Reïk miró a su alrededor. Desde que
habían llegado, no habían dejado de meterles presión. Sus poderes
ya no funcionaban igual de bien, y sólo veía retazos de realidad
que se iban uniendo a veces entre sí, formando imágenes confusas
que daban pie a la auténtica incertidumbre. Y eso le aterraba. Lucas
intentaba quitarle hierro al asunto, pero era imposible.
Llevaban alrededor de un mes
investigando acerca de sus poderes, Pandora, Todo y Nada. Era muy
difícil, ya que la Gran Biblioteca reunía tantos campos del saber
que nunca sabías dónde encontrarías qué cosa. Maite estaba
obsesionada con controlar su poder y saber más acerca de las
debilidades de sus enemigos, de modo que no había nadie capaz de
despegarla de los libros. Jack viajaba de aquí para allá con pilas
y pilas de tomos en los brazos, y Lucas se sentaba con los pies
encima de la mesa a dormitar. Ali estaba desaparecida la mayor parte
del tiempo, y cuando aparecía solía estar pegada a Maite todo el
rato.
—¿Sabes que Nada puede adoptar
diferentes aspectos con el fin de camuflarse? El originario es una
mujer-árbol.
—¿Eh?—Reïk volvió de sus
pensamientos—. No, no lo sabía...
—Es interesantísimo. ¡Podría ser
cualquiera! Incluso podría estar infiltrada en la mansión de Todo y
no tendríamos ni idea.
—Ah...
—¿Me estás escuchando acaso? ¡Es
importante!
—Toda la información que hay aquí
metida es importante, pero no podemos aprendérnosla toda...
—¿Qué narices te pasa?
—Mi poder no funciona bien desde que
estamos aquí.
—¿Lo has intentado remediar? No sé,
a lo mejor si buscaras la causa...
—Esa duda la puedo solucionar
yo—intervino Lucas—, no es tan complicado adivinarlo. Se trata
del cambio interdimensional. Estás acostumbrado a ver el futuro a
través de cronologías, pero no a través de dimensiones. Una vez
aprendas a hacerlo, habrás subido de nivel como vidente, y serás
prácticamente invencible en ese aspecto.
—O sea, que el motivo de que sólo
vea imágenes confusas es que estoy en una dimensión que no es la
mía.
—Exacto.
—Pero en ese caso cuando Todo me
reclutó también debería de haberme pasado.
—Eso no es correcto—Ali apareció.
Iba vestida de forma distinta a la habitual, con un camisón de seda
blanco amarillento hasta las rodillas y zapatillas de andar por casa
del mismo color. Su piel seguía siendo toda rosa y con aspecto
viscoso—, ya que de ser así Todo tendría el poder del Espacio.
—¿Cómo?
—Esa es la diferencia entre Todo y...
Nada. Todo es capaz de viajar a través de todas las cronologías
posibles de una sola dimensión, y moverse en el tiempo. Nada, sin
embargo, es capaz de moverse por todas las dimensiones existentes,
pero no a través de las cronologías. Sólo se queda en la
principal, de modo que aunque ambos dos tienen una cantidad de poder
inconmensurable, tienen sus propias limitaciones. Es por eso que Todo
no es capaz de encontrar a Nada.
—Sin embargo, nos explicasteis que
esta dimensión fue creada artificialmente por Nada con el único fin
de esconderse de Todo. ¿Por qué no, simplemente, se queda en
cualquier otra dimensión diferente a la de Todo?
—Porque Todo es listo, y ha
encontrado gente capaz de moverse a través de las dimensiones
también, como vuestros amigos de la Organización.
—¿Pueden moverse a través de las
dimensiones?
—Así es.
—Pero eso quiere decir que hay
miembros de la Organización que no están del bando de Nada, ¿no?
—Por desgracia, así es. El problema
es que todavía no sabemos ni quiénes son ni por qué lo hacen.
—¿A cuántos miembros de la
Organización conocemos?
—No a todos, eso seguro. Sabemos que
Pandora es uno de ellos, pese a que todavía no hemos podido
identificar cuál. Seguimos estudiando el asunto...
—¡¡Lo he encontrado!!—gritó
Maite de pronto.
Todos se giraron hacia ella. Ali tenía
un brillo emocionado en la mirada, mientras que Jack simplemente dejó
los tomos sobre la mesa y se acercó. Lucas sólo levantó la mirada
hacia ella, moviendo las cejas en ademán de sorpresa. Reïk observó
el libro ajado que su amiga levantaba. Era de color verde pardo y
tenía inscripciones en un idioma que él no podía entender. Maite
lloraba de felicidad.
—¿El qué?—dijo Reïk.
—¡¡La forma de subir de nivel!!
¡¡Por fin podré transformarme en todo aquello en lo que no podía
antes!!
Reïk sonrió y la abrazó. Ahora que
sabían cómo subir de nivel, lo suyo era intentarlo... ¿No?
Malan estaba echado en su camastro, con
los ojos cerrados. Seguía sintiendo cierto remordimiento por haber
consentido que Pandora hiciera eso con sus amigos, pero por otro lado
estaba orgulloso de haber dejado que ocurriera. Debían pagar el
precio que costaba la traición, pero... No estaba seguro...
Pandora entró en ese mismo momento,
gritando y bailando como siempre.
—¡No entiendo por qué sigues
pensando en ello! Es lo que se merecían y punto.
—Déjame, ahora no estoy de humor
para hablar.
—Como quieras. Yo sigo teniendo cosas
que hacer. Y te aseguro que son muuuuy divertidas...
—Lo que tú digas.
Ella infló los mofletes cual niña
pequeña, pero se fue igualmente. Conectó la cámara de todos modos
y comenzó a hablar.
—¡Hola, Malancito! Como sé que al
final te levantarás a verlo, voy a grabar mi siguiente trabajito. Ya
verás; es muuuucho más divertido que el anterior. ¡Pero de lejos!
Pandora recorrió los estrechos
pasillos de su guarida y salió por una pequeña puertecita que
llevaba a una cueva. Salió de esta en mitad de la noche, al amparo
de la oscuridad, y entre los arbustos y las sombras se desplazó a
una velocidad sorprendente hacia la mansión de Todo. Cuando por fin
llegó a las verjas que separaban la mansión del exterior, las saltó
y se hizo invisible.
Pasó todas las vigilancias sin ser
descubierta mientras se reía entre dientes. La seguridad en la
mansión de Todo era pésima. Tras un rato de búsqueda, dio por fin
con el pasillo que buscaba: las habitaciones de los profesores. Miró
las etiquetas una a una hasta que encontró la habitación que
buscaba. Acto seguido se hizo lo suficientemente pequeña como para
caber por debajo de la puerta y entró.
La chica que había en su interior
estaba hablando por la PDA con alguien. Sin embargo, en cuanto
Pandora se hizo grande y golpeó tres veces la puerta, ella la soltó
y miró hacia delante. Sorprendida, vio cómo una mujer vestida con
un traje amarillo que sonreía como una loca extendía una mano
brillante ante ella. Sólo le dio tiempo a pensar una cosa antes de
caer inconsciente.
—¿Pero tú no eres...?
Male estaba sentada en el salón
aquella noche, leyendo un libro que Garret le había recomendado.
Vittorio la había vuelto a dejar tirada con la promesa de volver más
tarde, pero esa vez no se quedó en su cuarto a esperarle. Como era
temprano decidió bajar a ponerse cómoda en los mullidos sofás de
color rojo terciopelo. Vio entrar a Joel.
—¡Hey, hola, Male!—dijo él,
levantando el brazo.
—Hola.
—¿Qué lees?
—El Mesías. Trata de un mendigo, un
paria en una sociedad estamental, que llegado un momento comienza a
recibir visiones de una de sus vidas anteriores. A partir de ahí
comienza a impartir enseñanzas a otros mendigos y se va extendiendo
la palabra, y claro, al final los estamentos más altos se lanzan a
por él para evitar revueltas sociales.
—Parece un poco denso.
—Es un libro basado en la religión,
es verdad, pero se lee bastante fácil.
—Si tú lo dices...
En ese mismo momento, entró Nerea en
la habitación, acompañada de una persona cuyos rasgos eran
indescifrables debido a la cantidad de sombras que la rodeaban. Male
estiró el cuello con una mirada entre extrañada y molesta, pero
Joel se levantó enseguida.
—¡Nereaaaa!—dijo emocionado. Se
lanzó a darle un abrazo.
Male, que observaba la escena, vio cómo
Nerea juntaba las manos durante un segundo con la otra persona y
cogía algo. Acto seguido esa persona desapareció. Nerea abrió los
brazos para recibir a Joel, con los puños cerrados.
—¡Joeeeel! ¿Qué haces
aquíii?—exclamó.
Se abrazaron por fin. Joel la apretó
entre sus brazos y Nerea cerró los ojos, sonriendo. Sin embargo, un
segundo después, los volvió a abrir con un brillo extraño en ellos
y, hábilmente, desplegó una navaja pequeña en su mano.
—¡Joel...!—gritó Male. Pero no le
dio tiempo a decir más.
Nerea se había separado de él y le
había clavado la navaja en el cuello. Todavía respiraba cuando cayó
al suelo y vio cómo su maestra y amor platónico sonreía de placer
al ver cómo se iba muriendo rápidamente. Vio cómo ella retiraba el
cuchillo de la herida y lo clavaba más veces en distintos puntos del
cuello. La sangre salpicaba por todos lados. Male, atónita y
paralizada de terror, boqueaba ante la sangrienta escena. Cuando por
fin se levantó, su amigo ya estaba muerto.
—¡¡Joel!!—gritó. Nerea se volvió
lentamente hacia ella, sonriente. Se echó a reír como una loca y
trató de huir corriendo, pero Male fue capaz de controlar la sangre
de Joel a tiempo para congelarle los pies y evitar que se fuera.
—¿Quién eres tú y qué has hecho
con Nerea?—preguntó con la voz temblorosa.
—¡Sigo siendo Nerea! Pero he caído
en la cuenta... ¡De que mi deber es obedecer a Pandora! Ella es la
que nos cuida y nos vigila... ¡Y Joel la despreciaba cuando le
hablaba de ella! Creía que me la inventaba o que hablaba de un
personaje de cuento... ¡Pero ella es real! Y si no me crees,
¡también te mataré a ti!
Y trató de tirarle el cuchillo, pero
la otra joven consiguió esquivarlo.
—¡Estás enferma, niña!
—¿¡Seguro que soy yo la que lo
está!? ¡Quizá sois vosotros quienes lo estáis! Tú lees sobre
religiones y cuentos basados en dioses que no existen, cuando sabéis
de sobra que quien tiene el poder es aquel que lo manifiesta.
¡Pandora me ha dado el poder de defenderme y de aplicar justicia!
¡Es la justicia del nuevo orden la que manda! ¡¡Pandora sobre
todos nosotros, ella es la verdadera diosa!! ¡¡Y tú la has visto!!
—¿Quieres decir que esa cosa
envuelta en sombras que te ha dado la navaja era Pandora?
—¡¡Sí!! Y ese puñal también está
buscando tu cuello... ¡Tú también serás atravesada por el filo de
la justicia! ¡¡Escucha mis palabras, ya que se cumplirán como la
ley universal que son!! Y no sólo eso, sino que Pandora me salvará
de morir ahora. Si es que tienes el suficiente aplomo para matarme
ahora, cosa que dudo...
—¿Tu amiguita la de las sombras,
salvarte?—sus palabras se llenaban de rabia a cada segundo que
pasaba—. Si tu amiguita fuese tan poderosa como tú dices, ya
sabría que desde el momento en el que te he impedido escapar ya
estabas muerta. Reza lo que sepas a tu “diosa”, porque te tengo
ganas desde hace mucho, mucho tiempo...
—¡Me salvará! ¡¡Seguro que me
salvará!! ¿¡Verdad, Pandora!? ¿...Pandora?
Su rostro se fue quedando blanco
conforme iban pasando los segundos y su deidad no respondía. Comenzó
a sudar y a decir palabras incomprensibles, hasta que llegó un
momento en el que se puso a llorar y a suplicar clemencia.
—¡Por favor, no me dejes morir...!
¡Me estaba controlando! ¡¡Lo prometo!! Por favor, no me mates, no
me mates. Por favor...
—Ya es tarde para pedir clemencia.
Sonríe para la foto, preciosa.
—¡NOOOOOOO!
Male ni siquiera se molestó en sacar
la varita. Deshizo el hielo de las piernas de Nerea y la levantó
como si fuera una marioneta. Ya no le costaba ningún esfuerzo
realizar ese ataque. Sin embargo, sudaba y respiraba fuerte y rápido
debido a la rabia que sentía en ese momento. Creó estacas de hielo
con la sangre del cadáver de su amigo y se las clavó a su
contrincante en las extremidades mientras la otra gritaba de puro
dolor. Cerró los ojos un instante, hizo varios movimientos con los
brazos y, justo después, el cuerpo de Nerea explotó entre esquirlas
de hielo y nubecillas de vapor. Dejó caer el mutilado cuerpo inerte
de la joven en el suelo y acto seguido cayó de rodillas y se echó a
llorar, pringada como estaba, de la sangre de su víctima. Así fue
como la encontraron Garret y Bocha cuando bajaron al salón y, entre
los dos, consiguieron que se tranquilizara y les contara lo que había
sucedido.
Cuando llegaron Bocha y Garret, Pandora
abandonó su posición de espectadora en la ventana y se marchó tal
como había venido, riéndose como una loca entre las sombras. Cuando
llegó a su base, pudo encontrar a un Malan traumatizado en el salón.
—P-p-p-p-pero... Jo-Joel... Ah...
—Qué divertido, ¿eh? ¡JA, JA, JA,
JA!
Malan se levantó tambaleándose y se
fue a su cuarto de nuevo. Pandora volvió a encogerse de hombros y
continuó bailando por los pasillos del escondite.
Galia fue la primera en enterarse de lo
que había sucedido. Oyó cómo Garret y Bocha corrían por el
pasillo y se asomó para ver por qué lo hacían. Vio cómo Garret
llevaba a Male en brazos mientras Bocha echaba maldiciones con la
cabeza gacha y el cuerpo en tensión. Automáticamente salió fuera y
les acompañó, viendo cómo Male lloraba y lloraba con la cara
blanca como la pared y algunos cortes en la cara y las manos.
Tras un rato intentando tranquilizarla,
Male les contó a los tres lo que había sucedido. Cómo Nerea había
asesinado a Joel sin miramientos y cómo ella había reventado su
cuerpo como si se tratase de un petardo. Horrorizados, vieron cómo
temblaba sin parar, abrazada a Garret. Apareció Vittorio.
—Pero bueno, ¿qué pasa aquí?
Y, tras contarle también lo sucedido,
se abalanzó sobre su protegida para consolarla. Ella se dejó hacer,
envuelta en un mar de lágrimas, y Galia entonces abandonó la
habitación, totalmente descolocada y sin saber qué hacer.
Cuando llegó a su habitación, se tiró
en la cama y cerró los ojos. Respiró profundamente y procuró
dormirse, pero de pronto notó que el cubo se movía. Miró hacia su
derecha, donde estaba colocado, y vio que temblaba ligeramente.
Sintió miedo.
Acto seguido, notó una corriente de
aire frío que la hizo estremecerse y taparse con la manta. Después,
alguien tocó a la puerta.
—¿Q-Quién es?—dijo ella en voz
alta sin bajarse de su refugio.
—La cena—dijo su sirviente desde
fuera—, y más vale que me abras la puerta rápido que hace un frío
de la hostia y esto se va a quedar helado en nada.
—Uf... Voy.
Se levantó de la cama, aliviada. En
dos saltitos ya estaba en la puerta y se la abría al sirviente: un
chico alto de pelo rubio pajizo con mechones por la cara, ojos negros
y ojeras pronunciadas.
—Por cierto, el señor Todo me ha
dicho que cuando acabes de cenar que te acompañe ante su presencia,
así que me voy a quedar aquí si no te importa. Y conecta la
calefacción, por el amor de la invención de la caldera—dijo
mientras subía la temperatura de la habitación.
—B-bueno...
Se sentaron los dos en los sofás, uno
frente a otro. Ella comía incómoda, intentando mirar para otro
lado, y él la miraba divertido, directamente a los ojos.
—¿Puedo fumar?—le preguntó
llegado un momento.
—...Si quieres.
Y él enciendió un cigarrillo y se
reclinó aún más en el sillón. Utilizó una tacita como cenicero y
trató de echar el humo en aros, pero al no conseguirlo se frustró y
lo dejó estar. Al cabo del rato volvió a hablar.
—¿Por qué te llama Todo Lady
Steampunk?
—Por mi cubo, me imagino. Y por mi
poder.
—Ah.
—¿Y tú...? ¿Cómo te llamas?
—Morfo.
—¿Morfo?
—¿Lady Steampunk?—la miró de
nuevo directamente a los ojos, sonriendo. Galia observó
extremadamente sorprendida cómo su sirviente cambiaba de forma para
pasar a ser una copia exacta de ella misma. Se le cayó la comida de
la boca y vio cómo su copia se reía.
—¡Venga ya, no es para tanto!
¡Tienes un amigo que hace copias de sí mismo que explotan! ¿Y esto
te sorprende?
—...¿Quién eres tú?
—Recapitulemos—Morfo se apagó el
cigarrillo en la zapatilla y volvió a su aspecto habitual, pero esta
vez llevaba una sudadera de flechas blancas y negras y unos
pantalones verdes militares—. Me llamo Morfo y pertenezco a la
Organización. Pero soy un simple miembro temporal... Tengo otras
cosas importantes de las cuales ocuparme al mismo tiempo, así que
sólo estoy de paso.
—¿Y si tienes cosas importantes que
hacer por qué te paras a ayudar?
—Pues porque me conviene. ¿Crees que
me hace gracia que el dios del Tiempo pretenda matar a la diosa del
Espacio, dando como resultado el caos universal? Bastante tenemos ya
con Pandora como para querer más líos aún. Aparte de mis propios
marrones. La gente de mi círculo de amistades no es que sea
precisamente lo mejorcito del corral.
—¿Quiénes son?
—No los conoces, así que qué más
dará. El caso es que como miembro de la Organización que soy te lo
pido: no escuches nada de lo que te diga Todo. Sabe que Maite y Reïk
se han marchado, que Malan ha sido secuestrado y que Joel ha muerto,
así como sabe que os queréis rebelar. Lo habéis intentado muy
bien, pero es un dios. Un dios que controla el Tiempo. Por fuerza
tiene que saber lo que va a pasar.
—¿Entonces ya sabe quién va a
perder o quién va a ganar?
—Respecto a los parámetros de esta
cronología, sí. Sin embargo, como él nació en esta, quiere decir
que, siendo la alfa, es imposible cambiarla. Puede mudarse a otras,
pero jamás podrá variar un ápice de lo que ocurra en esta. Así
como Nada no puede cambiar absolutamente nada de la dimensión en la
que nació; tan solo puede recorrerla.
—¿Ese no es un impedimento muy
gordo?
—Tienen más. Al ser dos dioses, han
de poder contrarrestarse el uno al otro, y eso significa debilidades
y fronteras en su poder. Pero no me preguntes mucho más, porque no
es que sea yo muy entendido acerca de estos dos tontos.
—...
—¿Y bien?
—¿Se puede engañar a Todo?
—No, pero puedes intentarlo. Si
consigues mantenerte en la cronología alfa, es probable que te
salgas con la tuya, ya que él no puede hacer nada por cambiar lo que
ya va a ocurrir. O a lo mejor mueres. Quién sabe, no tiene por qué
salir bien.
—Qué ánimos...
—Es lo mío, qué le voy a hacer. En
fin, si acabas ya con eso...—se levantó pesadamente y volvió a
ponerse la ropa de sirviente—, nos vamos.
—Sí, voy...
Se terminó todo lo rápido que pudo lo
que le quedaba y, mientras Morfo recogía y lo ponía todo en el
carrito, ella se calzaba.
—Nunca he estado en el despacho de
Todo.
—No quieras.
—...
Salieron al pasillo y Morfo dejó el
carrito ante la puerta. Se metió las manos en los bolsillos y fue
silbando durante todo el camino hasta llegar a una zona en la que le
tuvo que tapar los ojos a Galia.
—El jefe no quiere que sepáis dónde
está su despacho—y le susurró al oído—, pero si pretendes
engañarle el primer paso sería saber dónde guarda sus tesoros.
¿Sabes convertir el cubo en una cámara sin que se note?
—Entiendo—asintió ella. Convirtió
el cubo en una discreta cámara y fue vendada durante todo el camino
hasta llegar a la puerta, momento en el cual Morfo la desvendó y la
dejó pasar.
El despacho de Todo era
sorprendentemente sencillo para lo que se esperaba de un dios, aunque
suntuoso y lujoso para alguien normal. Las paredes estaban cubiertas
de tapices de los colores más exóticos, y los muebles eran todos de
la madera de ébano más excepcional. Había varios jarrones dorados
sobre las repisas y dos estanterías cubiertas de pesados libros
cargados de polvo. Morfo cerró la puerta al salir y se quedó en el
pasillo, apoyado contra la pared y tratando de agudizar el oído.
Galia se sentó en uno de los sofás
que había delante del escritorio de Todo. Él la miraba,
impertérrito, desde su alto sillón, y con su aliento a muerte y sus
ojillos brillando entre las arrugas y el pelo blanco de las cejas, le
dijo a Galia:
—Tengo un trato que ofrecerte.
Ella comenzó a sudar y a sentirse
incómoda allí. Miró hacia todos lados antes de responder
tímidamente y sin establecer contacto visual.
—¿...Sí?
—Primero quiero que dejes el cubo
fuera. ¡Morfo!
Y Morfo entró.
—¿Sí?
—Coge el cubo de Galia y sácalo al
pasillo. ¡Vamos!
—Sí, señor.
Y Morfo obedeció.
Galia notó cómo se le subían los
colores. Comenzaba a ponerse nerviosa, y esa sensación aumentaba de
intensidad a cada minuto que pasaba. Todo entonces se levantó y
comenzó a hablar.
—Terrible tragedia la que nos ha
acontecido esta noche, ¿verdad?
—...
—Joel era un buen chico. Y Nerea
también, sí, sí... Dime, Galia. ¿Tú confías en tus amigos?
—...Claro...
—¿Tal y como Joel confiaba en Nerea?
Galia enmudeció. Ahora los nervios se
convertían rápidamente en rabia.
—¿Y Maite y Reïk? ¿Sabes acaso
dónde están? ¿Y qué le ha pasado al pobre Malan? Tsk, tsk, tsk...
Verás. Tengo una oferta para ti.
—Cuál.
—¡No me muerdas, Lady Steampunk! No
es nada del otro mundo. Es mi protección... A cambio de tu lealtad,
por supuesto.
—¿Qué insinúas?
—¡Nada! Sólo digo que... Te tengo
en mucha estima. Y sería una lástima que quien quiera que volviese
loca a Nerea también te volviese loca a ti... O a algún otro.
—...
—Tú sólo piénsalo, ¿vale? Puedes
contestar que no. Eres libre de hacerlo... Pero deberás atenerte a
las consecuencias que esto suponga.
—...
—Puedes marcharte... ¡Morfo!
Y Morfo entró.
—Llévatela a su cuarto.
—Sí, señor.
Cuando por fin estuvieron a salvo en el
cuarto de Galia, ella cogió una bolsa y empezó a meter cosas en
ella.
—¿Qué haces?—le preguntó él.
—Me largo.
—¿Que qué? ¿Y dónde piensas
esconderte?
—¿No formas parte de la
Organización? Pues escóndeme tú.
—¿¡Cómo pretendes que haga eso!?
—No lo sé. Tú sólo hazlo.
—Escucha—le agarró por los
hombros—, no eres consciente de lo que estás haciendo. ¡Piénsalo!
Te conviene la protección que Todo te ofrece. ¡NOS conviene! Será
más fácil pillar a Pandora. ¡Estará resuelto!
—¡Pero yo no quiero pillar a
Pandora! Yo sólo quiero salir de aquí como sea.
—¡Si pillamos a Pandora es probable
que acabemos con Todo también!
—¿Cómo dices que va eso?
—Pandora es la encarnación del caos.
Si conseguimos ponerla de nuestra parte, habremos prácticamente
ganado la partida...
—Si es la encarnación del caos jamás
se pondrá de vuestra parte y os traicionará. Yo me largo.
—...
—¿Qué? ¿No habías pensado en
ello? ¡Pues hala, ahí lo llevas!
Terminó de hacer la maleta y abrió la
ventana. Transformó su cubito en una hélice y se descolgó del
marco, pero Morfo la agarró de la muñeca antes de que pudiera irse.
—Espera.
—¿Qué?
—Que yo también voy.
Y los dos se fueron. Él se había
transformado en un niño pequeño para no aumentar mucho más la
carga del cubo, y ella le sujetaba en brazos con todas sus fuerzas.
—A la de tres—dijo ella—. Una...
Dos...
—¡Y tres!—gritó Morfo, riéndose.
Y, con un destello de color amarillo,
desaparecieron.
Se despertó en una cama muy blandita,
en una habitación decorada muy lujosamente y de techos muy altos.
Entraba un brillo rosáceo por la ventana. Se incorporó, y vio a su
salvador sentado en un sofá, totalmente dormido, con la capucha de
su sudadera blanca y negra puesta y babeando con la boca abierta.
—¿...Morfo?
—¿Eh?—se incorporó de un salto.
—¿Dónde estamos?
—Me alegra que estés despierta—se
limpió las babas de la cara—. ¿No me pediste que te escondiera?
—Sí, pero...
—Pues eso he hecho. Bienvenida a la
Gran Biblioteca.