lunes, 8 de junio de 2015

Capítulo XXIV - Huidas

Un chorro de agua a presión desarmó a Malan y lanzó el cuchillo a varios metros de distancia. Maite salió corriendo y abrazó a Reïk, quien la llevó aparte, y acto seguido observaron cómo una Male furiosa se abalanzaba sobre Malan, placándole y derribándole.
—¡¡Maldito niño-patada!!—gritó ella, fuera de sí.
—¡¡Suéltame, zorra!!—respondió él.
A base de retorcerse, Malan consiguió zafarse y escabullirse entre los árboles. Male, en el suelo, se incorporó jadeando. Con un movimiento de muñeca, sacó el agua de un matorral, dejándolo aplastado y reseco. Formó una espada de agua deforme y la congeló, creando una preciosa y cristalina lámina letal. Se crujió el cuello.
—Nadie me llama zorra en mi casa y se va como si nada.
—Detenla—ordenó Morfo a Lucas.
Lucas se lanzó sobre la joven, pero esta ya había saltado a la velocidad del rayo de la raíz que sobresalía del suelo en la que se encontraba y se movía cual sombra veloz sobre los troncos y ramas de los árboles.
—Hay que seguirla y pararle los pies—volvió a ordenar Morfo.


—¿Dónde estará Malan, matarile, rile, rile?—cantaba Male conforme recorría el bosque—. Vamos, ratita, no puedes haber ido muy lejos.
Entonces escuchó gritos de terror, provenientes del lago. Cerró los ojos y vio con claridad a través de los de Golyb: sus tentáculos sobresaliendo del agua y amenazando al niño, que se veía como un manchurrón de colores desde el fondo acuático. Agitaba los brazos y daba alaridos, sumido en el pánico.
—Bingo—salió dando saltos hacia el centro del bosque.


—¿Oís eso?—Maite se detuvo y miró en una dirección concreta—. Son gritos.
—Es Malan—sentenció Reïk.
—Maite, guíanos—ordenó Morfo.
Maite se transformó en lobo blanco y dejó montar a Reïk. Los cuatro se dirigieron al centro del bosque: el lago.


—¡Apártate de mí, bicho!—Malan retrocedía agitando los brazos—. ¡No sabes con quién te estás metiendo! ¡Obedece, y convenceré a Pandora de que...!
—¿De qué, enano?—Male surgió de la nada y se colocó entre Golyb y su lago y Malan. Apuntaba al niño con la espada.
—Lárgate, monstruo, esto no va contigo—escupió Malan.
—¿Perdona? ¡¡Esta es mi casa!!
Male pateó el suelo, el cual tembló por el terrible grito de furia que profirió Golyb. Malan cayó sobre su trasero.
—¡Agh!—se quejó.
—Dímelo, criajo. Si de todos modos tienes todas las de perder.
—¡Baja la espada! ¡Te lo ordeno!—Malan, preso del terror, intentó manipular la mente de Male, mirándola directamente a los ojos. Sin embargo, su cerebro chasqueó como un látigo y eso le provocó un terrible dolor de cabeza—. ¡Aghh!
—¿Qué pasa, niño? Hay algo que no funciona en tu cabecita, ¿verdad?—Male rió.
—¿¡Por qué no puedo controlarte la mente!?
Male levantó la espada, dispuesta a golpear de lleno a Malan en la cabeza con ella.
—No puedes controlar una tormenta—susurró, con los ojos encendidos de ira.
—¡Payun!
Un rayo surgió desde los árboles y vaporizó la espada de Male. Ella giró la cabeza en esa dirección, y vio cómo Morfo corría hacia ella con los brazos abiertos.
—¿¡Qu...!?—Male quiso esquivarlo, pero apenas un segundo más tarde ya estaba tirada boca arriba en el suelo, con las muñecas sujetas por las fuertes pero suaves manos de Morfo.
—¡¡Suéltame, capullo!! ¡¡Tengo que matar a ese crío!!
—¡Ni pensarlo! ¡Lucas, atrapa al niño!
—Negativo, tío. Ha desaparecido—se ajustó las gafas de sol.
—Mierda—Morfo escupió en el suelo y miró a Male a los ojos—. Oye, entiendo que estés furiosa. Es tu casa. Pero tienes que calmarte.
—¡¡Por supuesto que estoy furiosa, tú lo has dicho: esta es mi casa, y Maite es mi amiga, además!! ¡¡Si no matarle, darle una paliza al menos!!
—¡Sí, hombre, y que “se te vaya la mano”! ¡Ni hablar!
—¡Pero y qué más da, déjame en paz! ¡Tú no entiendes nada!
—¡Pues explícamelo, quiero saberlo!
—¡Y una mierda, vete a tocarle tu música y a decirle cosas bonitas a otra tonta! ¡¡Tú y Vittorio sois iguales!!
—¿¡Cómo te atreves!? ¡¡Sólo me preocupo por tu bien!! ¡¡Eres tú la que no entiende nada!!
—¡¡Mentira, sólo te preocupas por ti, como Vittorio!! ¡¡Si yo te preocupara me dirías lo que pasa para que tuviera cuidado y no me hiciera daño, pero hasta ahora NADIE me ha explicado NADA!! ¿¡Qué es tan peligroso como para que yo no pueda saber de su existencia!? ¡¡Vamos!! Quiero saberlo—bajó el volumen de golpe—. Si me lo dices, me dejaré ganar y me llevaréis a la Biblioteca. Quiero ayudar tanto como el que más, ¡pero no me dejáis! ¿¡Por qué yo no puedo!?
Morfo la miró sin saber lo que decir y la soltó. Se incorporó, jugueteó un poco con su colgante y musitó:
—Buen disparo, Lucas. Has volatilizado la espada al instante.
—Donde pongo el ojo, pongo mi láser, si entiendes lo que quiero decir...—Lucas señaló a Morfo con los dedos de la mano derecha puestos en forma de pistola y dibujó una sonrisa torcida en su propio rostro.
Morfo miró entonces a Male durante un momento. Ella le devolvió la mirada mientras se levantaba.
—Te lo explicaré—le dijo él.
—Ya veremos si lo haces o no—respondió ella de forma cortante—, porque hasta ahora no has hecho más que evadir el asunto.
—Ya, ya lo sé.
Él le dio un golpecito a la piedra del colgante y se teletransportó. Male hizo lo que él. Reïk y Maite se miraron mutuamente, sin saber lo que hacer.
—Chavales, ya podéis volver. Lo habéis hecho bien—felicitó Lucas, levantando el dedo pulgar.
—Gracias—respondieron casi simultáneamente. Acto seguido le dieron un toquecito a sus colgantes y se marcharon de vuelta a la Biblioteca.

Lucas miró al lago, sin decir nada. Se quitó las gafas de sol.
—Nos estás causando muchos problemas, tú...
Un gruñido largo agitó los árboles y el suelo. Lucas sonrió.
—Tranquilo, me caes bien. Soy de los buenos.
Otro gruñido.
—Sí, está con nosotros. Intentamos cuidarla lo mejor que podemos, pero entonces pasan cosas como esta. Sinceramente, no creo que ninguno de estos idiotas sepa cómo cuidarla, pero en fin. Yo sólo sigo órdenes.
Golyb volvió a responder con un largo gemido. Lucas jugueteaba con las patillas de las gafas.
—Sí. En realidad, ella tiene razón. La estamos manteniendo ajena a todo y no deberíamos. Sobre todo porque no es culpa de ella. Ni siquiera tuya. Pero ya sabes... Poco puedo hacer yo.
El monstruo del lago gimió de nuevo, esta vez más suave. Lucas sonrió de nuevo.
—Lo intentaré. Seguro que mi superior se alegra de saber eso. Y no me estoy refiriendo al que hace fuego... Sino al otro.
El silencio reinó en el lago, y Lucas lo tomó como una respuesta satisfecha del colosal ser que vivía bajo las aguas. Volvió a ponerse las gafas, tocó su colgante y volvió a la Biblioteca.


—¡¡Malditas sean todas las horas que he pasado contigo, Pandora!!—Malan golpeó la mesa del salón del televisor con los puños, enfurecido.
—¿Cuál es el problema, Malancito? A veces en las misiones de reconocimiento te pillan. Y, si eres lo bastante listo, te escabulles con quizá un par de rasguños—hizo una pausa para señalarlo y reírse—, ¡pero ya veo que a ti te han dado una auténtica paliza!
—¡No le veo la gracia!
—¡Pues yo sí!
Malan se levantó y se fue a su cuarto, dejando a Pandora y a su ataque de risa en el salón.


—Jack, tengo que hablar contigo—dijo Lucas, tocando a la puerta de su despacho.
—Pasa, pasa. Dime—cerró un libro que tenía sobre la mesa y le ofreció asiento. Se había quitado el gorro.
—Bonito pelo. Creo que nunca te había visto sin el gorro.
—Ni yo a ti sin gafas de sol, y todavía lo tengo pendiente. En fin, dime lo que pasa—sonrió.
Lucas se dejó caer sobre el asiento.
—¿Te ha contado Morfo lo que ocurrió en el lago?
—Al detalle.
—¿Discusión incluida?—recostó la cabeza sobre el respaldo y marcó un ritmo inexistente con el pie.
—¿Discusión?—Jack se ajustó las gafas y cogió una estilográfica—. Explícate.
—Ya veo que no—se estiró y se colocó bien la gabardina—. Cuando Morfo placó a Male tras yo haberle destrozado la espada...
—Campero—sonrió Jack.
—Sin interrupciones, está hablando tu dios—gesticuló un poco con las manos y siguió hablando—; bueno, pues que cuando Morfo la placó, ella trató de librarse de él, y le gritó que si reaccionaba de esa manera era por culpa del propio Morfo y Vittorio por no contarle lo que pasa con ella. Y la verdad es que razón no le falta.
—Bueno...—suspiró—, está claro que ninguno de los dos ha pensado siquiera en cómo lidiar con el problema...
—El ego no les deja. ¿Debo suponer que tú sí lo has hecho?
—Supondrías bien si lo hicieras—le dio vueltas a la estilográfica entre los dedos—, y tengo un plan. Pero dudo mucho que les vaya a gustar.
—¿Se lo vas a contar?
—No.
—Entonces seguro que no les gusta. Pero, ¿qué vas a hacer?—se sentó correctamente y le miró tras las gafas de sol.
—Lo que está claro es que más que ayudar a Male la están perjudicando. Por su culpa Male se está volviendo desconfiada y agresiva hacia el mundo que le rodea, y eso no puede ser. Es demasiado poderosa como para que su estado mental se corresponda con el de una adolescente con problemas de control de la ira. Además, estar encerrada la mata, y necesita sentirse libre y entrenar para no anquilosarse.
—A ver, entrenada está. No hubo manera de pillarla hasta que no bajó la guardia para cargarse al puto crío—se volvió a recostar sobre el respaldo.
—Pues no podemos dejar que eso se pierda. De todos modos, por lo que me ha contado Morfo, ataca de forma demasiado impulsiva y violenta, y eso tampoco puede ser—Jack cruzó los brazos sobre la mesa y miró las tapas del libro.
—¿Piensas entrenarla tú?—Lucas le miró, en apariencia incrédulo.
—Sí, eso pensaba. En mi caso sí que estoy anquilosado, y ayudarla a entrenar me hará ponerme en forma a mí también. No tengo ganas de que me peguen una paliza si tengo que luchar. Tengo demasiado que proteger—se quitó las gafas y se frotó los ojos.
—Entiendo—se levantó de la silla y se apoyó en la mesa, mirando hacia la puerta—. ¿Entonces cuándo pretendes empezar?
—La semana que viene. Ya he empezado los preparativos, así que en ese plazo ya debería tener los programas de entrenamiento preparados para...
Un disparo en la parte exterior de la Biblioteca le interrumpió. Tanto Jack como Lucas se abalanzaron sobre la ventana, y a través de ella vieron cómo Vittorio amenazaba a un arrodillado Morfo con disparar de nuevo el revólver sobre su cuerpo.
—Sabía que no era para practicar tiro. Cabrón...


—¿Entonces qué vas a hacer?—Lucas seguía a Jack, quien, frenético, iba recogiendo cosas en su habitación y preparaba un macuto.
—Me la llevo.
—¿A dónde?
—A cualquier sitio lejos de aquí. Ve y dile que se vaya preparando.
—¿Pero estás loco? ¡Te van a pillar!
—Mira—se detuvo un momento y miró directamente a Lucas a los ojos. Jack llevaba ahora una cinta naranja alrededor de la cabeza en lugar de su tradicional gorro, y un hacha enorme colgaba de su espalda en una funda de cuero—, sé de sobra los riesgos que corro. Si Vittorio me pilla huyendo con Male a cuestas, intentará hacer cualquier cosa para retenerla, incluyendo la posibilidad de neutralizarme a través de la violencia. Morfo probablemente también lo haría, aunque después de el incidente de ahora probablemente se la llevaría él a cualquier otro sitio. La cuestión es que no puede quedarse aquí más tiempo, y hay que entrenarla y pulirla. Hay que hacer que, siendo peligrosa, lo sea para el bando contrario, no para el nuestro. Y para ello hay que contárselo todo.
—Definitivamente, estás como una regadera rusa.
—Mi plan va a funcionar. Confía en mí—volvió a meter cosas dentro del macuto.
—¡Pero es totalmente descabellado! Llevarte a Male dentro del bosque. ¡Tienen a Ali! ¡Os van a encontrar!
—No, porque Ali ya está al corriente de mi plan. Es una de mis infiltradas, aparte de ti.
—Estás de coña.
—No.
—Jodeeeeeer...—Lucas se llevó las manos a la cabeza y se despeinó el cabello. Volvió a mirar a Jack—. Se te va la olla.
—Funcionará...—Jack ya empezaba a hablar con tono de fastidio.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque me he dicho a mi mismo: “no hay cojones”. Ahora, si no te importa, vete a distraer al resto del mundo mientras saco a Madalane por la ventana y me la llevo lejos de aquí para salvaros el puto cuello a todos.
—Tampoco te pongas borde.
—Disculpe, su majestad. Venga, mueve el culo. Y detiene a esos dos gilipollas, que de verdad que esto parece un maldito jardín de infancia de gente letal.
Jack salió por la puerta de su habitación, pero Lucas lo detuvo antes de que pudiera correr hacia el ala donde se encontraba el cuarto de Male.
—Jack, espera. Se me ha pasado decirte una cosa.
—¿El qué?—dijo después de suspirar—. Te recuerdo que tengo mucha prisa...
—Que sí, joder...
Lucas volvió a meter a Jack dentro de la habitación y le contó lo que le había dicho Golyb. Jack abrió mucho los ojos, y una amplia sonrisa inundó su cara antes de que Lucas pudiera haber terminado.
—Pero eso... ¡¡Eso es maravilloso, Lucas!! ¡¡Ahora sí que estoy seguro de que vamos a ganar!!
Con el espíritu aliviado y animado, Jack salió corriendo, sigilosamente, hacia el cuarto de Male.


—Entonces, ¿qué se supone que tengo que hacer?
Bocha miraba desconcertado a las dos leyendas del diario del padre de Garret: Nüne Wírts y el Mensajero Veloz. Wïrts le observaba de hito en hito, murmurando cosas ininteligibles y asintiendo con la cabeza a reflexiones internas. El Mensajero, sin embargo, daba saltitos en el sitio, completamente nervioso y feliz.
—¡Pues sacarnos de aquí!—dijo el hiperactivo—. MDM podría haberlo hecho, pero al parecer está cabreada y no quiere.
—¡Cierra el pico, hámster gigante! Tengo tantas ganas de salir de aquí como tú. Pero si lo intento me revientan—se oyó a la muchacha protestar al otro lado del pasillo.
—Es una cascarrabias—susurró él—, pero no se lo tengas en cuenta.
—...Ya—Bocha sonreía ante el comportamiento nervioso del Mensajero, aunque en el fondo lo estresaba. Miró a Wïrts—. ¿Entonces qué tengo que hacer?
—Ya te lo ha dicho Rafa. Sacarnos de aquí.
—Sí, ya, ¿pero cómo?—fastidiado, inclinó la espalda hacia atrás y apoyó el peso de su torso en los brazos.
—Supongo que puedes invocar espadas de todos los tamaños, ¿no es así?—Wïrts no varió en ningún momento su postura. Su mirada imperturbable seguía atravesando a Bocha como si se tratara de una lanza invisible—. O al menos eso me han dicho.
—En teoría sí. Lo he practicado poco, nunca me ha hecho mucha falta. ¿Por qué?
—Te explico. Si pudieras invocar una pequeña espada que pudiera servir como ganzúa, MDM podría sacarnos a todos de aquí haciendo uso de sus maravillosas habilidades con los objetos punzantes y pequeños. La cosa es que la tal Bego es demasiado poderosa para nosotros, pero tú puedes enfrentarte a ella—el maestro del ajedrez se ajustó las gafas—. ¿Entiendes a dónde quiero llegar?
—¿Quieres decir que nadie de los aquí presentes puede derrotar a Bego excepto yo?—incrédulo, trató de asomar la cabeza un poco por los barrotes para investigar quién había en las otras celdas, pero no vio nada.
—Correcto.
—¡Pero si son todo profesores, en teoría saben más que nosotros!
—A nivel teórico—respondió una voz por el fondo de las celdas—. A nivel práctico vosotros sois la gente tocha.
—¿Y aquel quién es?
—Varo, el profesor de Madalane.
—¡Encantado!—gritó Bocha.
—¡Igualmente!—contestó Varo.
—¿Y tiene que ser ahora?—Bocha volvió al tema.
—Ahora, o luego. Pero cuanto antes mejor.
—¿No... tenéis un plan para huir?
—Voy a reventar la puta pared con una bomba, chaval, haz el favor de dejar de decir gilipolleces e ir a enfrentarte con la tipa aquella de los guantes—exclamó Kay.
—¿No ibas a apalizarla con una pala?—preguntó con sorna Wïrts.
—¿Ves palas por aquí?—le contestó el otro.
—No.
—Pues ya está.
Wïrts sonrió y miró desafiante a Bocha.
—¿Entonces, joven?—le tendió la mano.
—Qué remedio, ¿no?—se levantó pesadamente y le dio la mano al maestro del ajedrez. Ambos sonrieron, y Bocha comenzó a concentrarse.


Alguien llamó a la puerta. Male, sentada a la mesa y hablando con Galia, se detuvo y miró hacia la entrada.
—Un segundo—se disculpó.
—Sin problema—Galia, repantigada en el sofá, comía galletitas de chocolate como si se tratara de pipas. Jugueteaba además con varios aparatitos de diferentes formas, entre ellos una pirámide y una esfera.
Male, mientras tanto, abría la puerta. No tuvo tiempo de reaccionar ni de invitar a pasar a la persona que se encontraba fuera, puesto que entró directamente y sin preguntar.
—Prepara tus cosas, Male. Nos largamos—ordenó Jack.
—Eh, eh, eh, relájate—interrumpió Galia—, ¿qué pasa contigo? ¿A dónde os vais? ¿Por qué no puedo ir yo?
—¿No se supone que tú eres la callada? A todo esto, ¿qué haces aquí?—Jack, con cara de genuina sorpresa, dejó sus cosas en el suelo para ayudar a Male con las suyas.
—La respuesta a la primera pregunta es que sí, pero las galletitas estas llevaban licor—hipó—. La respuesta a la segunda pregunta es que estaba hablando con mi amiga. Pero yo pregunté primero. Contéstame.
—Conmigo no pasa absolutamente nada—suspiró—, y sencillamente nos vamos. No puedes ir tú porque es peligroso.
—Bueno, ¿es que nadie va a preguntar mi opinión? Volvemos a lo mismo. Fíjate qué extraño—Male, cortante, cruzó los brazos y puso cara de indignación. Jack, sencillamente, se le acercó a dos centímetros de la cara y le susurró:
—¿Quieres que dejen de tratarte como una niña? ¿Que dejen de controlarte y que por fin te permitan tomar tus propias decisiones? ¿Quieres que la gente confíe en ti, Madalane?—su mirada severa estaba clavada directamente en los ojos plateados de ella.
—Sí—respondió Male con un hilo de voz.
—Entonces ven conmigo—susurró él.
—...
—Tía, lárgate. Aquí te tratan como basura, no te merece la pena quedarte—Galia interrumpió la comilona durante un segundo y acto seguido continuó con su actividad. Se reía sola.
Jack no se movió ni un ápice de donde estaba. Male, finalmente, desvió la mirada hacia abajo y musitó:
—Vale.
El bibliotecario sonrió.
—Genial. ¿Te ayudo con las bolsas?
—De aquí sólo voy a llevarme la capa, el libro, la ocarina y la varita. No necesito más.
—Perfecto, cuanto menos peso mejor.
Ambos cogieron sus cosas. Male se echó la capa por encima, se guardó la cajita con la ocarina en uno de los múltiples bolsillitos de esta junto con el libro y se enganchó la varita en el cinturón. Jack se echó el macuto al hombro y se encajó el cinturón de la funda del hacha al torso. Cuando ya estaban a punto de salir por la ventana, Galia los detuvo.
—Esssshpera, Maleh...
Tambaleándose un poco, le acercó la pequeña esfera compuesta a piezas. Tenía un enganche para colocarla en el cinturón, así que Male, tras observarla un poco, le dio un uso al enganche y la guardó.
—Essshtá diseñada y conshtruída espezhíficamente para que la usheh tú.
—¿Cuánto licor llevaban esas galletas...?—se preguntó Jack entre dientes.
—¿Para qué sirve?—preguntó intrigada Male.
—Canalizha energía. Para alguien con poderesh como tú esh... útil, digamosh—dio un traspié y Male tuvo que sujetarla.
—¿Quieres echarte una siesta en mi cama?—preguntó la joven, tratando de ayudar a su amiga.
—Aunque no me hubierash dado permisssoh lo habría hechio. Total no ibash a ehhtar aquí para reñññirme, ¿no?
—Bien pensado.
Galia se fue dando tumbos hasta la cama y se cayó de cara sobre el colchón. Male miró entonces a Jack y él le ofreció la mano.
—Las damas primero.
—Yo no soy una dama—se quejó ella.
—Más dama que yo sí eres—sonrió él.
—En eso sí que tienes razón.
Entonces, Male se subió al alféizar y miró abajo. Desde el segundo piso y en la oscuridad la altura le pareció insalvable y le entró miedo.
—Vamos, Male—animó Jack desde atrás—. ¿Vives durante toda tu adolescencia con un monstruo capaz de provocar el fin del mundo y ahora te dan miedo las alturas?
—No te rías de mí.
—¡Ja, ja! No, tranquila, no me río de ti. Pero salta.

Ella tragó saliva y cogió impulso. Saltó al árbol que había justo enfrente y se quedó de pie en una de las ramas. Cuando Jack saltó tras ella, Galia apagó la luz de la habitación con su cubo y los dos fugitivos se perdieron entre la espesura y la noche.