ojos, estaban frente a un precioso paisaje
campestre, lleno de colinas y valles donde diferentes tipos de
animales que jamás habían visto pastaban con tranquilidad. Penesan
casi lloró de la emoción, y Thorgio se partió de risa de la
alegría. El Cretino simplemente se puso a buscar las pastillas de
litio en la bolsa de tela como un desesperado mientras Maigar hacía
el moonwalk sobre la hierba.
—Estáis en una
dimensión diferente a la de Todo, así que no os puede tocar. Huida
fácil, ¿eh?
—¿En una
dimensión diferente?
—Sí, Todo sólo
puede viajar en el tiempo, no en el espacio. Es complejo, ya os
enteraréis por ahí.
—Bueno, de
cualquier modo... ¿Cómo podemos agradecértelo?
—Ya me pagan lo
suficiente en la Organización. Por cierto, ¿veis ese poblado de
ahí? Son elementales de aire. Os aconsejo que os acerquéis, de
verdad. Os acogerán como si fuérais de su propia familia. A lo
mejor al Cretino no, porque es un cretino, pero a vosotros dos sí.
—Déjame en paz
ya, coño—se quejó el otro, haciéndose sombra con la mano sobre
los ojos.
Y el mago se
marchó, mientras saludaba con la mano del bastón y se reía, feliz.
Durante un rato se quedaron los tres ahí parados con pinta de
idiotas, mientras intentaban digerir la magnitud de lo que acababa de
pasar.
—Hemos escapado
de Todo...
—...Sí.
—¿Y ahora qué?
—Ahora vamos a
que nos den de comer—dijo el sombrío chico—, es mejor que esto
me lo tome con comida.
—Drogado.
—Ya.
—...
—Tíos...
—Qué.
—¡¡Que hemos
escapado del jodido dios del Tiempo!!
Los tres celebraron
con un bailecito estúpido la inesperada victoria que habían logrado
y se pusieron a andar, felices y bromeando, hacia el poblado de
elementales.
Al cabo del rato,
Galia se cansó de mirar por la ventana. Hacía un rato le había
parecido escuchar a alguien gritar y correr por el pasillo, pero lo
había ignorado completamente. Ahora se había puesto un batín que
había encontrado y, discretamente, había cerrado la puerta de su
cuarto para ir hacia la sala que Morfo le había dicho, dando pasitos
pequeños y silenciosos como si de una niña pequeña se tratara.
Al cabo del rato, y
tras admirar muchos cuadros, jarrones y vidrieras, llegó a la
escalera mencionada. Bajó con paso tembloroso hasta la parte de
abajo y se dirigió hacia la sala de la izquierda.
Al entrar, tan en
silencio, y oír los gritos que allí se estaban profiriendo, cerró
de nuevo de golpe, asustada. Sin embargo, volvió a abrir la rendija
un poco, y al asomarse vio a Maite gritarle a un tipo que llevaba un
gorro de calamar y una túnica naranja. No pudo evitar sonreír de
oreja a oreja, y abrió la puerta de par en par para darle un
grandioso abrazo.
—¡¡Maite!!
¡¡Jamás pensé que me alegraría tanto de verte!!
Maite se sorprendió
tanto que se calló y recibió el abrazo con los ojos abiertos como
ventanas. Reïk levantó las cejas y Lucas se rió. Morfo le dio la
última calada al cigarrillo y lo apagó en el cenicero.
—¿...Galia?
—¡Sí! ¡He
escapado de Todo!
—Más bien yo la
he sacado de allí, que no es lo mismo.
—Blah, blah,
cierra el pico, Morfo.
—Dios, eso es...
¡Eso es genial! ¿Cuánta gente queda allí dentro?—se alegró
Maite.
—Déjame
mirarlo—sonrió Ali, cordial—. En un segundito vengo.
—Muchas gracias,
Ali—le sonrió Maite de vuelta.
Ali se sonrojó y
se marchó con la cabeza gacha hacia la otra parte de la sala, detrás
de varias estanterías. Galia supuso que llevaban a alguna otra
habitación y se unió al grupo como la recién llegada. Se
presentaron todos.
—¿Por qué
estabais gritando?—preguntó, llegado un momento.
—¿Eh?—Jack se
rascó la cabeza ligeramente—. Ah, sí. Maite insistía en que Male
tiene un enlace con un bicho que vive en el Lago de la Luna... ¡Pero
eso es imposible! Si Male estuvo viviendo allí fue porque el bicho
se escondía de ella o porque ella no lo encontró...
—¡No! ¡Ella
controla el agua y los líquidos, luego tuvo que encontrar el lago!
¡Seguro!—insistía Maite.
—¿Y qué pruebas
tienes de que tenga un enlace con ese bicho?
—Porque cuando
estaba a punto de darse por vencida en el combate contra Garret, le
detuvo el movimiento manipulando su sangre... ¡Y cuando acabó el
combate aseguró llorando que ella no era consciente de lo que hizo
durante el tiempo que duró el ataque! ¿Cómo te lo explicas?
—...Es probable
que simplemente su cerebro activase un mecanismo de emergencia.
—¿Ah, sí? Dime,
¿qué es exactamente lo que busca Pandora en el Lago de la Luna?
Todos enmudecieron
ante esta afirmación. No había que ser muy inteligente para sumar
dos y dos y llegar a la conclusión de Maite.
—Morfo—dijo
Jack con tono serio—, que doblen la seguridad en el Lago de la
Luna.
—Oído cocina.
Se marchó por
donde Ali. Ella, mientras, volvía con una hoja en la mano. Leyó
parte de los datos que allí tenía apuntados.
—Actualmente, en
la mansión de Todo permanecen Ranusa, Tarrkiem, Bocha, Garret y
Male.
—¿Qué ha sido
del Cretino, Penesan y Thorgio?—preguntó Galia—. Cuando yo me
marché ellos todavía estaban allí, creo...
—Los datos sólo
me hablan de ellos cinco. Jack, ¿has mandado a alguien a por ellos?
—Sí... Mandé a
Maigar. Le dije que se los llevara donde los elementales de aire y
que se diera prisa.
—Bueno.
—¿Y entonces?
¿Quién va a por ellos?
—Si me
permitís...
Una voz conocida se
oyó desde la puerta. Allí se encontraba Mariam, de pie con los
brazos en cruz y con la capucha echada. Avanzó con delicadeza y un
ligero movimiento de danza e hizo una genuflexión ante sus
compañeros.
—Queridos
amigos—comenzó—, creo que es mi deber como comandante de la
Organización llevar a cabo la huida de Ranusa y Tarrkiem.
—¿Por qué sólo
ellos dos?—preguntó Reïk.
—Porque, por
desgracia, estoy agotada—se puso el pelo tras la oreja—, y no
puedo cargar a más de dos. Vittorio tendrá que encargarse de los
que queden.
—Yo lo veo
bien—dijo Lucas—. Si los sacamos a todos de golpe es más
probable que nos pillen fuerte. Quiero decir, habría que
transportarlos de dos en dos, o de uno en uno, y yo creo que Todo se
daría cuenta de esto antes de que nos diera tiempo a trasladarlos.
—Lucas tiene
razón—profirió Ali—, no podemos arriesgarnos tanto.
—Bien
entonces—decidió Jack—, que así sea.
—Un
momento—intervino Galia—, ¿el mandamás de esto no era Vittorio?
—Y lo es—Mariam
miraba incómoda hacia todos lados—, pero Jack es el que toma las
decisiones cuando él está ocupado.
—¿Y dónde está
ahora mismo?
—En el Lago de la
Luna.
—¿No debería
ser Mariam la que decidiera? A ver, es la comandante...
—La comandante
está por debajo de la posición de Jack—dijo Morfo—, al menos
hasta que vuelva Vittorio. Mientras tanto, Jack es el que manda.
—Ah... O sea, que
es como un sustituto.
—Sí, algo así.
—Ah...
Y así, Mariam
abandonó la sala con un grácil movimiento de ballet, que acabó
resultando un tanto caótico junto con el sonido de la puerta al
cerrarse.
Tarrkiem estaba
sentado junto a Ranusa en el salón, viendo cómo los sirvientes
intentaban limpiar los restos de sangre y vísceras de Nerea de las
paredes, el suelo y el techo.
—Oye—le dijo
Ranusa—, ¿tan bestia fue Nerea?
—Como para que
Male la reviente como un globo...
—Me sigue
pareciendo increíble.—Ranusa, indignado, había metido las manos en los bolsillos.
—Imagínate a
ella.—Tarrkiem se recostó.
—¿Te refieres a
Nerea?
—No, imbécil, me
refiero a Male.
—Ah, sí.
También.
Siguieron
observando a los afanados criados intentando despegar los trocitos de
la difunta con espátulas y rasquetas. Al cabo del rato, Tarrkiem se
levantó.
—¿Dónde vas?
—Me ha entrado
hambre.
—Eugh.
Ranusa le siguió,
esquivando toda la suciedad y a los sirvientes. Tarrkiem no mostraba
ninguna emoción en su rostro. El otro caminaba rápido tras él,
subiendo las escaleras hacia el cuarto del nómada.
—Nunca me había
parado a pensarlo, pero el vivir bajo techo debió de suponer un gran
cambio para ti.
—Fue peor
conoceros a vosotros. Sobre todo, a ti.—Tarrkiem le dirigió una sonrisa a Ranusa, y el otro se enfurruñó.
—Ha-ha. Qué
risa.
—Pfft. Sí.
Entraron en el
cuarto de Tarrkiem. Su dueño se tiró en la cama, boca arriba y con
los brazos bajo la cabeza. Ranusa simplemente le miró desde arriba.
—¿Qué habrías
hecho en su lugar?—Ranusa volvió a meter las manos en los bolsillos.
—No lo sé.
—¿No? Yo también
me la habría cargado.
—Supongo que la
gran mayoría del grupo lo habría hecho.—dijo Tarrkiem, restregándose la cara.
—Sí.
—Pero... Quizá
se excedió.
—¿Eh?
—Quiero decir, no
le costaba nada reprimirse y llamar a Todo para que asesinara a Nerea
él mismo. Male es una persona tranquila y serena, todavía no
entiendo cómo ha podido pasarle esto.
—Sí, si tienes
razón. Pero, quizá, y sólo quizá, no la conoces tan bien como
crees.
—Eso es obvio—se
sentó—. Pero, si hubiera llamado a Todo, se habría evitado el
trauma de haber asesinado a una persona de forma tan brutal. Se
manchó ella misma con la sangre de su víctima, ha debido de ser una
experiencia terrible. Y yo creo que una persona como ella se lo
habría pensado dos veces.
—Una persona como
ella tampoco habría controlado la sangre de Garret, perdiendo así
el combate. Y sin embargo, lo hizo. La gente es impredecible,
Tarrkiem, lo mires por donde lo mires.
—Lo que es
impredecible es el mundo de los animales. Y ni Male, ni ninguno de
nosotros, lo somos.
Con eso se levantó
y miró por la ventana. Vio un leve destello en la frontera de la
mansión de Todo y entornó la vista. Debió de estremecerse, porque
Ranusa se acercó y preguntó, curioso.
—¿Qué pasa?
—He visto un
destello ahí fuera.
Un instante
después, otro destello brilló detrás de ellos. Se giraron, en
guardia, y vieron que se trataba tan solo de Mariam P. Croq, la
comandante de la Organización. Estaba de pie con su vestido amarillo
y su amplia capucha echada, observando con ligera condescendencia
camuflada en amabilidad a los dos miembros del ejército de Todo.
—¿Mariam? ¿Qué
haces aquí?
—Bueno, supongo
que ya lo sabéis, pero la gran mayoría de vuestros amigos se han
largado—comenzó ella—. He venido a facilitaros la tarea y que
vosotros hagáis lo mismo.
—¿Y a dónde nos
vamos?—preguntó Ranusa.
—A la Gran
Biblioteca, por supuesto.
Guardaron silencio.
No sabían a qué sitio se refería Mariam, pero supusieron que si la
Organización los llevaba allí era porque estarían sanos y salvos.
Tarrkiem agarró un petate y se apoyó en la columna de madera que
sostenía el dosel de su cama.
—Por mí, vámonos
ya.
—Vaya, así que
ya tenías la maleta hecha. ¿Acaso sabías que íbamos a venir?
—No. Simplemente
creo que es de sentido común tener una bolsa preparada con todo lo
indispensable—se encogió de hombros—, en caso de que haya algún
problema y haya que escapar.
—Pues yo no tengo
de eso.—rió Ranusa.
—Tú no tienes
sentido común.—saltó Tarrkiem.
—Ranusa, no
importa. Si tienes algo de valor emocional o que necesites llevarte
podemos ir a tu habitación a por él, pero tendrá que ser deprisa.
—No, no tengo
nada. O sea, podría llevarme el pijama o la ropa, pero no es una
necesidad. Puedo pillarle algo prestado a Vittorio, creo que tenemos
la misma talla.
—Él es más
bajito que tú.—volvió a saltar el nómada.
—Bueno, había
mucha gente cuando lo vi, es normal que me confunda.
—¿Entonces no te
quieres llevar nada?—Mariam descruzó los brazos y extendió las palmas de las manos.
—No.
—Pues vámonos.
Cogeos de las manos.
Obedecieron y, con
un destello, desaparecieron del cuarto. Una vez ya se hubieron ido,
unos pasos sonaron en el pasillo. Alguien corría.
Una sombra recorría
el camino que llevaba desde el comedor hasta el despacho de Todo.
Rápida como una exhalación, giraba en las esquinas y paraba cuando
se encontraba un criado, para impulsarse y dar un salto justo detrás
de él. Todos reprimían exclamaciones en gestos de sorpresa y
pánico. Una de ellas gritó, pero la sombra no se inmutó. Sólo se
giró, cayendo la capucha que llevaba y dejando al descubierto una
blanquísima piel y el pelo corto, rojo como el fuego.
Cuando por fin
llegó ante la puerta del Dios del Tiempo, ni siquiera se molestó en
tocar. Entró directamente y dio un taconazo en el suelo, con pose
militar.
—Jefe.
—Bego.
Todo se giró en su
silla de cuero y miró a la joven profesora con suficiencia. No se
arrepentía de haber conseguido a tal soldado para sus filas. Juntó
las manos sobre su mesa y sonrió. Había llegado el fin de las
huidas felices.