domingo, 7 de diciembre de 2014

Capítulo XIX - El descubrimiento de nuevos mundos

La noche había caído hacía rato. Maite meditaba en silencio sentada sobre el suelo de su habitación, atenta a los sonidos de la noche. Sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos por un estruendo que se escuchó en su cuarto de baño. Cautelosamente, se acercó a la puerta y la abrió de sopetón. Lo único interesante que vio fue la estantería de los champús, que estaba en el suelo. Todos los botes estaban desperdigados por la bañera o por fuera, y algunos incluso abiertos. Maite los puso todos en el borde de la cerámica y apartó la estantería, refunfuñando. Se levantó, echó un último vistazo y se dio la vuelta, sólo para darse un susto de muerte y ver a Inna blanca como la pared y hecha un manojo de nervios en los sillones del cuarto.
—¡Ah! ¡Inna! ¡No me des esos sustos por el amor de...!
—¡Yo también me he azuztado! ¡Podríaz apretarle loz tornilloz a la maldita eztantería, que cazi me mato!
—Ay, perdona, nunca pensé que alguien necesitaría agarrarse a ella teniendo esto justo al lado—dijo, señalando un agarradero plateado que había junto a la bañera—. Por otro lado, eso lo explica...
—¡Cí, vale, pero no hay tiempo!—se levantó de un salto.
—¿Que no hay tiempo de qué?
—¡Tienez que ayudarnoz! ¡Ha habido un fallo en el ziztema de zeguri...!
Alguien tocó a la puerta. Inna interrumpió lo que estaba diciendo con un pequeño gritito y desapareció destelleando, para que justo un instante después se oyese un ruido en el vestidor y un gemidito de dolor. Maite abrió la puerta y descubrió a un blanco, ojerizo y sudoroso Reïk que se tambaleaba frente a ella. Este se derrumbó entre sus brazos y perdió el conocimiento sin mediar palabra.


Un par de horas más tarde, Reïk se despertó en la cama de Maite, con una toalla húmeda en la frente y una Inna con los ojos brillando de poder mágico justo a su lado, recitando hechizos en un idioma desconocido mientras el bastón volaba alrededor de ella entre destellos. Maite daba vueltas alrededor de la habitación, preocupada y angustiada. Jugaba con el piercing de su oreja izquierda y pestañeaba mucho y muy rápido.
—Buenos días—musitó Reïk. Maite se abalanzó a su lado, aliviada aunque muy nerviosa.
—Dios mío, Reïk, gracias a Dios que estás bien. ¿Qué te ha pasado?
—Pues... No estoy seguro del todo. Al principio pensé que era un sueño porque creía que me había quedado dormido... Pero de repente empecé a notar que me dolía todo el cuerpo y comenzaba a sudar, y aunque trataba de librarme de las imágenes que aparecían ante mis ojos, era imposible. Estuve un largo rato así... Viendo escenas confusas acerca del pasado, presente y quizá del futuro...
—¿Qué zalía en ezaz imágenez?—Inna no parecía ella. Su seriedad inundaba la estancia.
—Muchas cosas... Me duele la cabeza...
—Vamos, Reïk, esfuérzate un poquito...
—A ver... Había un edificio grande, pero como translúcido... Y estaba muy escondido... También había un bosque lleno de cristales luminosos, y un lago... El lago me daba mucho miedo, no sé muy bien por qué. Había una mujer bañándose en él, y de repente corría una ráfaga de viento y desaparecía. Las luces de los cristales se apagaban y se oían unos lamentos terroríficos. Y lo que es peor...
—¿Qué?—dijeron las dos a la vez.
—Escuché la voz de Malan.
—¿¡Cómo!?
—Zí... Ez juzto como yo me lo imaginaba.
—¿Eh?
—Maite, ¿te acuerdaz de que yo te iba a decir algo antez de que Reïk entraze?
—Sí...
—Bien. Puez rezulta que tenía que ver con Malan y zu dezaparición. Pero zi Reïk encima ha tenido una premonición...
—¿¡Qué!? ¿¡Sabes dónde está Malan!?—Reïk se movió muy bruscamente y se mareó.
—No. Zólo me hago una ligera idea de qué ha podido pazar con él. Y eza idea tiene mucho que ver con el lago que haz vizto y, en cierto modo, con el edificio.
—Esa es otra cuestión: ¿qué edificio es ese?
—Ez la Gran Biblioteca, lugar donde ze encuentra todo el zaber habido y por haber. Zólo pueden encontrarlo aquelloz predeztinadoz de alguna manera. Zupongo que eza premonición ez la prueba que necezitábamoz para zaber zi podríaiz acceder...
—Espera, espera. Esa biblioteca tiene toda la sabiduría del mundo concentrada en un montón de libros. Y sólo puede acceder aquella gente predestinada a hacerlo. ¿Cómo se sabe?
—En el cazo de Reïk, ez obvio por zu premonición. Zin embargo, loz hay mucho máz zutilez, como el tuyo.
—¿El mío?
—Nunca pudizte lograr todaz laz transformacionez en animalez, ¿verdad?
—...Cierto.
—Ezo ez porque eztabaz predeztinada a aprenderlaz de manoz de la zabiduría de la Biblioteca, ya que de otro modo zólo lograríaz acceder a eztadoz mucho máz bajoz y realmente muy inútilez. Tu incapacidad para controlar eza faceta de tu poder ez la prueba irrefutable. ¿Cómo llegar? Lo único que zé ez que tenéiz que partir de inmediato, hacia el ezte.
—¿Que qué? ¿Pero tú has visto el estado en el que se encuentra Reïk ahora mismo? ¡Si no se puede ni mover!
—Por ezo tú le llevaráz. El inztinto animal mezclado con loz avizoz que recibirá él conforme oz vayáiz acercando oz darán laz piztaz que necezitáiz. 
—¿No se dará cuenta Todo de que faltamos?
—Zí, pero no podrá hacer nada. Zi no ha podido encontrar a Nada, tampoco encontrará la Biblioteca.
—¿Y por qué no?
—Puez ya te lo he explicado antez, pero digamoz que la Biblioteca ze encuentra en el mizmo plano dimenzional que Nada. No oz preocupéiz por ezo, tendréiz tiempo de zobra de aprenderlo allí. Zin embargo, nezezitaréiz ropa adecuada para el viaje. No pueden reconoceroz.
Inna agitó el bastón, mencionó un hechizo y la ropa de ambos amigos comenzó a cambiar. Maite pasó a llevar una camisa larga con mangas hasta las muñecas y un lazo en el pecho, unos pantalones bombachos y unas botas hasta la rodilla, y una capa con capucha que le llegaba hasta el muslo. Reïk llevaba un blusón atado por la cintura, unos pantalones largos, unas zapatillas de tela bastante cómodas y una capa que llegaba hasta el suelo y que acababa formando cuadrados. La capucha caía sobre sus ojos, lo que ocultaba su identidad. Ambos conjuntos estaban elaborados con tela oscura, presumiblemente para ocultarse en la noche. Los dos jóvenes se miraron y asintieron.
—Pero—Maite miró de nuevo a Inna—, antes dijiste que hubo un fallo de seguridad. ¿Dónde?
—Ez verdad. Me refería a la organización.
—¿Qué ha pasado?—intervino Reïk.
—Ez largo de contar. Pero digamoz que la Gran Biblioteca eztá muy relacionada con el azunto, y que el fallo de zeguridad ze ha producido en nueztra organización. Ze ha colado alguien que no debía de haberze colado...—Inna sufrió un escalofrío y acto seguido los miró directamente—. ¡Ahora debéiz marcharoz! ¡Allí oz lo explicarán todo con máz claridad!
—...—la joven transformista cerró los ojos y miró a Reïk—. Vámonos.
—¡Pero Maite, necesitamos una explicación mejor!
—Nos la darán allí.
—...

Maite se transformó en un enorme lobo de pelaje negro. Reïk, con la ayuda de Inna, se subió a su espalda y se agarró fuertemente. La niña les abrió la ventana y ellos saltaron a la oscuridad. Desaparecieron inmediatamente. Al cabo de unos instantes se escuchó un aullido desde lejos, e Inna lo interpretó como que habían salido de las tierras de Todo con éxito. Apagó las luces, cerró la ventana y se teletransportó lejos de allí.


Malan se despertó en un camastro, dentro de una habitación fría y tétrica. Le dolía la cabeza, pero recordaba a la perfección la ira con la que las imágenes de sus amigos estaban empapadas ahora. Sin embargo, no se acordaba de haber hablado con la mujer acerca del plan que tenía. Ni siquiera la conocía realmente, así que dispuesto a ello se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta.
Antes de que pudiera hacer nada, esta se abrió de sopetón y dentro de la habitación entró una mujer que cantaba con la misma voz que su “secuestradora”, y que desafinaba un montón. Vestía con un sayo amarillo de mangas muy anchas, una falda amarilla abombada conforme se acercaba a los tobillos, medias a rayas de colores, zapatos azules y una capita que se cerraba con un broche con forma de rombo. La capa le tapaba los ojos, y en el lugar en el que deberían estar había dos ojos surrealistas pintados con colores chillones. Todo el traje estaba lleno de manchas de esos colores, muchas en forma de corazón y siguiendo un patrón. Bailando, la muchacha levantó a Malan en brazos, causando en él un sentimiento de pánico bastante profundo.
—¿¡Qu-qué haces!? ¡Suéltame!
—¡¡BUENOS DÍAS, PEQUEÑO COMANDANTE!!
La loca lo tiró sobre el camastro y salió bailando de la habitación. Dolorido, Malan la siguió, llegando a través de los pasillos hasta un salón cálido y reconfortante. Distinguió sobre una mesita apartada la miniatura de la casa en la que estuvo atrapado, y después de que un escalofrío le recorriera la espalda se sentó en el sofá. Cogió el cuenco de pastas y empezó a comer sin parar.
—Al final no te presentaste—dijo mientras comía.
Ella bailaba y cantaba desafinando todo el rato. No había manera de sacarle nada en claro, así que tras varios intentos, Malan lo dejó estar y siguió comiendo mirando al vacío. Al final, ella se cansó.
—Awww, Malancito no quiere jugaaar...
—Pché.
—Ay, vale, mira que eres pesado—dijo mientras se tiraba en un sillón de cuero—. Me puedes llamar Pandora. Ya te conté mi historia. Ahora represento el Caos. ¡Vamos a jugar!
—No. Dime cuál es tu plan.
—¡Pero si era una sorpresa...!
—No me gustan las sorpresas.
—¡Eres un niño! ¡A los niños les gustan las sorpresas!
—Mira, la última sorpresa que me llevé hizo que me replanteara mi existencia y comenzara a odiar a mis amigos. Si crees que deberían gustarme es que realmente tienes un problema.
—Aww, ¿pero no te gusta el sentimiento de venganza? ¡Es preciooooooso!
—Estás enferma.
—El mundo me hizo así.
Estuvieron callados durante un rato. Pandora movía las piernas, que colgaban por uno de los brazales del sillón. Al final se hartó.
—¡¡Vale, te lo contaré, deja de insistir tanto!! Dios, los niños sois inagotables.
—...
—¿Sabes el lago en el que vivía tu amiguita la que salpica cosas?
—¿Te refieres al Lago de la Luna?
—¡Sí, ese! ¿A que no sabes lo que tiene dentro?
—Pues... Pues no.
—Pues yo te lo diré. Tiene... ¡¡Un monstruo gigaaaaante y ultrapoderoso, vestigio de los Dioses Ancestrales, capaz de destruir el mundo con tan solo posar uno de sus tentáculos fuera del agua!! ¿Y, sabes qué es lo mejor? ¡Que debajo de él se esconde la puerta al Terror Absoluto! ¿¡Eres consciente de la cantidad de caos que vamos a generar!? ¡Se me pone la carne de gallina con sólo pensarlo!
—¿...Y de qué servirá?
—¿Cómo que de qué servirá? ¡Nos vamos a vengar de todo el daño que nos han hecho! Van a pagarlas todas juntas... ¡Ya verás qué divertido! ¡Venga, vamos, que te enseño el sitio!
Y lo cogió del brazo y se lo llevó por los pasillos de nuevo.


Era ya muy tarde. Male se había despertado alrededor de las doce de la noche y llevaba dos horas dando vueltas por su cuarto sin poder dormir más. Vittorio se había marchado y había dejado una nota:

“Buenos días, preciosa. A las once de la noche o así tuve que salir a hacer unos cuantos recados, así que no te extrañes si no estoy. No salgas de tu habitación, por favor, volveré en cuanto pueda. Y te traeré bollos de chocolate y crema, que sé que te gustan. Un abrazo.”

Ya la había leído seis veces. Todavía seguía sin entender el cariño que Vittorio le tenía. A ver, era más que evidente a lo que iba. Pero por el amor de Dios, ella tampoco era la bella durmiente ni nada así.

Se sentó en la cama y sacó la ocarina. Tocó una suave melodía, bajita, para no molestar a nadie. Pero justo cuando acabó escuchó cómo llamaban a su puerta. Avergonzada por haber molestado, se levantó y abrió la puerta.
—L-lo siento, intenté tocar bajito...
—¿Eh?—dijo Bocha—. Yo no he escuchado nada.
—¿Y qué haces aquí?
—Que no me podía dormir. ¿Puedo pasar?
—Eh... Claro, adelante.
Bocha entró en la habitación. Le llegó el aroma del perfume de Male y sonrió. Olía mucho mejor que su cuarto. Sin embargo, conforme avanzó en la estancia comenzó a notar olor como a quemado y arrugó la nariz.
—Vittorio ha estado aquí, ¿no?
—¿Cómo lo sabes?
—Intuición masculina.
Se sentaron en la cama. Male se recostó hacia atrás y puso los brazos como almohadón tras la cabeza. Bocha se inclinó hacia adelante y apoyó los brazos sobre las rodillas.
—¿Y cómo es que tienes insomnio?—preguntó ella.
—En parte me preocupaba tu estado y por otra estaba nervioso.
—Gracias por preocuparte. Estoy bien...
—Ya te veo, jeh.
—Ji. Aún me encuentro ligeramente mareada, pero supongo que es por dormir demasiado. ¿Por qué estabas nervioso?
—...La verdad es que preferiría no contarlo.
—Oh, venga ya, ya lo has dicho. Ahora tienes que confirmar por qué, si no no es justo.
—¡Pero yo no quiero...!
—Vaaaa...
—No...
—¡Sí!
—¡No!
Estuvieron así durante largo rato. Bocha se decidió a contarlo cuando Male se le puso a un palmo de la cara, le miró a los ojos y, con una mueca y voz grave fingida, le dijo que por favor se lo contara.
—Venga, vale, va...
—¡Toma yaaa!
—Sí, vale. El caso... Sabes Bego, ¿no?
—Hombre, no me la sé, la conozco, si te refieres a eso...
—...En fin. Creo que me gusta, o algo...
—...¿O algo?
—Sí, o algo...
—...
—...
Se miraron mutuamente. Bocha se puso muy rojo y se tapó la cara con las manos. Male no pudo evitar romper a reír.
—¡Ja, ja, ja! ¡Mira qué mono, se tapa la cara y todo!
—¡C-cállate! ¡No es gracioso! ¡No lo es!—y se hundió más entre las manos.
—Aww, eres adorable.
—¡No soy adorable, soy un tipo duro!
—Sí, vale, ¡ja, ja, ja, ja, ja!
Estuvieron así un rato hasta que a ella se le pasó el ataque de risa. Bocha miraba hacia los sillones enfurruñado. Cuando por fin se acabó la guasa, Male sacó la ocarina y se dispuso a tocar algo.
—Si te gusta, deberías decírselo.
—Es mi profesora, ¿cómo pretendes que le diga eso?
—En castellano, por ejemplo.
—Sí, así es fácil decirlo. ¡No podríamos mantener una relación! ¡Afectaría al trabajo!
—¿Y qué más da el trabajo? Ya somos lo suficientemente fuertes como para derrotar a Todo, y lo sabes. ¡No tiene por qué haber más trabajo que hacer!
—...
—Te acabo de tumbar la excusa. A ver, saca la siguiente.
—Ella no me quiere a mí.
—¿Cómo lo sabes?
—Se le nota en cómo me habla y en ese tipo de cosas. No me mira, no hace prácticamente nada por acercarse a mí. Es como si yo sólo fuera una pieza de un ajedrez muy grande que ella tuviera que mover.
—A lo mejor esa es la muestra de que te quiere. Que también tiene miedo.
—Anda, venga ya.
—Que sí...
—Tché, pues vale.
Ella tocó algunas notas. Él cerró los ojos y escuchó, relajándose progresivamente. La música le llevaba a imaginar bellos escenarios, pero en todos salía Bego. Abrió los ojos y cogió a Male suavemente de la muñeca.
—Para, por favor.
Ella le miró fijamente y guardó la ocarina. Se volvieron a quedar en silencio hasta que él se levantó.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—¿Tú cómo actuarías si te gustara alguien?
—Pues...—se puso un poco colorada. No le gustaba hablar de esos temas—, supongo que estaría triste. Mi autoestima no es lo mejor del mundo, así que probablemente pensaría directamente que hay otra persona mucho mejor en la que la persona en cuestión se podría fijar... La melancolía se apoderaría de mi persona.
—Eso no me ayuda mucho...
—¡Ja! Ni a mí.
—Heh.
—Hm... Quiero probar una cosa—dijo ella levantándose—. Extiende las manos.
—No me saques la sangre, ¿quieres?
—No iba a hacer eso, melón. Extiéndelas.
Bocha extendió las manos. Male cerró los ojos y se concentró, haciendo brillar su silueta en un tono azul blanquecino. Justo en ese momento, agarró las manos de Bocha con fuerza. Él sintió que las de Male ardían de forma exagerada para el cuerpo de un ser humano y se quiso soltar, pero ella no le dejaba.
—Tranquilízate. Es normal. No te van a abrasar ni nada por el estilo.
—¡Estás ardiendo! ¡Tienes que parar, es peligroso!
—¡Tranquilízate, te digo!
Él hizo de tripas corazón y trató de relajarse, dejando la mente lo más en blanco que pudo. Su silueta comenzó a brillar del mismo color que la de Male, y la temperatura de su cuerpo también comenzó a subir. Empezó a sudar.
—T-tengo mucho calor...
—Shhh... Ahora necesito que pienses en Bego.
—¿En Bego? ¿Pero qué...?
—Ahora te lo explico. ¡Hazlo!
Y él pensó en Bego. Pensó en su pelo corto rojizo, que brillaba con mil destellos fogosos bajo la luz del campo de entrenamiento. Pensó en su tez clara, que reflejaba la más absoluta pureza de espíritu, y recordó sus levemente rasgados ojos, que ocultaban los iris del marrón de las cortezas de los árboles. Se puso muy colorado y le entró la risa tonta. Male sonrió para sí y, tras un rato en esas circunstancias, le soltó con suavidad y dejaron de emitir el brillo azul.
—Estaba haciendo un experimento. Partiendo de la base del ataque que le realicé a Garret hoy y atendiendo a las explicaciones de lo que pasó, he intentado reproducir la mecánica del ataque, es decir, entrando en el cuerpo de la persona, y manipulando su sangre, que está compuesta por agua. A partir de ahí, he podido comprobar los latidos por minuto que correspondían a los pensamientos normales y los que correspondían a los pensamientos relacionados con la persona amada, sólo para saber si era capaz de conseguirlo, y en el caso de que así fuera, utilizarlo como guía para realizar el mismo hechizo con Bego.
—Espera... ¿Eso significa que...?
—Sí. Eso significa que voy a comprobar lo que Bego siente por ti. Aún no sé con qué excusa, pero ya me inventaré algo.
—Ay. ¡Ay Dios mío! ¡¡Male, Dios mío, eres la mejor!!—le dio un fuerte abrazo. Male se sorprendió pero le correspondió—. ¡Nunca nadie haría nada por mí así! ¿Por qué?
—Pues porque te quiero ver feliz, tonto. Si no fuera así, ni me molestaría, ¿no?
—Yo... Mira, te la debo. Te debo muchísimas por esto. Gracias, muchísimas gracias, mil gracias...
—Deja de agradecer tanto y vete a dormir, anda, que tienes que descansar.
—¿Y tú, podrás dormir?
—No lo sé, pero lo intentaré. Venga, buenas noches.
Acompañó a Bocha a la puerta y le sonrió mientras se marchaba. Entonces, escuchó una voz a su espalda.
—No deberías jugar con esas cosas.
—Me has dejado sola.
—Tengo más cosas que hacer, no te enfades...
—No estoy enfadada.
—Mientes.
—Puede.
—Te traigo los bollos...
—No me interesan tus bollos.
Vittorio se acercó a ella y la abrazó por la espalda. Ella no reaccionó. Se soltó y se encerró en el baño, dejando a un Vittorio un tanto dolido en la habitación.


Reïk y Maite llevaban ya un rato corriendo sin rumbo. Reïk había sentido algunas perturbaciones mentales dependiendo de los lugares que iban recorriendo, pero ninguna lo suficientemente fuerte como para indicarle que estaban realmente acercándose. Tras un par de horas, Maite se detuvo e hizo bajar a Reïk con cuidado. Resopló.
—Esto es absurdo. Si la biblioteca esa está en un plano paralelo a este, ¿cómo se supone que vamos a entrar?
—Quizá tiene que dictárnoslo el corazón o alguna basura de esas de las películas.
—Ya llevamos dos horas esperando a que nuestro corazón nos dicte cosas y no le ha dado la gana de decir nada. ¿Qué hacemos? O volvemos, o volvemos, decide.
—No joder, no quiero volver ahí dentro.
—Yo tampoco, pero nos encontrarán de todos modos...
—Ya...
Se disponían a volver. Maite ya había comenzado a transformarse y Reïk se estaba mentalizando de nuevo para afrontar la velocidad a la que iban. Sin embargo, antes de que pudieran hacer nada les dio una especie de mareo que bloqueó sus poderes. Reïk se desplomó y Maite se quedó de rodillas, con un puño apoyado en el suelo.
—¿Reïk? ¿Estás bien? ¡Reïk!


Malan hacía rato que se había perdido por los pasillos, pero no le importaba. Paseaba dando vueltas en el laberinto de su “nuevo hogar”, pensando en sus cosas. Ya había visto el lugar al que Pandora se refería, y no le había gustado. Sentía odio hacia sus amigos, pero deambular por la casa de su nueva compañera le había hecho pensar mejor las cosas. Ahora se planteaba cuestiones como el por qué de asesinar a su familia, si no habían hecho nada para perjudicar a la de Garret en un primer lugar. ¿Por qué iban a hacerlo? ¿Y por qué Nüne y el Mensajero Veloz ayudarían al padre de Garret si hubiese hecho tal cosa? De ellos dos Pandora no había dicho nada.
En sus cavilamientos acabó llegando a una habitación distinta a las demás. Estaba totalmente pintada de blanco y tan sólo tenía un sofá en ella. Entró y se sentó, mirando a su alrededor.
El espacio invitaba a la calma. Cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo cómo el Universo fluía a su alrededor. Cuando abrió de nuevo los ojos, encontró algo muy diferente de lo que esperaba.

Todo estaba lleno de plantas de todos los colores, radiantes de luz. Cientos de mariposas multicolor revoloteaban a su alrededor, y algunos seres extraños con cruces en los ojos le miraban sorprendidos. Él se levantó del sofá blanco y siguió un sendero de flores que vio a la derecha. Llegó a una plataforma en la que había un gran agujero que dejaba un gran redondel irregular de tierra al descubierto. Había gotas de un extraño líquido rosáceo que se internaban en la arboleda, pero Malan decidió no seguirlas. Volvió por donde había venido y se volvió a sentar en el sofá, cerrando los ojos y calmándose de nuevo. Al abrirlos estaba de nuevo en la sala blanca.
—Vaya—escuchó a Pandora detrás de él—, no pensé que llegarías a encontrar esta sala.
—Deberías hacerme un mapa o algo...
—Sí. ¡Definitivamente, debería!
Pandora lo levantó y se lo llevó dando saltos. Malan suspiró y se dejó, ya que no tenía otra posibilidad.
—¿Y qué vamos a hacer ahora?
—¡He detectado a dos de tus amigos por aquí cerca, y nos vamos a reír un poco!
—¿Por aquí cerca? ¿Dónde estamos exactamente?
—¡Es-con-di-dos!
Pandora lo llevó al salón, lo dejó allí y desapareció. Una pantalla surgió de encima de la chimenea en la que se veía el mundo desde el punto de vista de ella. Mostraba interferencias al principio, pero al cabo del rato se estabilizó y mostró a Maite y a Reïk. Reïk estaba más pálido de lo normal, y Maite le hablaba con cara de preocupación.
—Esto va a ser muuuy divertido...—Malan escuchó a Pandora susurrar. No pudo evitar poner cara de pánico y empezar a moverse desesperado por la habitación. Luego recapacitó y sonrió maquiavélicamente. En realidad, esto era justo lo que él quería... O eso pensaba.

Pandora hizo una serie de signos extraños con las manos, los cuales provocaron una onda que, según explicó, bloqueó el chi de ambos jóvenes. Reïk, con lo débil que se encontraba, se desmayó, y Maite sólo quedó debilitada. Malan movía la pierna nervioso mientras se preguntaba qué es lo que les haría Pandora. ¿Se vengaría de todos sus amigos de esa manera, de modo que Garret también sufriera pérdidas? No lo sabía. Lo que sí sabía era que Pandora acababa de salir del arbusto, y Maite la miraba con cara de terror mientras sujetaba a Reïk y le instaba a levantarse.


Maite oyó un ruido tras el desmayo de Reïk. Ya había acudido a reanimarlo, aunque a duras penas, y no se veía capaz de hacerle reaccionar. Miró hacia la dirección del ruido y vio a una mujer con la capucha echada, con una falda de colores extremadamente chillones y mucho, mucho amarillo. Bailaba atropelladamente alrededor de ellos haciendo símbolos extraños con las manos, y se reía sin parar. Maite la miraba, aterrorizada, preguntándose quién era y qué pretendía hacer. Justo cuando ya pensaba que simplemente era una loca, la mujer creó una esfera de energía de color azul y se lanzó contra ella.

Maite la esquivó rodando como pudo. Le preocupó Reïk, pero al ver que la mujer no se esforzaba en hacerle daño a él se pudo concentrar mejor. Sin embargo, le resultó imposible deducir qué iba a hacer después, ya que volvió a moverse de manera frenética a su alrededor. Comenzó a sudar y se forzó todo lo que pudo en transformarse en bestia, pero no fue capaz. Simplemente logró recuperarse un poco de su cansancio, lo cual le permitió ponerse de pie y esquivar mejor las bolas de energía que la mujer le lanzaba aleatoriamente. Al final, una de ellas le acabó acertando en el pecho. Sintió que le quemaba, y esa sensación se extendió por todo su cuerpo. Lo último que vio antes de desmayarse fueron la sonrisa siniestra de la chica y sus pecas, que le resultaban familiare. Justo después se hundió en un profundo mar oscuro.


Malan vio la cara de dolor de Maite cuando ésta recibió la esfera energética en el pecho. Vio cómo se derrumbaba, cómo perdía la consciencia y cómo Pandora se burlaba y se reía cual loca para encerrar a su alrededor. No supo si sentirse bien o si sentirse mal. Por eso se levantó del sillón, salió de la habitación y volvió a perderse por los pasillos del extraño búnker en el que su nueva compañera le mantenía encerrado mientras ella torturaba a sus antiguos amigos. Se oían sollozos por los pasillos, y entre ellos a veces risas. El pequeño niño volvió a sumergirse en un mar de dudas, rencor y odio, y mientras tanto Pandora le hablaba a la cámara como si el joven señorito la estuviera observando.
—¿¡Has visto!? ¡¡Creía que podría escapar de mí, pero al final no!! ¡¡Ja, ja, ja, ja, ja!! Me encanta cuando se hacen ilusiones, es tan DI-VER-TI-DO... ¿¡Sabes qué más les podríamos hacer!? ¡¡Podríamos traerlos aquí y con tu ultra-super-poder convertirlos en nuestros mayordomos!! ¡¡Sería GENIAL!! ¿No crees?

Sin embargo, dejó la pregunta al aire. Los cuerpos de Maite y Reïk comenzaron a brillar tenuemente, el de ella en verde claro y el de él en azul, y se acabaron desvaneciendo en el aire. Pandora miró los huecos vacíos en los que habían estado los dos inconscientes y gritó de rabia. Los del otro lado se los habían llevado, y ahora sería incapaz de encontrarlos.
—¡¡MALAN!! ¡¡MALDITA SEA!! LO HAS VISTO, ¿¡NO!? ¡¡HAN DESAPARECIDO!! ¡Mis presas...!
Pero, obviamente, Malan ya no la escuchaba. Sólo oía ruidos sin sentido en su cabeza, y sentía que su mente iba a estallar.


—Oye, Jack.
—Qué.
—¿El pelo puede cambiar de color con cada estación?
—Según varios estudios, hay especies a lo largo de las diferentes cronologías y universos paralelos que sí tienen la particularidad de cambiar el pigmento de su cabello a lo largo de las estaciones recogidas en el periodo temporal que corresponda a cada cual. Sin embargo, hay algunas pocas que también son capaces de modificarlo a placer. Normalmente son aquellas en las que el aspecto es un factor muy importante en el acto reproductivo, así como debe ser muy ambiguo, ya que de no serlo el hecho de tener la habilidad de cambiar el color de su pelo resultaría absur...
—Vale, vale, suficiente.
—¿Por qué preguntabas?
—Porque no sé si te has fijado, pero lo que acabas de recoger del otro lado son una chica negra y un tío con el puto pelo azul.
—Un respeto a los negros.
—Mira, no me toques los huevos, que para eso ya estoy yo.


Maite se despertó de un salto, y lo que vio a su alrededor la dejó un tanto desconcertada. Se encontraba en una habitación lujosísima de techos muy altos, completamente sola, y vestida con un largo camisón verde oscuro. Trató de bajar de la cama, pero se mareó y se cayó, haciendo bastante ruido. Se oyeron pasos por los pasillos, dando a entender por el eco que el lugar era tan enorme como parecía.

Una muchacha entró en la habitación. Tenía la piel de color lila, y relucía bajo las luces de las lámparas de araña. Su pelo era de un material parecido al chicle, con pinta pringosa, y goteaba sobre sus hombros, donde crecían pequeños champiñones. Toda ella era de color rosa, y sus mejillas estaban decoradas con espirales de color blanco. Su vestimenta era una simple túnica fucsia de mangas anchas y cuello alto con un cinturón atado en las caderas. También le crecía una flor muy grande en la cabeza, que recordaba a una rosa. No se le veían los pies.
—¡Dios mío! ¿Te encuentras bien?
—Eeeh... Uh.
Maite no supo cómo reaccionar. La voz de la chica era dulce y melodiosa. Le recordaba a la música que solía tocar Male con la ocarina.
—De acuerdo. Ven que te ayude...—la chica sonrió y la ayudó a volver a la cama. Se sentó a su lado y se echó el “pelo” hacia detrás de la oreja—. Me llamo Nista Alícea, pero puedes llamarme Ali. Tú eres La Celeste, ¿no es cierto?
—La... ¿La Celeste?
—Oh, es cierto... Todavía no. ¿Te apetece algo de comer?
—S-supongo...
—De acuerdo, enseguida te lo traigo. ¿Te duele el pecho?
—N-no...
—Vale... Espérame aquí, vengo ya.
Y se marchó, caminando suavemente. Maite comenzó a notar calor en las mejillas. Se miró en uno de los múltiples espejos de la sala y comprobó que, efectivamente, se había puesto roja.


—¿Cómo va el de pelo azul?
—Sigue roque.
—Continúa vigilándole entonces.
—Bueno.
—Y por última vez, quítate las gafas de sol. Estamos en un interior.
—La última vez también dijiste que sería la última vez, ¿por qué sigues insistiendo?
—...¿Has visto a Ali?
—Se está ocupando de La Celeste.
—Bueno.
—¿Y dónde vas tú tan cargado?
—Pues a estudiar, obviamente...
—Lo dudo, hay un montón de bichos donde el archivo de las cronologías de los 13.
—¡¡MIERDA!!
—¡Joder, Jack, relájate!
—Mierda mierda mierda mierda...
Cuando Reïk abrió los ojos, vio a dos jóvenes junto a él en la fastuosa habitación donde se encontraba. Uno de ellos llevaba gafas de sol y gabardina negra, y abanicaba con cara de resignación a otro, que llevaba gafas normales, un gorro de calamar y una túnica naranja. Reïk se frotó los ojos, pensando que estaba soñando, pero no. Se incorporó lentamente y se frotó la cabeza con ambas manos, preso de un horrible dolor de cabeza. Lo último que recordaba era haber dejado de ver el futuro y desmayarse. El joven de las gafas de sol dejó de abanicar al otro para atenderle a él.
—¡Hey! ¿Cómo te encuentras?
—Pues... Dolorido. ¿Y tú?
—...Pues cansado. ¿Quieres tomar algo?
—Un vaso de agua, si no es molestia...
—Claro que no, hombre. Un segundo. Jack—se dio un codazo al otro—, deja de desvariar ya, que el peliazul se ha despertado.
—¿Eh? ¡Ah!—el tal Jack se levantó de la silla de un salto y se acercó a Reïk—. ¡Hola! Debes estar preguntándote qué es lo que te ha pasado, ¿no?
—Sí, algo así...
—Bueno, nosotros os trajimos aquí. Yo soy Jack, el encargado de este sitio, y este es Lucas, un mindundi que pasaba por aquí.
—Qué risa. Ni caso, yo soy su ayudante, el grandioso y poderosísimo Lucas First.
—...También llamado el hombre linterna.
—Fuera, el que hace las gracias aquí soy yo.
—Eh...—Reïk se volvió a tumbar—, no entiendo lo que decís...
—Ah, claro... Lo comprendo. No te preocupes, ahora de momento no hace falta. Cuando os encontréis mejor os lo explicaremos todo con más detenimiento.
—¿”Os”? ¿Maite está aquí?
—Sí, nuestra amiga Ali la está cuidando.
—De hecho—Ali entró por la puerta—, se acaba de despertar. Está perfectamente, quizás un poco aturdida. Encantada, Reïk, yo soy Nista Alícea. También me llaman Ali.
—Yo... Eh...
—Te dejaremos dormir un poco más. Mientras tanto, mataremos bichos. ¿Eh, Lucas?
—Bueno.
—Venga, te dejamos ya. Descansa.
Los tres salieron de la estancia y apagaron las lámparas. Reïk quedó completamente a oscuras. Sin poderlo evitar, volvió a quedarse dormido.


—La has vuelto a liar—Vittorio se dio la vuelta y vio a Evan apoyado en el pilar de madera de la cama—. No te puedo dejar cinco minutos solo.
—¿Qué he hecho mal? ¡Tenía que marcharme!
—Quizá si me hubieras llamado en lugar de dejarle una triste nota no te habría pasado esto.
—Sí... Sí, tienes razón.
—¿Lo ves? Por cierto. Mi baraja la quiero de vuelta, hijo de perra.
—Sí, sí, toma...—Vittorio se sacó una baraja de cartas nueva del bolsillo y se la lanzó a Evan—. ¿Sabes algo de Inna?
—Ha mandado a la transformista y al vidente a la Gran Biblioteca. Supongo que volverán ascendidos.
—Ella al menos.
—Sí. Ella al menos.
Guardaron silencio durante un rato. Male seguía sin salir del cuarto de baño.
—¿Has conseguido detectar el fallo?
—Por desgracia, sí.
—¿Y cuál es?
—Pandora.
—...Mierda.
—Sí, eso digo yo. Mierda.


Un par de horas más tarde, Reïk se despertó. Seguía rodeado por oscuridad, pero entraba un brillo tenue por la ventana. Se acercó a mirar y quedó impresionado por lo que vio.

El sol, de color azul, surgía por el este, y sus rayos atravesaban todas las plantas que había alrededor del edificio. El bosque era una fiesta de colores pálidos, refrescados por el rocío de la mañana. Las luciérnagas todavía volaban alrededor de las flores, y se escuchaban los ríos correr libres por las montañas. Todo tipo de seres brillantes comenzaban a andar y a volar por el cielo y la tierra. Reïk quedó absorto, tanto que no se dio cuenta de que Ali entraba en la habitación.
—¿Estás mejor?
—¿Eh? Sí, gracias.
—Entonces sígueme.

Siguió a Ali por los altos y magníficos pasillos. Cientos de cuadros, estatuas y vasijas estaban expuestos a los visitantes, relucientes como el primer día. Sin embargo, se olía y se notaba la antigüedad en el ambiente. Finalmente, llegaron a una sala muy amplia, llena de estanterías con libros. Allí, Maite, Jack y Lucas los esperaban. Jack se adelantó, se ajustó las gafas y abrió los brazos.

—Bienvenido, Reïk, ¡a la Gran Biblioteca!
Reïk se frotó los ojos y enfocó mejor. Realmente estaban predestinados a estar allí.

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