martes, 7 de marzo de 2017

Relato: Pelirroja Parte 14


Pelirroja miraba perpleja al mortal. Aparte de que era altísimo, era el mortal más corriente que había visto nunca. Pelo y ojos oscuros, con una barba incipiente y unas gafas enormes de pasta que no dejaba de toquetear, visiblemente nervioso.
- A ver, Gea. Te pedí que encontraras a V, ¡no que te trajeras a Bernard! –Explotó Morfo.- ¡Podría haberle pasado algo!
- No te pongas nervioso. Estaban de camino cuando les he avisado.
- ¿Estaban?
- Sí, Froggy también ha venido.
- Exacto. No le debe quedar mucho para llegar, eran pocos perros –murmuró Bernard.
- Anda, si hablas –dijo Pelirroja.-Dime por qué Gea te ha metido aquí. ¿Te persigue alguien?
- No especialmente. No existo, teóricamente. Pero era bastante incómodo probar los Cubos desde la otra punta del mundo así que…
- Un momento ¿Cómo que no existes? ¿Conoces los Cubos?
- Muy sencillo, si me buscas no encontrarás nada interesante. Y conozco los Cubos porque parte de su “magia” se la doy yo.
- ¿Eres un mortal con poderes? ¿En qué consisten? ¿Desde cuándo los tienes?
- No tengo poderes. Los Cubos no tienen nada de magia. Son aparatos que monta Gea y que yo programo para que hagan cosas más avanzadas. La programación se puede aprender.
Ante la cara de pasmo general, Bernard se planteó explicarles algo, pero lo dejó por imposible.
- Entonces… ¿eres mortal o no? –inquirió Sincara.
- Teóricamente si me pegas un tiro en el corazón no me vuelvo a levantar. Pero para ello tienes que pasar por Froggy y por un pequeño invento mío. Venga, dame un puñetazo.
Sincara se encogió de hombros y lo hizo. Lo siguiente que vio fue cómo había acabado tirado en el suelo, después de atravesar la pared más alejada de Bernard.
- Tío, ¿te encuentras bien? –Gritó Bernard asomando la cabeza por el boquete.- Siento el golpe, pero el campo de fuerza no es fácil de regular y no estoy como para arriesgarme.
- Déjame adivinar –rio Pelirroja.- Llevas una sudadera de Gea.
- Sí, aunque he perfeccionado el sistema de escudo y…
Un zumbido sacudió la muñeca de Bernard, justo donde tenía un brazalete sospechosamente similar a los de Gea y Morfo. Bernard se dio un golpecito en un lateral de las gafas y abrió la puerta. Entró una mujer pequeñita, visiblemente extenuada. Tenía su largo pelo negro totalmente despeinado y se afanaba en  ajustarse unos guantes con un diseño de flechas negras y moradas.
- Carajo, Bernard. La próxima vez te quedas. No me gusta matar animales –farfulló con acento latino.
- La próxima vez se queda V. Es un quejica, todo el trayecto chillando que si estaba loco y que frenara. También dijo una serie de palabras que no entendí. Te las envié al comunicador.
- Las he oído por el camino. Mi ruso está un poco oxidado, pero por lo que he entendido, lo más bonito que te ha dicho implicaba a tu madre.
Morfo tosió, haciendo que Bernard y la mujer repararan en que no estaban solos.
- Ah, hola –se adelantó ella.- Soy Annie, pero todos me llaman Froggy.
- Oh, yo a ti te conozco. Eres esa chavala amiga de Yao que Titiritera me acusó de asesinar a sangre fría –dijo Pelirroja.
- Sí. Cometió el error de pegarme un tiro y luego no quedarse para comprobar si estaba bien muerta. Fue una forma bastante curiosa de descubrir mi inmortalidad, aunque para cuando volví a ver a Yao no me reconoció. Morfo me encontró y aquí estoy, siendo el guardaespaldas de un mortal loco.
- Supongo que ya que estás aquí, querrás ver a Yao, ¿no?
- Sí, a ver si ahora que está atado me hace más caso y entra en razón.
- Vale. ¡Gea! Lleva al nuevo al ala de Clara. Mejor tener a los mortales juntitos. Morfo, ya que te has molestado en salvar al atontado ese dale una tila o algo. Camaleón y Sincara, vosotros venid conmigo. Vamos a acompañar a nuestra aliada, esto no me lo pierdo.

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