domingo, 5 de octubre de 2014

Capítulo XVIII - Sex, drugs and rock and roll (Parte I)

—Por el amor de la maldita arena—dijo Tarrkiem, quejándose—, este traje pica un huevo.
—Deja de quejarte—le dijo Bocha—. Al menos los calzoncillos no te aprietan las pelotas.
—¡Shhh!—instó Male—. Que es una cena de gala, maldita sea. Cuidad el lenguaje.
—Lo siento, señorita Madalane, a partir de ahora seré más cuidadoso con mi vocabulario—le dijo él, haciéndole una ligera reverencia y luego partiéndose de risa.
—Lo dudo mucho; esa reverencia ha sido terrible.
Garret los observaba, divertido. Nunca había tenido amigos con los que pasar un buen rato, e incluso cuando estaban viviendo en la mansión de su propio enemigo, era capaz de reír hasta soltar lágrimas con ellos. Male y Bocha eran, la mayor parte de las veces, los artífices de esto: ella, responsable, madura y tranquila, dominaba el sarcasmo como la cuchilla más afilada, al igual que el silencioso, carismático y discreto bromista Bocha. Eran casi un dúo cómico sin apenas hacerlo de forma intencionada, y eran capaces de arrancarle una sonrisa hasta al mismísimo Tarrkiem. Malan se lo pasaba fenomenal con ellos, ya que a ambos les encantaban los niños y Malan, además de ser divertido y bromista, tal y como Bocha buscaba en un buen amigo, era discreto y educado, justo como Male. Sin embargo jamás se separaba de Reïk, y esto era también un objeto de burla para el pobre vidente de vez en cuando. De todos modos, no le molestaba, y simplemente las devolvía con ingenio y elegancia, resultando ser extrovertido y agudo una vez que cogía confianza con el grupo. Maite y Galia, sin embargo, no acababan de congeniar del todo: incluso teniendo personalidades afines, sus naturalezas eran totalmente distintas: Maite despreciaba cualquier tipo de ciencia que pudiera ser perjudicial para la naturaleza, y a Galia la naturaleza... No es que no le importara, sino que más bien prefería no pensar en los daños que causaban sus experimentos. Idolatraba la tecnología, de hecho. Por estos motivos no se podían sacar la naturaleza o el avance científico como tema de conversación con cualquiera de las dos delante: montaban un debate que acababa en gritos histéricos, y a veces, hasta en insultos. Ranusa aprovechaba para hacer chistes sobre ello, los cuales solían incluir el amor lésbico y la cercanía de las zonas en el cerebro encargadas de procesar las emociones del amor y el odio. Normalmente todos se sorprendían ante el conocimiento de Ranusa, puesto que no solía demostrar que tenía datos como esos, pero enseguida Garret reía y desenmascaraba al velocista; había sacado la información a base de oíle hablar a él.

Eran aproximadamente las diez de la noche cuando se sentaron en sus respectivos asientos y comenzaron a cenar. Todo no estuvo presente en la cena, y Male y Bocha se sintieron observados, aunque no lo dijeron. Garret y Maite, sin embargo, los notaron paranoicos, pero no sería hasta un rato más tarde cuando descubrirían el por qué de este comportamiento.

Una vez la cena concluyó, se dirigieron a sus habitaciones. Galia había estado trabajando en hackear el sistema de seguridad de la mansión, pudiendo cambiar las grabaciones que les mostraban a ellos yendo de habitación en habitación por imágenes del pasillo en silencio. También había programado una barrera antivigilancia en la red interna de la mansión para que los mensajes de la PDA no pudieran ser registrados ni espiados por Todo.

Comenzó la operación: Garret iría avisando a cada uno de los miembros del grupo rebelde a través de la PDA, y ellos irían entrando uno a uno dentro de la habitación de Garret. Justo entonces, Galia cambiaría las imágenes de las grabaciones por pasillos vacíos y los jóvenes podrían moverse con comodidad sin ser vistos. Sin embargo, como el joven espadachín no se fiaba demasiado de la tecnología, llamó a Bocha y Male para que fueran a través de mensajes no explícitos.

--insufferableReader [IR] comenzó a molestar a everlastingMelody [EM] a las 23:12--
IR: Male.
IR: Hay un libro que he encontrado en mi biblioteca que a lo mejor te interesa de algún modo.
IR: Es posible que a Bocha también le interese, así que yo mismo le avisaré. Espéralo en su puerta.
EM: Esto...
EM: Me parece bien
EM: ¿Es posible que haya alguien más a quien le pueda interesar?
IR: De momento venid vosotros a juzgarlo y luego ya veremos.
IR: ¿Te importaría traer la ocarina?
EM: Hm... Supongo que no
EM: Pero no sé para qué la quieres
EM: Si esperas que te la deje estás muy equivocado.
IR: Nunca dije eso.
IR: Ya lo verás.
IR: Os espero.
--insufferableReader [IR] dejó de molestar a everlastingMelody [EM] a las 23:14--


--insufferableReader [IR] comenzó a molestar a swordSummoner [SS] a las 23:13--
IR: Bocha.
IR: Hay un libro que me gustaría mostrarte.
IR: Male está a punto de pasar por tu puerta a recogerte, así que no tardes.
SS: anda que avisas con tiempo
IR: Acabo de encontrarlo y nos urge prisa.
SS: vale tio
SS: no tardare
SS: por cierto sabes donde pude dejar mi reloj?
IR: ¿El de cuerda aquel?
SS: tengo cara de tener otro si te estoy preguntando donde esta?
IR: No lo sé, a lo mejor tiene peso sentimental.
IR: Y te recuerdo que ahora mismo no puedo ver tu cara.
SS: vale callate
SS: que ya lo he encontrado
SS: y male ya esta aquí asi que
SS: hasta ahora mismo
IR: Hasta ahora.
--insufferableReader [IR] dejó de molestar a swordSummoner [SS] a las 23:15--

Y entonces los dos jóvenes se dirigieron en silencio y vestidos con ropa cómoda hacia el cuarto de Garret. Sin embargo, no podían entrar: la puerta estaba atrancada.
—Male—susurró Bocha—, no se abre.
—Prueba a llamar—le sugirió ella—, yo no dejo la puerta de mi habitación abierta, a lo mejor él tampoco.
Bocha tocó a la puerta, pero nadie respondió. Pegó el oído para ver si escuchaba algo y oyó voces que murmuraban, una de ellos la de su amigo. Male imitó a Bocha y ambos llegaron a la misma conclusión: no conocían la misteriosa voz de la persona que se encontraba con Garret dentro. Se quedaron esperando a que algo ocurriese, pero nada. Bocha se hartó.
—¡Voy a echar la puerta abajo!
—¿Eh? ¡No, no! ¿¡Qué haces!?
—¿Y si es un enemigo? ¡Hay que pillarle!
—¡Si fuera un enemigo Garret habría pedido ayuda!
—¿Y si lo tienen secuestrado y amenazado?
—¿Amenazarlo? ¿¡Cómo!? ¿¡Qué más puede perder, Bocha!?
Bocha se le quedó mirando sorprendido, con la pierna en alto y dispuesto a derribar la barrera. Los ojos se le ensombrecieron de pronto y se encogió. Male estaba a punto de llorar.
—Quizá... Ya, sí, tienes razón. Todos estamos aquí por un motivo...
—S-sí...
Guardaron silencio, los dos apartados. A él le temblaba el labio inferior y ella en cambio se lo mordía, con las gafas en una mano, para evitar que se mancharan de lágrimas. Male había sido demasiado radical con su argumento, sí, pero también tenía razón. Nadie allí tenía nada que perder. Y, aquel que lo tenía, tendría que luchar para salvarlo, y no someterse.
Garret finalmente abrió la puerta. Parecía severamente molesto con ellos dos, aunque ninguno pudo acertar el motivo hasta que, sentados en los silloncitos, Garret les habló del tema.
—¿A vosotros os ha visitado alguien recientemente?
Ambos se miraron confundidos. Male fue la primera en responder.
—Maite y Galia vinieron ayer a tomar té, pero por otra cosa...
—Yo sólo he tenido en mi cuarto a Tarrkiem, que ha pasado a buscarme para la cena.
—No me refiero a eso.
Garret mantuvo su mirada severa. Ellos se hundieron en los sillones, con las tacitas en las manos, y miraron a Garret con cara de cordero degollado.
—¿A quién podrías referirte entonces? Sólo nosotros y los sirvientes pueden entrar aquí...
—En fin—dijo Garret—, supongo que no tiene importancia. Si al final todo el mundo se acabará enterando de igualmente.
—¿De qué?
—Ya lo veréis, si es que no me estáis mintiendo. Ahora, Male, saca la ocarina.


Maite se miraba al espejo del vestidor. Era como un sueño: todos esos vestidos le sentaban de maravilla. Tenía cientos de combinaciones de ropa que podía usar a su antojo. Sin embargo, a veces le gustaría regresar a su vieja ropa y a sus viejas costumbres: vivir en la selva, subir a la plataforma a robar comida y fastidiar a los electroplastas... Se rió entre dientes al recordar sus caras de asombro la última vez que los vio: normalmente era capaz de escabullirse sin tener que recurrir a su poder. Jugueteó un poco con sus piercings y salió del vestidor con una camiseta grande de manga corta, unos pantalones cortos y unas zapatillas de andar por casa. Se tumbó en la cama y, mientras miraba el techo del dosel, oyó algo que le llamó la atención.
Eran una especie de quejidos que se oían levemente a través de la pared. Maite se levantó de un brinco y pegó la oreja. Acto seguido le entró un ataque de risa y estuvo revolcándose encima de la cama durante un largo rato. No recordaba quién era su vecino, pero se lo debía de estar pasando muy bien.
Cuando dejó de oír los quejidos, recuperó el aliento y decidió tomar una ducha. ¡Qué gracioso...! ¿Quién sería el misterioso hombre causante de aquel alboroto...?
Se quitó la ropa, entró en el cuarto de baño y se lo pensó mejor: se daría un baño. Llenó la bañera con sus sales preferidas y, una vez estuvo llena de agua, se sumergió. Se quedó dormida durante largo rato hasta que una de las alarmas de su PDA la despertó. Salió corriendo de la bañera, se secó rápido con la toalla y fue al vestidor. Cogió de nuevo la ropa cómoda, se la puso y, al salir, gritó.
Frente a ella había una niña de aproximadamente doce años apoyada en un bastón, casi a punto de caer redonda al suelo. Maite corrió a sujetarla, y la niña reaccionó al tacto.
—¿Eh...? Mñaaaaa...—bostezó.
Llevaba un vestidito corto de color violáceo, con un cinturón rosa pastel y una rebeca violeta. El pelo era largo y rubio castaño, con un sombrerito de bruja un poco torcido encima. Llevaba unas sandalias de dedo con suela de madera, y el bastón era un poco surrealista: una vara del mismo color que el vestido decorada con una esfera brillante rosa y un par de alitas suaves y redondas, con una aureola que flotaba sobre la esfera. Maite se arrodilló ligeramente para estar un poco a su altura.
—Esto... ¡Hola! ¿Cómo te llamas?
—Mne... C-creo que...
La niña se frotó los ojos sin soltar el bastón y se dio en la cabeza con él. Comenzó a llorar y Maite, nerviosa y sin saber qué hacer, la cogió en brazos y la sentó sobre la cama.
—¿Estás bien...?
—C-cí... Creo que cí.
—¿Cómo te llamas?
—Puez...—se rascó la cabeza, soñolienta. Bostezó de nuevo, mostrando toda la dentadura; le faltaba una de las dos palas—, no zé zi tenía que decírtelo o n-no... ¡Ni z-ziquiera eztoy zegura de que zeaz la chica que buzco!
—Bueno, eso tiene fácil solución. Soy Maite.
—¡A-ah!—se le iluminó la cara de golpe—¡Maite! ¡Entoncez cí que erez la chica a la que buzco!
—¡Bien!—sonrió—, ¿entonces puedes decirme tu nombre?
—¡Claro que cí! Zoi Inna, ¡la Maravilloza y Ezpectacular Guardiana del Mundo de loz Ezpírituz!
Inna saltó de la cama y puso pose de superheroína. Maite volvió a reír, divertida. ¡Vaya con la niña...!
—¡Qué título más largo!
—¡Y hay que decirlo todo z-ziempre! ¡Cí, ceñor!
—Y... ¿Cómo has entrado? Tengo la puerta y la ventana cerrada...
—¡Puez uzando miz poderez, cómo zi no!
—¿Puedes teletransportarte?
—¡Cí! ¡Mira, mira!—levantó el bastón, la esfera y la aureola brillaron y, con un batir de alas, Inna desapareció y apareció en el otro lado de la habitación.
—¡Guau!
—¡Cí, ez imprezionante!
—Lo es, lo es. Otra pregunta, ¿por qué has entrado aquí?
—¡Ay, cierto! ¡La mición!
—¿...Misión?
—¡Cí! ¡Tenía que decirte algo...!
—¿Qué?
Inna se frotó las sienes con los dedos, con los ojos muy cerrados. Parecía estar haciendo un esfuerzo auténtico.
—Nnnnn... ¡Ah, cí! ¡Me acuerdo!—y levantó el dedo.
—¿A ver?
—¡Zomoz Loz Vigilantez! Eztamoz ayudándooz con vueztra mizión de derrotar al zeñor barbudo.
—¿Cómo lo hacéis, exactamente?—Maite, sorprendida, abrió mucho los ojos.
—¡Puez vigilando! ¡Ci lo dice el nombre, tonta...! ¡Ji, ji, ji!
—Eh... Ya, ¿pero qué es lo que vigiláis?
—¡Vueztraz antiguaz cazaz, bibliotecaz...! También inveztigamoz. Bueno, yo no, de ezo ze encarga mi hermanito. ¡Mi hermanito ez genial! Ce ríe todo el rato y ciempre eztá gaztando bromaz a loz demáz miembroz.
—¿Cuántos sois?
—¡Uf, muchoz! ¡Tantoz que ni me acuerdo de cómo ce llaman! Zólo me acuerdo del de mi hermanito, del del líder y del de la comandante.
—¿Y cómo se llaman?
—Buf, ¡ezo no te lo puedo decir! ¡Tendráz que ezperar a que ceáiz todoz en el grupo!
—Oh...
—Bueno, ¡bueno! ¡Yo cazi que me voy!—Inna dio unos cuantos saltitos y luego saludó a Maite con la mano—. ¡Hazta lueguito!
Y desapareció con unos destellos. Maite se quedó confusa. ¿Los Vigilantes? Tendría que hablar de esto con los demás...


Garret acababa de tumbarse en la cama. Llevaba la PDA en la mano y acababa de contactar con sus dos amigos, Bocha y Male, para que acudieran a su cuarto. La reunión iba a dar comienzo. La alzó ante sus ojos y, mientras tecleaba algunas cosas en la función de notas, se le resbaló y se le cayó en la cara. Protestó un poco, la recogió y se incorporó, y entonces dio un salto y retrocedió en la cama del susto.

Ante él se encontraba una joven de piel morena, con un vestido amarillo pálido hasta la rodilla y zapatos de bailarina. Llevaba la capucha echada y casi no se le veía la cara, pero unos mechones negros salían de los bordes y por el cuello se podían ver. Con las manos recogidas detrás de la espalda, miraba a Garret con una sonrisa tenue.
—Buenas noches, Decimotercero.
—¿Q-q-quién eres tú?
—Hmmm... ¿Debería decírtelo?—comenzó a pasear alrededor de la habitación—, ¿o dejar que lo adivines tú? ¿Qué opinas?
—¡No sé ni siquiera cómo has entrado! ¿Cómo esperas que adivine tu identidad?
—Bien, bien. De hecho, esa era la respuesta que esperaba—se quitó la capucha, se arregló el pelo y unos ojos negros y grandes le observaron desde una cara pecosa—. Mi nombre es Mariam P. Croq.
—¿...Croq?
—Croq. No estoy orgullosa de su procedencia, así que dejemos el tema.
—...Vale.
—¿Y ya está? ¿No tienes curiosidad por saber más? Hm.
—...Primero de todo quisiera saber cómo crees que reaccionarías tú al levantarte de la cama y ver enfrente de ti a una persona desconocida que no ha habido manera de que pudiera entrar.
Tocaron a la puerta en ese mismo momento. Garret sabía quienes eran, pero no podía dejar que vieran a la joven. ¿Quién sabe si era enemiga o amiga? Era un riesgo innecesario.
—Pues, por supuesto, me sorprendería. Pero eso no me quitaría la capacidad de preguntar—miró hacia la puerta—, ¿esperas a alguien?
—De hecho, sí.
—Me marcho, pues.
—Ah, espera.
—¿Ya te ha vuelto la curiosidad? ¡Bien! ¿Qué ocurre?
—¿Cómo te has colado aquí dentro?
—...Bien, empiezas fuerte. Me he colado por una rendija.
—¿...Qué?
—Como lo oyes. Por la ventana. Ese es mis poder: puedo cambiar de tamaño y de forma.
—...Oh.
—Sí.
—¿Y qué haces aquí?
—Vine a presentarme. Y a decirte que varios miembros de tu equipo han recibido visitas de miembros del mío. Una de ellas ya sabe quiénes somos, pregúntale.
—Espera, espera, ¿has venido a decirme que eres Mariam P. Croq y que eres de chicle? ¿Y ya?
—¡Ji, ji! ¡Sí!
—¡Esto es absurdo!
—Tienes que aprender, Garret—le tocó el hombro izquierdo mientras se dirigía hacia la ventana—, que, mientras estés aquí, harás y verás cientos de cosas absurdas. El propósito mismo de esta misión es absurdo, y sin embargo, aquí estoy. Ayudándoos.
—¿Y de qué manera estás haciendo eso?
—Te lo dirá tu amiguita. Y ahora me marcho. Tengo mucho trabajo que hacer.
Garret no tuvo el valor de detenerla. Vio cómo se empequeñecía sobre el marco de la ventana, y después de eso no la volvió a ver más. Miró alrededor. Ahora su cuarto le parecía extraño. ¿Qué habría pasado si hubiera estado desnudo? ¡Habría sido terriblemente vergonzoso! Se quedó mirando fijamente el suelo hasta que se acordó de sus amigos.
—¡Chicos!—exclamó.
Y fue a abrirles la puerta. Sin embargo, recapacitó durante un segundo. Mariam le había dicho que sus amigos habían visitado a sus compañeros de equipo. ¿A Male y a Bocha también? ¿Y no le habían dicho nada? De repente se sintió molesto. Les abrió la puerta con cara de malas pulgas, y los dejó pasar.


Male comenzó a tocar una evocadora melodía en la ocarina. Inundó la habitación durante un rato, y los dos oyentes, con los ojos cerrados, se perdieron en un sinfín de notas y compases.
Un ruido les despertó de su letargo e hizo que Male dejara de tocar. Alguien había golpeado uno de los pilares de la cama de Garret.
Y ese alguien era Vittorio.
—¡...!—Male dio un respingo.
Bocha invocó una espada y Garret se movió rápido hasta la suya. Vittorio, con rostro jocoso, les miraba a los ojos y hacía grandes esfuerzos por no reírse.
—Hola, Male. ¡Y hola, queridos amigos! Por favor, relájense. No vengo a pelear.
—¡¡Ya es la segunda vez que se me cuelan hoy en la habitación y no pienso tolerarlo de nuevo!! ¡¡Es una falta de respeto gravísima hacia la intimidad de las personas!!
—¿La segunda? Vigila los cerrojos tío.
—¡Tú cierra la boca!
Vittorio soltó una carcajada y señaló, con la mano derecha y cara de sorna, a Bocha.
—¡Cierto! Tanto es así que mi compañero Maigar pilló a su querido colega invocador recién salido de la ducha.
—¡...!—Bocha dio otro respingo e hizo desaparecer las espadas.
—Bocha, pero qué...
—No serás...
—¿El jefe? Ooh, sí...
—¿Qué está pasando aquí?—preguntó Garret.
—¡Vittorio!—Male, sin prestarle atención a su amigo, se levantó y fue corriendo al lado del joven del esmóquin—. ¿Cómo es que estás aquí?
—Quería verte—y le guiñó un ojo.
—...Oh.
Male se puso colorada y Bocha se volvió a sentar en el sillón, poniéndose la mano en la frente y resoplando.
—Esto es surrealista.
—¡¡SE ACABÓ!!
Garret apuntó a Vittorio con la espada y puso rostro serio. Éste volvió a mirarlo con sorna, y Male, que estaba entre ellos dos, se alejó lentamente.
—Ya van dos personas hoy que se cuelan en mi habitación sin permiso, y como ya he dicho antes, no pienso tolerarlo. ¡Defiéndete si puedes!
Y le lanzó una veloz estocada. Vittorio, sin sacar las manos de los bolsillos, la esquivó con una vuelta sobre sí mismo y cuando volvió a su posición original le dio una patada en el estómago a Garret, lanzándolo hacia atrás. Este perdió la respiración por un segundo, pero arremetió de nuevo. Esta vez, Vittorio se lanzó a por su bastón, esquivó los veloces ataques de su habilidoso rival y desenfundó una cuchilla que llevaba oculta en la vara. No la usó para atacar en ningún momento; sólo se defendió. Pero consiguió llevar la batalla hasta un punto en el que Garret tuvo que retroceder ante el filo de su bastón-cuchilla.
—¿Nadie le ha dicho nunca que es de mala educación intentar ensartar a un invitado?—volvió a decir, con su típica ironía. Volvió a guardar la cuchilla en su funda de madera y se sentó en el asiento contiguo al de Male.
—Tú... no eres un invitado... ¿Quién... quién eres...?—dijo Garret jadeando.
—Soy el tipo que es capaz de derrotar en menos de tres golpes al tío que encarceló a su invocador estando este vestido tan solo con una toalla.
—¿Te importaría no recordarme eso? Es bastante incómodo y humillante.
—Ah. Ya. Claro. Seguiré haciéndolo.
—Sois todos iguales.
—Ya.
—A ver—interrumpió Male—. Que alguien explique lo que está pasando.
—¡Maldita sea, Vittorio! ¿No podías estarte quieto ni siquiera cuando te han pedido expresamente que lo hagas?—una voz femenina ya antes escuchada apareció de nuevo, para sorpresa del espadachín.
—¡Mariam!
La chica de vestido amarillo de nuevo, pensó Garret. Estaba ya por tirar la mesa al suelo de la rabia que sentía.
—¿Y ahora qué? ¿AHORA QUÉ?
—Silencio, espadachín. Puesto que no has avisado a tu amiga la de rizos tendré que explicarlo yo en persona.
En ese momento alguien tocó a la puerta. Male se volvió a sentar en su asiento y Garret fue a abrir.
—¡Por fin alguien que respeta mi intimidad...!
Maite entró de golpe, dándole con la puerta a Garret en la nariz.
—¡Chicos! ¡Tengo que hablar con vosotros d...!
Se detuvo y se puso nerviosa de repente. Miró de un lado a otro y vio a Male, a Bocha, a Vittorio, a un dolorido Garret y a Mariam con los brazos en jarras.
—No me jodas...
—¿Qué?—preguntó Male.
—Mirad, jóvenes—Mariam señaló a Maite—, ésta es la chica que sabe quiénes somos.
—¿¡Los Vigilantes sois vosotros!?
—Como ya le habrá dicho nuestra pequeña miembro, somos bastantes más. Pero yo, Vittorio, soy el líder, y ella, Mariam P. Croqueta, mi comandante.
—¡¡VITTORIO!!
—¡Ja, ja, ja! ¡Si ni siquiera lo he dicho completo! ¡No me pegues, no me pegues!
Y comenzaron una especie de “disputa entre hermanos”. Todos se quedaron mirando asombrados.
Tras un rato de pelea, Mariam y Vittorio dejaron de picarse mutuamente y explicaron quiénes eran Los Vigilantes.
—Somos un grupo de personas bastante amplio y bastante poderoso que se dedica a vigilar a Todo e informar a Nada de lo que suceda. Nos dedicamos a filtrar sus planes y a preparar a nuestros soldados para retener a Todo en caso de que sea necesario. También investigamos en bibliotecas y actualmente estamos buscando formas de detenerle sin tener que matarlo.
—¿Por qué sin tener que matarlo? ¿No sería lo más sencillo?
—No. Su heredero no está preparado para recibir su poder, y en el caso de que lo estuviera, dudo mucho que Todo aceptase relegar en él el poder del Tiempo.
—¿Quién es el heredero?
Mariam y Vittorio se miraron en uno al otro. Vittorio movió la cabeza hacia los lados de forma casi imperceptible, pero Mariam lo identificó y continuó hablando.
—No podemos revelarlo. Sólo Todo, él y nosotros lo sabemos. Si vosotros lo supieseis correríais un gran peligro.
—¿Por qué?
—Porque Todo no quiere un heredero, y trata de fingir que no existe. Para ello, se deshace de todas las personas que puedan saber que tiene uno. Quiere mantenerlo lo más secreto posible.
—¿Y por qué no ha intentado librarse de vosotros?
—Oh, sí que lo ha intentado. Pero no ha podido. Ni tampoco librarse del heredero.
—¿Y no podría... desheredarlo o algo así? Se evitaría dolores de cabeza.
—A veces las mente se ofusca tanto tratando de solucionar los problemas más complejos que se olvida de que existen unos más fáciles de remediar...
—Sigo opinando que esto es surrealista—intervino Bocha—. Vamos a ver: sois ultra poderosos, de hecho más que nosotros, ¿y queréis cargarnos el muerto?
—¿Crees que lo haríamos si no tuviéramos una buena razón para ello?—rió Mariam—. ¡El destino, querido!
—¡Eso no existe!
—¿Si no existe, en casa de quién crees que estás?
—...Es verdad—se hundió en la butaca, pero de repente saltó de nuevo—. ¡Espera! ¿Y eso cómo es que lo sabéis vosotros?
—Tenemos un miembro que puede contactar con el mundo espiritual. ¡Y adivinad quién está allí!
Entonces toda la sala guardó silencio. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Male volvió a quitarse las gafas, y Vittorio le acarició la mano. Bocha evitaba mirar hacia los presentes y Garret dirigía la mirada hacia la cómoda donde guardaba el diario. Maite simplemente tragaba saliva muy rápido y pestañeaba mucho, para evitar llorar.
—...Creo que es hora de llamar a los demás.

Un rato más tarde, Galia, Reïk, Tarrkiem y Ranusa estaban presentes en la sala, asombrados por la cantidad de gente que había allí. Casi no cabían.
—¿Dónde está Malan?
—No lo sé—intervino Reïk—. He ido a tocar a su puerta y no ha respondido. Tampoco responde a la PDA.
—Puedo ver si está dentro—dijo Galia—. ¿Os recuerdo la cantidad de cosas que sabe hacer Ily?
Hizo levitar el cubo con alegría. Desde hacía unos días que le había puesto nombre, y ya no permitía que nadie más se dirigiese al objeto como “cubo”. Lo transformó en una cámara y, sin preguntar a nadie, abrió la ventana, la dejó salir y la envió a mirar al cuarto de Malan.
La cámara mostraba una habitación completamente vacía y a oscuras. No salía ningún tipo de luz por debajo de ninguna puerta y, por lo que pudo enfocar, el termostato estaba apagado. Malan no se encontraba en su estancia.
Todos volvieron a guardar silencio mientras la cámara de Galia volvía. La desaparición de Malan era algo bastante inusual y preocupante, y Reïk enseguida se puso nervioso.
Comenzaron a hablar todos a la vez sobre lo que podría haber pasado y empezó a montarse bullicio. Male y Mariam tuvieron que poner orden.
—¡Bueno, ya está!—gritó Male—. A lo mejor ha ido a la habitación de otra persona.
—¿A la de quién?—exclamó Reïk—. No se lleva bien con otra gente que no seamos nosotros, ¡y nosotros estamos aquí!
—¿Vosotros sabéis algo?—Maite miró a Vittorio y a Mariam.
Ellos se miraron entre sí con cara de preocupación.
—Lo siento, señorita—dijo él—, pero nosotros sólo teníamos la intención de visitarles a ustedes. Ninguno de nuestros miembros tiene como misión secuestrar al pequeño.
—¿Y entonces dónde puede estar?
—Yo...
—...
—...No lo sé—hundió la cabeza entre las manos.
—De momento—intervino Garret—, esperemos a mañana. Si sigue desaparecido daremos la voz de alarma.
—Yo estoy de acuerdo—dijo Bocha.
Todos lo confirmaron salvo Reïk, que estaba a un paso de subirse por las paredes.
—¿¡Cómo podéis decir que esperaréis a MAÑANA!? ¡¡HAY QUE EMPEZAR A BUSCARLO YA!!
Maite le dio un tortazo y acto seguido un abrazo. Le dijo palabras suaves al oído mientras él se aferraba a ella, inundado de dolor y preocupación. Nadie pensaba que Reïk tenía una relación tan estrecha con Malan.
—Creo que necesitamos irnos a descansar—decretó Male—, y pensar dónde ha podido ir. Mañana le buscaremos. Reïk, si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde estamos.
—Snif...

Y todos salieron del cuarto. Vittorio acompañó a Male hasta su habitación y Mariam desapareció sobre el marco de la ventana. Se dieron las buenas noches todos y se fueron a sus respectivos cuartos.


Malan temblaba de frío en el húmedo sótano. Se frotaba los brazos y se encogía cada vez más sobre el helado suelo de hormigón. Llevaba horas allí encerrado y tenía hambre, sed y sueño. Decidió dormir durante un rato...

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