domingo, 22 de febrero de 2015

Capítulo XXII - Una nana para Madalane

—Garret—dijo Male con un hilo de voz—. ¿Dónde está?
—Estoy aquí—se acercó él—. ¿Estás bien?
—...
Garret torció la boca en un gesto de disgusto. Bocha dirigió la mirada hacia el suelo y apoyó la cabeza sobre las manos.
—No habéis tenido que matar a nadie nunca, ¿verdad?
Ninguno de los dos contestó a la pregunta. Garret se ajustó la corbata y Bocha miró al frente.

Estuvieron mucho rato así. Garret estaba apoyado en la columna de madera que sujetaba el dosel, y Bocha permanecía sentado a los pies de la cama. Llegado un momento, ella se levantó y, encogida y pálida, fue al cuarto de baño.
—¿Male?—dijo Garret cuando la vio pasar, en silencio.
Ella le dirigió una mirada hueca. Garret ni siquiera llegó a saber si realmente le estaba mirando. Supuso que no. Bocha giró la cabeza en dirección a ellos dos, con los ojos rojizos y húmedos.
La joven continuó caminando. Cerró la puerta del servicio tras ella y Garret miró hacia arriba y resopló. Bocha volvió a hundir la cabeza entre las manos.


—¿Cómo estás, Malan?—Pandora se tiró en el sofá.
—...
—Aaaaw, veeenga ya. ¿No crees que ya es suficiente de tanto teatro? ¡Me aburres!
—Sí, tienes razón. A quién pretendo engañar.
Malan se levantó del sillón en el que estaba acomodado. Iba despeinado, y se había quitado el chaleco. La pajarita estaba deshecha en un simple lazo alrededor del cuello de la camisa. Parecía bastante más mayor de lo que era. Sus ojos mostraban una mirada diferente.
—¡Ese es mi Malancito! ¿Quieres pasarlo bien un rato?
—No, lo siento. Tengo otros planes—dijo mientras sonreía maquiavélicamente.
—¿Le ocultas planes de diversión a la gran Pandora? ¡Herejía!
—Ya te lo cuento luego...
Y salió de la habitación, riéndose levemente. Pandora torció la boca en un gesto de disgusto.
—¡Hay que ver! Con el plan tan guay que había salido así de golpe. En fin... ¡Hora de ver la tele!
Pandora encendió la gran pantalla que tenía en el salón y enfocó al cuarto de Male.


—Vittorio—dijo Jack. Le hablaba a una especie de walkie-talkie—, ¿dónde estás?
—En el lago—se oyó de vuelta—, ¿cuántos quedan en la mansión?
—Tres. Entre ellos la chica. Mariam opina que deberías ir tú a por ellos.
—Sí. Iré yo—hubo una pausa—. ¿Puedes venir tú a vigilar?
—Tengo que cuidar de la biblioteca. ¿Y si van Maite y Reïk?
—¿...Crees que es seguro?
—Reïk puede ver el futuro y Maite ha vivido en la maldita jungla. Se las apañarán bien.—Jack respondió un tanto irritado. No le hacía ninguna gracia que nadie cuestionara sus opiniones.
—Si tú lo dices... Pero que se lleven a Ali.
—Recibido.
Y se cortó la comunicación. Jack miró a los dos chicos con las capas y después a su compañera. Suspiró.
—Maite y Reïk, vais a haceros cargo de vuestra primera misión como miembros de la Organización. Tenéis que ir a sustituir a Vittorio al Lago de la Luna y vigilar las cercanías para que no se acerque nadie. ¿Entendido?
—¡Sí!—respondieron los dos a la vez.
—Muy bien. Ali irá con vosotros y os enseñará todo lo que hay que saber acerca de los colgantes que os vamos a dar. Gracias a ellos podréis viajar entre dimensiones. ¿De acuerdo?
—¡Sí!—repitieron.
—Bien. Marcháos, Ali.
Cuando miró a Ali, ella estaba detrás de sus dos nuevos miembros bailando heavy. Movía hacia adelante y hacia atrás su rosáceo y viscoso pelo y salpicaba adelante y atrás. Sus mejillas estaban sonrojadas. Jack se la quedó mirando, sorprendido.
—...Ali. ¡Ali!
—¡Toma ya, tom...! ¿Eh?—se detuvo de golpe y miró a su jefe—. Este... ¡Sí! ¡Vámonos!
Les dio un colgante a cada uno. Tenía forma de llama, y tenía una gema en medio, de colores distintos según le daba la luz. La montura era de plata.
—Ahora tenéis que tocar la gema con delicadeza y nombrar el destino al que queréis ir. Cuando ya le hayáis pillado práctica podréis ir a cualquier lugar sin tener que decirlo necesariamente, pero de momento hacedlo así, y nos aseguraremos de que no os vais a un volcán ni a ningún sitio así sin querer. ¡Venga!
Ella hizo lo que les había enseñado y desapareció. Maite y Reïk se miraron entre sí, sonrieron pícaramente y gritaron, entusiasmados.
—¡Al Lago de la Luna!
Tocaron la gema y desaparecieron a la vez. Jack siguió mirando el espacio vacío una vez se hubieron marchado, y suspiró lentamente. Puso los ojos en blanco y se rió un poco.
—En fin.
Después, siguió ordenando libros. En ese momento recibió un mensaje en su PDA. El pitido era el acostumbrado para indicar un mensaje de socorro.
—No puede ser...


—Bien, Bego—dijo Todo. Tenía las manos cruzadas sobre el escritorio, y su sonrisa maquiavélica estaba dirigida hacia la joven pelirroja—, creo que no hace falta explicarte el plan, ¿verdad?
—No, jefe—dijo ella, haciendo un saludo militar. Llevaba unos guantes metálicos en las manos con una gema de color rojo en el dorso del izquierdo y una gema de color azul en el dorso del derecho. Brillaban tenuemente.
—Bien. Recuerda: quiero que sufran. Quiero que se arrepientan de haber salido de esta casa, y que se arrepientan de haber tenido la osadía de enfrentarse a mí—se levantó, y bramó—. ¡¡Nadie desafía a Todo de esta manera y sale impune!!
—¡Sí, señor!
Y volvió a recorrer los pasillos a la velocidad acostumbrada.


—Bocha—dijo Garret.
—...Qué.—le temblaba la voz.
—¿Qué crees que está haciendo ahí dentro?
Justo en ese momento se oyó a Male vomitar. Garret clavó la vista en el suelo y Bocha apoyó la barbilla sobre los puños.
—Ahí tienes la respuesta—dijo con voz tensa.

Cuando acabó, Male salió del cuarto de baño. Había vomitado y se había lavado los dientes. Se apoyó en el marco de la puerta y les miró, pálida, como un fantasma. Había culpa en la expresión de su rostro. Se puso a llorar de nuevo. Los dos se acercaron y trataron de consolarla. Garret la abrazó, y Bocha simplemente le acarició la espalda. Ella lloró más fuerte.
Justo en ese momento apareció Vittorio.
—¿Qué pasa?—se alarmó cuando los vio.
—¿No te lo han contado?—Bocha le miró de forma implacable. Vittorio se extrañó.
—¡¡No!! ¿Qué iban a contarme? ¿Qué ha pasado?
—Male ha...—comenzó Garret, pero no fue capaz de seguir.
—He matado a una persona—murmuró Male. Vittorio la miró, blanco como la pared, y se acercó para consolarla como Garret lo hacía. Tanto el chico de gafas como el espadachín se tensaron un poco. El joven del sombrero lo notó.
—...Vale. Hagamos una cosa—dijo Vittorio—. Ya que Male se ha cargado a una persona en la mansión de Todo, lo más prudente es que nos marchemos de aquí cuanto antes. Podría tomar represalias por mancharle las alfombras o algo así...
—¡No lo ha hecho porque sí!—saltó Garret—. ¡Nerea mató a Joel primero! ¡¡Male sólo se vengó!!
—La venganza no es algo que se pueda tomar a la ligera—volvió a murmurar ella, casi en un susurro—. Yo no quería...
—...Sea como fuere, tenemos que irnos de aquí de todos modos. De hecho, sólo quedáis vosotros aquí. Los demás se han ido.
—Ya decía yo que todo estaba muy silencioso... ¿Y por qué?—preguntó Bocha.
—Es peligroso quedarse aquí más tiempo. Pandora está al acecho y a Todo no le importa deshacerse de aquel que no le haga falta. No queremos más víctimas de las que ha habido ya, y por desgracia no hemos podido salvar al resto de profesores...
Bocha palideció.
—¿Cómo que no han...?
—Morfo y Kay son miembros de la Organización, así como otros muchos. Morfo consiguió salir a tiempo al salvar a Galia, pero al parecer Kay y los demás no. Si Male mató a Nerea a modo de venganza, eso podría significar que Todo desconfiara del resto de profesores y los encerrara, para mantenerlos lejos del alcance de cualquier otra persona que no fuese él. Kay mandó un mensaje de socorro justo antes de que yo viniese aquí, así que...
—¿Quién es Morfo...?—susurró de nuevo Male.
—El sirviente de Galia.
—Ah...
Todos guardaron silencio. Vittorio les miró atentamente. La traumatizada Male en brazos de Garret, Bocha con la mirada clavada en el suelo... No quiso perder más tiempo, y les pidió que se cogieran de las manos. Comenzaron a brillar, dispuestos a teletransportarse lejos de allí.
Pero.


Bego estaba parada delante de la puerta de la habitación de Male, en silencio. Oía voces en su interior. Miraba al suelo directamente, con los pensamientos perdidos. Sabía lo que Male se había propuesto hacer con ella. Comprobar sus sentimientos.
Le hubiera gustado ver cómo le iba a explicar el fracaso a su amigo.

Oyó cómo Vittorio les pedía que juntaran las manos. Había llegado el momento. Miró a la puerta y dio un puñetazo al aire, el cual se movió de forma estrepitosa y explotó ante el guante metálico que cubría su mano.


La puerta pegó un golpetazo y se abrió ruidosamente ante sus ojos. La teletransportación se abortó por el susto, y una fuerte corriente de aire inundó la habitación. Garret consiguió sujetarse al marco de la cama, justo como Vittorio, y aguantó a Male de modo que el viento no se la llevara. En la puerta había una persona encapuchada que tenía una mano enguantada alzada contra ellos.

El aire comenzó a retroceder en dirección hacia la puerta, y Bocha, quien no se había podido sujetar y había sido derribado, fue arrastrado irremediablemente hacia afuera. Male extendió todo lo que pudo su brazo, con la cara totalmente deformada por culpa de la impresión y el miedo. Gritó.
—¡BOCHAAAAAAA!
Él gritó a su vez, con el pánico reflejado en sus ojos.
—¡SOCORR...!
Sus manos se rozaron, pero antes de que él pudiera terminar de gritar, fue engullido por el pasillo y la puerta se cerró. El viento cesó. Male cayó al suelo. Garret se inclinó hacia adelante. Vittorio se soltó de la cama. Este último miró a sus dos amigos, uno de rodillas, tratando de recuperar el aliento, y la otra totalmente deshecha en lágrimas en el suelo.

Los agarró de los brazos y los teletransportó lejos de allí.


Malan se observó en el espejo del cuarto de baño que había en el búnker de Pandora. Se arregló la pajarita y se peinó como pudo con un poco de agua. Sin convencerse del todo, se quitó la pajarita, se arregló el cuello y se cortó el pelo con unas tijeras que había por allí. Ahora estaba ligeramente desgreñado, y no parecía ni de lejos el niño bien que hacía unos meses había entrado por la puerta de la mansión de Todo, dando botes de alegría.
Se arremangó y salió del cuarto de baño en dirección a su propia habitación. Sin embargo, vio a Pandora partiéndose de risa en el salón, y entró a ver lo que pasaba.
Vio una sombra llevándose a Bocha y luego a Male caer al suelo, llorando a lágrima viva encogida en posición casi fetal, y a Garret tratando de recuperar el aliento. Vittorio los miraba con cara de consternación.
—Vaya—frunció el entrecejo—, esta no me la esperaba. Me han jodido.


—¡Jack, rápido! ¿Dónde está Ali?
—La he mandado a ayudar con Maite y Reïk.
—Mierda, pues necesitamos un par de manos extra.
—Estoy yo—Galia salió desde detrás de un montón de libros, cubierta de polvo—, ¿qué pa...?
Vio a Male hipando y dando grititos lastimeros mientras lloraba, y a Garret hiperventilando, y se puso blanca como la pared. Acto seguido hizo del cubo un gancho que ayudó a Male a levantarse del suelo y la acompañó a una de las habitaciones que le indicaron. Allí la tumbó y procuró que tuviera agua, algo de comida, mantas, y todo lo necesario para que durmiera a gusto. Sin embargo, Male no paraba de llorar, así que sencillamente la acostó y la arropó. Se quedó dormida tras unos minutos de farfulleos incompresibles.

Mientras tanto, Jack trataba de hacer a Garret recuperar el aliento. Sujetarse él y sujetar a Male habían sido un esfuerzo demasiado grande para lo que su cuerpo podía aguantar, así que escribió unas runas con un lápiz de diamante en una pulserita de plata y se la puso al joven, que a partir de entonces se fue recuperando gradualmente.
—¿Qué le has escrito a la pulserita?
—Runas en eéldrico.
—¿Y qué hacen?
—Generalmente alterar el estado de los objetos.—Jack levantó una ceja—. Te interesa el tema, por lo que veo.
—En realidad, sí.
—Según lo que yo sé, ya eres versado en varios tipos de runas. Me extraña que no conoces las eéldricas.
—Mi maestro opina que soy un maldito novato ignorante.
—Bueno, pues este es el mejor sitio para solucionarlo y callarle la boca. Cuando te recuperes, puedes leer todo lo que quieras. Tenemos un amplio catálogo de libros que podrían interesante.
—¿Cuántos?
Apoyó una pierna en una silla e hizo un gesto en redondo con el brazo, señalando a todas las estanterías.
—Todos. Esto es la Gran Biblioteca, ¡¡reunimos todo el conocimiento del mundo habido y por haber!!—le añadió más teatralidad de la necesaria y se quedó un momento callado mirando al infinito. Garret entrecerró los ojos y se le quedó mirando durante largo rato.
—Ya puedes parar.—le dijo al cabo.
—¿Parar de qué? Hay una araña ahí arriba—señaló una esquina del techo—, y estaba pensando en una forma de matarla.
—Deja que Maite se ocupe de ella cuando vuelva.
—Tienes razón.


Habían pasado ya varias horas desde que Male y Garret habían llegado. Morfo acababa de entrar en el cuarto de la joven, y la había encontrado mirando por la ventana. Todos hacían eso nada más llegar, y Morfo tuvo que ocultar una ligera risita. Sin embargo, no pudo, y Male se giró.
—¿Quién eres?
—Tengo muchos nombres. Sin embargo, ¿qué designa un nombre? No un determinado grupo de rasgos, desde luego, ya que de ser así cada persona tendría un nombre distinto, y no se repetirían, como llega a pasar muchas veces. Así que llegamos a la conclusión de que debe de ser uno solo, ¿pero acaso tan destacado es ese rasgo sobre los demás que merece que se refieran a esa persona por su descripción, si no son sino aspectos mundanos que podrían (o no) reflejar la personalidad de esa persona? ¿Y si se dirigen así a ella de forma irónica? Curioso tema de conversación, sin duda.
—Lo es, sí. Pero no me has contestado.
—Cierto. La verdad es que quizá hayas oído uno, o muchos de mis nombres. Y, bueno, en realidad, ¿por qué no decirlo? Soy todos ellos.
—Quizás haya oído hablar de ti entonces.—ella sonrió levemente, pero había un trasfondo triste en su mirada.
—Quizá incluso sea tú—Morfo se acercó hasta estar a menos de un palmo de distancia—, pero todavía no lo hayas visto.
—En eso sí que no estoy de acuerdo. Tú no eres yo, y eso está muy claro. Yo soy yo, y tú eres tú, no importa qué aspecto tengamos por fuera. Si yo tuviera tu aspecto y tú el mío, tú seguirías siendo tú y yo seguiría siendo yo.
—Pero eso depende de la perspectiva de la persona que lo dice. Para mí, yo soy yo y tú eres tú. Pero para ti, tú eres yo y yo soy tú. ¿Qué harías entonces?
—Afirmar que mi nombre es Madalane—se dio media vuelta y lo miró con una media sonrisa—, y que el tuyo debe de ser...
Morfo lanzó una carcajada al aire y la miró con cariño.
—Puedes llamarme Morfo—hizo un ademán con la mano que indicaba indiferencia—, ya que eso se acerca bastante a lo que soy.
—De acuerdo. Morfo.—repitió el nombre un poco más bajito y lo paladeó—. Suena bien, sí. ¿A qué viene este despliegue filosófico, de todos modos?
Morfo endureció el semblante durante un segundo, pero luego puso cara de indiferencia y se sentó en una de las butacas.
—Me han pedido que te distraiga, y aquí estoy.—le señaló el rostro—. Parece que estés a punto de llorar.
—Porque lo estoy.—giró la cara y no volvió a mostrársela a Morfo. Él frunció el entrecejo y se acercó a ella por la espalda. Le sujetó los hombros y la hizo mirarle.
Cuando ella se dio la vuelta, con el rostro envuelto en lágrimas, se vio como en un espejo, sólo que sin lágrimas y con semblante duro.
—No estabas llorando cuando llegué—dijo su copia—, así que pensé que ya habías asumido lo que habías hecho. No será la última vez que lo hagas. Y este tampoco ha sido el peor motivo.
—Nadie merece morir—dijo ella, hipando.
—Eso no es cierto. Hay muchas personas en este mundo que no han aprovechado bien su vida, y por lo tanto, no la merecen. Todo es un ejemplo de esas personas.
—Pero Nerea...
—Nerea mató a tu amigo a sangre fría y se aprovechó de que él no se lo esperaba, poniendo como excusa a Pandora. Está claro que Pandora tuvo algo que ver, pero ella no es capaz de controlar la mente. Sólo puede manipularte, y eso depende enteramente de tu voluntad. En el momento en el que la pierdes, lo has perdido todo. Entonces puede manejarte como un muñeco de trapo. Y tú todavía puedes revolverte, pero jamás volverás a ser como antes.
—Eso tampoco es verdad. Puedes volver a desarrollar la voluntad... Perderla no significa merecer la muerte.
—No. Pero facilita el trabajo a otras personas para hacer que la merezcas.
—Pero entonces esas otras personas también merecerían la muerte. De hecho, la merecerían más que la propia persona que ha perdido la voluntad.
—En eso tienes razón, y sin querer también me la has dado a mí. Pero Nerea directamente entregó su voluntad. Dejó que Pandora hiciera lo que quisiera, y confió plenamente en ella. Actuó plenamente consciente de lo que hacía, y asesinó a tu amigo por motu propio. ¿Todavía crees que no merece morir, si además de que asesinó a una persona encima entregó su propia voluntad para verse capaz de hacerlo?
—Yo...
—Además—Morfo volvió a su aspecto original. Era bastante más alto que ella, así que tenía que inclinar el cuello para mirarla, y ella levantar la cabeza. La vio tan vulnerable que se estremeció por dentro—, también te culpas de la captura de Bocha por el sicario de Todo. Y no tendrías por qué.
—Si hubiera reaccionado más rápido y le hubiera agarrado...—su voz se fue debilitando a medida que pronunciaba esas palabras, y empezó a llorar de nuevo.
—No podías saber que aparecería...
Morfo ya no fue capaz de decir nada más, y ella tampoco contestó a lo que él le dijo, así que él le pidió que se metiera en la cama.
—Morfo—dijo ella en un susurro.
—¿Sí?—preguntó él mientras la arropaba.
—¿Tú has matado a gente?
—Sí.
—¿Por qué motivos?
—Por todos aquellos que te puedas imaginar—suspiró largamente y se sentó en el butacón—. No he tenido una vida fácil, ni corta.
—¿Cuántos años tienes?
—Muchos más que tú.
—¿Cuánto es mucho?
—Mucho.
Hubo un silencio.
—No los aparentas.
—Lo sé—se tapó los ojos con las palmas de las manos y se recostó en la butaca—, lo sé.
—Oye, ¿me puedes pasar esa cajita de madera?
—¿Cuál?—Morfo miró alrededor suyo.
—La tienes detrás, encima de la cómoda esa.
Ella le señaló el lugar, y Morfo se levantó para cogerla y se la dio. Ella la abrió y sacó su ocarina de cristal.
—¿La sabes tocar?—preguntó él.
—Sí.
—Yo también. ¿Me la dejas?
—...No la rompas. Es muy frágil.
Morfo soltó una profunda carcajada y miró risueño a Male.
—Jamás se me ocurriría. Como músico que soy, sé perfectamente lo valioso que es un instrumento para su dueño—se vanaglorió un poco, limpió la boquilla y sopló con delicadeza.
—¿Cuántos instrumentos sabes tocar?
—Perdí la cuenta hace mucho.
—Vaya.
Una vez se hubo acostumbrado a la fluidez de las notas, comenzó a tocar. Un ritmo suave y delicioso llenó la habitación, y Male cerró los ojos y sonrió levemente. Morfo tocaba de maravilla. Aunque ella ya se sabía la canción que tocaba.
—Ya me la sé—susurró.
—¿Ah, sí? Vaya—se sorprendió sinceramente—, pretendía tocarla y que te relajaras, para que durmieras a gusto.
—Como una nana, ¿no?
—Algo así.
—Pues no creo que esa funcione. Prueba con otra.
Él probó con una y con varias, pero ninguna servía. Ella, divertida, las rechazaba todas, por insulsas o por absurdas, a veces incluso por haberlas oído demasiado en otros sitios. Al final él se cansó.
—Hagamos una cosa—empezó—. Voy a componerte una para ti y sólo para ti. Así me aseguraré de que no la hayas oído nunca, ¿de acuerdo?
—Tampoco tiene ser absurda ni insulsa.
—Tendrá letra. La tocaré a piano.
—¿No sería muy engorroso traer un piano hasta aquí arriba?—rió ella.
—Bueno, tendrás que bajar tú hasta allí y luego yo ya te subiré en brazos.
—Qué bonito, como un príncipe azul.
—Sí... Algo así.
Morfo se sonrojó un poco, pero ella no se dio cuenta. Volvió a meter la ocarina en la caja y se dispuso a marcharse.
—Bueno, pues en vista de que no he logrado absolutamente nada, me marcharé y dejaré que duermas tú tranquila.
—Hay una caja de música ahí en el cajón del tocador. No sé qué hace ahí dentro, pero creo que funciona y podría servir.
—Si tú lo dices. Pero la música de estas cajitas siempre es insulsa. Y aburrida.
—Sí—y volvió a reír un poco—, pero como no eres tú quien la toca, no me puedo quejar, así que de algo servirá.
—Qué mala eres.—dijo él, abriendo el cajón y cogiendo la cajita—. Espero que sepas que tenía mejores ocupaciones que darte un recital aburrido con la ocarina.
—Y yo tenía mejores cosas que hacer que discutir con un tío raro acerca de los nombres.
—¿Como llorar?
—Por ejemplo.
—Pues no llores más—la arropó y le dio con el dedo índice en la nariz. Ella se hundió bajo el edredón y le sonrió de nuevo, con las mejillas sonrosadas—. Que te pones fea.
—No creo que a nadie le importe.
—A mí me importa...
Y no dijeron nada más. Se miraron, y él se levantó de la cama, en la que se había sentado, y se despidió con un movimiento de mano.
—Buenas noches.
—Buenas noches.
Salió de la habitación y cerró con cuidado. Se encontró a Jack en el pasillo.
—¿Se ha dormido?
—En ello estaba.
—¿De qué habéis hablado?
—De nombres. De vidas y muertes. De voluntad.—hizo una pausa—. Y le he prometido que le compondría una nana.
Jack levantó una ceja.
—¿Una nana...?

—Sí.—miró hacia arriba, al infinito, y luego al suelo—. Sí. Una nana. Una nana para Madalane.