viernes, 25 de diciembre de 2015

Capítulo XXVI - De relatos

—Entonces...—comenzó Raak, avivando el fuego—, ¿puedo preguntarte algo?
—Ahá—contestó Male distraída.
—¿Qué pasó para que acabaras viviendo en mitad de un bosque junto a un monstruo ancestral que vive en un lago? Quiero decir... A cualquiera que se lo cuentes te va a alzar una ceja por lo menos.
—Bueno... A ver por dónde empiezo, sin liarme mucho. Tú que has trabajado en una biblioteca sabes mejor que nadie que hay tomos que nadie nunca ha llegado a abrir, por el motivo que sea, ¿verdad?
—Claro—soltó el palo en las llamas y se arrebujó en la manta.
—Bueno, pues mi padre trabajaba en una biblioteca, como tú. Pero la de mi padre era normal.
—Ya, ¡eso me lo imagino!
—Bueno—se rió levemente—, el caso es que un día se puso a hacer revisión de los tomos. Cerró la biblioteca durante unos días y se nos llevó a mi hermano y a mí para que le ayudáramos a catalogarlos y ese tipo de cosas. A los dos nos gustaba mucho ir a la biblioteca y leer, pero como lo de catalogar libros era un verdadero bodrio, en un despiste de mi padre nos levantamos corriendo y nos escondimos en uno de los almacenes más recónditos del edificio.
»Recuerdo que la habitación estaba totalmente a oscuras. Olía a polvo y a cerrado. Mi hermano sacó su consola y con el brillo leve del menú principal vimos a nuestra derecha un mueble con linternas. Al iluminar la estancia vimos estanterías y estanterías llenas de libros encuadernados en piel de color oscuro, muchos de ellos estropeados por el tiempo. No parecía que hubiera entrado nadie en esa habitación desde hacía mucho tiempo.
»Mi hermano enseguida corrió a las estanterías para ver lo que había. Yo le seguí con cuidado y advirtiéndole de que no tocara nada, pero él, como siempre, a la suya. Llegado un momento, se paró enfrente de una de las repisas y cogió uno de los pesados volúmenes que descansaban en ella. Lo miró por arriba y por abajo, lo abrió y lo volvió a dejar en el sitio tras encogerse de hombros, diciendo que no entendía ni una sola palabra de lo que estaba escrito. Yo, por curiosidad, también lo cogí y traté de leerlo, y me di cuenta de que yo sí podía. Las letras se movían solas y formaban palabras en un idioma que yo no recordaba haber estudiado nunca, pero que sin saber por qué, conocía, y me contaban los mitos de los monstruos del Espacio Profundo. Me asusté y tiré el libro al suelo justo cuando mi padre entró en la estancia, muy enfadado, y nos sacó de allí a rastras. Después entró él, se quedó mirando el libro que yo había tirado con cara descompuesta y lo volvió a dejar en su sitio, cerrando la puerta con llave al salir.
»A partir de entonces mi mente revolvió una y otra vez la idea de ir a por el libro de nuevo. Sabía que estaba mal, ya que no era mío, me daba miedo y además tenía que robarle a mi padre la llave para pasar a la sala, pero una fuerza irresistible me ponía nerviosa y me llevaba sin querer hasta la puerta cerrada del cuarto oscuro cada vez que iba a la biblioteca. Mi hermano, al que se lo contaba todo, dijo que me estaba preocupando demasiado por algo que no tenía importancia, ya que sólo era un libro más de todos los que había. Intentó convencerme de que lo que yo había visto eran las fotos en las páginas, pero yo sabía que no era así. Por eso, una noche, cansada ya de comerme las uñas de estrés, le robé la llave a mi padre y entré en la habitación oscura cuando a la mañana siguiente fuimos a la biblioteca.

***

—Ali.
—¿Sí, Vittorio?
—¿Por qué nos habéis detenido Galia y tú?
—Ahora en serio...—Ali miró al Jardín de fuera de la Biblioteca y sorbió su té—, ¿crees que iba a dejar que os pegárais en esta situación?
—¿Y Galia?
—A Galia la convencí de ponerse en medio porque estaba borracha del licor de las galletas y le prometí más. Pero seguro que cuando recupere la sobriedad opina igual que yo.
—Bueno.
Vittorio clavó la vista en el techo y no se movió. Suspiró y miró a Ali de nuevo.
—¿Qué tal está Male?
—No lo sé—sorbió con seriedad de la taza y la apuró. Tras dejarla vacía se dirigió a la puerta—. Cuando te veas capaz de andar subes a buscarla y le preguntas.
—Bueno.
De este modo Ali salió de la habitación, tragando saliva como podía. Se dirigió hacia la sala dos y, de allí, salió fuera del edificio y se perdió entre los matorrales.

Un rato más tarde, Vittorio se levantó de la cama, aún un tanto agarrotado. Caminando lentamente, logró llegar hasta el cuarto de Male. Tocó a la puerta, pero sólo oyó un murmullo extraño. Decidió entrar, para encontrarse a una Galia desparramada encima de la mesa comiendo galletitas. Tenía los ojos rojos y las mejillas arreboladas, y la boca llena de migas. Le saludó.
—¡Qué passssha, commmpañerooo!—levantó la mano y la dejó caer enseguida.
—¿Dónde está Male? Me habían dicho que estaba aquí.
—¡Sa pirao! Con el bibliotecario essshe... El del hacha.
—¿¡CÓMO!?—se tuvo que agarrar al marco de la puerta para no caerse.
—Nnnno me gritesh, ¿quiereh? A veh... Yo le di una essshfera de canalisasióng pa que ehtuviera porotegía ssssshiempre. Y el otro tipo parecía fuerte. ¡Jejejejeje!—hipó.
—¿Pero por qué no me lo han dicho?—Vittorio se puso la mano en la frente—. Se supone que yo tengo que saber todo lo que pasa aquí...
—Hablando de trahticosh... Toma—le alargó a Vittorio una pirámide con el mismo diseño que la esfera de Male. Vittorio se acercó agarrándose a las cosas y la cogió.
—¿Qué es esto? ¿Es para mí?
—Nooooup. Eh pa Bocha. Sirve pa lo mihmito que la de Mmmmale. Canalisha energíah. Lo va a neseshitar...
—¿Por qué?
—Yo qué shé tío, yo losh hago pa que tengan mejor control shobre suh podereshhh... En fin, tú she lo dash, que pa mí que me voy a quedar aquí un ratejo...
Cayó dormida y babeando sobre la mesa. Vittorio, pues, se guardó la pirámide en el bolsillo y salió de la habitación en busca de Bocha.

Y, después, de Ali.

***

—Estaba oscuro, como los días anteriores. Sin embargo, yo ya sabía dónde estaba el tomo. Me parecía verlo brillando en la oscuridad—Male se arrebujó en su capa. Raak le acercó más el tronco a la hoguera para que no pasara frío—. Ni siquiera cogí la linterna. Simplemente me acerqué, agarré el libro y me marché, cerrando la puerta con llave. Metí el libro en mi mochila, más tranquila, y me fui donde estaban mi hermano y mi padre.
»Cuando volvimos a casa aquella noche, esperé a que todos se fueran a dormir y me puse a leer el libro bajo la sábana de mi cama, con una lámpara portátil que mi madre compró para las excursiones al campo. Me contaba mitos increíbles sobre animales y seres ultra poderosos, de los cuales no era capaz de concebir ni siquiera la mitad de lo que estaba escrito en el libro que podían hacer. También me decía cómo invocarlos, y hubo uno que me hizo especial gracia, y aprovechando que era pequeño y el libro decía que era inofensivo, lo invoqué... Matando a mi perro en el proceso.
»No sé cómo ocurrió. ¿Quizá fuera una especie de onda expansiva sobrenatural? No lo sé. Fue tan repentino que vomité de la impresión antes que ponerme a llorar... Cosa que hice, y mucho. El caso es que no supe cómo reaccionar, el bicho se volvió a su mundo y yo intenté borrar todo rastro de cualquier invocación. Como no supe qué hacer con el perro, lo saqué a la calle y lo dejé tirado en medio del asfalto para hacer creer a la gente que lo habían atropellado. Jamás me he sentido tan mal en toda mi vida, creo.
»A la mañana siguiente, mi hermano se despertó llorando porque vio al perro muerto por la ventana. Yo lloré también, pero por otros motivos. Incluso creí por unos instantes que todo había sido un sueño. Sin embargo, mi padre se dio cuenta enseguida de lo que había pasado porque no había eliminado todos los restos de sal del patio y se me había olvidado tapar la sangre. Me cogió de la oreja y me obligó a hacer la maleta a la fuerza. También a mi hermano y a mi madre. Nos montó en el coche sin saber ninguno qué se proponía, y una vez se hubo puesto en la carretera, paró en la biblioteca y me sacó a tirones del coche. Yo llevaba el libro, porque sencillamente no podía separarme de él. Mi hermano se dio cuenta, pero no dijo nada hasta después. Mi padre y yo entramos pues dentro de la biblioteca y me llevó al cuarto oscuro. Allí me gritó como nunca me había gritado antes, y me obligó a dejar el libro donde lo había encontrado. Al yo negarme, intentó quitármelo, a lo que yo forcejeé. No consiguió quitármelo pese a lo mucho que tiraba y al final se cansó. Se me llevó de allí a rastras de nuevo, me metió en el coche y reanudamos la marcha.
»Mi hermano entonces me pidió explicaciones por lo que había hecho. Yo le respondí que todo había ocurrido sin yo darme cuenta, como en una especie de ensoñación, pero no me creyó. Había matado a su perro y él lo sabía, por simple deducción. Me dijo que me odiaba. Y eso fue lo último que escuché de él.

***

—¿Bocha?—Vittorio, que ya podía andar mejor, abrió la puerta de la habitación de Bocha, y le encontró dentro haciendo una especie de petate. Sorprendido, Vittorio cerró tras de sí y se internó más en la estancia.
—Ah, hola. ¿Qué pasa?—dijo él, distraído.
—¿Dónde te vas?—Vittorio empezaba a impacientarse. Todo el mundo se marchaba y nadie le pedía permiso.
—A buscar a Male.
—Ah, así que ella se va sin decirme nada, Jack se va sin decirme nada, y menos mal que acabo de entrar a verte ahora, ¡porque si no te vas tú y tampoco me entero! ¿Se puede saber qué tiene de acogedor el bosque?
—Para mí, nada. Por eso quiero traer a Male de vuelta, no quiero que pase mucho tiempo allí. Aunque sea para entrenar—con determinación, cerró el petate y se lo echó al hombro—. ¿Querías algo?
—Galia me ha dado esta cosa para ti. Dice que es un canalizador de energía o no sé qué—sacó la pirámide de metal del bolsillo y se la lanzó. Bocha la cogió con una mano.
—¿Y para qué sirve?—le dio vueltas y la observó. Se la colgó del cinturón con el mosquetón que llevaba incorporado.
—No me ha especificado detalles, no sé si por añadirle misterio o por estar sencillamente borracha. En fin, yo ya me he cansado de tantas tonterías. Voy a buscar a Ali—salió de la habitación—. Y más te vale encontrar a Male pronto y volver deprisa.
Y cerró de un portazo. Bocha se quedó mirando a la puerta unos segundos antes de coger un par de cosas más y salir él también de la habitación. En la puerta se encontró a Tarrkiem, que acababa de llegar corriendo.
—¿Ya te vas?—le preguntó.
—Sí—dijo Bocha, evadiendo su mirada—. ¿Querías algo?
—Sí—Tarrkiem le puso una de sus fornidas manos en el hombro—. ¡Voy contigo!
—¿...Perdón?
—Tú solo no vas a poder con todo lo que se te eche encima, así que he decidido ir contigo. Ranusa y Garret se quedarán aquí para "coordinar"—y en un susurro le dijo—, aunque yo más bien creo que el que va a coordinar es Garret y el otro sólo se rascará las narices, pero por confiar... ¡En fin! ¿Qué te parece la idea?
—Pues en realidad...—Bocha pensó durante un segundo. Tarrkiem era poderoso. Si había alguien que podía ayudarle en su misión, era él. Además, se llevaban bien—. Sí, claro, ¿por qué no? Vente.
Tarrkiem le expresó su alegría y le pidió que le acompañara a recoger un poco de equipaje. Bocha le siguió y miró por las ventanas al Jardín, pensando en su expedición. Iba a ser duro...

***

—No supe qué contestarle a lo que me dijo. Me odiaba. Y yo lo entendía. Miré por la ventana del coche y dejé de escuchar las maldiciones de mi padre y los intentos de mi madre por apaciguarlo. Estábamos en un bosque muy tupido, y muy lúgubre. El bosque del Lago de la Luna, como ponía en un cartel. Mi padre, llegado un momento, me preguntó a gritos si le estaba escuchando, a lo que no pude responder, porque se nos cruzó un animal indeterminado en la carretera y chocamos. Mi padre perdió el control del coche y se estrelló de lado contra un árbol. Él se abrió la cabeza con el volante, mi madre se partió el cuello del impacto y mi hermano fue aplastado por el árbol. Yo me libré milagrosamente, salí del coche y me interné en el bosque, con el libro en mis manos, mi maleta medio rota y la varita de plata de mi hermano. No recuerdo por qué tenía una, pero me la llevé, de recuerdo, supongo. No quería ver aquel estropicio. Habían muerto por mi culpa, y yo lo sabía. Lo sabía todo. Sabía qué me iba a encontrar en ese bosque desde el momento en que cruzamos la primera línea de árboles, así que enseguida me dirigí hacia el sitio correspondiente. Dejé las cosas en la orilla excepto el libro y la varita y me sumergí en el agua con ellos, a fin de ser devorada por el gran monstruo proveniente del Espacio Profundo, el todopoderoso Glob'Blg-Golyblr.

Male dejó de hablar durante un rato. Raak no la forzó a continuar, puesto que sabía lo duro que era contar una experiencia tan traumática. Sin embargo, sí que le preguntó una cosa.
—¿Tu padre iba a lanzarte al monstruo para que te devorara?
—Por supuesto que no. Iba a lanzar el libro para asegurarse de que nadie más pudiera leerlo nunca. Pero se nos llevaba a todos para que fuéramos testigos de ello y pudiéramos asegurarnos con total certeza de que el tomo se deshacía.
—Ah, bueno.
Dejó pasar un rato de enfriamiento. Male levantó la mirada hacia las estrellas que se veían más allá del precipicio y continuó un poco más.
—El monstruo no me devoró. Me rodeó con cuidado con uno de sus tentáculos y me sacó fuera del agua, a a sabiendas de que dentro de poco rato me ahogaría. Cazó peces para mí y me los dejó en la orilla. Yo aprendí a las malas cómo encender un fuego, casi quemando todo el bosque, y cuando descubrí mi poder me aseguré de usarlo para conseguir un hornillo. Salí de las profundidades del bosque y se lo robé a unos campistas que pasaban por allí. A partir de entonces, usé la magia del libro para ocultar el lugar a los ojos de la gente y vivir a salvo. Me hice una cabaña y todo...
—¿Y tu poder? ¿Cómo lo descubriste?
Male guardó silencio durante unos instantes y se levantó del tronco. Sonrió levemente y se metió en la pequeña tienda que iban a compartir para dormir.
—Mañana te lo cuento—dijo en un murmullo.
Y Raak, apagando la fogata con un chasquido de dedos, la acompañó dentro y se durmieron juntos.

***

—Tarrkiem...
—¿Sí?
—Estás seguro de que quieres venir conmigo, ¿no?
—Bueno...—Tarrkiem se ajustó el sombrero—, alguien tendrá que cocinar.
—No me seas así, me las arreglaría y lo sabes.
—Lo dudo seriamente.
Los dos miraron hacia lo profundo del Jardín y, echando mano a sus armas, empezaron a cortar matorrales y a caminar hacia la espesura.
—¿Pero de verdad crees que no aprendería a cocinar?
—Venga ya, si ni siquiera sabes encender fuego. Y usar tu espada para ello no cuenta.
—Eres un rollo de persona.
—¡¡ESPERAD!!
Los dos se giraron ante el grito de Galia. La joven venía tambaleándose, pero estaba sobria. Los dos se sorprendieron, ya que hacía relativamente poco que se había acostado a dormir la mona y parecía muy pronto para que estuviera recuperada del todo. Traía un cubito como la pirámide de Bocha.
—Para Tarrkiem. Me enteré de refilón que se iba con Bocha, así que también le vendrá bien esto.
Se lo dio y Tarrkiem, tras observarlo, se lo colocó en el cinturón.
—Por cierto, Galia, ¿para qué sirve? Male también tiene uno, nos han dicho.—Bocha señaló el suyo.
—Sí, verás, es un dispositivo que permite asumir y almacenar grandes cantidades de energía y transformarlas en la vuestra en poco tiempo. Os va a hacer falta, ya que os vais a enfrentar a muchos peligros ahí fuera y desearéis tener una fuente extra de poder cerca. Recoge magia del aire, por decirlo de modo más espiritual, y os la transmite a vosotros para que la podáis usar de forma cómoda. Supongo que Male sabrá usarla, pero en el caso de que no sepa tampoco me preocupa mucho porque va con Jack y tiene cara de espabilado.
—Muchas gracias—dijeron los dos a la vez.
—De nada. Que tengáis mucha suerte con lo vuestro. Yo me vuelvo a dormir, que me duele la cabeza un montón... Ay...
Galia se fue de nuevo y los dos chicos se internaron en la espesura del Jardín, perdiéndose de vista casi de inmediato, y marcharon sin cesar hasta que cayeron los soles.