Pelirroja miraba perpleja al mortal. Aparte de que era
altísimo, era el mortal más corriente que había visto nunca. Pelo y ojos
oscuros, con una barba incipiente y unas gafas enormes de pasta que no dejaba
de toquetear, visiblemente nervioso.
- A ver, Gea. Te pedí que encontraras a V, ¡no que te
trajeras a Bernard! –Explotó Morfo.- ¡Podría haberle pasado algo!
- No te pongas nervioso. Estaban de camino cuando les he
avisado.
- ¿Estaban?
- Sí, Froggy también ha venido.
- Exacto. No le debe quedar mucho para llegar, eran pocos
perros –murmuró Bernard.
- Anda, si hablas –dijo Pelirroja.-Dime por qué Gea te ha
metido aquí. ¿Te persigue alguien?
- No especialmente. No existo, teóricamente. Pero era
bastante incómodo probar los Cubos desde la otra punta del mundo así que…
- Un momento ¿Cómo que no existes? ¿Conoces los Cubos?
- Muy sencillo, si me buscas no encontrarás nada
interesante. Y conozco los Cubos porque parte de su “magia” se la doy yo.
- ¿Eres un mortal con poderes? ¿En qué consisten? ¿Desde
cuándo los tienes?
- No tengo poderes. Los Cubos no tienen nada de magia. Son
aparatos que monta Gea y que yo programo para que hagan cosas más avanzadas. La
programación se puede aprender.
Ante la cara de pasmo general, Bernard se planteó
explicarles algo, pero lo dejó por imposible.
- Entonces… ¿eres mortal o no? –inquirió Sincara.
- Teóricamente si me pegas un tiro en el corazón no me
vuelvo a levantar. Pero para ello tienes que pasar por Froggy y por un pequeño
invento mío. Venga, dame un puñetazo.
Sincara se encogió de hombros y lo hizo. Lo siguiente que
vio fue cómo había acabado tirado en el suelo, después de atravesar la pared
más alejada de Bernard.
- Tío, ¿te encuentras bien? –Gritó Bernard asomando la
cabeza por el boquete.- Siento el golpe, pero el campo de fuerza no es fácil de
regular y no estoy como para arriesgarme.
- Déjame adivinar –rio Pelirroja.- Llevas una sudadera de
Gea.
- Sí, aunque he perfeccionado el sistema de escudo y…
Un zumbido sacudió la muñeca de Bernard, justo donde tenía
un brazalete sospechosamente similar a los de Gea y Morfo. Bernard se dio un
golpecito en un lateral de las gafas y abrió la puerta. Entró una mujer
pequeñita, visiblemente extenuada. Tenía su largo pelo negro totalmente
despeinado y se afanaba en ajustarse
unos guantes con un diseño de flechas negras y moradas.
- Carajo, Bernard.
La próxima vez te quedas. No me gusta matar animales –farfulló con acento
latino.
- La próxima vez se queda V. Es un quejica, todo el trayecto
chillando que si estaba loco y que frenara. También dijo una serie de palabras
que no entendí. Te las envié al comunicador.
- Las he oído por el camino. Mi ruso está un poco oxidado,
pero por lo que he entendido, lo más bonito que te ha dicho implicaba a tu
madre.
Morfo tosió, haciendo que Bernard y la mujer repararan en
que no estaban solos.
- Ah, hola –se adelantó ella.- Soy Annie, pero todos me
llaman Froggy.
- Oh, yo a ti te conozco. Eres esa chavala amiga de Yao que
Titiritera me acusó de asesinar a sangre fría –dijo Pelirroja.
- Sí. Cometió el error de pegarme un tiro y luego no
quedarse para comprobar si estaba bien muerta. Fue una forma bastante curiosa
de descubrir mi inmortalidad, aunque para cuando volví a ver a Yao no me
reconoció. Morfo me encontró y aquí estoy, siendo el guardaespaldas de un mortal
loco.
- Supongo que ya que estás aquí, querrás ver a Yao, ¿no?
- Sí, a ver si ahora que está atado me hace más caso y entra
en razón.
- Vale. ¡Gea! Lleva al nuevo al ala de Clara. Mejor tener a
los mortales juntitos. Morfo, ya que te has molestado en salvar al atontado ese
dale una tila o algo. Camaleón y Sincara, vosotros venid conmigo. Vamos a
acompañar a nuestra aliada, esto no me lo pierdo.