—Entonces...—comenzó Raak, avivando el fuego—, ¿puedo preguntarte algo?
—Ahá—contestó Male distraída.
—¿Qué pasó para que acabaras viviendo en mitad de un bosque junto a un monstruo ancestral que vive en un lago? Quiero decir... A cualquiera que se lo cuentes te va a alzar una ceja por lo menos.
—Bueno... A ver por dónde empiezo, sin liarme mucho. Tú que has trabajado en una biblioteca sabes mejor que nadie que hay tomos que nadie nunca ha llegado a abrir, por el motivo que sea, ¿verdad?
—Claro—soltó el palo en las llamas y se arrebujó en la manta.
—Bueno, pues mi padre trabajaba en una biblioteca, como tú. Pero la de mi padre era normal.
—Ya, ¡eso me lo imagino!
—Bueno—se rió levemente—, el caso es que un día se puso a hacer revisión de los tomos. Cerró la biblioteca durante unos días y se nos llevó a mi hermano y a mí para que le ayudáramos a catalogarlos y ese tipo de cosas. A los dos nos gustaba mucho ir a la biblioteca y leer, pero como lo de catalogar libros era un verdadero bodrio, en un despiste de mi padre nos levantamos corriendo y nos escondimos en uno de los almacenes más recónditos del edificio.
»Recuerdo que la habitación estaba totalmente a oscuras. Olía a polvo y a cerrado. Mi hermano sacó su consola y con el brillo leve del menú principal vimos a nuestra derecha un mueble con linternas. Al iluminar la estancia vimos estanterías y estanterías llenas de libros encuadernados en piel de color oscuro, muchos de ellos estropeados por el tiempo. No parecía que hubiera entrado nadie en esa habitación desde hacía mucho tiempo.
»Mi hermano enseguida corrió a las estanterías para ver lo que había. Yo le seguí con cuidado y advirtiéndole de que no tocara nada, pero él, como siempre, a la suya. Llegado un momento, se paró enfrente de una de las repisas y cogió uno de los pesados volúmenes que descansaban en ella. Lo miró por arriba y por abajo, lo abrió y lo volvió a dejar en el sitio tras encogerse de hombros, diciendo que no entendía ni una sola palabra de lo que estaba escrito. Yo, por curiosidad, también lo cogí y traté de leerlo, y me di cuenta de que yo sí podía. Las letras se movían solas y formaban palabras en un idioma que yo no recordaba haber estudiado nunca, pero que sin saber por qué, conocía, y me contaban los mitos de los monstruos del Espacio Profundo. Me asusté y tiré el libro al suelo justo cuando mi padre entró en la estancia, muy enfadado, y nos sacó de allí a rastras. Después entró él, se quedó mirando el libro que yo había tirado con cara descompuesta y lo volvió a dejar en su sitio, cerrando la puerta con llave al salir.
»A partir de entonces mi mente revolvió una y otra vez la idea de ir a por el libro de nuevo. Sabía que estaba mal, ya que no era mío, me daba miedo y además tenía que robarle a mi padre la llave para pasar a la sala, pero una fuerza irresistible me ponía nerviosa y me llevaba sin querer hasta la puerta cerrada del cuarto oscuro cada vez que iba a la biblioteca. Mi hermano, al que se lo contaba todo, dijo que me estaba preocupando demasiado por algo que no tenía importancia, ya que sólo era un libro más de todos los que había. Intentó convencerme de que lo que yo había visto eran las fotos en las páginas, pero yo sabía que no era así. Por eso, una noche, cansada ya de comerme las uñas de estrés, le robé la llave a mi padre y entré en la habitación oscura cuando a la mañana siguiente fuimos a la biblioteca.
***
—Ali.
—¿Sí, Vittorio?
—¿Por qué nos habéis detenido Galia y tú?
—Ahora en serio...—Ali miró al Jardín de fuera de la Biblioteca y sorbió su té—, ¿crees que iba a dejar que os pegárais en esta situación?
—¿Y Galia?
—A Galia la convencí de ponerse en medio porque estaba borracha del licor de las galletas y le prometí más. Pero seguro que cuando recupere la sobriedad opina igual que yo.
—Bueno.
Vittorio clavó la vista en el techo y no se movió. Suspiró y miró a Ali de nuevo.
—¿Qué tal está Male?
—No lo sé—sorbió con seriedad de la taza y la apuró. Tras dejarla vacía se dirigió a la puerta—. Cuando te veas capaz de andar subes a buscarla y le preguntas.
—Bueno.
De este modo Ali salió de la habitación, tragando saliva como podía. Se dirigió hacia la sala dos y, de allí, salió fuera del edificio y se perdió entre los matorrales.
Un rato más tarde, Vittorio se levantó de la cama, aún un tanto agarrotado. Caminando lentamente, logró llegar hasta el cuarto de Male. Tocó a la puerta, pero sólo oyó un murmullo extraño. Decidió entrar, para encontrarse a una Galia desparramada encima de la mesa comiendo galletitas. Tenía los ojos rojos y las mejillas arreboladas, y la boca llena de migas. Le saludó.
—¡Qué passssha, commmpañerooo!—levantó la mano y la dejó caer enseguida.
—¿Dónde está Male? Me habían dicho que estaba aquí.
—¡Sa pirao! Con el bibliotecario essshe... El del hacha.
—¿¡CÓMO!?—se tuvo que agarrar al marco de la puerta para no caerse.
—Nnnno me gritesh, ¿quiereh? A veh... Yo le di una essshfera de canalisasióng pa que ehtuviera porotegía ssssshiempre. Y el otro tipo parecía fuerte. ¡Jejejejeje!—hipó.
—¿Pero por qué no me lo han dicho?—Vittorio se puso la mano en la frente—. Se supone que yo tengo que saber todo lo que pasa aquí...
—Hablando de trahticosh... Toma—le alargó a Vittorio una pirámide con el mismo diseño que la esfera de Male. Vittorio se acercó agarrándose a las cosas y la cogió.
—¿Qué es esto? ¿Es para mí?
—Nooooup. Eh pa Bocha. Sirve pa lo mihmito que la de Mmmmale. Canalisha energíah. Lo va a neseshitar...
—¿Por qué?
—Yo qué shé tío, yo losh hago pa que tengan mejor control shobre suh podereshhh... En fin, tú she lo dash, que pa mí que me voy a quedar aquí un ratejo...
Cayó dormida y babeando sobre la mesa. Vittorio, pues, se guardó la pirámide en el bolsillo y salió de la habitación en busca de Bocha.
Y, después, de Ali.
***
—Estaba oscuro, como los días anteriores. Sin embargo, yo ya sabía dónde estaba el tomo. Me parecía verlo brillando en la oscuridad—Male se arrebujó en su capa. Raak le acercó más el tronco a la hoguera para que no pasara frío—. Ni siquiera cogí la linterna. Simplemente me acerqué, agarré el libro y me marché, cerrando la puerta con llave. Metí el libro en mi mochila, más tranquila, y me fui donde estaban mi hermano y mi padre.
»Cuando volvimos a casa aquella noche, esperé a que todos se fueran a dormir y me puse a leer el libro bajo la sábana de mi cama, con una lámpara portátil que mi madre compró para las excursiones al campo. Me contaba mitos increíbles sobre animales y seres ultra poderosos, de los cuales no era capaz de concebir ni siquiera la mitad de lo que estaba escrito en el libro que podían hacer. También me decía cómo invocarlos, y hubo uno que me hizo especial gracia, y aprovechando que era pequeño y el libro decía que era inofensivo, lo invoqué... Matando a mi perro en el proceso.
»No sé cómo ocurrió. ¿Quizá fuera una especie de onda expansiva sobrenatural? No lo sé. Fue tan repentino que vomité de la impresión antes que ponerme a llorar... Cosa que hice, y mucho. El caso es que no supe cómo reaccionar, el bicho se volvió a su mundo y yo intenté borrar todo rastro de cualquier invocación. Como no supe qué hacer con el perro, lo saqué a la calle y lo dejé tirado en medio del asfalto para hacer creer a la gente que lo habían atropellado. Jamás me he sentido tan mal en toda mi vida, creo.
»A la mañana siguiente, mi hermano se despertó llorando porque vio al perro muerto por la ventana. Yo lloré también, pero por otros motivos. Incluso creí por unos instantes que todo había sido un sueño. Sin embargo, mi padre se dio cuenta enseguida de lo que había pasado porque no había eliminado todos los restos de sal del patio y se me había olvidado tapar la sangre. Me cogió de la oreja y me obligó a hacer la maleta a la fuerza. También a mi hermano y a mi madre. Nos montó en el coche sin saber ninguno qué se proponía, y una vez se hubo puesto en la carretera, paró en la biblioteca y me sacó a tirones del coche. Yo llevaba el libro, porque sencillamente no podía separarme de él. Mi hermano se dio cuenta, pero no dijo nada hasta después. Mi padre y yo entramos pues dentro de la biblioteca y me llevó al cuarto oscuro. Allí me gritó como nunca me había gritado antes, y me obligó a dejar el libro donde lo había encontrado. Al yo negarme, intentó quitármelo, a lo que yo forcejeé. No consiguió quitármelo pese a lo mucho que tiraba y al final se cansó. Se me llevó de allí a rastras de nuevo, me metió en el coche y reanudamos la marcha.
»Mi hermano entonces me pidió explicaciones por lo que había hecho. Yo le respondí que todo había ocurrido sin yo darme cuenta, como en una especie de ensoñación, pero no me creyó. Había matado a su perro y él lo sabía, por simple deducción. Me dijo que me odiaba. Y eso fue lo último que escuché de él.
***
—¿Bocha?—Vittorio, que ya podía andar mejor, abrió la puerta de la habitación de Bocha, y le encontró dentro haciendo una especie de petate. Sorprendido, Vittorio cerró tras de sí y se internó más en la estancia.
—Ah, hola. ¿Qué pasa?—dijo él, distraído.
—¿Dónde te vas?—Vittorio empezaba a impacientarse. Todo el mundo se marchaba y nadie le pedía permiso.
—A buscar a Male.
—Ah, así que ella se va sin decirme nada, Jack se va sin decirme nada, y menos mal que acabo de entrar a verte ahora, ¡porque si no te vas tú y tampoco me entero! ¿Se puede saber qué tiene de acogedor el bosque?
—Para mí, nada. Por eso quiero traer a Male de vuelta, no quiero que pase mucho tiempo allí. Aunque sea para entrenar—con determinación, cerró el petate y se lo echó al hombro—. ¿Querías algo?
—Galia me ha dado esta cosa para ti. Dice que es un canalizador de energía o no sé qué—sacó la pirámide de metal del bolsillo y se la lanzó. Bocha la cogió con una mano.
—¿Y para qué sirve?—le dio vueltas y la observó. Se la colgó del cinturón con el mosquetón que llevaba incorporado.
—No me ha especificado detalles, no sé si por añadirle misterio o por estar sencillamente borracha. En fin, yo ya me he cansado de tantas tonterías. Voy a buscar a Ali—salió de la habitación—. Y más te vale encontrar a Male pronto y volver deprisa.
Y cerró de un portazo. Bocha se quedó mirando a la puerta unos segundos antes de coger un par de cosas más y salir él también de la habitación. En la puerta se encontró a Tarrkiem, que acababa de llegar corriendo.
—¿Ya te vas?—le preguntó.
—Sí—dijo Bocha, evadiendo su mirada—. ¿Querías algo?
—Sí—Tarrkiem le puso una de sus fornidas manos en el hombro—. ¡Voy contigo!
—¿...Perdón?
—Tú solo no vas a poder con todo lo que se te eche encima, así que he decidido ir contigo. Ranusa y Garret se quedarán aquí para "coordinar"—y en un susurro le dijo—, aunque yo más bien creo que el que va a coordinar es Garret y el otro sólo se rascará las narices, pero por confiar... ¡En fin! ¿Qué te parece la idea?
—Pues en realidad...—Bocha pensó durante un segundo. Tarrkiem era poderoso. Si había alguien que podía ayudarle en su misión, era él. Además, se llevaban bien—. Sí, claro, ¿por qué no? Vente.
Tarrkiem le expresó su alegría y le pidió que le acompañara a recoger un poco de equipaje. Bocha le siguió y miró por las ventanas al Jardín, pensando en su expedición. Iba a ser duro...
***
—No supe qué contestarle a lo que me dijo. Me odiaba. Y yo lo entendía. Miré por la ventana del coche y dejé de escuchar las maldiciones de mi padre y los intentos de mi madre por apaciguarlo. Estábamos en un bosque muy tupido, y muy lúgubre. El bosque del Lago de la Luna, como ponía en un cartel. Mi padre, llegado un momento, me preguntó a gritos si le estaba escuchando, a lo que no pude responder, porque se nos cruzó un animal indeterminado en la carretera y chocamos. Mi padre perdió el control del coche y se estrelló de lado contra un árbol. Él se abrió la cabeza con el volante, mi madre se partió el cuello del impacto y mi hermano fue aplastado por el árbol. Yo me libré milagrosamente, salí del coche y me interné en el bosque, con el libro en mis manos, mi maleta medio rota y la varita de plata de mi hermano. No recuerdo por qué tenía una, pero me la llevé, de recuerdo, supongo. No quería ver aquel estropicio. Habían muerto por mi culpa, y yo lo sabía. Lo sabía todo. Sabía qué me iba a encontrar en ese bosque desde el momento en que cruzamos la primera línea de árboles, así que enseguida me dirigí hacia el sitio correspondiente. Dejé las cosas en la orilla excepto el libro y la varita y me sumergí en el agua con ellos, a fin de ser devorada por el gran monstruo proveniente del Espacio Profundo, el todopoderoso Glob'Blg-Golyblr.
Male dejó de hablar durante un rato. Raak no la forzó a continuar, puesto que sabía lo duro que era contar una experiencia tan traumática. Sin embargo, sí que le preguntó una cosa.
—¿Tu padre iba a lanzarte al monstruo para que te devorara?
—Por supuesto que no. Iba a lanzar el libro para asegurarse de que nadie más pudiera leerlo nunca. Pero se nos llevaba a todos para que fuéramos testigos de ello y pudiéramos asegurarnos con total certeza de que el tomo se deshacía.
—Ah, bueno.
Dejó pasar un rato de enfriamiento. Male levantó la mirada hacia las estrellas que se veían más allá del precipicio y continuó un poco más.
—El monstruo no me devoró. Me rodeó con cuidado con uno de sus tentáculos y me sacó fuera del agua, a a sabiendas de que dentro de poco rato me ahogaría. Cazó peces para mí y me los dejó en la orilla. Yo aprendí a las malas cómo encender un fuego, casi quemando todo el bosque, y cuando descubrí mi poder me aseguré de usarlo para conseguir un hornillo. Salí de las profundidades del bosque y se lo robé a unos campistas que pasaban por allí. A partir de entonces, usé la magia del libro para ocultar el lugar a los ojos de la gente y vivir a salvo. Me hice una cabaña y todo...
—¿Y tu poder? ¿Cómo lo descubriste?
Male guardó silencio durante unos instantes y se levantó del tronco. Sonrió levemente y se metió en la pequeña tienda que iban a compartir para dormir.
—Mañana te lo cuento—dijo en un murmullo.
Y Raak, apagando la fogata con un chasquido de dedos, la acompañó dentro y se durmieron juntos.
***
—Tarrkiem...
—¿Sí?
—Estás seguro de que quieres venir conmigo, ¿no?
—Bueno...—Tarrkiem se ajustó el sombrero—, alguien tendrá que cocinar.
—No me seas así, me las arreglaría y lo sabes.
—Lo dudo seriamente.
Los dos miraron hacia lo profundo del Jardín y, echando mano a sus armas, empezaron a cortar matorrales y a caminar hacia la espesura.
—¿Pero de verdad crees que no aprendería a cocinar?
—Venga ya, si ni siquiera sabes encender fuego. Y usar tu espada para ello no cuenta.
—Eres un rollo de persona.
—¡¡ESPERAD!!
Los dos se giraron ante el grito de Galia. La joven venía tambaleándose, pero estaba sobria. Los dos se sorprendieron, ya que hacía relativamente poco que se había acostado a dormir la mona y parecía muy pronto para que estuviera recuperada del todo. Traía un cubito como la pirámide de Bocha.
—Para Tarrkiem. Me enteré de refilón que se iba con Bocha, así que también le vendrá bien esto.
Se lo dio y Tarrkiem, tras observarlo, se lo colocó en el cinturón.
—Por cierto, Galia, ¿para qué sirve? Male también tiene uno, nos han dicho.—Bocha señaló el suyo.
—Sí, verás, es un dispositivo que permite asumir y almacenar grandes cantidades de energía y transformarlas en la vuestra en poco tiempo. Os va a hacer falta, ya que os vais a enfrentar a muchos peligros ahí fuera y desearéis tener una fuente extra de poder cerca. Recoge magia del aire, por decirlo de modo más espiritual, y os la transmite a vosotros para que la podáis usar de forma cómoda. Supongo que Male sabrá usarla, pero en el caso de que no sepa tampoco me preocupa mucho porque va con Jack y tiene cara de espabilado.
—Muchas gracias—dijeron los dos a la vez.
—De nada. Que tengáis mucha suerte con lo vuestro. Yo me vuelvo a dormir, que me duele la cabeza un montón... Ay...
Galia se fue de nuevo y los dos chicos se internaron en la espesura del Jardín, perdiéndose de vista casi de inmediato, y marcharon sin cesar hasta que cayeron los soles.
viernes, 25 de diciembre de 2015
jueves, 27 de agosto de 2015
Capítulo XXV - Unos se van, y otros vuelven
—A veces me pregunto, Inna...—comenzó
Maigar.
—¿Sí?
—Si hice bien en llevarme a esos tres
idiotas de la mansión de Todo—se rascó la cabeza y apoyó la
cabeza sobre los brazos, los cuales tenía sobre las rodillas
flexionadas.
—¿Qué otra cosa podías hacer?
¿Dejar que murieran, como Joel? Al menos ahora se están entrenando.
—Pero tú misma predijiste lo que
sucedería después—continuó él—. ¿De qué sirve que se
entrenen si van a morir?
—Muchos morirán en la batalla,
Maigar—ella acarició la esfera de su bastón—, pero al final
todos cumplirán su papel. Sólo es cuestión de...
—¿Su papel, Inna? ¿¡Cómo puedes
ser tan fría!?—Maigar se levantó de un salto y la miró furibundo
desde el interior de su capucha—. Cualquiera esperaría escuchar
alguna palabra de ánimo de tu boca, teniendo en cuenta además quién
eres.
—Quien yo sea, tú seas o sea
cualquiera no es relevante en este caso. Todos tenemos un enemigo
contra el que luchar, y mucho que ganar si lo derrotamos. Sin
embargo, no hay nada que perder ya—se levantó—. Pandora mueve
fichas, Vittorio pierde la cabeza y Morfo no ayuda. Male y Jack han
escapado, Galia ha creado unos instrumentos bastante peligrosos y ni
siquiera soy capaz de adivinar lo que pasará con Ranusa y
Tarrkiem...
—¿Y qué pretendes que hagamos? ¿Que
nos lancemos hacia la batalla sin pensar? ¿Sin tener siquiera un
plan? ¡Y porque es el mismo enemigo! Cualquiera diría que eres la
Sabia del Espacio.
—Y cualquiera diría que Vittorio es
el Sabio del Tiempo. Como ya te he dicho, nuestros papeles son
irrelevantes en esta guerra. Todos somos igual de mortales... Bueno,
todos no, pero tú me entiendes.
—Vale, de acuerdo. Todos somos igual
de mortales—Maigar comenzó a gesticular con las manos, furibundo—,
pero tú misma me dijiste hace ya bastante tiempo que cada pieza de
este juego es vital para ganar la batalla. ¡Te contradices!
—Maigar, el curso de los
acontecimientos ha cambiado. Yo no conté con la llegada de Morfo—le
contestó Inna—, y sabes de sobra que si Morfo no hubiera estado
aquí Vittorio no habría perdido la cabeza.
—Inna, esta conversación no tiene
sentido. Si Penesan, el Cretino y Thorgio van a morir, ¿qué sentido
tiene ponerlos a entrenar? Al principio dices que todas las piezas
del juego son vitales. Luego llega Morfo, le trastoca la cabeza a
Vittorio y de repente pueden morir todos por una causa común. ¿Me
lo quieres explicar? ¿Por qué tienen que recibir entrenamiento
estos tres tontos si se van a morir igual? ¿Qué tiene que ver Morfo
en todo esto? ¿De dónde sale Morfo?—Maigar ya casi gritaba.
—Relaja el tono. Te lo explicaré una
vez hayamos salvado a Bocha.
—¿¡Encima también tenemos que
salvar a B-!? Espera, ¿qué has dicho?—el joven miró muy
preocupado a su hermana mayor, que lo miraba con gravedad.
—He dicho que hay que salvar a Bocha.
Teletranspórtanos al calabozo de la mansión de Todo.
—B-bueno. ¿Pero por qué a este lo
salvamos y a Joel no?—dijo él, mientras preparaba el
teletransporte.
—Porque sin Bocha no tendremos ni a
Jack, ni a Male, ni a Golyb. ¿Recuerdas el rollo de las cronologías
condenadas que te explicó Vittorio al principio y que tú decidiste
ignorar?
—Sí.
—Pues ahora lo vas a entender. Bocha
es un punto clave para el éxito de la cronología. ¿Tienes eso
listo ya?—Inna se levantó y alzó el bastón.
—¡Sí!—sonrió Maigar.
—¡Muy bien, pues nos vamos! ¡Khaos
Qaysh'pe...!—comenzó a decir ella.
Y desaparecieron con un destello en el
aire.
—Vamos, ¡deprisa, no hay tiempo que
perder!—gritaba Bocha. Señalaba una de las paredes de la celda,
que comunicaba directamente con el exterior—Kay, ¡haz volar eso y
sácanos de aquí!
—¡Marchando una explosión con
guarnición de cascotes y arena!—Kay se colocó unas gafas
protectoras y apretó la pantalla de su PDA en una zona determinada.
Los explosivos que había detrás de la pared, colocados allí con
anterioridad por él mismo para dar pie a su posible huida,
estallaron y destruyeron el muro, quedando una gran boca negra que
daba paso a la oscuridad de la noche.
—¡Salid todos!—gritaba el joven
espadachín—. Yo os cubro las espaldas.
—Nosotros también somos buenos
luchando, ¿eh? Aunque no tengamos poderes—dijo MDM mientras corría
hacia fuera.
—¡Déjale hacer lo que quiera,
mujer! Total, no es como si tuvieras nada que hacer contra Bego, ¿no
es así?—Wïrts, ya fuera, se paró un segundo para reír—.
¡Cuánto tiempo sin oler el aire fresco de la noche!
—¡No te pongas romántico! ¡¡Hay
que correr!! ¡¡YUUUHUUU!!—Rafa, el Mensajero Veloz, iba y venía,
muy nervioso, por el campo que rodeaba la mansión de Todo. Cogía a
algunos de la mano y los adelantaba un trecho, daba vueltas alrededor
de otros para animarlos a correr... Todas estas acciones iban
acompañadas de una risa histérica.
Bocha los miraba, contento de haber
cumplido la primera parte de su misión. Fue a correr hacia fuera,
pero una voz lo detuvo.
—¿A dónde crees que vas,
listillo?—Bego, apoyada sobre el marco de la puerta de la entrada a
los calabozos, lo miraba con los ojos entrecerrados.
—A cualquier sitio que esté más
limpio que este—respondió él, poniendo cara de asco.
—¿Te crees muy gracioso?—la
expresión de ella era imperturbable.
—No, lo decía en serio. Limpiad esta
porquería de sitio, por el bien de la humanidad.
—¿No deberías preocuparte más por
el riesgo que entraña tu vida que por el hecho de que este sitio
esté sucio?
—No, la verdad es que no.
—Se nota que no me conoces—se
relamió, con una sonrisa enferma en los labios.
—Sí, se nota que no te
conozco—sonrió con superioridad e invocó una espada adornada con
filigranas de todos los colores. Señaló a Bego con ella—, pero no
importa, ¡porque pienso acabar contigo!
—¿Tú crees?—dijo ella, mostrando
sus guanteletes dorados—. Recuerda quién te entrenó. ¡No vas a
poder atacarme sin que yo sepa cómo contrarrestarte!
—¡Demuéstralo!
—¡No tendrás que pedirlo dos veces!
Bego se lanzó al ataque.
Inesperadamente, arremetió con una patada hacia la entrepierna de
Bocha, quien paró la acometida con el filo plano de la espada.
—¡Eso es un golpe bajo!
—¿Y tú qué? ¿Eres demasiado
blando como para cortarme la pierna?
—Digamos que me compadezco de
ti—resbaló la espada por el pie de ella, dio una vuelta sobre sí
mismo y atacó con el filo en diagonal, rasgando la tela de la capa
de Bego—, pero como veo que no lo agradeces voy a dejar de hacerlo,
creo.
—¿Crees?—lanzó una nube de vapor
a los ojos de su contrincante y desapareció en ella, para golpear
por la espalda a Bocha.
—Creía. Ahora ya lo sé—él invocó
dos espadas que chocaron de pleno contra la mano de Bego, que se
dirigía peligrosamente hacia la nuca del espadachín. Se volvió
sobre sí mismo y atacó como antes, dibujando una cruz en la túnica
de su ex profesora—. ¿Sabes? Llegué a apreciarte mucho.
—Oooh, ¿te vas a poner
sentimental?—se burló ella, retrocediendo a saltos.
—Es por dar conversación.
—¿¡Te aburre mi estilo de pelea!?
—Me falta bostezar.
—¡Cabrón!
Ella se lanzó directamente a por él,
pateando y dando puñetazos con gran maestría. Utilizaba sus
guanteletes como pequeños cuchillos que Bocha bloqueaba sin gran
dificultad, pero al cabo del rato Bego aumentó el ritmo y empezó a
hacerle sudar.
—Ahora ya no tienes tantas ganas de
hablar, ¿eh?—jadeó ella.
—Tu conversación no es interesante
tampoco—respiraba con dificultad.
—¡Eres un maleducado!
—Y tú una tramposa.
Ella se volvió a lanzar, y esta vez
activó una especie de extensión de sus guanteletes para crear una
espada de filo fino y delgado, casi una ropera. Arremetía con las
estocadas de un profesional de la esgrima, y lo único que podía
hacer Bocha contra eso era retroceder y esquivar. Hasta que ya no le
quedó hueco y notó la pared agobiándole en la espalda.
—Estás, como quien dice, entre la
espada y la pared—le dijo Bego, socarrona.
—Eso no es una espada—musitó él.
—Pues funciona tan bien como una. O
si no, ¡pregúntale a tu garganta, que está a punto de ser
atravesada!
Y entonces Bego se lanzó a por él con
una risa triunfal como banda sonora. Sin embargo, lo único que notó
en el filo del guantelete fue el chocar de acero contra acero y la
dureza de la pared en la punta.
Bocha había invocado una segunda
espada, que había utilizado para desviar la de Bego hacia arriba y
hacer que se estrellase contra la pared. Acto seguido convirtió la
otra en una espada de fuego y atacó directamente al guantelete,
fundiéndolo en el acto y haciendo que la larga punta que sobresalía
de él cayese y resonase en el suelo de la mazmorra. Y se lanzó con
las dos espadas contra Bego, gritando y con los ojos inyectados en
sangre.
—¿¡Te has vuelto loco!?—gritaba
ella también, presa del pánico, retrocediendo hacia el agujero
causado por la bomba.
—¡¡Sólo se me ha agotado la
paciencia!! ¿¡Creías que tenías problemas!? ¡¡No he hecho más
que empezar!!
Ella se apoyó en un gran cascote y
saltó sobre Bocha con agilidad. Él, sin embargo, se giró a tiempo
y consiguió rasgarle de nuevo la túnica. Ella volvió a intentar
defenderse con el guantelete que le quedaba, pero Bocha volvió a
fundirlo con la espada de fuego y el único remedio que le quedó fue
saltar hacia atrás.
—¡¡Esto no es lo que te enseñé!!
¡¡Estás ignorando la técnica!!
—¡¡Confié en ti, joder!! ¡¡Pensé
que me harías más fuerte, pero sólo me hiciste un inútil!! ¿¡Es
así como te dijeron que tenías que enseñarme a pelear!? ¿¡Acaso
planeabas traicionarme desde el principio!?—con la voz ya casi
ronca, el espadachín atacaba una y otra vez sin dejar ni un solo
hueco en su guardia. Como poseído, danzaba con las espadas en las
manos, tratando de alcanzar a su ex profesora.
—¿¡Y quién coño te dijo que
confiaras en mí!?
—¡¡Tú!! Al... Maldito...—se
detuvo un segundo y lanzó la espada de fuego hacia adelante en una
estocada a fondo—. ¡¡PRINCIPIO!!
Bego saltó hacia atrás con afán de
esquivarlo, pero incluso habiéndolo conseguido notó el acero
clavársele en el cuerpo. Bocha había invocado una espada justo
detrás de ella.
Bego no se movió. Miró a Bocha con
los ojos vidriosos y cargados de furia e impotencia. Trató de decir
algo, pero la sangre le llenó la garganta y tosió. Bocha bajó las
espadas y miró, lloroso, a su antigua maestra, y cómo se
arrodillaba con la espada clavada en la espalda.
—Pareces... Un juguete de cuerda
roto—musitó él, casi sin querer.
Ella no dijo nada.
—Confié en ti. Creí que me
ayudabas, que te importaba... Al menos lo suficiente como para
sonreírme de vez en cuando. Llegaste a gustarme...—tragó saliva—.
Llegué a quererte.
—Elegiste...—tosió—, a la
persona equivocada...
—Obviamente—a él le temblaron los
labios.
—Entonces... Me has ganado... AGHK.
—Sí...
—Bien por ti... AJJJJJ. Pero, gracias
a mi maravillosa previsión...—temblando, Bego se sacó un mando a
distancia del bolsillo del pantalón y se abrió la túnica,
revelando un chaleco recubierto de explosivos—... ¡¡NO VAS A
PODER CONTARLO!!
Y entonces apretó el botón. Bocha,
inmóvil, contempló cómo el cuerpo de Bego se incendiaba y,
después, un gran ruido y un resplandor. Sin embargo, mientras ponía
las manos delante de la cara como acto reflejo, y pensó él que
último, oyó una voz femenina gritar justo por encima de él...
—¡...aos Qaysh'pety!
Y observó cómo Inna aparecía de la
nada junto con Maigar, y creaba un escudo mágico que lo protegía de
ser arrastrado por las llamas de la muerte.
—Agh...—se quejó Morfo,
arrodillado en el suelo mientras trataba de taparse la hemorragia que
surgía de su rodilla izquierda. Miraba a Vittorio desde abajo,
desafiante.
—¿Por qué me miras así? ¿Acaso
quieres otro tiro?—espetó Vittorio, con los ojos encendidos de
rabia.
Morfo se miró la mano llena de sangre
y la rodilla. Cerró los ojos y la cicatrizó, usando su poder.
Entonces se levantó.
—Sabes que no puedes matarme—dijo,
sacando un cigarrillo y metiéndoselo en la boca. Miró de forma
irónica a Vittorio y sonrió—. ¿Tienes fuego?
El rubio montó en cólera y disparó
unas cuantas veces más, acertando todas. Pero Morfo se recuperaba
como si tal cosa. Llegado un momento, Vittorio tiró el arma al
suelo, ya inútil, puesto que había vaciado el cargador, y se lanzó
con un ardiente puñetazo hacia la cara de un Morfo... Que ya no era
Morfo.
—¿¡Pero qu-!?—gritó Vittorio,
deteniéndose.
Frente a él tenía a Ali, que, con el
cigarrillo de Morfo, lo miraba con ojos llorosos. Acto seguido cambió
a Galia, quien los tenía vidriosos cual borracho. Después a Mariam,
que los tenía arrancados, y por último a Male, que los tenía
blancos e inexpresivos, expeliendo una luz mortecina y hueca...
Vittorio agarró a la copia de Male por
el cuello, y esta le siguió mirando. A punto de llorar de pura
rabia, la levantó, y ella, sin resistirse, musitó...
—Detente... Hazlo por nosotras...
—¡¡HIJO DE PUTA!!—gritó el
rubio, e incendió el cuerpo de la joven.
Tiró el cadáver ardiente de Morfo al
suelo. Lanzó varias bolas de fuego más para asegurarse de que
quedaba carbonizado por completo y hecho cenizas. Entonces cayó de
rodillas al suelo y le gritó.
—¡¡Tú no eres ellas, maldito
cabronazo!! Tú no has sufrido lo que ellas. ¡¡Tú no sabes lo que
es...!!
—¿Perder a todas las personas a las
que has querido alguna vez desde que naciste?—Morfo se agitó entre
el fuego y las cenizas de su cuerpo y resurgió como nuevo de ellos—.
No te atrevas a continuar lo que sea que fueras a decir, porque te
cogeré del cuello y te mataré.
—Tú tampoco puedes matarme a mí...
—No me tientes.
Vittorio se levantó y lo miró de
nuevo. Morfo escupió en el suelo. Y ambos se lanzaron, con los puños
alzados, a golpear al otro.
Male, sentada en un tronco, observaba
el fuego crepitar, evitando a toda costa el contacto visual con Jack.
Este la miraba con la esperanza de que dijera algo, pero al cabo del
rato se levantó y se fue hacia el borde del acantilado en el que
estaban, observando las estrellas. Pensó seriamente en lo que
acababa de hacer. ¿Era la opción correcta? Según lo planeado con
el resto, era lo más adecuado. Male necesitaba entrenar, ¿y qué
mejor lugar que El Jardín?
No, aún así se había saltado muchas
reglas. ¿Escapar por la noche? ¿Los dos solos en mitad del bosque?
Definitivamente no había sido buena idea, pero después de lo de
Vittorio, no podían esperar hasta la mañana siguiente. Además,
pensó después, con los poderes de Male, aun en su estado primitivo,
y los suyos propios, seguían siendo lo suficientemente fuertes como
para poder encarar a cualquier bicho que les asaltara.
Con la sensación de haber actuado
conforme a la lógica, tomó aire y volvió hacia el campamento. Male
seguía mirando las llamas.
“Vamos”, pensó Jack. “Hazlo por
ella.”
—Male. Male—comenzó él—, ¿me
escuchas?
—Sí—pero no lo miró. Jack sintió
cómo un escalofrío le recorría desde la parte de abajo de la
espalda hasta el cráneo, vértebra por vértebra. Al cabo de un
rato, ella suspiró—. ¿Y bien?
—Sabes por qué te saqué de ahí,
¿no?
—¿Porque los dos rubitos subnormales
se estaban pegando?
—Aparte...—Jack se sentó y se pasó
una mano por la cabeza—. Quiero enseñarte a manejar tu poder.
—Ya sé manejar mi poder. Podría
pararte el corazón aquí mismo si quisiera—alimentó el fuego con
una ramita y se arrebujó en la capa—, pero no voy a hacerlo.
—Un detalle por tu parte, la verdad.
—No me seas gracioso, aún estoy a
tiempo.
—Vale, de acuerdo, sabes controlar
muy bien los líquidos—admitió Jack—, y todos sus estados, la
verdad es que es admirable. Pero aún no sabes controlar el verdadero
poder que yace en ti.
—¿Qué verdadero poder ni qué ocho
cuartos?—Male ya hablaba incluso con desprecio, añadiéndole su
bordeza natural.
—¿Crees que cualquier persona normal
y corriente podría hablar con una Deidad Antigua sin caer en la más
absoluta de las locuras? Sobre todo si es durante tanto tiempo—Jack
rió—. Ya viste a Malan en el lago. Casi le da un ataque cuando se
dio cuenta de que no podía controlarte. Y, casualmente...
—...Yo estaba en comunión con Golyb.
—Estabas y estás. Esa unión no se
deshará hasta que alguno de los dos muera—la miró seriamente—,
con graves consecuencias en ambos casos.
—Sí, eso lo sé, lo pone en mi
libro... De forma bastante velada, pero algo he podido sacar—Male
sacó las manos de la capa para gesticular—. ¿Pero qué quieres
decir con lo de perder la cordura por hablar con Golyb?—se rió
amargamente—. ¿Acaso no ves que ya se me ha ido la pinza?
—Eso son efectos secundarios de la
unión que tienes con Golyb—Jack meneó la cabeza de lado a lado—.
Te hablo de la destrucción completa de tu psique. Esos ataques de
ira que te dan cuando alguien toca tu querido lago son normales, es
instinto de protección.
—Vale. Me lo puedo llegar a creer.
¿Pero entonces? ¿Qué pasa conmigo?
—Que eres una semi-deidad, Male.
No llegaron a tocarse.
Tanto Vittorio como Morfo cayeron
súbitamente de rodillas al notar un chispazo que les recorría todo
el cuerpo, de arriba a abajo y de abajo a arriba. Galia se había
interpuesto entre ambos con los brazos abiertos y un táser en cada
mano, y ninguno de los dos sabía cómo. Cuando cayeron al suelo,
convulsionándose, y vieron la sombra de Ali con la mano levantada,
brillante y recubierta en humo y una ligera luz rosácea, entendieron
cómo había llegado hasta allí. Oyeron a Galia blasfemar y
dirigirse de nuevo hacia el interior del edificio, arrastrando los
pies y sujetándose la cabeza con una mano. Acto seguido
desaparecieron de la tierra del suelo del exterior de nuevo gracias a
la intervención de Ali y otro hechizo de teletransportación, y
aparecieron cada uno en sus respectivas camas, para gritar, quejarse
e insultar a gusto a la puta madre que parió a Galia, a Ali y a las
jodidas pistolas de rayos que les habían quemado el pecho.
Bocha abrió la puerta de la salita de
estar donde Ranusa y Tarrkiem discutían sobre quién habría ganado
a quién, si Vittorio a Morfo o viceversa. Garret trataba de estudiar
de unos libros con cara de frustrado, pero al oír la puerta abrirse
se dio por vencido. Cerró el libro con un golpetazo, se levantó y
se sentó en un sillón que había disponible. Miró a los dos otros
dos que debatían con cara de fastidio y de genuina sorpresa y alivio
cuando reparó en Bocha, que estaba de pie con la espalda apoyada en
la puerta cerrada, la cabeza mirando hacia el suelo y las manos en
los bolsillos de la gabardina negra. Garret se levantó de un salto.
—¡¡Bocha!! ¡¡Estás bien!!
El joven estudioso se acercó y abrazó
fuertemente a Bocha, que le devolvió el abrazo automáticamente.
Tras un par de segundos, el espadachín de gabardina apretó los
brazos y contuvo las lágrimas que se le asomaban a los ojos a base
de cerrar los ojos con fuerza.
—¿Qué te ha pasado, tío? ¿Por qué
lloras?—le preguntó Ranusa que, de cara a ellos en el sofá, había
levantado la mano a Tarrkiem para que se callara.
—No lloro—murmuró Bocha, con la
voz temblando.
—Una mierda no estás
llorando—intervino Tarrkiem—. Anda, siéntate—y le ofreció
sitio en su sofá.
Bocha se soltó del abrazo de Garret,
sorbió los mocos y se sentó junto al controlador del metal. Apoyó
los codos sobre las rodillas y hundió la cabeza entre las manos.
—¿Y bien?—preguntaron todos a la
vez.
—¿Y bien, qué?—respondió él.
—Que qué pasó—preguntó Garret,
preocupado—. ¿Te hicieron algo?
—No, no, estoy bien...
—A lo mejor físicamente sí—dijo
Tarrkiem—, pero mentalmente parece que hayan cogido una bayeta y la
hayan estrujado fuerte contra una pared de gotelé gordo.
—¿En serio esa es la mejor
comparación que se te ocurre, tío?—le riñó Ranusa.
—¿Prefieres poesía del estilo de
Reuben Darey o de Rosely la Castrada? Puedo imitarlos a ambos.
—Sabes que a ninguno de los dos hay
por dónde cogerlo—rezongó el velocista.
—Mirad, no estoy de humor para
gilipolleces—dijo Garret, haciéndoles callar a los dos con rostro
enfadado—, así que dejad que cuente lo que tenga que contar y
luego ya vosotros os ponéis a discutir cuál de los dos poetas es
más peñazo. Pero ahora no.
—Gracias, Garret. A ver...
Bocha, al borde del llanto, comenzó a
relatar lo sucedido. Cuando llegaron al momento de la inmolación,
todos gritaron de indignación respecto a Bego y de sorpresa al ver
con qué precisión Maigar e Inna habían aparecido en escena para
colocar el escudo. Y con qué visión de futuro.
—¡Casi parecen un deus
ex-machina!—comentó Tarrkiem, anonadado.
Bocha entonces contó cómo todos
habían sido teletransportados a la Biblioteca y dispuestos en sus
respectivas habitaciones, y cómo él había salido de la suya pese a
las estrictas órdenes de Maigar de no hacerlo.
—Pues como te pille aquí te va a
caer un marrón que no lo quiero ni pensar—dijo Ranusa.
—Qué va, probablemente me
teletransporte allí y me ate a la cama o algo así. Nada que un
estilete no pueda arreglar—y, con rostro aburrido, invocó uno
pobremente decorado, con el filo de latón.
—¿Por qué no quieres estar en tu
cuarto?—preguntó Garret.
—Porque no quiero pensar más en
esto. Prefiero distraerme. ¿Qué pasó con Male? ¿Se recuperó del
trauma? Porque me parecería raro que lo hubiera hecho tan rápido.
—A todo el mundo le extrañó, pero
de repente se le desató una especie de furia berserker y por poco se
carga a Malan. Lucas tuvo que vaporizar su espada de hielo justo
antes de que le atravesara con ella—contó Garret, recostándose en
el sillón.
—Y luego se piró con Jack, el
bibliotecario, a Dios sabe dónde. Vamos, que ya no está por aquí,
y dudo mucho que vuelva en un tiempo—remató Ranusa.
—¿¡Que se ha ido!?—Bocha se
levantó de un salto y los miró, incrédulo. Los labios le temblaban
y había cerrado los puños con fuerza.
—Sí, pero está a salvo—trató de
tranquilizarle Tarrkiem, haciendo gestos suaves con las manos—. Por
lo que me han dicho, Jack es bastante fuer...
—¿Y dónde se ha ido? ¿Por qué?
¿Cuándo? ¿CÓMO?—Bocha parecía estar a punto de entrar en un
ataque de histeria.
—Sir Agh-nabir!—Garret le apuntó
con la mano, que relució levemente, e hizo que las pulsaciones de
Bocha bajaran a un ritmo normal y respirara hondo—. Tranquilízate.
Ali y Lucas probablemente lo saben. Yo sólo sé que ha sido más
allá de los muros de la Biblioteca, al Jardín...
—¿P-pero para qué?—tartamudeó
Bocha, confuso.
—Para entrenar—le contestó el
estudioso—. Se han ido esta noche. Menos mal que Vittorio y Morfo
están en cama electrocutados, si se llegan a enterar no creo que
fuera a hacerles mucha gracia.
—Pero qué ha pasado aquí...—murmuró
Bocha mirando al suelo, derrotado.
—Pues un montón de mierda absurda,
en mi opinión—intervino Ranusa—, pero, sinceramente, si Male
está mejor ahí fuera yo voto por que no vuelva. Aquí la estaban
matando entre unos y otros. Y pensar en este asunto me hace
preguntarme...
—¿Por qué te importa tanto que Male
se haya marchado?—le cortó Tarrkiem.
—¡Tío, si íbamos a preguntar lo
mismo cuál es la puta necesidad que tienes de cortarme!
—Por el bien del drama—contestó
Tarrkiem, e hizo una semi-reverencia.
—Drama mis cojones—le contestó el
otro.
—A ver, sois conscientes de que eran
muy amigos, ¿verdad? Forjaron una amistad muy fuerte en la
mansión—contestó Garret.
—Y, además—dijo Bocha—, ¿no la
oíste gritar cuando Bego me raptó? Parecía desesperada.
—Lo pasó muy mal—aseguró el
estudioso. Se ajustó las gafas.
—Pues eso. Si decís que está bien,
bueno... No me lo terminaré de creer hasta que lo vea con mis
propios ojos. Pero confiaré en que tenéis razón mientras la busco.
—Eh, eh, eh, eh, eh—Ranusa le cortó
e hizo un gesto con las manos para enfatizar la pausa.
—¿Esta no es tu taza de
Batman?—ironizó Tarrkiem.
—¡No, joder!—respondió el otro,
enfadado—. Lo que quiero decir es que incluso a mí me parece que
estás yendo demasiado deprisa. Ni siquiera sabes por dónde empezar
a buscar... ¡El sitio ese es muy grande!
—Sólo necesito saber que está más
allá de los muros del jardín. La acabaré encontrando. No puede ser
TAN grande.
Garret, Tarrkiem y Ranusa se miraron
mutuamente. Todos, preocupados, pensaban acerca de una solución para
el problema que, de repente, se les había presentado en forma de
rubio de gabardina negra. Y, además, con espadas.
—¿Que soy una semi-deidad? Sí, y
qué más—rió Male—. Los tíos tenéis unas formas muy raras de
ligar.
—Que te lo estoy diciendo en serio,
joder—se desesperó Jack—, ¿por qué no me crees?
—Porque, de entre todos, ¿yo? Sí,
hombre.
—Y yo—Jack la miró a los ojos,
serio como nunca lo había estado—. Y Lucas. Y Vittorio. Y Morfo.
Male permaneció callada durante un
rato.
—¿Y eso qué quiere decir?—dijo,
finalmente, con un tono de voz apagado.
—Que tengo que entrenarte para
liberar tu auténtica fuerza—contestó Jack—, y para eso
necesitamos tiempo, concentración y colaboración por tu parte. Así
que, si no te importa...
—...
Male se levantó despacio, se cerró
bien la capa y se dirigió hacia el barranco. Jack la siguió y vió
cómo se sentaba, los pies colgando, y sus ojos azul marino perdidos
en el manto de estrellas de igual color arriba, en el cielo. Él se
apoyó en un árbol y la vio sacar la ocarina. Vio también cómo
soplaba con delicadeza aquel instrumento suave y transparente que
sonaba como la más dulce de las flautas, y se sentó a su lado. Tras
unas cuantas notas, Male dejó de soplar y le miró.
—¿Va a ser muy difícil?—sus ojos
estaban vacíos de expresión, pero Jack pudo observar un leve
destello al fondo... O quizá era tan solo el brillo de las
estrellas.
—Sí—admitió él—. Mucho.
Ella apoyó la cabeza en el hombro de
él y cerró los ojos. Jack, confuso, optó por no moverse.
—Jack—susurró ella.
—¿Sí?—susurró él, casi sin voz.
—¿Por casualidad sabes qué estrella
es aquella?—señaló en el cielo.
—No—sonrió él.
—Confiaba en que sí—murmuró ella,
y se acurrucó.
—Pues no—admitió él—. Estas
estrellas no son las que yo conozco. Pero, en mi cronología, me las
sé todas.
—¿Me contarás cosas sobre ellas?
—Claro que sí...
—Vale.
Volvieron a callar. Fue entonces Jack
el que habló.
—¿Male?
—¿Hm?
—Ya no hace falta que me llames
Jack—dijo él, mirando una constelación.
Ella levantó la cabeza y lo miró,
confusa.
—¿Y entonces cómo te llamo?
—Raak.
lunes, 8 de junio de 2015
Capítulo XXIV - Huidas
Un chorro de agua a presión desarmó a
Malan y lanzó el cuchillo a varios metros de distancia. Maite salió
corriendo y abrazó a Reïk, quien la llevó aparte, y acto seguido
observaron cómo una Male furiosa se abalanzaba sobre Malan,
placándole y derribándole.
—¡¡Maldito niño-patada!!—gritó
ella, fuera de sí.
—¡¡Suéltame, zorra!!—respondió
él.
A base de retorcerse, Malan consiguió
zafarse y escabullirse entre los árboles. Male, en el suelo, se
incorporó jadeando. Con un movimiento de muñeca, sacó el agua de
un matorral, dejándolo aplastado y reseco. Formó una espada de agua
deforme y la congeló, creando una preciosa y cristalina lámina
letal. Se crujió el cuello.
—Nadie me llama zorra en mi casa y se
va como si nada.
—Detenla—ordenó Morfo a Lucas.
Lucas se lanzó sobre la joven, pero
esta ya había saltado a la velocidad del rayo de la raíz que
sobresalía del suelo en la que se encontraba y se movía cual sombra
veloz sobre los troncos y ramas de los árboles.
—Hay que seguirla y pararle los
pies—volvió a ordenar Morfo.
—¿Dónde estará Malan, matarile,
rile, rile?—cantaba Male conforme recorría el bosque—. Vamos,
ratita, no puedes haber ido muy lejos.
Entonces escuchó gritos de terror,
provenientes del lago. Cerró los ojos y vio con claridad a través
de los de Golyb: sus tentáculos sobresaliendo del agua y amenazando
al niño, que se veía como un manchurrón de colores desde el fondo
acuático. Agitaba los brazos y daba alaridos, sumido en el pánico.
—Bingo—salió dando saltos hacia el
centro del bosque.
—¿Oís eso?—Maite se detuvo y miró
en una dirección concreta—. Son gritos.
—Es Malan—sentenció Reïk.
—Maite, guíanos—ordenó Morfo.
Maite se transformó en lobo blanco y
dejó montar a Reïk. Los cuatro se dirigieron al centro del bosque:
el lago.
—¡Apártate de mí, bicho!—Malan
retrocedía agitando los brazos—. ¡No sabes con quién te estás
metiendo! ¡Obedece, y convenceré a Pandora de que...!
—¿De qué, enano?—Male surgió de
la nada y se colocó entre Golyb y su lago y Malan. Apuntaba al niño
con la espada.
—Lárgate, monstruo, esto no va
contigo—escupió Malan.
—¿Perdona? ¡¡Esta es mi casa!!
Male pateó el suelo, el cual tembló
por el terrible grito de furia que profirió Golyb. Malan cayó sobre
su trasero.
—¡Agh!—se quejó.
—Dímelo, criajo. Si de todos modos
tienes todas las de perder.
—¡Baja la espada! ¡Te lo
ordeno!—Malan, preso del terror, intentó manipular la mente de
Male, mirándola directamente a los ojos. Sin embargo, su cerebro
chasqueó como un látigo y eso le provocó un terrible dolor de
cabeza—. ¡Aghh!
—¿Qué pasa, niño? Hay algo que no
funciona en tu cabecita, ¿verdad?—Male rió.
—¿¡Por qué no puedo controlarte la
mente!?
Male levantó la espada, dispuesta a
golpear de lleno a Malan en la cabeza con ella.
—No puedes controlar una
tormenta—susurró, con los ojos encendidos de ira.
—¡Payun!
Un rayo surgió desde los árboles y
vaporizó la espada de Male. Ella giró la cabeza en esa dirección,
y vio cómo Morfo corría hacia ella con los brazos abiertos.
—¿¡Qu...!?—Male quiso esquivarlo,
pero apenas un segundo más tarde ya estaba tirada boca arriba en el
suelo, con las muñecas sujetas por las fuertes pero suaves manos de
Morfo.
—¡¡Suéltame, capullo!! ¡¡Tengo
que matar a ese crío!!
—¡Ni pensarlo! ¡Lucas, atrapa al
niño!
—Negativo, tío. Ha desaparecido—se
ajustó las gafas de sol.
—Mierda—Morfo escupió en el suelo
y miró a Male a los ojos—. Oye, entiendo que estés furiosa. Es tu
casa. Pero tienes que calmarte.
—¡¡Por supuesto que estoy furiosa,
tú lo has dicho: esta es mi casa, y Maite es mi amiga, además!!
¡¡Si no matarle, darle una paliza al menos!!
—¡Sí, hombre, y que “se te vaya
la mano”! ¡Ni hablar!
—¡Pero y qué más da, déjame en
paz! ¡Tú no entiendes nada!
—¡Pues explícamelo, quiero saberlo!
—¡Y una mierda, vete a tocarle tu
música y a decirle cosas bonitas a otra tonta! ¡¡Tú y Vittorio
sois iguales!!
—¿¡Cómo te atreves!? ¡¡Sólo me
preocupo por tu bien!! ¡¡Eres tú la que no entiende nada!!
—¡¡Mentira, sólo te preocupas por
ti, como Vittorio!! ¡¡Si yo te preocupara me dirías lo que pasa
para que tuviera cuidado y no me hiciera daño, pero hasta ahora
NADIE me ha explicado NADA!! ¿¡Qué es tan peligroso como para que
yo no pueda saber de su existencia!? ¡¡Vamos!! Quiero saberlo—bajó
el volumen de golpe—. Si me lo dices, me dejaré ganar y me
llevaréis a la Biblioteca. Quiero ayudar tanto como el que más,
¡pero no me dejáis! ¿¡Por qué yo no puedo!?
Morfo la miró sin saber lo que decir y
la soltó. Se incorporó, jugueteó un poco con su colgante y musitó:
—Buen disparo, Lucas. Has
volatilizado la espada al instante.
—Donde pongo el ojo, pongo mi láser,
si entiendes lo que quiero decir...—Lucas señaló a Morfo con los
dedos de la mano derecha puestos en forma de pistola y dibujó una
sonrisa torcida en su propio rostro.
Morfo miró entonces a Male durante un
momento. Ella le devolvió la mirada mientras se levantaba.
—Te lo explicaré—le dijo él.
—Ya veremos si lo haces o
no—respondió ella de forma cortante—, porque hasta ahora no has
hecho más que evadir el asunto.
—Ya, ya lo sé.
Él le dio un golpecito a la piedra del
colgante y se teletransportó. Male hizo lo que él. Reïk y Maite se
miraron mutuamente, sin saber lo que hacer.
—Chavales, ya podéis volver. Lo
habéis hecho bien—felicitó Lucas, levantando el dedo pulgar.
—Gracias—respondieron casi
simultáneamente. Acto seguido le dieron un toquecito a sus colgantes
y se marcharon de vuelta a la Biblioteca.
Lucas miró al lago, sin decir nada. Se
quitó las gafas de sol.
—Nos estás causando muchos
problemas, tú...
Un gruñido largo agitó los árboles y
el suelo. Lucas sonrió.
—Tranquilo, me caes bien. Soy de los
buenos.
Otro gruñido.
—Sí, está con nosotros. Intentamos
cuidarla lo mejor que podemos, pero entonces pasan cosas como esta.
Sinceramente, no creo que ninguno de estos idiotas sepa cómo
cuidarla, pero en fin. Yo sólo sigo órdenes.
Golyb volvió a responder con un largo
gemido. Lucas jugueteaba con las patillas de las gafas.
—Sí. En realidad, ella tiene razón.
La estamos manteniendo ajena a todo y no deberíamos. Sobre todo
porque no es culpa de ella. Ni siquiera tuya. Pero ya sabes... Poco
puedo hacer yo.
El monstruo del lago gimió de nuevo,
esta vez más suave. Lucas sonrió de nuevo.
—Lo intentaré. Seguro que mi
superior se alegra de saber eso. Y no me estoy refiriendo al que hace
fuego... Sino al otro.
El silencio reinó en el lago, y Lucas
lo tomó como una respuesta satisfecha del colosal ser que vivía
bajo las aguas. Volvió a ponerse las gafas, tocó su colgante y
volvió a la Biblioteca.
—¡¡Malditas sean todas las horas
que he pasado contigo, Pandora!!—Malan golpeó la mesa del salón
del televisor con los puños, enfurecido.
—¿Cuál es el problema, Malancito? A
veces en las misiones de reconocimiento te pillan. Y, si eres lo
bastante listo, te escabulles con quizá un par de rasguños—hizo
una pausa para señalarlo y reírse—, ¡pero ya veo que a ti te han
dado una auténtica paliza!
—¡No le veo la gracia!
—¡Pues yo sí!
Malan se levantó y se fue a su cuarto,
dejando a Pandora y a su ataque de risa en el salón.
—Jack, tengo que hablar contigo—dijo
Lucas, tocando a la puerta de su despacho.
—Pasa, pasa. Dime—cerró un libro
que tenía sobre la mesa y le ofreció asiento. Se había quitado el
gorro.
—Bonito pelo. Creo que nunca te había
visto sin el gorro.
—Ni yo a ti sin gafas de sol, y
todavía lo tengo pendiente. En fin, dime lo que pasa—sonrió.
Lucas se dejó caer sobre el asiento.
—¿Te ha contado Morfo lo que ocurrió
en el lago?
—Al detalle.
—¿Discusión incluida?—recostó la
cabeza sobre el respaldo y marcó un ritmo inexistente con el pie.
—¿Discusión?—Jack se ajustó las
gafas y cogió una estilográfica—. Explícate.
—Ya veo que no—se estiró y se
colocó bien la gabardina—. Cuando Morfo placó a Male tras yo
haberle destrozado la espada...
—Campero—sonrió Jack.
—Sin interrupciones, está hablando
tu dios—gesticuló un poco con las manos y siguió hablando—;
bueno, pues que cuando Morfo la placó, ella trató de librarse de
él, y le gritó que si reaccionaba de esa manera era por culpa del
propio Morfo y Vittorio por no contarle lo que pasa con ella. Y la
verdad es que razón no le falta.
—Bueno...—suspiró—, está claro
que ninguno de los dos ha pensado siquiera en cómo lidiar con el
problema...
—El ego no les deja. ¿Debo suponer
que tú sí lo has hecho?
—Supondrías bien si lo hicieras—le
dio vueltas a la estilográfica entre los dedos—, y tengo un plan.
Pero dudo mucho que les vaya a gustar.
—¿Se lo vas a contar?
—No.
—Entonces seguro que no les gusta.
Pero, ¿qué vas a hacer?—se sentó correctamente y le miró tras
las gafas de sol.
—Lo que está claro es que más que
ayudar a Male la están perjudicando. Por su culpa Male se está
volviendo desconfiada y agresiva hacia el mundo que le rodea, y eso
no puede ser. Es demasiado poderosa como para que su estado mental se
corresponda con el de una adolescente con problemas de control de la
ira. Además, estar encerrada la mata, y necesita sentirse libre y
entrenar para no anquilosarse.
—A ver, entrenada está. No hubo
manera de pillarla hasta que no bajó la guardia para cargarse al
puto crío—se volvió a recostar sobre el respaldo.
—Pues no podemos dejar que eso se
pierda. De todos modos, por lo que me ha contado Morfo, ataca de
forma demasiado impulsiva y violenta, y eso tampoco puede ser—Jack
cruzó los brazos sobre la mesa y miró las tapas del libro.
—¿Piensas entrenarla tú?—Lucas le
miró, en apariencia incrédulo.
—Sí, eso pensaba. En mi caso sí que
estoy anquilosado, y ayudarla a entrenar me hará ponerme en forma a
mí también. No tengo ganas de que me peguen una paliza si tengo que
luchar. Tengo demasiado que proteger—se quitó las gafas y se frotó
los ojos.
—Entiendo—se levantó de la silla y
se apoyó en la mesa, mirando hacia la puerta—. ¿Entonces cuándo
pretendes empezar?
—La semana que viene. Ya he empezado
los preparativos, así que en ese plazo ya debería tener los
programas de entrenamiento preparados para...
Un disparo en la parte exterior de la
Biblioteca le interrumpió. Tanto Jack como Lucas se abalanzaron
sobre la ventana, y a través de ella vieron cómo Vittorio amenazaba
a un arrodillado Morfo con disparar de nuevo el revólver sobre su
cuerpo.
—Sabía que no era para practicar
tiro. Cabrón...
—¿Entonces qué vas a hacer?—Lucas
seguía a Jack, quien, frenético, iba recogiendo cosas en su
habitación y preparaba un macuto.
—Me la llevo.
—¿A dónde?
—A cualquier sitio lejos de aquí. Ve
y dile que se vaya preparando.
—¿Pero estás loco? ¡Te van a
pillar!
—Mira—se detuvo un momento y miró
directamente a Lucas a los ojos. Jack llevaba ahora una cinta naranja
alrededor de la cabeza en lugar de su tradicional gorro, y un hacha
enorme colgaba de su espalda en una funda de cuero—, sé de sobra
los riesgos que corro. Si Vittorio me pilla huyendo con Male a
cuestas, intentará hacer cualquier cosa para retenerla, incluyendo
la posibilidad de neutralizarme a través de la violencia. Morfo
probablemente también lo haría, aunque después de el incidente de
ahora probablemente se la llevaría él a cualquier otro sitio. La
cuestión es que no puede quedarse aquí más tiempo, y hay que
entrenarla y pulirla. Hay que hacer que, siendo peligrosa, lo sea
para el bando contrario, no para el nuestro. Y para ello hay que
contárselo todo.
—Definitivamente, estás como una
regadera rusa.
—Mi plan va a funcionar. Confía en
mí—volvió a meter cosas dentro del macuto.
—¡Pero es totalmente descabellado!
Llevarte a Male dentro del bosque. ¡Tienen a Ali! ¡Os van a
encontrar!
—No, porque Ali ya está al corriente
de mi plan. Es una de mis infiltradas, aparte de ti.
—Estás de coña.
—No.
—Jodeeeeeer...—Lucas se llevó las
manos a la cabeza y se despeinó el cabello. Volvió a mirar a Jack—.
Se te va la olla.
—Funcionará...—Jack ya empezaba a
hablar con tono de fastidio.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque me he dicho a mi mismo: “no
hay cojones”. Ahora, si no te importa, vete a distraer al resto del
mundo mientras saco a Madalane por la ventana y me la llevo lejos de
aquí para salvaros el puto cuello a todos.
—Tampoco te pongas borde.
—Disculpe, su majestad. Venga, mueve
el culo. Y detiene a esos dos gilipollas, que de verdad que esto
parece un maldito jardín de infancia de gente letal.
Jack salió por la puerta de su
habitación, pero Lucas lo detuvo antes de que pudiera correr hacia
el ala donde se encontraba el cuarto de Male.
—Jack, espera. Se me ha pasado
decirte una cosa.
—¿El qué?—dijo después de
suspirar—. Te recuerdo que tengo mucha prisa...
—Que sí, joder...
Lucas volvió a meter a Jack dentro de
la habitación y le contó lo que le había dicho Golyb. Jack abrió
mucho los ojos, y una amplia sonrisa inundó su cara antes de que
Lucas pudiera haber terminado.
—Pero eso... ¡¡Eso es maravilloso,
Lucas!! ¡¡Ahora sí que estoy seguro de que vamos a ganar!!
Con el espíritu aliviado y animado,
Jack salió corriendo, sigilosamente, hacia el cuarto de Male.
—Entonces, ¿qué se supone que tengo
que hacer?
Bocha miraba desconcertado a las dos
leyendas del diario del padre de Garret: Nüne Wírts y el Mensajero
Veloz. Wïrts le observaba de hito en hito, murmurando cosas
ininteligibles y asintiendo con la cabeza a reflexiones internas. El
Mensajero, sin embargo, daba saltitos en el sitio, completamente
nervioso y feliz.
—¡Pues sacarnos de aquí!—dijo el
hiperactivo—. MDM podría haberlo hecho, pero al parecer está
cabreada y no quiere.
—¡Cierra el pico, hámster gigante!
Tengo tantas ganas de salir de aquí como tú. Pero si lo intento me
revientan—se oyó a la muchacha protestar al otro lado del pasillo.
—Es una cascarrabias—susurró él—,
pero no se lo tengas en cuenta.
—...Ya—Bocha sonreía ante el
comportamiento nervioso del Mensajero, aunque en el fondo lo
estresaba. Miró a Wïrts—. ¿Entonces qué tengo que hacer?
—Ya te lo ha dicho Rafa. Sacarnos de
aquí.
—Sí, ya, ¿pero cómo?—fastidiado,
inclinó la espalda hacia atrás y apoyó el peso de su torso en los
brazos.
—Supongo que puedes invocar espadas
de todos los tamaños, ¿no es así?—Wïrts no varió en ningún
momento su postura. Su mirada imperturbable seguía atravesando a
Bocha como si se tratara de una lanza invisible—. O al menos eso me
han dicho.
—En teoría sí. Lo he practicado
poco, nunca me ha hecho mucha falta. ¿Por qué?
—Te explico. Si pudieras invocar una
pequeña espada que pudiera servir como ganzúa, MDM podría sacarnos
a todos de aquí haciendo uso de sus maravillosas habilidades con los
objetos punzantes y pequeños. La cosa es que la tal Bego es
demasiado poderosa para nosotros, pero tú puedes enfrentarte a
ella—el maestro del ajedrez se ajustó las gafas—. ¿Entiendes a
dónde quiero llegar?
—¿Quieres decir que nadie de los
aquí presentes puede derrotar a Bego excepto yo?—incrédulo, trató
de asomar la cabeza un poco por los barrotes para investigar quién
había en las otras celdas, pero no vio nada.
—Correcto.
—¡Pero si son todo profesores, en
teoría saben más que nosotros!
—A nivel teórico—respondió una
voz por el fondo de las celdas—. A nivel práctico vosotros sois la
gente tocha.
—¿Y aquel quién es?
—Varo, el profesor de Madalane.
—¡Encantado!—gritó Bocha.
—¡Igualmente!—contestó Varo.
—¿Y tiene que ser ahora?—Bocha
volvió al tema.
—Ahora, o luego. Pero cuanto antes
mejor.
—¿No... tenéis un plan para huir?
—Voy a reventar la puta pared con una
bomba, chaval, haz el favor de dejar de decir gilipolleces e ir a
enfrentarte con la tipa aquella de los guantes—exclamó Kay.
—¿No ibas a apalizarla con una
pala?—preguntó con sorna Wïrts.
—¿Ves palas por aquí?—le contestó
el otro.
—No.
—Pues ya está.
Wïrts sonrió y miró desafiante a
Bocha.
—¿Entonces, joven?—le tendió la
mano.
—Qué remedio, ¿no?—se levantó
pesadamente y le dio la mano al maestro del ajedrez. Ambos sonrieron,
y Bocha comenzó a concentrarse.
Alguien llamó a la puerta. Male,
sentada a la mesa y hablando con Galia, se detuvo y miró hacia la
entrada.
—Un segundo—se disculpó.
—Sin problema—Galia, repantigada en
el sofá, comía galletitas de chocolate como si se tratara de pipas.
Jugueteaba además con varios aparatitos de diferentes formas, entre
ellos una pirámide y una esfera.
Male, mientras tanto, abría la puerta.
No tuvo tiempo de reaccionar ni de invitar a pasar a la persona que
se encontraba fuera, puesto que entró directamente y sin preguntar.
—Prepara tus cosas, Male. Nos
largamos—ordenó Jack.
—Eh, eh, eh, relájate—interrumpió
Galia—, ¿qué pasa contigo? ¿A dónde os vais? ¿Por qué no
puedo ir yo?
—¿No se supone que tú eres la
callada? A todo esto, ¿qué haces aquí?—Jack, con cara de genuina
sorpresa, dejó sus cosas en el suelo para ayudar a Male con las
suyas.
—La respuesta a la primera pregunta
es que sí, pero las galletitas estas llevaban licor—hipó—. La
respuesta a la segunda pregunta es que estaba hablando con mi amiga.
Pero yo pregunté primero. Contéstame.
—Conmigo no pasa absolutamente
nada—suspiró—, y sencillamente nos vamos. No puedes ir tú
porque es peligroso.
—Bueno, ¿es que nadie va a preguntar
mi opinión? Volvemos a lo mismo. Fíjate qué extraño—Male,
cortante, cruzó los brazos y puso cara de indignación. Jack,
sencillamente, se le acercó a dos centímetros de la cara y le
susurró:
—¿Quieres que dejen de tratarte como
una niña? ¿Que dejen de controlarte y que por fin te permitan tomar
tus propias decisiones? ¿Quieres que la gente confíe en ti,
Madalane?—su mirada severa estaba clavada directamente en los ojos
plateados de ella.
—Sí—respondió Male con un hilo de
voz.
—Entonces ven conmigo—susurró él.
—...
—Tía, lárgate. Aquí te tratan como
basura, no te merece la pena quedarte—Galia interrumpió la
comilona durante un segundo y acto seguido continuó con su
actividad. Se reía sola.
Jack no se movió ni un ápice de donde
estaba. Male, finalmente, desvió la mirada hacia abajo y musitó:
—Vale.
El bibliotecario sonrió.
—Genial. ¿Te ayudo con las bolsas?
—De aquí sólo voy a llevarme la
capa, el libro, la ocarina y la varita. No necesito más.
—Perfecto, cuanto menos peso mejor.
Ambos cogieron sus cosas. Male se echó
la capa por encima, se guardó la cajita con la ocarina en uno de los
múltiples bolsillitos de esta junto con el libro y se enganchó la
varita en el cinturón. Jack se echó el macuto al hombro y se encajó
el cinturón de la funda del hacha al torso. Cuando ya estaban a
punto de salir por la ventana, Galia los detuvo.
—Esssshpera, Maleh...
Tambaleándose un poco, le acercó la
pequeña esfera compuesta a piezas. Tenía un enganche para colocarla
en el cinturón, así que Male, tras observarla un poco, le dio un
uso al enganche y la guardó.
—Essshtá diseñada y conshtruída
espezhíficamente para que la usheh tú.
—¿Cuánto licor llevaban esas
galletas...?—se preguntó Jack entre dientes.
—¿Para qué sirve?—preguntó
intrigada Male.
—Canalizha energía. Para alguien con
poderesh como tú esh... útil, digamosh—dio un traspié y Male
tuvo que sujetarla.
—¿Quieres echarte una siesta en mi
cama?—preguntó la joven, tratando de ayudar a su amiga.
—Aunque no me hubierash dado
permisssoh lo habría hechio. Total no ibash a ehhtar aquí para
reñññirme, ¿no?
—Bien pensado.
Galia se fue dando tumbos hasta la cama
y se cayó de cara sobre el colchón. Male miró entonces a Jack y él
le ofreció la mano.
—Las damas primero.
—Yo no soy una dama—se quejó ella.
—Más dama que yo sí eres—sonrió
él.
—En eso sí que tienes razón.
Entonces, Male se subió al alféizar y
miró abajo. Desde el segundo piso y en la oscuridad la altura le
pareció insalvable y le entró miedo.
—Vamos, Male—animó Jack desde
atrás—. ¿Vives durante toda tu adolescencia con un monstruo capaz
de provocar el fin del mundo y ahora te dan miedo las alturas?
—No te rías de mí.
—¡Ja, ja! No, tranquila, no me río
de ti. Pero salta.
Ella tragó saliva y cogió impulso.
Saltó al árbol que había justo enfrente y se quedó de pie en una
de las ramas. Cuando Jack saltó tras ella, Galia apagó la luz de la
habitación con su cubo y los dos fugitivos se perdieron entre la
espesura y la noche.
sábado, 2 de mayo de 2015
Capítulo XXIII - Dos jaques
Bocha despertó tumbado de lado en un
suelo de cemento, frío y húmedo, con olor a tierra mojada y un
color pardo indescifrable en la semioscuridad que cubría la pequeña
habitación. Se incorporó y se apoyó, sentado, en la pared que
tenía justo al lado, sujetándose la cabeza entre las manos. Le daba
pinchazos.
—¡Eh, el chaval se ha
despertado!—gritó una voz.
Ese grito resonó en su cabeza como si
diez mil agujas se clavaran en su mente. Aturdido, miró alrededor
suyo, pero sólo fue capaz de distinguir sombras difusas que se
movían dando vueltas ante sus ojos.
—No grites, ¿quieres? Por el golpe
que se dio en la cabeza, yo diría que ahora debe de tener una
migraña y unos mareos como mínimo interesantes.
—¡Pero estoy emocionado!
—A nadie le importa—espetó una
tercera voz—. Dios, ojalá tuviese acceso a una cámara de gas.
—Ese es principalmente uno de los
motivos por los cuales te han encerrado aquí—dijo la segunda voz.
Sonaba tranquila y grave. Era como una suave manta que relajaba los
sentidos del aturdido joven y los cubría de seguridad y calidez—.
Así que a callar.
—¡Y una puta mierda! Me encerraron
aquí por “precaución”. Ojalá tuviera a mano una cámara de gas
Y un ordenador. Os iba a meter tal palo por el culo a cada uno de
vosotros que hasta mi alumno se habría sorprendido—hubo una
pausa—. La verdad es que ahora empiezo a verle el sentido a que me
encerraran.
Bocha, entre delirios y dolores,
comprendió que la voz que se quejaba y soltaba alaridos amenazando a
los presentes con gasearlos no era otra que la de Kay, el maestro de
Garret. Lo habían encerrado con los maestros, y obviamente su
indignación era digna de mención.
—Cierra la boca ya, maldita sea—gruñó
una voz femenina y cascada—, algunos intentamos dormir.
Y todo el mundo guardó silencio. Eso
le dio a Bocha la oportunidad de serenarse y conseguir que su mareo
cediera un poco, dándole la estabilidad necesaria para no caer
redondo al suelo si se levantaba con la suficiente precaución. Al
fin, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y vio una celda lóbrega
y medianamente limpia, aunque no lo suficiente como para no dejar
manchas de mugre en los pantalones de quien se sentaba en el suelo.
En una de las camas había sentado un hombre que respiraba deprisa y
que le recordaba a Ranusa. No parecía capaz de estarse quieto. En un
escritorio al otro lado de la diminuta celda había un hombre vestido
ricamente, pero desaliñado y con las ropas ajadas y destrozadas.
Miraba fijamente a un tablero de ajedrez y jugueteaba con algo en la
mano derecha, fuera del alcance de visión de Bocha.
—¿Dónde estoy?—consiguió
articular, finalmente.
—En los calabozos de Todo—dijo el
hombre sentado al escritorio—. ¿Crees que podrás acercarte?
—No lo sé.
—Inténtalo—espetó Kay desde la
celda de enfrente—. Total, como mucho podrías perder el
equilibrio...
—Y los sesos si se da en la sien.
¡Heh!—rió el que estaba sentado en el camastro. Se levantó de un
salto y le tendió la mano a Bocha mientras a este le daba un
escalofrío—. Anda, yo te ayudo.
—G-gracias.
—A la mierda, aquí es imposible
dormir—volvió a quejarse la mujer—. ¿Quién es el chaval?
—El alumno de Bego—Kay escupió en
el suelo.
—Eso me da una confianza en él
brutal—ironizó ella—. Seguro que lo han manipulado como
manipularon a Nerea. Tsk.
—Eh. Estaré mareado, pero no soy
sordo ni gilipollas—gruñó Bocha en un susurro, apoyándose en el
hiperactivo—. Si me hubieran manipulado me habrían tratado mejor,
o al menos lo suficientemente bien como para no dejarme atontado y
poder cortaros la cabeza a todos y cada uno de vosotros nada más
llegara aquí.
—Además—el tipo del ajedrez hizo
un ademán con la mano izquierda—, algunos de nosotros estamos aquí
por propia voluntad. ¿Verdad, MDM?
—Cierra el pico, Nüne—espetó la
voz ronca—, ellos lo saben.
—Y nosotros sabemos que lo saben,
querida. Rafa, acércame al chaval.
El hombre hiperactivo acompañó a
Bocha hasta la mesa de Nüne. El muchacho se sujetó al borde cuando
llegó allí.
—Así que tú eres el famoso Nüne
Wïrts—dijo, no sin cierta dificultad—. Tu hijo cree que estás
muerto.
—Ya, ya lo sé.—no levantó la
vista del tablero que estaba mirando, con las piezas repartidas en
una especie de pantano de fichas en el que apenas se podía jugar.
—¿No te gustaría darle la alegría
de saber que estás vivo?
—Sí.
—Y, si puedes salir de aquí tan
fácilmente como dices, ¿por qué no lo haces?
—Nunca dije que yo pudiera hacerlo—le
destellearon los ojos—, pero es una interesante deducción. De
cualquier modo, te estaba esperando a ti, al igual que Rafa.
—También me conocen como el
Mensajero Veloz—el hombre hiperactivo le dio una palmada en la
espalda, desequilibrándolo levemente—. ¡Mucho gusto!
Bocha miró a sus dos interlocutores y
luego al tablero de ajedrez. Se tomó la libertad de mover una de las
fichas a uno de los espacios posibles que había.
Jaque mate al rey blanco.
Reïk y Maite avanzaban por el bosque,
iluminado de forma difusa por las luces azules de los cristales que
surgían del suelo y por los tímidos rayos del creciente de luna.
Ali iba encabezándolos con un candil de luz continuada, de un tono
rojo anaranjado que no llegaba a ser el de una vela. Finalmente
llegaron al claro del bosque donde se encontraba el lago, tras un
largo rato caminando.
—Es mucho más grande de lo que yo
creía—dijo Reïk, impresionado.
—Aquí se crió Male desde los ocho
años—anunció Ali—. En el fondo duerme lo que ya sabéis,
supongo.
—El bicho que tiene el enlace con
Male—musitó Mai—. Qué horror.
—Sí, pues hay que
defenderlo—contestó Ali—, y esa es vuestra tarea de hoy. No
dejéis que nadie se acerque en un perímetro de diez kilómetros.
—¿Tanto?—dijo Reïk.
—Tanto—contestó la joven de pelo
viscoso—. Hay que curarse en salud. Además, no creo que os resulte
complicado. Maite seguro que ya se puede mover por aquí como por su
casa.
—De hecho no sé por qué sigo aquí.
Ese nido de árboles me está gritando que vaya a explorarlo.
—Bueno, pues adelante. Los colgantes
también sirven de transmisores, así que si Reïk detecta que
alguien se acerca con su visión del futuro, podrá comunicártelo
para que llegues allí a tiempo y le detengas. Ese es el plan,
¿entendido?
—Más fácil imposible—dijo Maite
transformándose en una pantera negra.
—Eeentendido.
Maite desapareció entre la espesura,
Ali se desvaneció en el aire y Reïk se sentó en la orilla, mirando
al lago, y profundamente concentrado.
Al cabo de veinte minutos, Maite dejó
de correr de un lado a otro. Había encontrado una cabañita hecha de
madera y lianas, muy bien construida, y también muy bien
fortificada. Pasó volando por encima de las trampas convertida en un
tucán y se coló en el interior por debajo de la puerta,
transformada en hormiga. Después se volvió humana y registró lo
que pudo en la oscuridad que la rodeaba. Tropezó con un candil de
luz interna que accionó con la manivela de intensidad para comprobar
que funcionaba como tocaba. Lo hacía, así que investigó la
chocita.
El interior de la casita estaba formado
básicamente por lo que parecía una sala de estar multifuncional,
con un montón de cazos sobre una mesa que había en el medio y una
neverita que funcionaba de una forma que Maite recordaba haber leído
un par de noches atrás. Dentro de la nevera había unas pocas
verduras pasadas y carne podrida. El olor pestilente de ambas cosas
convenció a Maite de cerrar el pequeño electrodoméstico y no
volverlo a abrir.
Había un espejo de cuerpo entero que
en realidad no era un espejo. Maite lo averiguó cuando se acercó a
examinarlo de cerca. Eran varias placas del cristal azul que habían
visto al llegar al bosque y que estaban por todas partes. Unidas de
un modo complejo y delicado podían llegar a reflectar la luz y
servir como espejo. A Maite le asombró ese descubrimiento.
Siguió mirando por la habitación y
vio una estantería llena de cuadernos. Estaban todos empapados, o al
menos lo habían estado. La tinta de todos los cuadernos había sido
diluida por el agua, echándose a perder todo el contenido. Maite lo
lamentó, y siguió investigando.
Además de una silla, un taburete y un
trébede de hierro, encontró una puertecita detrás de la
estantería. Estaba muy bien disimulada, al parecer para asegurarse
de que nadie la encontraba. Apartó el mueble con cuidado de no
desmontarlo y trató de entrar girando el pomo, pero no lo consiguió.
Estaba cerrada.
Buscó la llave por toda la habitación,
pero no fue capaz de encontrarla. Al final se cansó y entró por
debajo como había hecho con la puerta principal: transformada en
hormiga. Sin embargo, lamentó tener que dejar el candil atrás, así
que volvió a la habitación original y simplemente forzó la entrada
a base de empujones.
Cuando por fin derribó la puerta,
encontró una pequeña estufa metálica de color negro que dirigía
el humo por un tubo hacia arriba, fuera de la cabaña. También había
una cama bastante grande, con arregladas y preciosas sábanas de tela
suave, que olían a flores secas. Había una lamparita que no
funcionaba sobre una rudimentaria mesita de noche y un armario de dos
puertas.
Maite miró debajo de la cama y
encontró un arcón de hierro sin cerradura. Al abrirlo, vio más
cuadernos como los que había en la estantería de la sala anterior,
pero estos no estaban estropeados. Los hojeó pausadamente, sin
realmente leer nada. Sólo miraba. Cuando acabó de leer el primero
de los cinco que había, los dejó sobre la cama y pasó a mirar el
armario.
Cuando lo abrió se llevó una de las
láminas de madera consigo. Estaba rota desde hacía tiempo, y
simplemente la habían dejado ahí para que no ocupara más espacio
del necesario. No supo como volverla a enganchar a las guías, así
que la dejó apartada y exploró el interior del mueble.
Dentro había más sábanas limpias y
ropa de mujer, la cual estaba rota, pero limpia. Había un par de
prendas que estaban en perfecto estado: una capa azul marino de
terciopelo y un vestido negro con ribetes plateados. Aparte de eso,
ya no había nada más.
Se sentó en la cama y pensó durante
un momento qué haría con todo aquello. Inconscientemente se puso a
jugar con el colgante que llevaba, y al cabo del rato cayó. Podía
teletransportarse hasta su habitación en la Gran Biblioteca y
dejarlo todo allí.
También pensó en las consecuencias
que eso podría acarrear. Si Reïk la avisaba de que alguien se
acercaba en ese margen de tiempo, podría no ser capaz de llegar a
tiempo. Sin embargo, también pensó en que si Reïk le decía que
fuera, podría teletransportarse al lugar que él le indicara en
lugar de volver a la cabaña y salir desde allí, así que, decidida,
envolvió todo lo que había encontrado que era de utilidad en una de
las sábanas.
—A mi habitación de la Gran
Biblioteca—dijo.
Y, tras tocar la gema, se
teletransportó allí.
—¿Malancito?
—¿Síii?
—¿Qué estás haciendo?
—Busco cuchillos.
—¿Para qué?
—Hmmm...—Malan se dio la vuelta y
miró hacia el techo—. Tú ya has estado en el Lago de la Luna,
¿verdad?
—¡Claro que sí! Ya sabes lo que hay
ahí, ya te lo he contado yo.
—Yo también quiero ir.
—¿Para qué?
—Para ocuparme de un asuntillo.
—Bueno, como quieras. Si necesitas
ayuda grita, e iré a buscarte. ¡Te estaré mo-ni-to-ri-zan-do! ¡Ja,
ja, ja!
—Sí, ¿pero cómo llego allí?
—Derecha, derecha, izquierda,
izquierda, izquierda, derecha, izquierda, derecha, puerta azul.
—Gracias...
—Ah, y el cuchillo—Pandora sacó un
cuchillo jamonero de una estantería que había en la estancia,
demasiado alta para Malan—. Aquí lo tienes. Trátalo con respeto.
Es muy orgulloso.
—...Vale.
Malan salió de la habitación y tomó
el camino que Pandora le había mandado. En cuanto él se hubo ido,
ella corrió hacia el salón y encendió la televisión. Vio a Reïk
dando vueltas en círculos, con cara de preocupación, y sudando a
chorros.
—¡Por fin empieza el espectáculo!
¡Ja, ja, ja, ja!
Se tiró sobre el sofá y se retiró la
capucha para estar más cómoda.
Maite llegó a su habitación y dejó
las cosas sobre su cama. Ya se iba a marchar cuando fijó la vista en
la capa de terciopelo azul marino. Era mucho más cómoda que la
suya, seguro. Después de todo, alguien la había llevado
anteriormente por el bosque sin queja alguna. Decidió cambiarla por
la suya, y con esto se entretuvo unos cinco minutos. Una vez se hubo
terminado de vestir, se miró en el espejo y sonrió. Estuvo otros
cinco minutos dando vueltas delante del espejo.
Mientras tanto, Reïk daba vueltas en
círculos alrededor de un cristal brillante. Trataba de comunicarse
con Maite a través del colgante, pero no recibía respuesta. Alguien
estaba a punto de irrumpir en el bosque, y aunque todavía no sabía
quién era, sabía con total seguridad que sus intenciones no eran
buenas. Dio un grito de impotencia y se sentó en el suelo, con un
dolor de cabeza incipiente. Siguió mandándole señales a Maite, sin
éxito.
Al final, Maite por fin se
teletransportó de nuevo a la cabaña. Allí, se dio cuenta de que su
colgante no paraba de emitir soniditos, y le dio a la gema.
—¿Reïk?
—¡¡Santa Madre Teresa!! ¡¡Por fin
apareces!! ¿¡Dónde estabas!? ¡¡Está a punto de colarse un
enemigo por el árbol caído que hay al sur del bosque!!
—¡L-lo siento! Me distraje.
—Y tanto que te has distraído, me
cago en tu sombra al amanecer. ¡Muévete! ¡Vamos, ya no queda
tiempo!
Maite desconectó y susurró la
ubicación a la que se quería teletransportar. Entonces tocó la
gema y apareció allí, a tiempo para ver salir a Malan de un agujero
en uno de los árboles cercanos. Llevaba el cuchillo en alto y
amenazaba a la joven transformista con él.
Morfo tocó suavemente a la puerta del
cuarto de Male. Llevaba una bandeja en la mano izquierda con una
tetera humeante de porcelana y dos tazas. Le habría gustado llevar
galletitas, pero no había. Alguien se las había comido.
—Adelante—casi susurró una voz en
su interior.
Morfo entró. Vio a Male sorbiendo
mocos y con cara de haber estado llorando mucho. El joven cerró con
cuidado la puerta, dejó la bandeja sobre la mesa y se sentó en la
cama, a su lado.
—¿Lo mismo otra vez?
—Ahora son pesadillas—dijo ella,
temblando—. Sueño que soy Joel y noto cómo Nerea clava el
cuchillo en mi garganta todas las veces que se lo clavó a él. Una y
otra vez. Y cada vez me siento peor...
—Ya hemos hablado de esto. No fue
culpa tuya.
—¡Si hubiera reaccionado antes Joel
seguiría vivo!
—Tú no tenías por qué saber nada.
¿Entiendes lo que digo? Nada.
—Pero la sombra...
—¡¡Tú no tenías por qué
saberlo!!
Male miró con los ojos muy abiertos a
Morfo. Había pasado de abrazarla a casi aplastarla contra su pecho,
y su expresión denotaba una rabia inusual. En cuanto se dio cuenta
la soltó y, avergonzado, miró hacia el otro lado de la habitación.
—Lo siento...
—No pasa nada.
—Es que no quiero que pienses cosas
que no son. Te hacen daño.
—Yo...
—Calla, anda...
Volvió a abrazarla cariñosamente.
—De verdad que lo siento—le susurró
él al oído.
—Hmm...
—¿Me perdonas?
—Que sí, bobo...
—Vale...
Estuvieron un rato largo así,
abrazados, sin decir nada. Al final, Male acabó pidiendo algo de té,
y él se levantó, sirvió dos tazas, le dio una a la joven y se
sentó en el butacón. Ahora los dos miraban las tacitas
tranquilamente, y aunque Male sentía unas terribles ganas de llorar,
la compañía del adorable Morfo las mitigaba. Alguien entonces tocó
a la puerta, y Male volvió a susurrar como antes.
—Adelante.
Vittorio apareció por la puerta con
otra bandeja de té, pero se quedó parado en el umbral mirando a
Morfo con una expresión entre sorpresa e ira. Morfo a su vez lo
miraba divertido y sarcástico, y se reclinó en el sofá.
—¡Muy buenas, jefe!
—Morfo, tú eras el encargado de la
sala número cuatro ahora. ¿Qué haces que no estás trabajando?
—Ali me ha pedido que le cambie el
turno. Al parecer había ciertos volúmenes en la sala cuatro que
quería mirar cuanto antes, y la verdad es que nunca viene mal que te
deban favores.
Male había puesto mala cara cuando
Vittorio había entrado, pero de eso no se había dado cuenta él.
Morfo, sin embargo, sí, y tenía que hacer grandes esfuerzos por
contener la risa delante del líder.
—Como sea. ¿No tienes más papeleo
que hacer?
—Las salas seis, siete y nueve ya
están organizadas. Falta la ocho, pero Jack está como loco por
encontrar los manuscritos que Maite se había llevado de allí y
hasta que no los encuentre no parará, así que no merece mucho la
pena empezar ahora. Y el resto de salas les tocan a Ali y a Jack
precisamente, así que ahora sólo me toca esperar a que llegue el
turno que le he cambiado a Ali en la sala cuatro.
—¿Y no puedes pasarlo... leyendo?
—Male tiene mejores historias que
contar que un libro, ¿lo sabías?
—Pero si yo no te he contado
prácticamente nada—dijo Male, en voz baja.
—Eso es lo que tú crees—le
contestó él dulcemente—. Toda tú eres una historia con patas. Y
no hay mayor placer para la vista y para la mente que leerte.
—Bueno, basta ya—interrumpió
Vittorio—. ¿Puedes dejarnos a solas un momento, Morfo?
—Claro, jefe—le guiñó un ojo a
Male—, ¿me llevo la bandeja del té?
—Sí.
Morfo se levantó del butacón y cogió
la bandeja. Se la ofreció a Male para que dejara la taza, y ella le
sonrió y dejó su bebida por terminar suavemente sobre la pieza de
plata. El joven se marchó dando un portazo, pero iba riendo por el
pasillo y se le escuchaba perfectamente. Ya no se contenía.
—Bien, Male. Tenemos que hablar de lo
que pasó en la mansión de Todo...
—Aaaagh... ¿Otra vez con eso? Ya he
hablado lo suficiente del tema con Morfo. No tengo ganas de esto
ahora.
—Pensé que después de haber
asesinado a alguien estarías mucho más traumatizada de lo que
parece.
—Las cosas no siempre son lo que
parecen. Trabajando en lo que trabajas me extraña que no lo sepas
ya.
—Eh, cuidado. Yo no te estoy hablando
mal.
—Estás intentando forzarme a que
hable de algo de lo que no me apetece. ¡Y lo peor es que ni siquiera
es la primera vez! ¿Qué quieres, que siga llorando? ¿Que me
mortifique más de lo que ya lo hago y que te lo demuestre? Morfo no
me hace esas cosas. Morfo es más amable. Quiere verme feliz.
—¡Yo también quiero verte feliz!
—¡Tú sólo quieres verme feliz por
mi relación con el Lago de la Luna! ¿Acaso crees que no te he visto
intentar hojear mi libro? ¿Crees que me hacía gracia que fueras a
ocuparte de tus “asuntos” y que me dejaras tirada como lo hacías?
¿¡Crees que no te oía hablar con Evan!?
—Tranquilízate, por favor.
—¡No!—se levantó de la cama—.
¡Estoy cansada de que vengas a mis aposentos con la excusa de que me
quieres y que quieres verme feliz, cuando en realidad no es así! ¡No
necesitas de mis explicaciones para saber qué fue lo que pasó,
Garret te lo puede contar! ¡De lo que deberías ocuparte ahora es de
ayudar a Bocha y al resto de maestros a salir de allí, porque están
en peligro! ¡Y sin su ayuda, ni Lago de la Luna ni leches para ti!
—¡Escúchame! ¡Tú no tienes ni
idea de lo que significa ser el líder de la Organización! Algunas
cosas tienen prioridad sobre otras. ¿Qué pasaría si apartara mi
vista durante un solo segundo del objetivo de Pandora?
—¡Probablemente ganarías tropas
para luchar contra ella!
—¡Pero tendría que luchar, y eso es
precisamente lo que intento evitar!
—¡¡Pues algunas veces hay que
afrontar el hecho de que eso no se puede hacer!!
Se quedaron mirando fijamente durante
un momento. Vittorio finalmente dejó su bandeja sobre la mesa y se
sentó en el borde de la cama. Male miraba hacia la pared.
—Lo siento. Tendría que estar más
atento...
—Tendrías que ser mejor líder. Eso
es lo que tendrías que hacer. En lugar de mandar a Maite y a Reïk a
vigilar el lago tendrías que haberlos enviado a salvar a tus amigos.
No ya a tus compañeros. Tus condenados amigos, Vittorio. Y también
los míos.
—Los necesitaba en el lago.
—¿Para qué, a ver?
—Para que vigilen. ¡¡Para que
vigilen tu puta casa, Male!! ¿¡Todavía no lo entiendes!? ¡¡Si
estoy vigilando el lago es porque ahí hay algo que podría hacer
daño a la gente!!
—¿¡Y por qué no me mandas a mí en
lugar de a ellos dos!? ¡¡Yo conozco el bosque mejor que nadie,
maldita sea!!
—¡¡Tú estabas TRAUMATIZADA!!
¿¡Cómo COÑO quieres que te envíe allí a luchar contra un
enemigo que no conoces!? ¡¡Hasta Reïk tiene más ventaja en
eso!!
—¿¡Me estás llamando inútil!?
—¿¡Me estás llamando inútil!?
—¡¡Tú estás intentando decirme
cómo se supone que tengo que llevar a cabo MI LIDERAZGO!! ¡¡Así
que yo puedo llamarte lo que me dé la gana!! ¿¡ENTIENDES, O
TAMPOCO TE LLEGA EL ENTENDIMIENTO PARA ESO!?
Male se lo quedó mirando con los ojos
abiertos de par en par. Acto seguido se levantó de la cama y, fuera
de sí, gritó.
—¡¡FUERA DE MI HABITACIÓN, HIJO DE
PUTA SIN SENTIMIENTOS!!
—¡¡PUES MUY BIEN!! ¡¡AHÍ TE
COMAS TU PUTO TRAUMA TÚ SOLITA!!
Y entonces Vittorio salió, furioso,
del cuarto de Male, y no se le olvidó dar un fuerte portazo.
Mientras se dirigía hacia la sala ocho, oyó cómo Male rompía a
llorar, y sus sollozos pudieron escucharse a lo largo y ancho de toda
la Biblioteca.
—¿Eso que se oye es Male llorando?
—Qué agudo.
—Eres un bestia. Así no se trata a
la gente.
—¿Tú qué sabrás? No te metas en
mi vida.
Jack observó atentamente todos los
movimientos de Vittorio. Podía notar la rabia de su compañero
dándole en la cara, ardiente como el viento del desierto, y desde
ese momento supo que iba a haber problemas. Y gordos.
Pero estaba tranquilo. Male estaba a
salvo, y eso era lo importante. Aunque estuviera triste. Siguió
buscando los manuscritos que se suponía que Maite había devuelto, y
revisó los catálogos por si se le había pasado mirar en algún
sitio.
—¿Sabes dónde he puesto mi
revolver?—preguntó Vittorio desde detrás de una estantería.
Jack dio un respingo. Se había vuelto
a sumergir en su mundo y esa pregunta le había puesto nervioso.
Tanto por repentina como por peligrosa.
—¿Para qué lo quieres?
—Practicar tiro.
—No, no lo he visto.
—¿Míster Orden no sabe dónde está
mi revolver cuando tiene catalogada hasta la última mota de polvo de
todo el edificio? No me lo creo.
—Lo habrás dejado en otro sitio.
—Jack, VIVO AQUÍ. ¿En qué otro
sitio puedo haberlo metido?
—¿Y yo qué sé? No ando vigilando
dónde pones tus cosas. Y tampoco necesito un revólver.
—Tsk.
Vittorio siguió buscando y Jack
mirando los catálogos. Ahora el bibliotecario sudaba: sabía que el
revólver no era para practicar tiro. Al menos, no de la forma
convencional. Mientras pensaba en las posibles aplicaciones del arma
en manos de su rabioso dueño, entró Lucas, terriblemente asustado.
—Ha aparecido Malan—musitó, blanco
como una pared.
—¡Vaya! Eso es una buena noticia.
¿Dónde está?—sonrió Jack.
—En el Lago de la Luna—continuó
Lucas—; concretamente, amenazando a Maite con un cuchillo.
Vittorio miró a Jack y él, con el
rostro totalmente desencajado, le dijo a Lucas lo que tenía que
hacer.
—Busca a Ali y vete con ella y Galia
al bosque. Impedid que...
—No—interrumpió Vittorio—. Que
vayan Morfo y Male.
—¿¡Pero tú estás loco!?—gritó
Jack—. ¡¡Sabes de sobra que NO podemos mandar a Male!! ¡Y mucho
menos con Morfo! ¿Tienes idea de lo peligroso de tu gilipollez?
—Voy a explicarte una cosilla de
nada—dijo Vittorio tranquilamente—. Si yo no estoy mandas tú y
se hace lo que tú digas. Pero ahora mismo estoy presente, y tú
estás por debajo de mi posición. Así que acepta lo que te digo o
habrá consecuencias.
—¿¡Qué consecuencias ni qué
calamares en vinagre!? ¡¡Sabes de sobra el motivo por el cual no
tenemos la misma maldita posición!!
—Y, por eso, cierra la boca y asume
lo que hay. Lucas—dirigió la mirada al otro joven—, llama a
Morfo y pasa a recoger a Male. Y deprisa.
—...Sí, señor.
Lucas salió de la habitación con
calma. Jack cerró la carpeta de anillas que llevaba en la mano, la
dejó con un golpetazo sobre la mesa y salió tras él.
—Lucas—le llamó—, espera.
—Yo lo siento, tío—se disculpó—,
pero Vittorio tiene razón. Técnicamente él está una posición por
encima de ti, así que si tengo que obedecer a alguno de los dos
tiene que ser a él. Por idiota que sea su decisión. Que lo es.
—Al menos hazme un favor: ve con
ellos. No te ha prohibido que lo hagas, y así Male estará más
vigilada.
—Como me meta en un lío no vas a
tener jungla para correr.
—Con esa cara tan seria parece que lo
digas de verdad y todo.
—Soy un mago del humor.
—Venga, mueve el culo.
—¿Morfo?—Lucas no tocó al entrar
en el cuarto. El chico tenía el boli en la boca apuntando hacia el
cielo, y mantenía el equilibrio con las dos patas delanteras de la
silla levantadas, en un pleno desafío a la gravedad y la mala
suerte.
—Hey.
—¿Interrumpo algo?
—Estaba componiendo, pero me he
atascado. ¿Se te ocurre algo que te inspire miedo pero a la vez
calma?
—No.
—Vaya. Bueno, dime—volvió a poner
la silla sobre sus cuatro patas.
—Malan ha aparecido en el Lago de la
Luna y está amenazando a Maite con un cuchillo. Hay que darse prisa.
Avisa a Male.
—¿A Male? ¿Quién coño ha sido el
lumbreras que ha ordenado eso?
—Vittorio.
—Muy bien, para acabarlo de arreglar.
No pienso llevarla—tiró el boli sobre la mesa, visiblemente
enfadado, y se puso las botas—. Iré yo si hace falta, pero Male se
queda aquí.
—Jack también ha protestado y
Vittorio le ha amenazado. A ti no te tiene en tan alta estima como a
él, así que yo de ti obedecería. Y yo tampoco estoy de acuerdo,
eh. Así que voy con vosotros, para ayudar.
—¿Estima? El hijo de puta
literalmente me suplicó que me quedase aquí para ayudarle con esta
mierda, ¿y ahora nos ponemos a hablar de estima?
—En serio, Morfo. Male va a ir te
guste o no, así que...
—¡¡Bien, a la mierda!! ¡¡El plan
al carajo!! Total ya qué coño importa discutir.
Morfo salió furibundo de su
habitación, y Lucas lo siguió. Se dirigieron al cuarto de Male y,
conforme se fueron acercando, Morfo se fue serenando. Aún se oían
los pucheros de la pobre chica.
—¿Male?—Morfo tocó antes de
entrar.
—Pasa—musitó ella.
Lucas se quedó fuera. Male se había
levantado y sorbía los mocos mientras acariciaba su libro con las
yemas de los dedos. A Morfo le entró angustia.
—Prepárate. Ha aparecido Malan,
tenemos que irnos.
—Menos mal, pobrecito. ¿Cómo está?
—Amenazando a Maite con un cuchillo.
Así está.
—¿¡Que qué!?—miró a Morfo,
estupefacta—. ¿Dónde están?
—...En el Lago de la Luna—tragó
saliva con dificultad.
—...
Los ojos de Male pasaron de la sorpresa
y la indignación a una rabia fría y destructiva. Cogió su capa, su
varita, se puso las botas y salió por la puerta.
—Me voy a cargar a ese puto crío de
mierda.
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