La noche había caído hacía rato.
Maite meditaba en silencio sentada sobre el suelo de su habitación,
atenta a los sonidos de la noche. Sin embargo, sus pensamientos se
vieron interrumpidos por un estruendo que se escuchó en su cuarto de
baño. Cautelosamente, se acercó a la puerta y la abrió de sopetón.
Lo único interesante que vio fue la estantería de los champús, que
estaba en el suelo. Todos los botes estaban desperdigados por la
bañera o por fuera, y algunos incluso abiertos. Maite los puso todos
en el borde de la cerámica y apartó la estantería, refunfuñando.
Se levantó, echó un último vistazo y se dio la vuelta, sólo para
darse un susto de muerte y ver a Inna blanca como la pared y hecha un
manojo de nervios en los sillones del cuarto.
—¡Ah! ¡Inna! ¡No me des esos
sustos por el amor de...!
—¡Yo también me he azuztado!
¡Podríaz apretarle loz tornilloz a la maldita eztantería, que cazi
me mato!
—Ay, perdona, nunca pensé que
alguien necesitaría agarrarse a ella teniendo esto justo al
lado—dijo, señalando un agarradero plateado que había junto a la
bañera—. Por otro lado, eso lo explica...
—¡Cí, vale, pero no hay tiempo!—se
levantó de un salto.
—¿Que no hay tiempo de qué?
—¡Tienez que ayudarnoz! ¡Ha habido
un fallo en el ziztema de zeguri...!
Alguien tocó a la puerta. Inna
interrumpió lo que estaba diciendo con un pequeño gritito y
desapareció destelleando, para que justo un instante después se
oyese un ruido en el vestidor y un gemidito de dolor. Maite abrió la
puerta y descubrió a un blanco, ojerizo y sudoroso Reïk que se
tambaleaba frente a ella. Este se derrumbó entre sus brazos y perdió
el conocimiento sin mediar palabra.
Un par de horas más tarde, Reïk se
despertó en la cama de Maite, con una toalla húmeda en la frente y
una Inna con los ojos brillando de poder mágico justo a su lado,
recitando hechizos en un idioma desconocido mientras el bastón
volaba alrededor de ella entre destellos. Maite daba vueltas
alrededor de la habitación, preocupada y angustiada. Jugaba con el
piercing de su oreja izquierda y pestañeaba mucho y muy rápido.
—Buenos días—musitó Reïk. Maite
se abalanzó a su lado, aliviada aunque muy nerviosa.
—Dios mío, Reïk, gracias a Dios que
estás bien. ¿Qué te ha pasado?
—Pues... No estoy seguro del todo. Al
principio pensé que era un sueño porque creía que me había
quedado dormido... Pero de repente empecé a notar que me dolía todo
el cuerpo y comenzaba a sudar, y aunque trataba de librarme de las
imágenes que aparecían ante mis ojos, era imposible. Estuve un
largo rato así... Viendo escenas confusas acerca del pasado,
presente y quizá del futuro...
—¿Qué zalía en ezaz imágenez?—Inna
no parecía ella. Su seriedad inundaba la estancia.
—Muchas cosas... Me duele la
cabeza...
—Vamos, Reïk, esfuérzate un
poquito...
—A ver... Había un edificio grande,
pero como translúcido... Y estaba muy escondido... También había
un bosque lleno de cristales luminosos, y un lago... El lago me daba
mucho miedo, no sé muy bien por qué. Había una mujer bañándose
en él, y de repente corría una ráfaga de viento y desaparecía.
Las luces de los cristales se apagaban y se oían unos lamentos
terroríficos. Y lo que es peor...
—¿Qué?—dijeron las dos a la vez.
—Escuché la voz de Malan.
—¿¡Cómo!?
—Zí... Ez juzto como yo me lo
imaginaba.
—¿Eh?
—Maite, ¿te acuerdaz de que yo te
iba a decir algo antez de que Reïk entraze?
—Sí...
—Bien. Puez rezulta que tenía que
ver con Malan y zu dezaparición. Pero zi Reïk encima ha tenido una
premonición...
—¿¡Qué!? ¿¡Sabes dónde está
Malan!?—Reïk se movió muy bruscamente y se mareó.
—No. Zólo me hago una ligera idea de
qué ha podido pazar con él. Y eza idea tiene mucho que ver con el
lago que haz vizto y, en cierto modo, con el edificio.
—Esa es otra cuestión: ¿qué
edificio es ese?
—Ez la Gran Biblioteca, lugar donde
ze encuentra todo el zaber habido y por haber. Zólo pueden
encontrarlo aquelloz predeztinadoz de alguna manera. Zupongo que eza
premonición ez la prueba que necezitábamoz para zaber zi podríaiz
acceder...
—Espera, espera. Esa biblioteca tiene
toda la sabiduría del mundo concentrada en un montón de libros. Y
sólo puede acceder aquella gente predestinada a hacerlo. ¿Cómo se
sabe?
—En el cazo de Reïk, ez obvio por zu
premonición. Zin embargo, loz hay mucho máz zutilez, como el tuyo.
—¿El mío?
—Nunca pudizte lograr todaz laz
transformacionez en animalez, ¿verdad?
—...Cierto.
—Ezo ez porque eztabaz predeztinada a
aprenderlaz de manoz de la zabiduría de la Biblioteca, ya que de otro modo zólo lograríaz acceder a eztadoz mucho máz bajoz y realmente muy inútilez. Tu incapacidad para controlar eza faceta de tu poder ez la prueba irrefutable. ¿Cómo
llegar? Lo único que zé ez que tenéiz que partir de inmediato, hacia el ezte.
—¿Que qué? ¿Pero tú has visto el
estado en el que se encuentra Reïk ahora mismo? ¡Si no se puede ni
mover!
—Por ezo tú le llevaráz. El
inztinto animal mezclado con loz avizoz que recibirá él conforme oz
vayáiz acercando oz darán laz piztaz que necezitáiz.
—¿No se dará cuenta Todo de que
faltamos?
—Zí, pero no podrá hacer nada. Zi
no ha podido encontrar a Nada, tampoco encontrará la Biblioteca.
—¿Y por qué no?
—Puez ya te lo he explicado antez,
pero digamoz que la Biblioteca ze encuentra en el mizmo plano
dimenzional que Nada. No oz preocupéiz por ezo, tendréiz tiempo de
zobra de aprenderlo allí. Zin embargo, nezezitaréiz ropa adecuada
para el viaje. No pueden reconoceroz.
Inna agitó el bastón, mencionó un
hechizo y la ropa de ambos amigos comenzó a cambiar. Maite pasó a
llevar una camisa larga con mangas hasta las muñecas y un lazo en el
pecho, unos pantalones bombachos y unas botas hasta la rodilla, y una
capa con capucha que le llegaba hasta el muslo. Reïk llevaba un
blusón atado por la cintura, unos pantalones largos, unas zapatillas
de tela bastante cómodas y una capa que llegaba hasta el suelo y que
acababa formando cuadrados. La capucha caía sobre sus ojos, lo que
ocultaba su identidad. Ambos conjuntos estaban elaborados con tela
oscura, presumiblemente para ocultarse en la noche. Los dos jóvenes
se miraron y asintieron.
—Pero—Maite miró de nuevo a Inna—,
antes dijiste que hubo un fallo de seguridad. ¿Dónde?
—Ez verdad. Me refería a la
organización.
—¿Qué ha pasado?—intervino Reïk.
—Ez largo de contar. Pero digamoz que
la Gran Biblioteca eztá muy relacionada con el azunto, y que el
fallo de zeguridad ze ha producido en nueztra organización. Ze ha colado alguien que no debía de haberze colado...—Inna sufrió un escalofrío y acto seguido los miró directamente—. ¡Ahora
debéiz marcharoz! ¡Allí oz lo explicarán todo con máz claridad!
—...—la joven transformista cerró
los ojos y miró a Reïk—. Vámonos.
—¡Pero Maite, necesitamos una
explicación mejor!
—Nos la darán allí.
—...
Maite se transformó en un enorme lobo
de pelaje negro. Reïk, con la ayuda de Inna, se subió a su espalda
y se agarró fuertemente. La niña les abrió la ventana y ellos
saltaron a la oscuridad. Desaparecieron inmediatamente. Al cabo de
unos instantes se escuchó un aullido desde lejos, e Inna lo
interpretó como que habían salido de las tierras de Todo con éxito.
Apagó las luces, cerró la ventana y se teletransportó lejos de
allí.
Malan se despertó en un camastro,
dentro de una habitación fría y tétrica. Le dolía la cabeza, pero
recordaba a la perfección la ira con la que las imágenes de sus
amigos estaban empapadas ahora. Sin embargo, no se acordaba de haber
hablado con la mujer acerca del plan que tenía. Ni siquiera la
conocía realmente, así que dispuesto a ello se levantó de la cama
y se dirigió hacia la puerta.
Antes de que pudiera hacer nada, esta
se abrió de sopetón y dentro de la habitación entró una mujer que
cantaba con la misma voz que su “secuestradora”, y que desafinaba
un montón. Vestía con un sayo amarillo de mangas muy anchas, una
falda amarilla abombada conforme se acercaba a los tobillos, medias a
rayas de colores, zapatos azules y una capita que se cerraba con un
broche con forma de rombo. La capa le tapaba los ojos, y en el lugar
en el que deberían estar había dos ojos surrealistas pintados con
colores chillones. Todo el traje estaba lleno de manchas de esos
colores, muchas en forma de corazón y siguiendo un patrón.
Bailando, la muchacha levantó a Malan en brazos, causando en él un
sentimiento de pánico bastante profundo.
—¿¡Qu-qué haces!? ¡Suéltame!
—¡¡BUENOS DÍAS, PEQUEÑO
COMANDANTE!!
La loca lo tiró sobre el camastro y
salió bailando de la habitación. Dolorido, Malan la
siguió, llegando a través de los pasillos hasta un salón cálido y
reconfortante. Distinguió sobre una mesita apartada la miniatura de
la casa en la que estuvo atrapado, y después de que un escalofrío
le recorriera la espalda se sentó en el sofá. Cogió el cuenco de
pastas y empezó a comer sin parar.
—Al final no te presentaste—dijo
mientras comía.
Ella bailaba y cantaba desafinando todo
el rato. No había manera de sacarle nada en claro, así que tras
varios intentos, Malan lo dejó estar y siguió comiendo mirando al
vacío. Al final, ella se cansó.
—Awww, Malancito no quiere jugaaar...
—Pché.
—Ay, vale, mira que eres pesado—dijo
mientras se tiraba en un sillón de cuero—. Me puedes llamar
Pandora. Ya te conté mi historia. Ahora represento el Caos. ¡Vamos
a jugar!
—No. Dime cuál es tu plan.
—¡Pero si era una sorpresa...!
—No me gustan las sorpresas.
—¡Eres un niño! ¡A los niños les
gustan las sorpresas!
—Mira, la última sorpresa que me
llevé hizo que me replanteara mi existencia y comenzara a odiar a
mis amigos. Si crees que deberían gustarme es que realmente tienes
un problema.
—Aww, ¿pero no te gusta el
sentimiento de venganza? ¡Es preciooooooso!
—Estás enferma.
—El mundo me hizo así.
Estuvieron callados durante un rato.
Pandora movía las piernas, que colgaban por uno de los brazales del
sillón. Al final se hartó.
—¡¡Vale, te lo contaré, deja de
insistir tanto!! Dios, los niños sois inagotables.
—...
—¿Sabes el lago en el que vivía tu
amiguita la que salpica cosas?
—¿Te refieres al Lago de la Luna?
—¡Sí, ese! ¿A que no sabes lo que
tiene dentro?
—Pues... Pues no.
—Pues yo te lo diré. Tiene... ¡¡Un
monstruo gigaaaaante y ultrapoderoso, vestigio de los Dioses
Ancestrales, capaz de destruir el mundo con tan solo posar uno de sus
tentáculos fuera del agua!! ¿Y, sabes qué es lo mejor? ¡Que
debajo de él se esconde la puerta al Terror Absoluto! ¿¡Eres
consciente de la cantidad de caos que vamos a generar!? ¡Se me pone
la carne de gallina con sólo pensarlo!
—¿...Y de qué servirá?
—¿Cómo que de qué servirá? ¡Nos
vamos a vengar de todo el daño que nos han hecho! Van a pagarlas
todas juntas... ¡Ya verás qué divertido! ¡Venga, vamos, que te
enseño el sitio!
Y lo cogió del brazo y se lo llevó
por los pasillos de nuevo.
Era ya muy tarde. Male se había
despertado alrededor de las doce de la noche y llevaba dos horas
dando vueltas por su cuarto sin poder dormir más. Vittorio se había
marchado y había dejado una nota:
“Buenos días, preciosa. A las
once de la noche o así tuve que salir a hacer unos cuantos recados,
así que no te extrañes si no estoy. No salgas de tu habitación,
por favor, volveré en cuanto pueda. Y te traeré bollos de chocolate
y crema, que sé que te gustan. Un abrazo.”
Ya la había leído
seis veces. Todavía seguía sin entender el cariño que Vittorio le
tenía. A ver, era más que evidente a lo que iba. Pero por el amor
de Dios, ella tampoco era la bella durmiente ni nada así.
Se sentó en la
cama y sacó la ocarina. Tocó una suave melodía, bajita, para no
molestar a nadie. Pero justo cuando acabó escuchó cómo llamaban a
su puerta. Avergonzada por haber molestado, se levantó y abrió la
puerta.
—L-lo siento,
intenté tocar bajito...
—¿Eh?—dijo
Bocha—. Yo no he escuchado nada.
—¿Y qué haces
aquí?
—Que no me podía
dormir. ¿Puedo pasar?
—Eh... Claro,
adelante.
Bocha entró en la
habitación. Le llegó el aroma del perfume de Male y sonrió. Olía
mucho mejor que su cuarto. Sin embargo, conforme avanzó en la
estancia comenzó a notar olor como a quemado y arrugó la nariz.
—Vittorio ha
estado aquí, ¿no?
—¿Cómo lo
sabes?
—Intuición
masculina.
Se sentaron en la
cama. Male se recostó hacia atrás y puso los brazos como almohadón
tras la cabeza. Bocha se inclinó hacia adelante y apoyó los brazos
sobre las rodillas.
—¿Y cómo es que
tienes insomnio?—preguntó ella.
—En parte me
preocupaba tu estado y por otra estaba nervioso.
—Gracias por
preocuparte. Estoy bien...
—Ya te veo, jeh.
—Ji. Aún me
encuentro ligeramente mareada, pero supongo que es por dormir
demasiado. ¿Por qué estabas nervioso?
—...La verdad es
que preferiría no contarlo.
—Oh, venga ya, ya
lo has dicho. Ahora tienes que confirmar por qué, si no no es justo.
—¡Pero yo no
quiero...!
—Vaaaa...
—No...
—¡Sí!
—¡No!
Estuvieron así
durante largo rato. Bocha se decidió a contarlo cuando Male se le
puso a un palmo de la cara, le miró a los ojos y, con una mueca y
voz grave fingida, le dijo que por favor se lo contara.
—Venga, vale,
va...
—¡Toma yaaa!
—Sí, vale. El
caso... Sabes Bego, ¿no?
—Hombre, no me la
sé, la conozco, si te refieres a eso...
—...En fin. Creo
que me gusta, o algo...
—...¿O algo?
—Sí, o algo...
—...
—...
Se miraron
mutuamente. Bocha se puso muy rojo y se tapó la cara con las manos.
Male no pudo evitar romper a reír.
—¡Ja, ja, ja!
¡Mira qué mono, se tapa la cara y todo!
—¡C-cállate!
¡No es gracioso! ¡No lo es!—y se hundió más entre las manos.
—Aww, eres
adorable.
—¡No soy
adorable, soy un tipo duro!
—Sí, vale, ¡ja,
ja, ja, ja, ja!
Estuvieron así un
rato hasta que a ella se le pasó el ataque de risa. Bocha miraba
hacia los sillones enfurruñado. Cuando por fin se acabó la guasa,
Male sacó la ocarina y se dispuso a tocar algo.
—Si te gusta,
deberías decírselo.
—Es mi profesora,
¿cómo pretendes que le diga eso?
—En castellano,
por ejemplo.
—Sí, así es
fácil decirlo. ¡No podríamos mantener una relación! ¡Afectaría
al trabajo!
—¿Y qué más da
el trabajo? Ya somos lo suficientemente fuertes como para derrotar a
Todo, y lo sabes. ¡No tiene por qué haber más trabajo que hacer!
—...
—Te acabo de
tumbar la excusa. A ver, saca la siguiente.
—Ella no me
quiere a mí.
—¿Cómo lo
sabes?
—Se le nota en
cómo me habla y en ese tipo de cosas. No me mira, no hace
prácticamente nada por acercarse a mí. Es como si yo sólo fuera
una pieza de un ajedrez muy grande que ella tuviera que mover.
—A lo mejor esa
es la muestra de que te quiere. Que también tiene miedo.
—Anda, venga ya.
—Que sí...
—Tché, pues
vale.
Ella tocó algunas
notas. Él cerró los ojos y escuchó, relajándose progresivamente.
La música le llevaba a imaginar bellos escenarios, pero en todos
salía Bego. Abrió los ojos y cogió a Male suavemente de la muñeca.
—Para, por favor.
Ella le miró
fijamente y guardó la ocarina. Se volvieron a quedar en silencio
hasta que él se levantó.
—¿Puedo
preguntarte algo?
—Claro.
—¿Tú cómo
actuarías si te gustara alguien?
—Pues...—se
puso un poco colorada. No le gustaba hablar de esos temas—, supongo
que estaría triste. Mi autoestima no es lo mejor del mundo, así que
probablemente pensaría directamente que hay otra persona mucho mejor
en la que la persona en cuestión se podría fijar... La melancolía
se apoderaría de mi persona.
—Eso no me ayuda
mucho...
—¡Ja! Ni a mí.
—Heh.
—Hm... Quiero
probar una cosa—dijo ella levantándose—. Extiende las manos.
—No me saques la
sangre, ¿quieres?
—No iba a hacer
eso, melón. Extiéndelas.
Bocha extendió las
manos. Male cerró los ojos y se concentró, haciendo brillar su
silueta en un tono azul blanquecino. Justo en ese momento, agarró
las manos de Bocha con fuerza. Él sintió que las de Male ardían de
forma exagerada para el cuerpo de un ser humano y se quiso soltar,
pero ella no le dejaba.
—Tranquilízate.
Es normal. No te van a abrasar ni nada por el estilo.
—¡Estás
ardiendo! ¡Tienes que parar, es peligroso!
—¡Tranquilízate,
te digo!
Él hizo de tripas
corazón y trató de relajarse, dejando la mente lo más en blanco
que pudo. Su silueta comenzó a brillar del mismo color que la de
Male, y la temperatura de su cuerpo también comenzó a subir. Empezó
a sudar.
—T-tengo mucho
calor...
—Shhh... Ahora
necesito que pienses en Bego.
—¿En Bego? ¿Pero
qué...?
—Ahora te lo
explico. ¡Hazlo!
Y él pensó en
Bego. Pensó en su pelo corto rojizo, que brillaba con mil destellos
fogosos bajo la luz del campo de entrenamiento. Pensó en su tez
clara, que reflejaba la más absoluta pureza de espíritu, y recordó
sus levemente rasgados ojos, que ocultaban los iris del marrón de
las cortezas de los árboles. Se puso muy colorado y le entró la
risa tonta. Male sonrió para sí y, tras un rato en esas
circunstancias, le soltó con suavidad y dejaron de emitir el brillo
azul.
—Estaba haciendo
un experimento. Partiendo de la base del ataque que le realicé a
Garret hoy y atendiendo a las explicaciones de lo que pasó, he
intentado reproducir la mecánica del ataque, es decir, entrando en
el cuerpo de la persona, y manipulando su sangre, que está compuesta
por agua. A partir de ahí, he podido comprobar los
latidos por minuto que correspondían a los pensamientos normales y
los que correspondían a los pensamientos relacionados con la persona
amada, sólo para saber si era capaz de conseguirlo, y en el caso de
que así fuera, utilizarlo como guía para realizar el mismo hechizo
con Bego.
—Espera... ¿Eso
significa que...?
—Sí. Eso
significa que voy a comprobar lo que Bego siente por ti. Aún no sé con qué excusa, pero ya me inventaré algo.
—Ay. ¡Ay Dios
mío! ¡¡Male, Dios mío, eres la mejor!!—le dio un fuerte abrazo.
Male se sorprendió pero le correspondió—. ¡Nunca nadie haría
nada por mí así! ¿Por qué?
—Pues porque te
quiero ver feliz, tonto. Si no fuera así, ni me molestaría, ¿no?
—Yo... Mira, te
la debo. Te debo muchísimas por esto. Gracias, muchísimas gracias,
mil gracias...
—Deja de agradecer tanto y vete a dormir, anda, que tienes que descansar.
—¿Y tú, podrás
dormir?
—No lo sé, pero
lo intentaré. Venga, buenas noches.
Acompañó a Bocha
a la puerta y le sonrió mientras se marchaba. Entonces, escuchó una
voz a su espalda.
—No deberías
jugar con esas cosas.
—Me has dejado
sola.
—Tengo más cosas
que hacer, no te enfades...
—No estoy
enfadada.
—Mientes.
—Puede.
—Te traigo los
bollos...
—No me interesan
tus bollos.
Vittorio se acercó
a ella y la abrazó por la espalda. Ella no reaccionó. Se soltó y
se encerró en el baño, dejando a un Vittorio un tanto dolido en la
habitación.
Reïk y Maite
llevaban ya un rato corriendo sin rumbo. Reïk había sentido algunas
perturbaciones mentales dependiendo de los lugares que iban
recorriendo, pero ninguna lo suficientemente fuerte como para
indicarle que estaban realmente acercándose. Tras un par de horas,
Maite se detuvo e hizo bajar a Reïk con cuidado. Resopló.
—Esto es absurdo.
Si la biblioteca esa está en un plano paralelo a este, ¿cómo se
supone que vamos a entrar?
—Quizá tiene que
dictárnoslo el corazón o alguna basura de esas de las películas.
—Ya llevamos dos
horas esperando a que nuestro corazón nos dicte cosas y no le ha
dado la gana de decir nada. ¿Qué hacemos? O volvemos, o volvemos,
decide.
—No joder, no
quiero volver ahí dentro.
—Yo tampoco, pero
nos encontrarán de todos modos...
—Ya...
Se disponían a
volver. Maite ya había comenzado a transformarse y Reïk se estaba
mentalizando de nuevo para afrontar la velocidad a la que iban. Sin
embargo, antes de que pudieran hacer nada les dio una especie de
mareo que bloqueó sus poderes. Reïk se desplomó y
Maite se quedó de rodillas, con un puño apoyado en el suelo.
—¿Reïk? ¿Estás
bien? ¡Reïk!
Malan hacía rato
que se había perdido por los pasillos, pero no le importaba. Paseaba
dando vueltas en el laberinto de su “nuevo hogar”, pensando en
sus cosas. Ya había visto el lugar al que Pandora se refería, y no le había gustado. Sentía odio hacia sus amigos, pero deambular por la casa
de su nueva compañera le había hecho pensar mejor las cosas. Ahora se planteaba
cuestiones como el por qué de asesinar a su familia, si no habían
hecho nada para perjudicar a la de Garret en un primer lugar. ¿Por
qué iban a hacerlo? ¿Y por qué Nüne y el Mensajero Veloz
ayudarían al padre de Garret si hubiese hecho tal cosa? De ellos dos
Pandora no había dicho nada.
En sus
cavilamientos acabó llegando a una habitación distinta a las demás.
Estaba totalmente pintada de blanco y tan sólo tenía un sofá en
ella. Entró y se sentó, mirando a su alrededor.
El espacio invitaba
a la calma. Cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo cómo el
Universo fluía a su alrededor. Cuando abrió de nuevo los ojos,
encontró algo muy diferente de lo que esperaba.
Todo estaba lleno de plantas de todos los colores, radiantes de luz.
Cientos de mariposas multicolor revoloteaban a su alrededor, y
algunos seres extraños con cruces en los ojos le miraban
sorprendidos. Él se levantó del sofá blanco y siguió un sendero
de flores que vio a la derecha. Llegó a una plataforma en la que
había un gran agujero que dejaba un gran redondel irregular de
tierra al descubierto. Había gotas de un extraño líquido rosáceo
que se internaban en la arboleda, pero Malan decidió no seguirlas.
Volvió por donde había venido y se volvió a sentar en el sofá,
cerrando los ojos y calmándose de nuevo. Al abrirlos estaba de nuevo
en la sala blanca.
—Vaya—escuchó
a Pandora detrás de él—, no pensé que llegarías a encontrar
esta sala.
—Deberías
hacerme un mapa o algo...
—Sí.
¡Definitivamente, debería!
Pandora lo levantó
y se lo llevó dando saltos. Malan suspiró y se dejó, ya que no
tenía otra posibilidad.
—¿Y qué vamos a
hacer ahora?
—¡He detectado a
dos de tus amigos por aquí cerca, y nos vamos a reír un poco!
—¿Por aquí
cerca? ¿Dónde estamos exactamente?
—¡Es-con-di-dos!
Pandora lo llevó
al salón, lo dejó allí y desapareció. Una pantalla surgió de
encima de la chimenea en la que se veía el mundo desde el punto de
vista de ella. Mostraba interferencias al principio, pero
al cabo del rato se estabilizó y mostró a Maite y a Reïk. Reïk
estaba más pálido de lo normal, y Maite le hablaba con cara de
preocupación.
—Esto va a ser
muuuy divertido...—Malan escuchó a Pandora susurrar. No pudo
evitar poner cara de pánico y empezar a moverse desesperado por la
habitación. Luego recapacitó y sonrió maquiavélicamente. En
realidad, esto era justo lo que él quería... O eso pensaba.
Pandora hizo una
serie de signos extraños con las manos, los cuales provocaron una
onda que, según explicó, bloqueó el chi de ambos jóvenes. Reïk,
con lo débil que se encontraba, se desmayó, y Maite sólo quedó
debilitada. Malan movía la pierna nervioso mientras se preguntaba
qué es lo que les haría Pandora. ¿Se vengaría de todos sus amigos
de esa manera, de modo que Garret también sufriera pérdidas? No lo
sabía. Lo que sí sabía era que Pandora acababa de salir del
arbusto, y Maite la miraba con cara de terror mientras sujetaba a
Reïk y le instaba a levantarse.
Maite oyó un ruido
tras el desmayo de Reïk. Ya había acudido a reanimarlo, aunque a
duras penas, y no se veía capaz de hacerle reaccionar. Miró hacia
la dirección del ruido y vio a una mujer con la capucha echada, con
una falda de colores extremadamente chillones y mucho, mucho
amarillo. Bailaba atropelladamente alrededor de ellos haciendo
símbolos extraños con las manos, y se reía sin parar. Maite la
miraba, aterrorizada, preguntándose quién era y qué pretendía
hacer. Justo cuando ya pensaba que simplemente era una loca, la mujer
creó una esfera de energía de color azul y se lanzó contra ella.
Maite la esquivó
rodando como pudo. Le preocupó Reïk, pero al ver que la mujer no se
esforzaba en hacerle daño a él se pudo concentrar mejor. Sin
embargo, le resultó imposible deducir qué iba a hacer después, ya que
volvió a moverse de manera frenética a su alrededor. Comenzó a
sudar y se forzó todo lo que pudo en transformarse en bestia, pero
no fue capaz. Simplemente logró recuperarse un poco de su cansancio,
lo cual le permitió ponerse de pie y esquivar mejor las bolas de
energía que la mujer le lanzaba aleatoriamente. Al final, una de
ellas le acabó acertando en el pecho. Sintió que le quemaba, y esa
sensación se extendió por todo su cuerpo. Lo último que vio antes de desmayarse fueron la
sonrisa siniestra de la chica y sus pecas, que le resultaban
familiare. Justo después se hundió en un profundo mar oscuro.
Malan vio la cara
de dolor de Maite cuando ésta recibió la esfera energética en el
pecho. Vio cómo se derrumbaba, cómo perdía la consciencia y cómo
Pandora se burlaba y se reía cual loca para encerrar a su alrededor.
No supo si sentirse bien o si sentirse mal. Por eso se levantó del
sillón, salió de la habitación y volvió a perderse por los
pasillos del extraño búnker en el que su nueva compañera le
mantenía encerrado mientras ella torturaba a sus antiguos amigos. Se
oían sollozos por los pasillos, y entre ellos a veces risas. El
pequeño niño volvió a sumergirse en un mar de dudas, rencor y
odio, y mientras tanto Pandora le hablaba a la cámara como si el
joven señorito la estuviera observando.
—¿¡Has visto!?
¡¡Creía que podría escapar de mí, pero al final no!! ¡¡Ja, ja,
ja, ja, ja!! Me encanta cuando se hacen ilusiones, es tan
DI-VER-TI-DO... ¿¡Sabes qué más les podríamos hacer!?
¡¡Podríamos traerlos aquí y con tu ultra-super-poder convertirlos
en nuestros mayordomos!! ¡¡Sería GENIAL!! ¿No crees?
Sin embargo, dejó
la pregunta al aire. Los cuerpos de Maite y Reïk comenzaron a
brillar tenuemente, el de ella en verde claro y el de él en azul, y
se acabaron desvaneciendo en el aire. Pandora miró los huecos vacíos
en los que habían estado los dos inconscientes y gritó de rabia.
Los del otro lado se los habían llevado, y ahora sería incapaz de
encontrarlos.
—¡¡MALAN!!
¡¡MALDITA SEA!! LO HAS VISTO, ¿¡NO!? ¡¡HAN DESAPARECIDO!! ¡Mis
presas...!
Pero, obviamente,
Malan ya no la escuchaba. Sólo oía ruidos sin sentido en su cabeza,
y sentía que su mente iba a estallar.
—Oye, Jack.
—Qué.
—¿El pelo puede
cambiar de color con cada estación?
—Según varios
estudios, hay especies a lo largo de las diferentes cronologías y
universos paralelos que sí tienen la particularidad de cambiar el
pigmento de su cabello a lo largo de las estaciones recogidas en el
periodo temporal que corresponda a cada cual. Sin embargo, hay
algunas pocas que también son capaces de modificarlo a placer.
Normalmente son aquellas en las que el aspecto es un factor muy
importante en el acto reproductivo, así como debe ser muy ambiguo,
ya que de no serlo el hecho de tener la habilidad de cambiar el color
de su pelo resultaría absur...
—Vale, vale, suficiente.
—¿Por qué
preguntabas?
—Porque no sé si
te has fijado, pero lo que acabas de recoger del otro lado son una
chica negra y un tío con el puto pelo azul.
—Un respeto a los
negros.
—Mira, no me
toques los huevos, que para eso ya estoy yo.
Maite se despertó
de un salto, y lo que vio a su alrededor la dejó un tanto
desconcertada. Se encontraba en una habitación lujosísima de techos
muy altos, completamente sola, y vestida con un largo camisón verde
oscuro. Trató de bajar de la cama, pero se mareó y se cayó,
haciendo bastante ruido. Se oyeron pasos por los pasillos, dando a
entender por el eco que el lugar era tan enorme como parecía.
Una muchacha entró
en la habitación. Tenía la piel de color lila, y relucía bajo las
luces de las lámparas de araña. Su pelo era de un material parecido
al chicle, con pinta pringosa, y goteaba sobre sus hombros, donde
crecían pequeños champiñones. Toda ella era de color rosa, y sus
mejillas estaban decoradas con espirales de color blanco. Su
vestimenta era una simple túnica fucsia de mangas anchas y cuello
alto con un cinturón atado en las caderas. También le crecía una
flor muy grande en la cabeza, que recordaba a una rosa. No se le
veían los pies.
—¡Dios mío! ¿Te
encuentras bien?
—Eeeh... Uh.
Maite no supo cómo
reaccionar. La voz de la chica era dulce y melodiosa. Le recordaba a
la música que solía tocar Male con la ocarina.
—De acuerdo. Ven
que te ayude...—la chica sonrió y la ayudó a volver a la cama. Se
sentó a su lado y se echó el “pelo” hacia detrás de la oreja—.
Me llamo Nista Alícea, pero puedes llamarme Ali. Tú eres La
Celeste, ¿no es cierto?
—La... ¿La
Celeste?
—Oh, es cierto...
Todavía no. ¿Te apetece algo de comer?
—S-supongo...
—De acuerdo,
enseguida te lo traigo. ¿Te duele el pecho?
—N-no...
—Vale... Espérame aquí, vengo ya.
Y se marchó,
caminando suavemente. Maite comenzó a notar calor en las mejillas.
Se miró en uno de los múltiples espejos de la sala y comprobó que,
efectivamente, se había puesto roja.
—¿Cómo va el de
pelo azul?
—Sigue roque.
—Continúa vigilándole entonces.
—Bueno.
—Y por última
vez, quítate las gafas de sol. Estamos en un interior.
—La última vez
también dijiste que sería la última vez, ¿por qué sigues
insistiendo?
—...¿Has visto a
Ali?
—Se está
ocupando de La Celeste.
—Bueno.
—¿Y dónde vas
tú tan cargado?
—Pues a estudiar,
obviamente...
—Lo dudo, hay un
montón de bichos donde el archivo de las cronologías de los 13.
—¡¡MIERDA!!
—¡Joder, Jack,
relájate!
—Mierda mierda
mierda mierda...
Cuando Reïk abrió
los ojos, vio a dos jóvenes junto a él en la fastuosa habitación
donde se encontraba. Uno de ellos llevaba gafas de sol y gabardina
negra, y abanicaba con cara de resignación a otro, que llevaba gafas
normales, un gorro de calamar y una túnica naranja. Reïk se frotó los ojos, pensando que estaba
soñando, pero no. Se incorporó lentamente y se frotó la cabeza con
ambas manos, preso de un horrible dolor de cabeza. Lo último que
recordaba era haber dejado de ver el futuro y desmayarse. El joven de
las gafas de sol dejó de abanicar al otro para atenderle a él.
—¡Hey! ¿Cómo
te encuentras?
—Pues...
Dolorido. ¿Y tú?
—...Pues cansado.
¿Quieres tomar algo?
—Un vaso de agua,
si no es molestia...
—Claro que no,
hombre. Un segundo. Jack—se dio un codazo al otro—, deja de
desvariar ya, que el peliazul se ha despertado.
—¿Eh? ¡Ah!—el
tal Jack se levantó de la silla de un salto y se acercó a Reïk—.
¡Hola! Debes estar preguntándote qué es lo que te ha pasado, ¿no?
—Sí, algo así...
—Bueno, nosotros
os trajimos aquí. Yo soy Jack, el encargado de este sitio, y este es
Lucas, un mindundi que pasaba por aquí.
—Qué risa. Ni
caso, yo soy su ayudante, el grandioso y poderosísimo Lucas First.
—...También
llamado el hombre linterna.
—Fuera, el que
hace las gracias aquí soy yo.
—Eh...—Reïk se
volvió a tumbar—, no entiendo lo que decís...
—Ah, claro... Lo comprendo. No te preocupes, ahora de momento no hace falta. Cuando os
encontréis mejor os lo explicaremos todo con más detenimiento.
—¿”Os”?
¿Maite está aquí?
—Sí, nuestra
amiga Ali la está cuidando.
—De hecho—Ali
entró por la puerta—, se acaba de despertar. Está perfectamente,
quizás un poco aturdida. Encantada, Reïk, yo soy Nista Alícea. También me llaman Ali.
—Yo... Eh...
—Te dejaremos
dormir un poco más. Mientras tanto, mataremos bichos. ¿Eh, Lucas?
—Bueno.
—Venga, te
dejamos ya. Descansa.
Los tres salieron
de la estancia y apagaron las lámparas. Reïk quedó completamente a
oscuras. Sin poderlo evitar, volvió a quedarse dormido.
—La has vuelto a
liar—Vittorio se dio la vuelta y vio a Evan apoyado en el pilar de
madera de la cama—. No te puedo dejar cinco minutos solo.
—¿Qué he hecho
mal? ¡Tenía que marcharme!
—Quizá si me
hubieras llamado en lugar de dejarle una triste nota no te habría
pasado esto.
—Sí... Sí,
tienes razón.
—¿Lo ves? Por
cierto. Mi baraja la quiero de vuelta, hijo de perra.
—Sí, sí,
toma...—Vittorio se sacó una baraja de cartas nueva del bolsillo y
se la lanzó a Evan—. ¿Sabes algo de Inna?
—Ha mandado a la
transformista y al vidente a la Gran Biblioteca. Supongo que volverán
ascendidos.
—Ella al menos.
—Sí. Ella al
menos.
Guardaron silencio durante un rato. Male seguía sin salir del cuarto de baño.
—¿Has conseguido detectar el fallo?
—Por desgracia, sí.
—¿Y cuál es?
—Pandora.
—...Mierda.
—Sí, eso digo yo. Mierda.
Un par de horas más
tarde, Reïk se despertó. Seguía rodeado por oscuridad, pero
entraba un brillo tenue por la ventana. Se acercó a mirar y quedó
impresionado por lo que vio.
El sol, de color
azul, surgía por el este, y sus rayos atravesaban todas las plantas
que había alrededor del edificio. El bosque era una fiesta de
colores pálidos, refrescados por el rocío de la mañana. Las
luciérnagas todavía volaban alrededor de las flores, y se
escuchaban los ríos correr libres por las montañas. Todo tipo de
seres brillantes comenzaban a andar y a volar por el cielo y la
tierra. Reïk quedó absorto, tanto que no se dio cuenta de que Ali
entraba en la habitación.
—¿Estás mejor?
—¿Eh? Sí,
gracias.
—Entonces
sígueme.
Siguió a Ali por
los altos y magníficos pasillos. Cientos de cuadros, estatuas y
vasijas estaban expuestos a los visitantes, relucientes como el
primer día. Sin embargo, se olía y se notaba la antigüedad en el
ambiente. Finalmente, llegaron a una sala muy amplia, llena de
estanterías con libros. Allí, Maite, Jack y Lucas los esperaban. Jack se adelantó, se ajustó las gafas y abrió los brazos.
—Bienvenido,
Reïk, ¡a la Gran Biblioteca!
Reïk se frotó los ojos y enfocó mejor. Realmente estaban predestinados a estar allí.
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