domingo, 30 de noviembre de 2014

Spin Off: El nacimiento de M

Humo y fuego, fuego y humo. Malena sólo era capaz de ver esas dos cosas a su alrededor. Si hubiera hecho caso a Ludwig habría podido escapar a ese infierno de calor y llamas. Si tan solo hubiera prestado atención a lo que él le apuntaba en su libreta, quizá habría podido seguir viva. Quizá no habría tenido que descubrir su verdadera naturaleza, y quizá no habría ocurrido todo lo que acto seguido sucedió después. Ahora mismo no se encontraría en un carruaje negro junto a una mujer encapuchada, con destellos en el pelo rojo como el fuego que la había quemado hasta la muerte, que sobresalían por debajo de la tela. Le daba escalofríos. Tanto recordar lo que sucedió como la incertidumbre de no saber lo que ocurriría después...

***

Synnove entró en un antro oscuro y cerrado, que olía a alcohol y a tabaco. Se sentó en una de las mesas del fondo, sin retirarse la capucha. Sacó una varita metálica del bolsillo y jugueteó con ella entre los dedos, sin darle mucha importancia a lo que ocurría a su alrededor. Hasta que la oyó cantar.
Levantó la mirada y la dirigió hacia el escenario. Allí, una joven ataviada con un traje completamente negro y el pelo cubierto por una mantilla oscura cantaba las piezas que un señor de mediana edad tocaba al piano. Las notas que entonaba armonizaban a la perfección con la melodía que el hombre reproducía, provocando el silencio en toda la sala. No había nadie capaz de importunar aquella maravilla traída desde el mismo seno de Dios. Todo el mundo, boquiabierto, observaba a la muchacha, que parecía beber del aire y respirar la belleza que emitía desde su pecho.
Synnove guardó la aguja. Era la muchacha que estaba buscando. Se levantó disimuladamente y se coló entre bastidores con facilidad, de modo que nadie la descubriera. Ya se había acostumbrado a evadir la mirada de los vieneses, así que no resultó difícil. Una vez ahí, observó a la muchacha más de cerca, admirando su belleza y la claridad de su voz. Sin duda era la indicada. Mientras estaba abstraída pensando en la chica, no se dio cuenta de que el pianista había captado su presencia, y la miraba disimuladamente desde la silla. Cuando acabó la pieza, toda la sala aplaudió, y él escribió algo en su libreta:
"Malena, tenemos que marcharnos de aquí. Corremos peligro."
Se lo enseñó, pero ella no prestó atención. Siguió pendiente de su público, haciendo reverencias. Él insistió.
—¡Ludwig, déjame! ¡Quiero disfrutar de mi momento de gloria!
Él, nervioso, miró a su alrededor y notó que la mujer de antes no estaba. Entró en pánico y agarró a Malena por el brazo, muy fuerte. Ella se resistió y se soltó.
—¡Te he dicho que me dejes!—gesticuló de manera exagerada y volvió a dirigirse al público.
El pianista no lo intentó más. Salió corriendo de allí justo a tiempo para evitar ser carbonizado por un mar inmenso de llamas que lamían el edificio.
Synnove había sido la causante del fuego. Se aseguró de que Malena no tuviera escapatoria, y después incendió el establecimiento. Desde fuera, todos observaban y escuchaban los poderosísimos gritos de la joven, que eran cada vez más débiles debido a la muerte que iba sufriendo, lentamente. Una vez el incendio fue sofocado, los rescatadores entraron en busca de su cadáver, pero no lo encontraron. Había desaparecido entre los escombros.
También Synnove había recogido el cuerpo de Malena. Varias calles más allá, al amparo de la oscuridad y el silencio, observaba cómo la muchacha iba regenerándose rápidamente, escapando del abrazo de la muerte. La llevó al carruaje que acababa de llegar a la boca del callejón y la subió con ella. Unos diez minutos más tarde, Malena despertó de un salto, con la ropa totalmente destrozada y cubierta con una manta. Miró a Synnove a los ojos y gritó por ayuda, pero un pinchazo en su brazo la tranquilizó.
—Relájate, ¿quieres? Ahora estás a salvo.
—¿Quién eres? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo he sobrevivido al fuego? ¿Tú me rescataste? ¿Qué ha sido de Ludwig? ¿¡Qué narices ha pasado!?
—Mi nombre es Synnove, pero mis subordinados me llaman Pelirroja. Jamás oses llamarme Synnove, o lo lamentarás. Puedo hacerte sufrir de mil formas diferentes, incluso llegando a la muerte, y tras ella todavía podría castigarte más. Estás aquí porque yo te he reclutado para mis filas, ya que tu voz es precisamente lo que busco para que mi plan resulte efectivo. Tu potencia se sale de la escala, tanto que es sobrenatural. Es un poder especial. Justo como el de ser "inmortal", como yo y todos mis subordinados. Tu amigo escapó antes de tiempo, supongo que sabía mis intenciones, no sé muy bien cómo.
—Entonces... ¿El fuego lo causaste tú? ¿Y qué es eso de "poderes sobrenaturales" y la inmortalidad? ¡Responde!
—Que te calmes. El motivo por el que estás aquí es porque yo te maté, y tú reviviste. Sencillo.
—¿¡Cómo que reviví!? ¿¡Qué significa esto!?
—Que eres prácticamente indestructible, por así decirlo. No importan las veces que mueras; revivirás al poco tiempo. Además, has sido dotada de unas maravillosas cuerdas vocales, capaces de hacer temblar el suelo que pisamos con poco esfuerzo.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Te he estado espiando...

***

Malena llevaba una vida tranquila en Viena. Cantaba con su amigo, Ludwig, que era pianista, y paseaba por las calles por las que se había criado con una familia noble que la había adoptado tras encontrarla sola detrás de un puesto vacío del mercado. A los 6 años fue catalogada con la etiqueta de prodigio en lo que se refería a música, y enseguida fue puesta a estudiar piano. A los 12 era una auténtica maestra, tanto cantando como tocando, pero prefería lo primero, así que se escapaba por las noches de la mansión para cantar en bares de noche. Más de una vez fue pretendida sexualmente por los hombres de las tabernas, pero ella se defendía gritando. O los dejaba sordos, o alguien acudía en su ayuda, de modo que siempre había estado muy bien protegida respecto a ese asunto. El día en el que ardió y murió por primera vez tenía 18 años. Comenzó a considerarse un monstruo, de modo que no quería quedarse más en su lugar de origen. Huyó con Synnove, alias Pelirroja, quien poco a poco fue ganándose la confianza de la joven cantante.
La noche en que todo ocurrió, huyeron de la ciudad de Viena para adentrarse en un mundo que Malena, tras mil y un cambios de identidad, calificaría como "hostil", "cambiante", y sobretodo, "triste". Aparte de sus compañeros de equipo, estaba completamente sola. Comenzó a centrarse en sus estudios musicales, habiendo dominado en poco tiempo absolutamente todos los instrumentos conocidos. Se encerró en sí misma y su mente comenzó a desordenarse poco a poco, dando como resultado a una mala bestia paranoica que no confiaba en nada ni en nadie.

Al igual que sus compañeros, estaba condenada. Condenada a morir todos los días, condenada a ver pasar el tiempo. Condenada a no envejecer, condenada a adaptarse constantemente y a huir siempre. Estaba condenada a morir viviendo. Y esa era la peor muerte que jamás podría desear a nadie.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Relato: Pelirroja Parte 10

Clara no se lo pensó dos veces al oír a "Gea". Se tiró encima y empezó a golpearla, aunque Gea no se movió ni un centímetro. Aun así, Morfo se la sacó de encima.
- Por mucho que quieras partirle la cara, no te va a servir de mucho. La he visto caerse desde Cubos enormes, pegarse unas hostias horribles y seguir como si nada. Es una mala bestia.
Cuando una voz de hombre salió de los labios de "M", Clara empalideció y empezó a agitarse, intentando zafarse de su agarre.
- No. NO. SUÉLTAME. ¡ERES UN JODIDO CABRÓN! ¡LOS DOS SOIS UNOS HIJOS DE PUTA! -chilló, señalando a Gea y a Morfo. - ¡CONFIÉ EN VOSOTROS! ¡FUERA DE MI VISTA!
Morfo soltó un suspiro, sin ceder en su agarre, pero empezó a cambiar. La cabellera caoba de M se acortó drásticamente y pasó a un color rubio pajizo, la piel se bronceó y los ojos azules se volvieron negros como la noche.
- ¡Suéltame! ¡Josh, no me seas gilipollas y quítame las manos de encima! -chillaba Clara.
- En serio, Clara, deja ya el numerito. Sí, te mentimos. Pero fue para protegerte. Mira, esto es lo que vamos a hacer: vas a ayudar a mi hermana a llevar al idiota inconsciente a un sitio más cómodo y luego va a contártelo todo. ¿Vale?
Clara forcejeó un rato, pero acabó asintiendo. Ayudó a Gea a levantar a V y salieron a toda prisa.
- A lo que iba...Tengo muchas ideas y poco tiempo -siguió Josh, ignorando la cara perpleja de Pelirroja. - Así que, por favor, cooperad mientras estemos Gea y yo por aquí. No me gustaría tener que encerraros, en serio. Y por si quedaba alguna duda, sí, el monstruito bipolar es mi hermana mayor y hará cualquier cosa para protegerme, quedáis avisados.
- ¿Hermana mayor? Eso es imposible. Puede que hayas elegido un aspecto similar al suyo, pero no hay ningún caso documentado. -bufó Pelirroja.
- Siempre se puede ser el primero en algo -sonrió burlón Morfo, agachándose hasta llegar a la oreja de Pelirroja. - Además, las fuentes que tenéis Titiritera y tú no saben ni la mitad que las mías, ya me he encargado yo de ello.
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Cuando los ojos negros de Josh le devolvieron la mirada, M soltó una exclamación y le soltó.
- ¿Me has estado espiando? ¿Dónde está Josh? ¿Le has hecho algo malo?
-  La duda ofende, "Malena", claro que os he estado espiando. Pero tranquila, a "Josh" no le ha pasado nada malo. Principalmente porque nunca ha existido. Lo que estás viendo es mi perfecto aspecto real.
- Ya veremos si eres tan gallito cuando te lleve con un lacito delante de Pelirroja. Pero antes te daré la paliza de tu vida.
- Creo que no, querida. Lo siento mucho, pero no quiero que te entrometas.
Antes de poder contestar, M sintió unas manos frías como el hielo en el cuello, seguidas por un extraño calambre que se extendió por todo su cuerpo. Al intentar moverse descubrió que no podía mover un músculo.
- Illy, por favor, vigila un rato, por si acaso se le pasa el efecto. De paso, podrías poner a M al día-, ordenó Morfo a la persona que estaba tras M.
- Vale, Morfy, pero no tardes mucho.
Esa voz... M quiso gritar cuando su interlocutora se adelantó, poniéndose en su ángulo de visión.
- Es la primera vez que te veo tan callada -rio Gea.
- Os dejo, chicas-. dijo Morfo, volviendo a adoptar el aspecto de M.- M, no te muevas mucho.
En cuanto Morfo salió por la puerta, Gea tocó varias veces su pulsera y M asistió a su transformación.
- Espero que no te importe, pero ya no es necesario el camuflaje -rio la nueva Gea. - Es uno de mis primeros cacharros, lo hice para que Morfy no tuviera que usar tanta energía. ¡También es un comunicador! A ver... ¿por dónde empezamos?
Iba a matar a esos dos palurdos en cuanto pudiera moverse, decidido.
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-  M, por mucho que te pese, ahora estamos en el mismo bando. Así que desatranca la puta puerta, que tenemos que hablar.
- Y yo te digo que puedes tirar toda la vida ahí, jodiendo, que no vas a entrar ni de coña, Morfo.
- Tendrás que salir algún día. Necesitamos tu voz.
-  Puedo hacer lo que me dé la gana, no dependo de nadie.
-  Bueno, dependes de Gea... teóricamente.
-  ... ¿Cómo que "teóricamente"?
-  En la teoría, Gea es la que hace pequeños cambios en tus partituras para que tu voz no sobrecargue los Cubos. En la práctica, soy yo porque no tiene ni puta idea de música.
-  QUÉ -chilló M, abriendo de golpe.
-  Cuando te pasas tanto tiempo oculto como yo, acabas teniendo hobbies. Y no es por presumir, pero la música se me da genial.
-  Eso lo tendré que decidir yo, imbécil. Venga, pasa, pero si haces algo que no me guste, te enteras.
Morfo, como única respuesta, le guiñó un ojo. M se sorprendió cuando Morfo, moviéndose como si fuera el rey del lugar, fue directo hacia su violín preferido y empezó a toquetear las frágiles piezas.
-  Una cosa, Morfo. -gruñó, conteniendo sus ganas de matar. -Si Gea y tú estabais fingiendo... ¿Dejará de hacerse la loca de una puta vez?
Morfo soltó una risita triste, y empezó a tocar una melodía suave. M tuvo que reconocer que no lo hacía demasiado mal, pero ay de él si no soltaba el violín.
- ¿Gea, fingir? Ojalá estuviera fingiendo que está mal de la cabeza. Eso me hubiera ahorrado unas cuantas charlas con hordas de campesinos noruegos del siglo XV sobre qué es la electricidad y por qué mi hermana genera el equivalente a una ciudad pequeña sin pestañear.
M no aguantó más, y, agarrando el violín, tiró al suelo a Morfo.
- Primera lección, capullo. MIS INSTRUMENTOS SOLAMENTE LOS TOCO YO. ¿O es que Gea no te lo dijo?
Se agachó al lado del confuso Morfo, que la miraba ¿absorto? Supo que algo iba mal cuando de golpe, en el suelo, empezaron a superponerse su propio cuerpo y el de Morfo.
- ¿QUÉ COÑO HACES?¡NO ESTOY DE HUMOR PARA BROMITAS!
-  N.…no es una br.…broma. - barbotó Morfo, retorciéndose. - cállate, no me dejas concentrarme.
M se tiró encima, haciendo que rodaran por el suelo. Eso solamente pareció empeorar las cosas. Consiguió colocarse encima. Un grito y list...
- ¡Morfy! Veo que estás haciendo buenas migas con la gritona. -Rio Gea desde la puerta.
Esto provocó que el cuerpo de Morfo dejara de cambiar y M se encontró encima de un turbado Morfo. Se levantó de un salto y le ayudó a levantarse. Estaba pálido y M tuvo que sujetarle para que no cayera al suelo.
- Creo que alguien ha malgastado energía a lo tonto -se burló.
-  C. Calla, estúpida. Te dije que te callaras, que no podía concentrarme.
Morfo se soltó del agarre de M, pero al segundo paso ésta tuvo que evitar su caída.
-  Morfy, tienes que descansar -lloriqueó Gea, -No has dormido nada en la última semana,
-  No necesito dormir, necesito que mi plan salga bie ¡Ay!
M no había tardado ni diez segundos en arrastrarle y empujarle a su pequeño camastro. Morfo protestó, pero un rápido susurro le dejó inconsciente.
- ¿Hace mucho esto? No quiero trabajar con alguien tan aleatorio. - preguntó M.
- La verdad es que no le había pasado nunca. Antes se quejaba de que acababa muy cansado, pero no hasta ese punto. Han debido ser los nervios.
-  Me parece muy bien. Ahora ¡PÍRATE! Tengo que trabajar.
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Penny miraba a través de unos prismáticos la ventana de M. No había podido oír la conversación de ésta con Morfo, pero había visto perfectamente cómo el maldito imbécil se había hecho el enfermo para darle pena a M.
- Yao, tenemos que avisar a Titiritera. Morfo e Illy están ahí dentro.
La única respuesta que recibió fue un coro de risitas. Se giró, encontrándose con Pelirroja, Sincara y Camaleón. Yao estaba en el suelo, aparentemente inconsciente.
-  ... ¿Cómo me habéis encontrado?
-  Morfo nos dijo que andabais cerca. Además, te hemos visto de lejos, imbécil. Estabas tan centrado en tu obsesión con M que no te has enterado. -dijo Pelirroja,
-  NO ESTOY OBSESIONADO CON M.
-  Lo que tú digas, mi querido pirómano. Aún me debes una disculpa por incendiar mi hogar. Quemaste más de la mitad de los cuadros, incluido un Greco.
Pe bufó: iba siendo hora de pirarse. Pero antes de poder hacer una simple llamita, un relámpago naranja y plata se le echó encima.
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