—Por el amor de la maldita arena—dijo
Tarrkiem, quejándose—, este traje pica un huevo.
—Deja de quejarte—le dijo Bocha—.
Al menos los calzoncillos no te aprietan las pelotas.
—¡Shhh!—instó Male—. Que es una
cena de gala, maldita sea. Cuidad el lenguaje.
—Lo siento, señorita Madalane, a
partir de ahora seré más cuidadoso con mi vocabulario—le dijo él,
haciéndole una ligera reverencia y luego partiéndose de risa.
—Lo dudo mucho; esa reverencia ha
sido terrible.
Garret los observaba, divertido. Nunca
había tenido amigos con los que pasar un buen rato, e incluso
cuando estaban viviendo en la mansión de su propio enemigo, era
capaz de reír hasta soltar lágrimas con ellos. Male y Bocha eran,
la mayor parte de las veces, los artífices de esto: ella,
responsable, madura y tranquila, dominaba el sarcasmo como la
cuchilla más afilada, al igual que el silencioso, carismático y
discreto bromista Bocha. Eran casi un dúo cómico sin apenas hacerlo
de forma intencionada, y eran capaces de arrancarle una sonrisa hasta
al mismísimo Tarrkiem. Malan se lo pasaba fenomenal con ellos, ya
que a ambos les encantaban los niños y Malan, además de ser
divertido y bromista, tal y como Bocha buscaba en un buen amigo, era
discreto y educado, justo como Male. Sin embargo jamás se separaba
de Reïk, y esto era también un objeto de burla para el pobre
vidente de vez en cuando. De todos modos, no le molestaba, y
simplemente las devolvía con ingenio y elegancia, resultando ser
extrovertido y agudo una vez que cogía confianza con el grupo. Maite
y Galia, sin embargo, no acababan de congeniar del todo: incluso
teniendo personalidades afines, sus naturalezas eran totalmente
distintas: Maite despreciaba cualquier tipo de ciencia que pudiera
ser perjudicial para la naturaleza, y a Galia la naturaleza... No es
que no le importara, sino que más bien prefería no pensar en los
daños que causaban sus experimentos. Idolatraba la tecnología, de
hecho. Por estos motivos no se podían sacar la naturaleza o el
avance científico como tema de conversación con cualquiera de las
dos delante: montaban un debate que acababa en gritos histéricos, y
a veces, hasta en insultos. Ranusa aprovechaba para hacer chistes
sobre ello, los cuales solían incluir el amor lésbico y la cercanía
de las zonas en el cerebro encargadas de procesar las emociones del
amor y el odio. Normalmente todos se sorprendían ante el
conocimiento de Ranusa, puesto que no solía demostrar que tenía
datos como esos, pero enseguida Garret reía y desenmascaraba al
velocista; había sacado la información a base de oíle hablar a él.
Eran aproximadamente las diez de la
noche cuando se sentaron en sus respectivos asientos y comenzaron a
cenar. Todo no estuvo presente en la cena, y Male y Bocha se
sintieron observados, aunque no lo dijeron. Garret y Maite, sin
embargo, los notaron paranoicos, pero no sería hasta un rato más
tarde cuando descubrirían el por qué de este comportamiento.
Una vez la cena concluyó, se
dirigieron a sus habitaciones. Galia había estado trabajando en
hackear el sistema de seguridad de la mansión, pudiendo cambiar las
grabaciones que les mostraban a ellos yendo de habitación en
habitación por imágenes del pasillo en silencio. También había
programado una barrera antivigilancia en la red interna de la mansión
para que los mensajes de la PDA no pudieran ser registrados ni
espiados por Todo.
Comenzó la operación: Garret iría
avisando a cada uno de los miembros del grupo rebelde a través de la
PDA, y ellos irían entrando uno a uno dentro de la habitación de
Garret. Justo entonces, Galia cambiaría las imágenes de las
grabaciones por pasillos vacíos y los jóvenes podrían moverse con
comodidad sin ser vistos. Sin embargo, como el joven espadachín no
se fiaba demasiado de la tecnología, llamó a Bocha y Male para que
fueran a través de mensajes no explícitos.
--insufferableReader
[IR] comenzó a molestar a everlastingMelody [EM] a las 23:12-- IR: Male. IR: Hay un libro que he encontrado en mi biblioteca que a lo mejor te interesa de algún modo. IR: Es posible que a Bocha también le interese, así que yo mismo le avisaré. Espéralo en su puerta. EM: Esto... EM: Me parece bien EM: ¿Es posible que haya alguien más a quien le pueda interesar? IR: De momento venid vosotros a juzgarlo y luego ya veremos. IR: ¿Te importaría traer la ocarina? EM: Hm... Supongo que no EM: Pero no sé para qué la quieres EM: Si esperas que te la deje estás muy equivocado. IR: Nunca dije eso. IR: Ya lo verás. IR: Os espero. --insufferableReader [IR] dejó de molestar a everlastingMelody [EM] a las 23:14-- --insufferableReader [IR] comenzó a molestar a swordSummoner [SS] a las 23:13-- IR: Bocha. IR: Hay un libro que me gustaría mostrarte. IR: Male está a punto de pasar por tu puerta a recogerte, así que no tardes. SS: anda que avisas con tiempo IR: Acabo de encontrarlo y nos urge prisa. SS: vale tio SS: no tardare SS: por cierto sabes donde pude dejar mi reloj? IR: ¿El de cuerda aquel? SS: tengo cara de tener otro si te estoy preguntando donde esta? IR: No lo sé, a lo mejor tiene peso sentimental. IR: Y te recuerdo que ahora mismo no puedo ver tu cara. SS: vale callate SS: que ya lo he encontrado SS: y male ya esta aquí asi que SS: hasta ahora mismo IR: Hasta ahora. --insufferableReader [IR] dejó de molestar a swordSummoner [SS] a las 23:15-- |
Y entonces los dos jóvenes se
dirigieron en silencio y vestidos con ropa cómoda hacia el cuarto de
Garret. Sin embargo, no podían entrar: la puerta estaba atrancada.
—Male—susurró Bocha—, no se
abre.
—Prueba a llamar—le sugirió ella—,
yo no dejo la puerta de mi habitación abierta, a lo mejor él
tampoco.
Bocha tocó a la puerta, pero nadie
respondió. Pegó el oído para ver si escuchaba algo y oyó voces
que murmuraban, una de ellos la de su amigo. Male imitó a Bocha y
ambos llegaron a la misma conclusión: no conocían la misteriosa voz
de la persona que se encontraba con Garret dentro. Se quedaron
esperando a que algo ocurriese, pero nada. Bocha se hartó.
—¡Voy a echar la puerta abajo!
—¿Eh? ¡No, no! ¿¡Qué haces!?
—¿Y si es un enemigo? ¡Hay que
pillarle!
—¡Si fuera un enemigo Garret habría
pedido ayuda!
—¿Y si lo tienen secuestrado y
amenazado?
—¿Amenazarlo? ¿¡Cómo!? ¿¡Qué
más puede perder, Bocha!?
Bocha se le quedó mirando sorprendido,
con la pierna en alto y dispuesto a derribar la barrera. Los ojos se
le ensombrecieron de pronto y se encogió. Male estaba a punto de
llorar.
—Quizá... Ya, sí, tienes razón.
Todos estamos aquí por un motivo...
—S-sí...
Guardaron silencio, los dos apartados.
A él le temblaba el labio inferior y ella en cambio se lo mordía,
con las gafas en una mano, para evitar que se mancharan de lágrimas.
Male había sido demasiado radical con su argumento, sí, pero
también tenía razón. Nadie allí tenía nada que perder. Y, aquel
que lo tenía, tendría que luchar para salvarlo, y no someterse.
Garret finalmente abrió la puerta.
Parecía severamente molesto con ellos dos, aunque ninguno pudo
acertar el motivo hasta que, sentados en los silloncitos, Garret les
habló del tema.
—¿A vosotros os ha visitado alguien
recientemente?
Ambos se miraron confundidos. Male fue
la primera en responder.
—Maite y Galia vinieron ayer a tomar
té, pero por otra cosa...
—Yo sólo he tenido en mi cuarto a
Tarrkiem, que ha pasado a buscarme para la cena.
—No me refiero a eso.
Garret mantuvo su mirada severa. Ellos
se hundieron en los sillones, con las tacitas en las manos, y miraron
a Garret con cara de cordero degollado.
—¿A quién podrías referirte
entonces? Sólo nosotros y los sirvientes pueden entrar aquí...
—En fin—dijo Garret—, supongo que
no tiene importancia. Si al final todo el mundo se acabará enterando
de igualmente.
—¿De qué?
—Ya lo veréis, si es que no me
estáis mintiendo. Ahora, Male, saca la ocarina.
Maite se miraba al espejo del vestidor.
Era como un sueño: todos esos vestidos le sentaban de maravilla.
Tenía cientos de combinaciones de ropa que podía usar a su antojo.
Sin embargo, a veces le gustaría regresar a su vieja ropa y a sus
viejas costumbres: vivir en la selva, subir a la plataforma a robar
comida y fastidiar a los electroplastas... Se rió entre dientes al
recordar sus caras de asombro la última vez que los vio: normalmente
era capaz de escabullirse sin tener que recurrir a su poder. Jugueteó
un poco con sus piercings y salió del vestidor con una camiseta
grande de manga corta, unos pantalones cortos y unas zapatillas de
andar por casa. Se tumbó en la cama y, mientras miraba el techo del
dosel, oyó algo que le llamó la atención.
Eran una especie de quejidos que se
oían levemente a través de la pared. Maite se levantó de un brinco
y pegó la oreja. Acto seguido le entró un ataque de risa y estuvo
revolcándose encima de la cama durante un largo rato. No recordaba
quién era su vecino, pero se lo debía de estar pasando muy bien.
Cuando dejó de oír los quejidos,
recuperó el aliento y decidió tomar una ducha. ¡Qué gracioso...!
¿Quién sería el misterioso hombre causante de aquel alboroto...?
Se quitó la ropa, entró en el cuarto
de baño y se lo pensó mejor: se daría un baño. Llenó la bañera
con sus sales preferidas y, una vez estuvo llena de agua, se
sumergió. Se quedó dormida durante largo rato hasta que una de las
alarmas de su PDA la despertó. Salió corriendo de la bañera, se
secó rápido con la toalla y fue al vestidor. Cogió de nuevo la
ropa cómoda, se la puso y, al salir, gritó.
Frente a ella había una niña de
aproximadamente doce años apoyada en un bastón, casi a punto de
caer redonda al suelo. Maite corrió a sujetarla, y la niña
reaccionó al tacto.
—¿Eh...? Mñaaaaa...—bostezó.
Llevaba un vestidito corto de color
violáceo, con un cinturón rosa pastel y una rebeca violeta. El pelo
era largo y rubio castaño, con un sombrerito de bruja un poco
torcido encima. Llevaba unas sandalias de dedo con suela de madera, y
el bastón era un poco surrealista: una vara del mismo color que el
vestido decorada con una esfera brillante rosa y un par de alitas
suaves y redondas, con una aureola que flotaba sobre la esfera. Maite
se arrodilló ligeramente para estar un poco a su altura.
—Esto... ¡Hola! ¿Cómo te llamas?
—Mne... C-creo que...
La niña se frotó los ojos sin soltar
el bastón y se dio en la cabeza con él. Comenzó a llorar y Maite,
nerviosa y sin saber qué hacer, la cogió en brazos y la sentó
sobre la cama.
—¿Estás bien...?
—C-cí... Creo que cí.
—¿Cómo te llamas?
—Puez...—se rascó la cabeza,
soñolienta. Bostezó de nuevo, mostrando toda la dentadura; le
faltaba una de las dos palas—, no zé zi tenía que decírtelo o
n-no... ¡Ni z-ziquiera eztoy zegura de que zeaz la chica que buzco!
—Bueno, eso tiene fácil solución.
Soy Maite.
—¡A-ah!—se le iluminó la cara de
golpe—¡Maite! ¡Entoncez cí que erez la chica a la que buzco!
—¡Bien!—sonrió—, ¿entonces
puedes decirme tu nombre?
—¡Claro que cí! Zoi Inna, ¡la
Maravilloza y Ezpectacular Guardiana del Mundo de loz Ezpírituz!
Inna saltó de la cama y puso pose de
superheroína. Maite volvió a reír, divertida. ¡Vaya con la
niña...!
—¡Qué título más largo!
—¡Y hay que decirlo todo z-ziempre!
¡Cí, ceñor!
—Y... ¿Cómo has entrado? Tengo la
puerta y la ventana cerrada...
—¡Puez uzando miz poderez, cómo zi
no!
—¿Puedes teletransportarte?
—¡Cí! ¡Mira, mira!—levantó el
bastón, la esfera y la aureola brillaron y, con un batir de alas,
Inna desapareció y apareció en el otro lado de la habitación.
—¡Guau!
—¡Cí, ez imprezionante!
—Lo es, lo es. Otra pregunta, ¿por
qué has entrado aquí?
—¡Ay, cierto! ¡La mición!
—¿...Misión?
—¡Cí! ¡Tenía que decirte algo...!
—¿Qué?
Inna se frotó las sienes con los
dedos, con los ojos muy cerrados. Parecía estar haciendo un esfuerzo
auténtico.
—Nnnnn... ¡Ah, cí! ¡Me acuerdo!—y
levantó el dedo.
—¿A ver?
—¡Zomoz Loz Vigilantez! Eztamoz
ayudándooz con vueztra mizión de derrotar al zeñor barbudo.
—¿Cómo lo hacéis,
exactamente?—Maite, sorprendida, abrió mucho los ojos.
—¡Puez vigilando! ¡Ci lo dice el
nombre, tonta...! ¡Ji, ji, ji!
—Eh... Ya, ¿pero qué es lo que
vigiláis?
—¡Vueztraz antiguaz cazaz,
bibliotecaz...! También inveztigamoz. Bueno, yo no, de ezo ze
encarga mi hermanito. ¡Mi hermanito ez genial! Ce ríe todo el rato
y ciempre eztá gaztando bromaz a loz demáz miembroz.
—¿Cuántos sois?
—¡Uf, muchoz! ¡Tantoz que ni me
acuerdo de cómo ce llaman! Zólo me acuerdo del de mi hermanito, del
del líder y del de la comandante.
—¿Y cómo se llaman?
—Buf, ¡ezo no te lo puedo decir!
¡Tendráz que ezperar a que ceáiz todoz en el grupo!
—Oh...
—Bueno, ¡bueno! ¡Yo cazi que me
voy!—Inna dio unos cuantos saltitos y luego saludó a Maite con la
mano—. ¡Hazta lueguito!
Y desapareció con unos destellos.
Maite se quedó confusa. ¿Los Vigilantes? Tendría que hablar de
esto con los demás...
Garret acababa de tumbarse en la cama.
Llevaba la PDA en la mano y acababa de contactar con sus dos amigos,
Bocha y Male, para que acudieran a su cuarto. La reunión iba a dar
comienzo. La alzó ante sus ojos y, mientras tecleaba algunas cosas
en la función de notas, se le resbaló y se le cayó en la cara.
Protestó un poco, la recogió y se incorporó, y entonces dio un
salto y retrocedió en la cama del susto.
Ante él se encontraba una joven de
piel morena, con un vestido amarillo pálido hasta la rodilla y
zapatos de bailarina. Llevaba la capucha echada y casi no se le veía
la cara, pero unos mechones negros salían de los bordes y por el
cuello se podían ver. Con las manos recogidas detrás de la espalda,
miraba a Garret con una sonrisa tenue.
—Buenas noches, Decimotercero.
—¿Q-q-quién eres tú?
—Hmmm... ¿Debería
decírtelo?—comenzó a pasear alrededor de la habitación—, ¿o
dejar que lo adivines tú? ¿Qué opinas?
—¡No sé ni siquiera cómo has
entrado! ¿Cómo esperas que adivine tu identidad?
—Bien, bien. De hecho, esa era la
respuesta que esperaba—se quitó la capucha, se arregló el pelo y
unos ojos negros y grandes le observaron desde una cara pecosa—. Mi
nombre es Mariam P. Croq.
—¿...Croq?
—Croq. No estoy orgullosa de su
procedencia, así que dejemos el tema.
—...Vale.
—¿Y ya está? ¿No tienes curiosidad
por saber más? Hm.
—...Primero de todo quisiera saber
cómo crees que reaccionarías tú al levantarte de la cama y ver
enfrente de ti a una persona desconocida que no ha habido manera de
que pudiera entrar.
Tocaron a la puerta en ese mismo
momento. Garret sabía quienes eran, pero no podía dejar que vieran
a la joven. ¿Quién sabe si era enemiga o amiga? Era un riesgo
innecesario.
—Pues, por supuesto, me sorprendería.
Pero eso no me quitaría la capacidad de preguntar—miró hacia la
puerta—, ¿esperas a alguien?
—De hecho, sí.
—Me marcho, pues.
—Ah, espera.
—¿Ya te ha vuelto la curiosidad?
¡Bien! ¿Qué ocurre?
—¿Cómo te has colado aquí dentro?
—...Bien, empiezas fuerte. Me he
colado por una rendija.
—¿...Qué?
—Como lo oyes. Por la ventana. Ese es
mis poder: puedo cambiar de tamaño y de forma.
—...Oh.
—Sí.
—¿Y qué haces aquí?
—Vine a presentarme. Y a decirte que
varios miembros de tu equipo han recibido visitas de miembros del
mío. Una de ellas ya sabe quiénes somos, pregúntale.
—Espera, espera, ¿has venido a
decirme que eres Mariam P. Croq y que eres de chicle? ¿Y ya?
—¡Ji, ji! ¡Sí!
—¡Esto es absurdo!
—Tienes que aprender, Garret—le
tocó el hombro izquierdo mientras se dirigía hacia la ventana—,
que, mientras estés aquí, harás y verás cientos de cosas
absurdas. El propósito mismo de esta misión es absurdo, y sin
embargo, aquí estoy. Ayudándoos.
—¿Y de qué manera estás haciendo
eso?
—Te lo dirá tu amiguita. Y ahora me
marcho. Tengo mucho trabajo que hacer.
Garret no tuvo el valor de detenerla.
Vio cómo se empequeñecía sobre el marco de la ventana, y después
de eso no la volvió a ver más. Miró alrededor. Ahora su cuarto le
parecía extraño. ¿Qué habría pasado si hubiera estado desnudo?
¡Habría sido terriblemente vergonzoso! Se quedó mirando fijamente
el suelo hasta que se acordó de sus amigos.
—¡Chicos!—exclamó.
Y fue a abrirles la puerta. Sin
embargo, recapacitó durante un segundo. Mariam le había dicho que
sus amigos habían visitado a sus compañeros de equipo. ¿A Male y a
Bocha también? ¿Y no le habían dicho nada? De repente se sintió
molesto. Les abrió la puerta con cara de malas pulgas, y los dejó
pasar.
Male comenzó a tocar una evocadora
melodía en la ocarina. Inundó la habitación durante un rato, y los
dos oyentes, con los ojos cerrados, se perdieron en un sinfín de
notas y compases.
Un ruido les despertó de su letargo e
hizo que Male dejara de tocar. Alguien había golpeado uno de los
pilares de la cama de Garret.
Y ese alguien era Vittorio.
—¡...!—Male dio un respingo.
Bocha invocó una espada y Garret se
movió rápido hasta la suya. Vittorio, con rostro jocoso, les miraba
a los ojos y hacía grandes esfuerzos por no reírse.
—Hola, Male. ¡Y hola, queridos
amigos! Por favor, relájense. No vengo a pelear.
—¡¡Ya es la segunda vez que se me
cuelan hoy en la habitación y no pienso tolerarlo de nuevo!! ¡¡Es
una falta de respeto gravísima hacia la intimidad de las personas!!
—¿La segunda? Vigila los cerrojos
tío.
—¡Tú cierra la boca!
Vittorio soltó una carcajada y señaló,
con la mano derecha y cara de sorna, a Bocha.
—¡Cierto! Tanto es así que mi
compañero Maigar pilló a su querido colega invocador recién salido
de la ducha.
—¡...!—Bocha dio otro respingo e
hizo desaparecer las espadas.
—Bocha, pero qué...
—No serás...
—¿El jefe? Ooh, sí...
—¿Qué está pasando aquí?—preguntó
Garret.
—¡Vittorio!—Male, sin prestarle
atención a su amigo, se levantó y fue corriendo al lado del joven
del esmóquin—. ¿Cómo es que estás aquí?
—Quería verte—y le guiñó un ojo.
—...Oh.
Male se puso colorada y Bocha se volvió
a sentar en el sillón, poniéndose la mano en la frente y
resoplando.
—Esto es surrealista.
—¡¡SE ACABÓ!!
Garret apuntó a Vittorio con la espada
y puso rostro serio. Éste volvió a mirarlo con sorna, y Male, que
estaba entre ellos dos, se alejó lentamente.
—Ya van dos personas hoy que se
cuelan en mi habitación sin permiso, y como ya he dicho antes, no
pienso tolerarlo. ¡Defiéndete si puedes!
Y le lanzó una veloz estocada.
Vittorio, sin sacar las manos de los bolsillos, la esquivó con una
vuelta sobre sí mismo y cuando volvió a su posición original le
dio una patada en el estómago a Garret, lanzándolo hacia atrás.
Este perdió la respiración por un segundo, pero arremetió de
nuevo. Esta vez, Vittorio se lanzó a por su bastón, esquivó los
veloces ataques de su habilidoso rival y desenfundó una cuchilla que
llevaba oculta en la vara. No la usó para atacar en ningún momento;
sólo se defendió. Pero consiguió llevar la batalla hasta un punto
en el que Garret tuvo que retroceder ante el filo de su
bastón-cuchilla.
—¿Nadie le ha dicho nunca que es de
mala educación intentar ensartar a un invitado?—volvió a decir,
con su típica ironía. Volvió a guardar la cuchilla en su funda de
madera y se sentó en el asiento contiguo al de Male.
—Tú... no eres un invitado...
¿Quién... quién eres...?—dijo Garret jadeando.
—Soy el tipo que es capaz de derrotar
en menos de tres golpes al tío que encarceló a su invocador estando
este vestido tan solo con una toalla.
—¿Te importaría no recordarme eso?
Es bastante incómodo y humillante.
—Ah. Ya. Claro. Seguiré haciéndolo.
—Sois todos iguales.
—Ya.
—A ver—interrumpió Male—. Que
alguien explique lo que está pasando.
—¡Maldita sea, Vittorio! ¿No podías
estarte quieto ni siquiera cuando te han pedido expresamente que lo
hagas?—una voz femenina ya antes escuchada apareció de nuevo, para
sorpresa del espadachín.
—¡Mariam!
La chica de vestido amarillo de nuevo,
pensó Garret. Estaba ya por tirar la mesa al suelo de la rabia que
sentía.
—¿Y ahora qué? ¿AHORA QUÉ?
—Silencio, espadachín. Puesto que no
has avisado a tu amiga la de rizos tendré que explicarlo yo en
persona.
En ese momento alguien tocó a la
puerta. Male se volvió a sentar en su asiento y Garret fue a abrir.
—¡Por fin alguien que respeta mi
intimidad...!
Maite entró de golpe, dándole con la
puerta a Garret en la nariz.
—¡Chicos! ¡Tengo que hablar con
vosotros d...!
Se detuvo y se puso nerviosa de
repente. Miró de un lado a otro y vio a Male, a Bocha, a Vittorio, a
un dolorido Garret y a Mariam con los brazos en jarras.
—No me jodas...
—¿Qué?—preguntó Male.
—Mirad, jóvenes—Mariam señaló a
Maite—, ésta es la chica que sabe quiénes somos.
—¿¡Los Vigilantes sois vosotros!?
—Como ya le habrá dicho nuestra
pequeña miembro, somos bastantes más. Pero yo, Vittorio, soy el
líder, y ella, Mariam P. Croqueta, mi comandante.
—¡¡VITTORIO!!
—¡Ja, ja, ja! ¡Si ni siquiera lo he
dicho completo! ¡No me pegues, no me pegues!
Y comenzaron una especie de “disputa
entre hermanos”. Todos se quedaron mirando asombrados.
Tras un rato de pelea, Mariam y
Vittorio dejaron de picarse mutuamente y explicaron quiénes eran Los
Vigilantes.
—Somos un grupo de personas bastante
amplio y bastante poderoso que se dedica a vigilar a Todo e informar
a Nada de lo que suceda. Nos dedicamos a filtrar sus planes y a
preparar a nuestros soldados para retener a Todo en caso de que sea
necesario. También investigamos en bibliotecas y actualmente estamos
buscando formas de detenerle sin tener que matarlo.
—¿Por qué sin tener que matarlo?
¿No sería lo más sencillo?
—No. Su heredero no está preparado
para recibir su poder, y en el caso de que lo estuviera, dudo mucho
que Todo aceptase relegar en él el poder del Tiempo.
—¿Quién es el heredero?
Mariam y Vittorio se miraron en uno al
otro. Vittorio movió la cabeza hacia los lados de forma casi
imperceptible, pero Mariam lo identificó y continuó hablando.
—No podemos revelarlo. Sólo Todo, él
y nosotros lo sabemos. Si vosotros lo supieseis correríais un gran
peligro.
—¿Por qué?
—Porque Todo no quiere un heredero, y
trata de fingir que no existe. Para ello, se deshace de todas las
personas que puedan saber que tiene uno. Quiere mantenerlo lo más
secreto posible.
—¿Y por qué no ha intentado
librarse de vosotros?
—Oh, sí que lo ha intentado. Pero no
ha podido. Ni tampoco librarse del heredero.
—¿Y no podría... desheredarlo o
algo así? Se evitaría dolores de cabeza.
—A veces las mente se ofusca tanto
tratando de solucionar los problemas más complejos que se olvida de
que existen unos más fáciles de remediar...
—Sigo opinando que esto es
surrealista—intervino Bocha—. Vamos a ver: sois ultra poderosos,
de hecho más que nosotros, ¿y queréis cargarnos el muerto?
—¿Crees que lo haríamos si no
tuviéramos una buena razón para ello?—rió Mariam—. ¡El
destino, querido!
—¡Eso no existe!
—¿Si no existe, en casa de quién
crees que estás?
—...Es verdad—se hundió en la
butaca, pero de repente saltó de nuevo—. ¡Espera! ¿Y eso cómo
es que lo sabéis vosotros?
—Tenemos un miembro que puede
contactar con el mundo espiritual. ¡Y adivinad quién está allí!
Entonces toda la sala guardó silencio.
La tensión se podía cortar con un cuchillo. Male volvió a quitarse
las gafas, y Vittorio le acarició la mano. Bocha evitaba mirar hacia
los presentes y Garret dirigía la mirada hacia la cómoda donde
guardaba el diario. Maite simplemente tragaba saliva muy rápido y
pestañeaba mucho, para evitar llorar.
—...Creo que es hora de llamar a los
demás.
Un rato más tarde, Galia, Reïk,
Tarrkiem y Ranusa estaban presentes en la sala, asombrados por la
cantidad de gente que había allí. Casi no cabían.
—¿Dónde está Malan?
—No lo sé—intervino Reïk—. He
ido a tocar a su puerta y no ha respondido. Tampoco responde a la
PDA.
—Puedo ver si está dentro—dijo
Galia—. ¿Os recuerdo la cantidad de cosas que sabe hacer Ily?
Hizo levitar el cubo con alegría.
Desde hacía unos días que le había puesto nombre, y ya no permitía
que nadie más se dirigiese al objeto como “cubo”. Lo transformó
en una cámara y, sin preguntar a nadie, abrió la ventana, la dejó
salir y la envió a mirar al cuarto de Malan.
La cámara mostraba una habitación
completamente vacía y a oscuras. No salía ningún tipo de luz por
debajo de ninguna puerta y, por lo que pudo enfocar, el termostato
estaba apagado. Malan no se encontraba en su estancia.
Todos volvieron a guardar silencio
mientras la cámara de Galia volvía. La desaparición de Malan era
algo bastante inusual y preocupante, y Reïk enseguida se puso
nervioso.
Comenzaron a hablar todos a la vez
sobre lo que podría haber pasado y empezó a montarse bullicio. Male
y Mariam tuvieron que poner orden.
—¡Bueno, ya está!—gritó Male—.
A lo mejor ha ido a la habitación de otra persona.
—¿A la de quién?—exclamó Reïk—.
No se lleva bien con otra gente que no seamos nosotros, ¡y nosotros
estamos aquí!
—¿Vosotros sabéis algo?—Maite
miró a Vittorio y a Mariam.
Ellos se miraron entre sí con cara de
preocupación.
—Lo siento, señorita—dijo él—,
pero nosotros sólo teníamos la intención de visitarles a ustedes.
Ninguno de nuestros miembros tiene como misión secuestrar al
pequeño.
—¿Y entonces dónde puede estar?
—Yo...
—...
—...No lo sé—hundió la cabeza
entre las manos.
—De momento—intervino Garret—,
esperemos a mañana. Si sigue desaparecido daremos la voz de alarma.
—Yo estoy de acuerdo—dijo Bocha.
Todos lo confirmaron salvo Reïk, que
estaba a un paso de subirse por las paredes.
—¿¡Cómo podéis decir que
esperaréis a MAÑANA!? ¡¡HAY QUE EMPEZAR A BUSCARLO YA!!
Maite le dio un tortazo y acto seguido
un abrazo. Le dijo palabras suaves al oído mientras él se aferraba
a ella, inundado de dolor y preocupación. Nadie pensaba que Reïk
tenía una relación tan estrecha con Malan.
—Creo que necesitamos irnos a
descansar—decretó Male—, y pensar dónde ha podido ir. Mañana
le buscaremos. Reïk, si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde
estamos.
—Snif...
Y todos salieron del cuarto. Vittorio
acompañó a Male hasta su habitación y Mariam desapareció sobre el
marco de la ventana. Se dieron las buenas noches todos y se fueron a
sus respectivos cuartos.
Malan temblaba de frío en el húmedo
sótano. Se frotaba los brazos y se encogía cada vez más sobre el
helado suelo de hormigón. Llevaba horas allí encerrado y tenía
hambre, sed y sueño. Decidió dormir durante un rato...
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