09-09-1866
Ha llegado el gran día. Hace
aproximadamente un año le conté a mi hijo que me moría, y mañana
ya no estaré en este mundo. Y entonces será cuando Todo vendrá a
por mi hijo, porque si ha venido a por nosotros ya con el ataque del
tipo de las columnas de aire eso quiere decir que sabe de sobra mi
condición. Parece que ya ha masacrado a todos los que podía
masacrar de todos modos, incluido el herrero que me dijo que estaba
reuniendo el ejército. Ah, y la cazadora aquella, que estaba
obsesionada con la música. Sólo quedamos Nüne, el Mensajero Veloz
y yo, y cuando yo muera y él tenga a mi hijo, no tardará en
deshacerse de ambos. O al menos lo intentará. Son los más
habilidosos sin duda y son capaces de huir por su propia cuenta, y
cuidar de mi mujer. Confío completamente en ellos.
Ya siento que me fallan las
fuerzas. Se me cierran los ojos y no tengo hambre. Tampoco tengo sed
y los miembros no me responden apenas. Supongo que la despedida está
cerca. Ya le he dicho al Mensajero Veloz que en cuanto me vea cerrar
los ojos y deje de respirar, me quite el diario y se lo entregue a mi
hijo.
Hijo, sé que leerás esto. Sé que
hace mucho tiempo que no hablamos de padre a hijo, y espero que eso
no te haya causado resentimientos. Te quiero mucho, y siempre te
querré, allá donde vaya. No importa si es al cielo, o al infierno.
Quiero que te cuides, y espero que mamá sobreviva a los ataques para
que cuando acabe esta guerra podáis vivir lo que os quede de vida en
paz, juntos.
Sé que harás multitud de amigos
en los reclutamientos (de eso se trata, de hecho). Me alegra saber
que tendrás gente en la que te puedas apoyar como yo lo he hecho en
Nüne y el Mensajero. No hay nada más valioso que la amistad, y más
en estos momentos.
Otra cosa más: no llores por mi
pérdida. Si no hubiera muerto de esta forma, habría sido Todo el
asesino, y entonces las cosas habrían ido mucho peor, créeme. En los
reclutamientos también conocerás personas que hayan perdido a sus
familias, a sus amigos, y todo lo que tenían. Acuérdate de que la
vida humana es tan frágil como las volutas de humo: un leve soplo y
se desvanece. No puedes permitir que eso pase más. Hemos sufrido
demasiado.
Nunca se me dieron bien las
despedidas... Y me estoy extendiendo demasiado. Sólo quiero que
sepas que siempre estaré ahí, que confío ciegamente en ti, y que
te quiero con toda mi alma. Eso es todo.
Buena suerte, hijo mío.
Capítulo XIII:
El último espadachín
El muchacho volvía a la cabaña con un montón de ramitas y hojas
secas entre los brazos, sin embargo, el porte señorial y la
elegancia con la que se movía hacían que a primera vista lo que
llevaba en brazos pareciese un pequeño animal en lugar de alimento
para el fuego, como si se tratase de un príncipe camuflado en un
callejón lleno de mendigos.
Dirigía la mirada triste hacia el mar, observando el atardecer,
cuando notó por el rabillo del ojo que algo se movía detrás de él.
Soltó las ramas y se giró rápidamente. A pesar de no llevar su
arma en estos momentos, todavía tenía los sortilegios y
encantamientos de su parte, y no necesitaba más que poder hablar
para invocarlos y volverse letal. Miró fieramente al hombre gordo y
grande que, detrás de él y con una máscara puesta, parecía
burlarse de su capacidad para lidiar con conflictos físicos.
—¿¡Quién es usted!? ¡Identifíquese!—el joven proyectó la
voz y llenó la playa con su tono autoritario.
—No vengo a hacerte daño... Creo que vas a tener suficiente por
hoy.
—No sé de qué está hablando.
—¿No tenías un padre moribundo...?
El muchacho se quedó blanco como el marfil y salió disparado hacia
la cabaña, corriendo como podía por la arena resbaladiza. Al ver
que avanzaba muy poco corriendo de esa manera, levantó la mano
derecha y gritó unas palabras, las cuales provocaron que su mano
comenzara a brillar, volviendo la arena suelo firme por el que poder
correr con facilidad. Una vez llegó a la cabaña, sudando y
respirando fuerte, abrió la puerta con ímpetu y descubrió que su
padre había muerto.
Se derrumbó. Cayó de rodillas en el suelo de madera, mientras veía
cómo su padre era tapado hasta la cabeza con la sábana que lo
cubría. El rostro pálido y sus ojos cerrados no presentaban signo
alguno de vida, y cuando desapareció completamente tras la sábana,
agarrada firmemente por la mano del Mensajero Veloz, rompió a llorar
cual niño pequeño.
—Papá... ¡Papá!—entre hipos y lágrimas, el joven se fue
agachando hasta quedar reducido a una bola de ropa y pelo que, tirada
en el suelo, se lamentaba la muerte de su amado progenitor.
El Mensajero Veloz se acercó a consolarle y a darle lo que su padre
le había guardado: un diario. El muchacho se levantó un poco,
sorbió los mocos, se limpió las lágrimas todavía hipando y
recogió el librito de tapas duras y rudimentarias, con el papel
amarillo manchado de tinta en algunos lugares.
—G-gracias...
—No hay de qué.
En aquel momento llegó Nüne con varias bolsas de provisiones.
Cuando vio la sábana que cubría al difunto y al muchacho en el
suelo, rápidamente las dejó sobre una mesita y fue a atender al
hijo de su amigo.
—Todo va a salir bien...
—No...
—Sí. Créeme, todo va a estar bien...
—Opino lo mismo que el joven—una tercera voz sonó desde la
puerta. Era tan familiar para los dos adultos de la sala que un
escalofrío les recorrió la espalda—. No va a salir bien.
—¡Todo!—Nüne le miró furioso—. Si crees que vas a poder
llevarte al niño, estás muy equivocado. ¡Tendrás que pasar por
encima de mi cadáver!
—¡Y por encima del mío!—el Mensajero Veloz saltó y se puso en
guardia.
—¡Ja, ja, ja! Sois tan graciosos los dos... No sois rivales para
mí.
Todo extendió su mano izquierda, mientras con la derecha se quitaba
la máscara. La barba recortada a la perfección brilló plateada
bajo los destellos del sol poniente, y sus ojos resplandecían con un
brillo sádico y malévolo. Una onda expansiva mandó a los dos
guerreros hacia atrás, dejándolos aturdidos, y con un movimiento
resuelto de la misma mano de la que procedía la onda, Todo invocó
una pequeña daga. Se acercó lentamente hacia sus enemigos, por
delante del aterrorizado joven, que con los ojos como platos
observaba la escena, paralizado de horror.
Lo siguiente que vio el muchacho fue cómo Todo se detenía frente a
sus cuidadores y lanzaba la daga al suelo, con una risa maligna
brotando de su pecho.
—¿Creíais que esto se iba a terminar tan pronto? ¡Já! Vosotros,
sirvientes de mi mayor enemigo, habéis traicionado a vuestro propio
alumno, sacrificándoos y dejándolo solo ante la vida. ¿Y su madre?
¿Acaso huyó de mi presencia antes de que su amado marido
falleciera? ¡Já já! Por esta vez os perdonaré la vida, sucios
perros, pero no creáis que a la próxima seré igual de considerado.
Entonces, Todo sacó dos jeringuillas de su bolsillo y les inyectó
su contenido a los dos guerreros que, perdiendo la consciencia,
murmuraron unas palabras incomprensibles.
—Bueno, una cosa que ya está... Al menos este par no dará
problemas en un tiempo. Y en cuanto a ti—se giró hacia el joven—,
necesito pedirte un favor.
—Qué es lo que quiere de mí...
—Necesito que me ayudes a derrotar a la persona que lavó el
cerebro a estos traidores y a tu padre. Todos estaban bajo el
sortilegio de una poderosa maga que habita en un lugar fuera de mi
alcance, y que planeaba acabar con mi vida a base de intentar
llevarse a mis servidores y obligarles a que me tendieran emboscadas
y trampas. Pero no fue capaz. Acabé con ellos tan rápido que ni
siquiera se lo vieron venir—suspiró—. Pero tú... Tú eres
diferente. A ti se te puede cambiar. A ti no te han hechizado.
—...
—Esto es bastante injusto—Todo miró entonces hacia el cuerpo
inerte de su antiguo servidor—. Tu padre no se merecía morir así.
Mientras estuvo bajo mi servicio fue un gran hombre... Honorable,
valiente e inteligente. Se merece que le entierren con todos los
honores, ¿no crees?
—S-sí...
—Bien. Entonces me lo llevaré y organizaré un bonito entierro
para él. Querrás estar presente, ¿no es así?
—Sí...
—Bien. Entonces ven conmigo.
—¿A dónde vamos...?
—A mi mansión. Hace poco comencé a reclutar nuevos servidores, y
lo mantuve como el más alto secreto. Y ni tu padre ni nadie podían
saberlo, porque jamás alguien que hubiera visto a mis nuevos aliados
salió con vida de mi hogar. Ahora, levántate—le cogió de la mano
y le ayudó a levantarse—, y recoge tus cosas. Te espero fuera.
—¿Y mi padre?
—Se lo llevarán mis esclavos. Venga, venga, no tardes...
Y con eso, Todo salió de la cabaña. El muchacho recogió entonces
todas sus pertenencias (varios tipos de espada que guardó en un
largo maletín, el diario de su padre y a su pequeño ratón) y
salió.
—Ya estoy.
—¿Eso es todo lo que te llevas?
—Esto es todo lo que tengo.
—De acuerdo. ¿Tu nombre es...?
—Garret.
—El portador de la lanza...
—Así es.
—De acuerdo. Marchémonos, Garret.
Y, con un movimiento de mano en vertical, abrió un portal. Y a
través de la puerta que cruzaban, se veía un hermoso jardín bañado
por la luz del crepúsculo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario