viernes, 8 de agosto de 2014

Cap. XV - El primer día de entrenamiento (1ª parte)

Eran las seis de la mañana cuando Garret escuchó que tocaban a la puerta. Hina traía el desayuno: café caliente con leche, tostadas con mermelada y un plato extraño de huevo. Garret se desperezó y se puso las gafas.
—Adelante...
—¡Buenos días, Garret! Espero que te guste la mermelada, es casera.
—Uh, ¿qué es esto?
—Huevos benedictinos. Llevan una tostada debajo del huevo escalfado y salsa holandesa por arriba.
—Cuánto colesterol.
—¡Vais a trabajar mucho hoy! Es necesario que os alimentéis bien.
—Bueno...
—Te lo dejo aquí—Hina dejó el carrito con la bandeja junto a la mesita de café—. ¡Que aproveche!
Acto seguido salió de la habitación, dejando a Garret a solas con sus pensamientos y el desayuno.
—Madre mía... Ni siquiera sé si me va a entrar todo—dijo él, acercándose y sentándose en uno de los sillones.
Lo primero que hizo fue llenar una taza de café solo y bebérsela lentamente, mientras observaba por la amplia ventana que daba al patio de detrás. Se podía ver una gran fuente y un laberinto de arbustos, además de una caseta de jardinero. Una vez terminó la taza, se encargó del plato de huevo, el cual resultó ser increíblemente delicioso. Al acabar, trató de comerse unas cuantas tostadas, pero al terminar la segunda sintió que no podía más y dejó los utensilios y todo sobre la bandeja. Tras eso, fue al cuarto de baño y se dio una ducha rápida, la cual le despejó y le aclaró la mente. Una vez limpio, se acercó al vestidor, escogió un traje verde azulado parecido al de la noche anterior (como todos en realidad menos dos o tres) y se lo puso.
Cuando salió del vestidor, ni la bandeja ni el carrito estaban allí, pero sin embargo había una nota sobre la cómoda, firmada por Hina, en la que le recordaba que cogiese una espada. Él, obediente, abrió el maletín y cogió una de plata y mango verde, a juego con su traje. Se ató la funda al cinturón y la metió dentro. Tras eso se peinó y se encaminó hacia la puerta. Salió al solitario pasillo y bajó las escaleras, pero cuando ya estaba en el último tramo recordó que no sabía a dónde tenía que ir. Entonces escuchó unas voces a su espalda.
—...y entonces entró en una tienda de chucherías y pidió un bocadillo de jamón y queso. Así, porque sí.
—Vaya, tu amigo tenía pinta de divertido.
—Sí. Fue horrible cuando murió.
—Te acompaño en el sentimiento...
Eran Bocha y Male, que bajaban juntos las escaleras. Cuando vieron a Garret, se acercaron y le desearon los buenos días.
—¿Puedo ir con vosotros?—preguntó él tímidamente—. Es que no me han dicho dónde hay que reunirse...
—Claro, hombre—Bocha le dio una palmada en la espalda—, vamos.
Y así salieron por la puerta principal y torcieron a la derecha, rodeando la mansión hasta llegar al jardín que Garret había visto aquella mañana por la ventana. No había nadie allí, pero según decían Male y Bocha, la mayor parte de la gente ya había salido de sus habitaciones. Se acercaron a la caseta del jardinero y cuando la abrieron pudieron ver unas escaleras que se hundían bajo tierra, iluminadas por luces de bajo consumo que le daban al descenso un aspecto siniestro. Bajaron los tres uno detrás de otro, a la cabeza Bocha, y cuando llegaron al final abrieron otra puerta. El pasillo no tenía nada que ver con la escalera. Igual de suntuoso que la mansión, se extendía unos metros hacia delante y se dividía en varias direcciones. Ellos tomaron la de la izquierda, y continuaron adelante hasta llegar a una gran puerta de acero mecánica. Esta se abrió cuando se pararon delante. Dentro les esperaban ya la mayoría de sus compañeros.

—¡Bien!—comenzó Todo, una vez los rezagados hubieron llegado—. Hoy comienzan los entrenamientos. El día empieza con dos horas de manejo del arma que lleváis, y tras un breve descanso en el que se os servirá un refrigerio para reponer fuerzas, estaréis cuatro horas entrenando con vuestro poder. En estas cuatro horas cada uno tendrá un entrenador personal que le ayudará a concentrarse y a dominar con maestría el don que se le otorgó. Cuando acabéis, tendréis otras dos para poder comer con tranquilidad, y a partir de ahí pasaréis el resto de la tarde hasta las siete alternando entre manejo de arma y poder, depende de lo que queráis entrenar primero. A continuación se presentarán los entrenadores de arma y os llamarán para que acudáis a su clase. Cuando oigáis vuestro nombre, acercaos a ellos y seguidles una vez el grupo esté completo.
Y tras su pequeño discurso, el señor de la mansión se retiró. Un hombre y una mujer se acercaron en su lugar. El hombre era alto, moreno y de ojos azules profundos. Iba vestido con una camiseta ajustada de color negro y de cuello alto, de manga larga, y unos pantalones un poco ajustados del mismo color. Llevaba una espada en el cinturón. La mujer sin embargo era más bajita, aunque corpulenta, y tenía la piel pálida y el pelo castaño lacio. Iba vestida igual que su compañero, pero no llevaba espada. Algunos susurraban las impresiones que les habían dado a sus compañeros.
—La chica parece un toro...
—Y el chico un príncipe.
El hombre carraspeó y se dirigió al público.
—Mi nombre es Vec. Soy el maestro espadachín con el que algunos de vosotros puliréis vuestro arte en el día de hoy. Esta es mi compañera, Eve, y ella se encarga de las artes marciales y lucha cuerpo a cuerpo con dagas, etc. A continuación os llamaremos por orden de lista, y vosotros responderéis en voz alta con vuestra edad y sexo. Comenzaré yo—sacó un papel doblado del bolsillo y lo abrió—. ¡Bocha!
—¡Diecisiete años; hombre!—respondió él, y se acercó a Vec.
—¡Garret!
—¡Veintitrés años; hombre!—dijo Garret, sobresaltado, y se acercó a Bocha. Lo miró con cara de nervios, y él le sonrió.
—¡Joel!
Un joven con tupé y chaleco rojo se adelantó entre los presentes. Garret recordó haberlo visto enfrente de él la noche anterior, al lado de Todo, en la mesa de la cena. Llevaba una katana con aspecto antiguo.
—¡Veinticinco años; hombre!—y se puso al lado de Garret. Éste lo miró de hito en hito, y Joel, al darse cuenta, le miró y le guiñó un ojo. Garret se puso colorado sin saber muy bien por qué, y desvió la mirada.
—¡Tarrkiem!
Un hombre de tez morena y rasgos afilados reaccionó al nombre. Se quitó el sombrero y se lo puso en el pecho, recitando su edad y su género.
—¡Veintinueve años; hombre!
Y avanzó hacia ellos. Vestía una chaqueta de cuero marrón con una camisa de cuadros roja debajo, y unos vaqueros azules. Era un hombre fuerte y experimentado.
—Y por último... ¡Thorgio!
Esta vez un joven delgado y atlético se adelantó. Vestía una capa gris oscuro con un broche violeta, y tenía el pelo largo y negro, además de las orejas puntiagudas. El semblante era violento.
—¡Veinte años; hombre!
—Bien—dijo Vec—, pues así terminamos con mi clase. Te toca, Eve.
—De acuerdo—Eve tenía una voz tranquila pero autoritaria y grave—, ahora yo seguiré el mismo procedimiento que Vec, aunque todos vosotros ya sabéis que venís conmigo. Sin embargo, es una buena manera de pasar lista y comprobar que no falta nadie.
Metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña libretita de notas. La abrió y comenzó a llamar a la gente.
—Hm, extraño nombre... ¿Cretino?
—¡¡NO ME LLAMO ASÍ, JODER!!
El chico siempre vestido de negro, con una sudadera de cremallera y unos vaqueros sueltos, cabizbajo pero iracundo, avanzó a grandes pasos dando pisotones. Cuando llegó donde Eve, ella le miró severamente y tranquilamente le reprendió.
—Me da igual cómo te llames. Si este es el nombre que tengo apuntado, así te llamaré. Ahora, por favor, y si no te importa, procede a hablarme con un poco más de educación, y dime tu edad y tu género.
—...Veinte años; hombre—y, cabizbajo, se colocó detrás de ella, con las manos en los bolsillos.
—Hmm... ¿Galia?
Una joven muy bajita con pelo pajizo cortado a lo chico se abrió paso en silencio. Vestía un mono de trabajo de color beige, y era bonito pese a la tarea para la que servía. Sus ojos negros centellearon y sólo habló cuando estuvo muy cerca, agarrando su cubo de Rubik de color crema, y con una voz clara aunque bajita.
—Veintidós; mujer—y corriendo se puso al lado de Cretino.
—¿Maite?
Maite salió del grupito que quedaba con una sudadera de manga corta y cremallera verde oscuro, una camiseta de tirantes negra ajustada y unos shorts de color beige.
—¡Diecinueve y mujer!—resueltamente se puso al lado de Galia. Cretino no le gustaba.
—Malan... ¿Malan Wïrts?
—Soy yo. Tengo once años y soy hombre—un niño de ojos azul intenso se adelantó, ajustándose el chaleco y la pajarita, e hizo una ligera reverencia. Eve sonrió.
—Más que hombre eres un renacuajo...—espetó Cretino.
—Y tú eres un pedazo de gilipollas—Galia habló bajo pero claro, con asco en la mirada—. Me das ganas de vomitar.
—¿Qué has dicho, tortillera de mierda?—Cretino se giró y le miró con rabia, aunque sus ojos seguían sin verse tras la sombra del flequillo.
—¡Silencio!—Eve puso orden y siguió con la lista—. Bien, Malan, ven aquí. ¿Madalane?
—Male, por favor. Diecisiete; mujer.
Male avanzó con elegancia. Vestía un traje con falda por la rodilla de color negro con líneas azul cobalto; una rebeca con el mismo diseño, de manga corta y cuello alto, abierta; y unas botas azules como los adornos de su vestido.
—Ahora entiendo por qué estás bajo Malan en la lista... ¿Penesan?
—Presente. Veintiún años; mujer.
Penesan era tan bajita que parecía un hobbit de El Señor de los Anillos. Vestía una capa marrón oscura, cerrada por un broche dorado, y llevaba el pelo largo y negro recogido en una trenza. Se colocó entre Maite y Malan y no se movió.
—Vale, estamos acabando... ¿Ranusa?
Un chaval con el pelo por los hombros de color negro, vestido con una sudadera blanca y turquesa con bermudas, avanzó encorvado y con semblante aburrido.
—Veinte años; hombre—y se colocó un poco separado de los demás.
—Por último—Eve miró al único que quedaba—, ¿Reïk?
—Veintitrés años; hombre.
Y con su chaleco rojo y su pelo azul se puso junto a Male y Maite. Entonces cada grupo se dirigió a una habitación diferente, y allí se separaron.


—Buen trabajo, chicos—dijo Vec al terminar la clase—. En general tenéis una buena base de aprendizaje, y sólo os falta mejorar un par de cosas. Sin embargo, les recomiendo a Bocha y a Thorgio que esta tarde vengan un rato a entrenar conmigo. Ya podéis salir.
Y salieron todos juntos. Bocha y Tarrkiem conversaban sobre qué tipo de espada era mejor, y Garret caminaba entre Joel y Thorgio sin decir nada. El primero parecía ir de sobrado, en las clases y fuera de ellas, y no decía nada que pudiera responderse con una expresiva mirada. El segundo, sin embargo, parecía estar enfadado siempre, y cuando fallaba en un movimiento de espada se frustraba y arremetía con todo. Garret se sentía intimidado por ambos, y quería meterse más que nada en el mundo en la conversación entre su amigo y el hombre del machete. Sin embargo, no fue capaz, y cuando vio salir a Male y Maite hablando y gastando bromas con el resto de sus compañeros (excepto con Cretino por supuesto), salió corriendo y se enganchó al brazo de Male, cual niño pequeño asustado.
—Male, esas personas son malas y no me gustan...
—¿Quiénes?—jocosa y sorprendida observó a la clase de al lado, que se acercaba—¿Bocha y Tarrkiem?
—No, los otros... El de la katana parece que quiera violarme, y el de la capa tiene cara de matar gatitos por la noche...
—No seas exagerado. Joel parece que quiera violar a todo el mundo. Es su cara. Y Thorgio...
—La verdad es que Thorgio sí que da mal rollo. No lo puedes negar—dijo Penesan.
—Pero a ti te gusta—Galia intervino esta vez, tímidamente.
Penesan se puso roja y se echó la capucha de la capa por la cabeza. Cretino se rió de ella y Ranusa le dio un puñetazo en el brazo.
—A callar, mancazo—le dijo con sorna—, que casi tenemos que recogerte del suelo cuando has luchado contra Maite.
—A ti te hace mucha gracia, ¿no, Flash? Claro, como lo único que haces es correr... Tsk.
—Te da rabia que te haya ganado una chica, admítelo.
—No. No me da rabia que me haya ganado una chica capaz de transformarse en bichos letales. Me da rabia que me haya ganado UN PUTO CRÍO DE ONCE AÑOS—y miró iracundo a Malan—. ¿¡Pero de dónde has salido, Bruce Lee!?
—No te metas con él. Aquí el malo luchando eres tú. Aprende y no tendrás que avergonzarte de nada—Reïk le puso la mano en el hombro a Malan, a quien el comentario de Cretino le había sentado mal.
El niño miró al chico peli-azul con una sonrisa y un cierto brillo en los ojos de admiración. Cretino sin embargo volvió a callarse, avergonzado súbitamente.
—C-creo que no me he tomado las pastillas...
Y se fue corriendo del recinto, en dirección a la mansión.
—Anda, ¿estaba medicado?—fue Maite la que hizo la pregunta, pero todos tenían la misma cara de sorpresa—. Creía que era gilipollas y ya está, pero...
—Quizá nos hayamos pasado con él.
—¿Con quién?—dijo Bocha, que llegaba con Tarrkiem al grupito.
—Con Cretino—Male puso cara de pena—. Se ha ido corriendo porque dice que no se ha tomado la pastilla, después de haber insultado a Malan y de que Reïk lo pusiera en su sitio. Parecía super adorable cuando se ha ido.
—No deberíamos meternos con un enfermo...
—A ver—Bocha los miró seriamente—, ¿acaso sabéis qué problema tiene?
—No—dijeron todos al unísono.
—Pues a callar. Igual sólo está resfriado y ha ido a por ibuprofeno. No podemos saberlo.
—No, ¿pero y si es algo más grave?—Maite estaba claramente preocupada.
—Ya nos lo dirá—dijo Tarrkiem, escupiendo en el suelo—, lo que tampoco podemos hacer es exigirle que confíe en nosotros y nos diga qué le pasa cuando ni siquiera nos conoce y hemos estado metiéndonos con él a saco.
—No, pero...—Galia alzó ligeramente su cubo de Rubik—. Sí que podemos saber qué pastillas toma y para lo que sirven.
—Todavía no sé qué es ese cacharro—intervino Ranusa—, y me está llamando demasiado la atención.
—Pues verás, mi poder consiste en la obediencia total de las máquinas y aparatos electrónicos a mis órdenes—Galia levantó una ceja y el cubo comenzó a cambiar de forma—, incluido este cubo. Está creado de un material que encontré en mi ciudad, al que yo llamo metal cambia-forma.
—No te has calentado mucho la cabeza, eh...—Ranusa se dio unos ligeros golpecitos en la cabeza.
—Silencio. Resulta que puedo transformar este cacharrito en lo que yo quiera. Ahora mismo lo estoy transformando en una cámara voladora, con lo cual podemos espiarle y saber qué está tomando y para qué.
—¿Y a ti eso te parece normal? ¿Espiar la intimidad de una persona?—Tarrkiem comenzaba incluso a estar molesto.
—Lo que no me parecería normal es meterme con él a sabiendas de que está enfermo. Además, me ha llamado lesbiana, y YO-NO-SOY-LESBIANA. Por muy enfermo que esté, no tiene derecho a insultar a nadie. Además, llamó niñato a Malan hace un rato. ¿A ti te parece normal insultar a un niño de once años teniendo él veinte?
—¿Y la solución es violar su privacidad? Si ahora por ejemplo Male cogiera y te llamase estúpida en una discusión, ¿irías a su cuarto a rebuscar entre sus cosas?
—¡Si me diera pie para sospechar que tiene algún motivo para ello sí!
—¡Oye!—Male miró disgustada a Galia.
—Perdona.
—Esto me parece increíble. Pues nada, haced lo que os salga de los cojones. Yo me voy a descansar.
Y entonces Tarrkiem se alejó del grupo, cogió una de las bebidas isotónicas de una de las mesas y se sentó apoyado en una pared. Bocha miró tanto a Galia como a Tarrkiem, y se fue con éste último, tras coger él también una bebida de la mesa.
—Pues nada—dijo Galia, enseñando el robotito a sus compañeros—, ¿comenzamos?
Todos asintieron con la cabeza, algunos más disimuladamente que otros, y entonces ella levantó la mano donde tenía la camarita. Sus ojos resplandecieron durante un segundo y el aparato comenzó a volar, siendo dirigido telepáticamente por Galia hacia el cuarto de Cretino. En una pequeña pantalla se veían los pasillos de la base subterránea, y de repente toparon con un obstáculo que no esperaban: la puerta.
—¿¡En serio no habéis pensado en la puta puerta!?—Ranusa se dio una palmada en la frente.
—Tú tampoco—le recordó Maite.
—Mira que lo sabía...—Reïk se alejó del grupito, seguido por Malan, en dirección a la mesa.
—Hostias—dijo Penesan—, ¿y ahora qué hacemos?
—Pues tendrá que ir alguien a abrir la puerta, digo yo. ¿No?—dijo Garret.
—Sí... Y será mejor que nos demos prisa, porque a este paso no vamos a llegar a verlo—Galia, y todos los de la clase de artes marciales que estaban allí presentes, miraron a Ranusa.
—Joder, macho. En fin...
Y salió disparado hacia la puerta. Garret entonces se acordó del Mensajero Veloz y lo supo: Ranusa era su descendiente. Mientras él iba y venía, pensó en una manera de decirle lo que tenía que decirle, pero no se le ocurrió nada bueno hasta que volvió y se acordó de haber visto un cartel con su nombre en una de las puertas del pasillo. Sin embargo, rectificó: probablemente el pasillo estuviera lleno de cámaras y Todo lo descubriría todo. Tendría que encontrar otro modo... Y lo encontró. Pero tenía que asegurarse de que el plan era seguro, y para eso tendría que hacer unos cuantos experimentos. Decidió que aquella tarde no saldría de su cuarto.
—¡Mirad, mirad!—dijo Galia, entusiasmada—. Le estoy viendo.
Todos se asomaron a la pequeña pantalla y entonces ella hizo zoom y enfocó. Vieron cómo Cretino dejaba una cajita sobre la cómoda y se marchaba. Cuando vieron la cajita, pudieron leer que ponía “litio”.
—¿El litio no es de lo que están hechas las baterías para el móvil?—preguntó Ranusa.
—También es un estabilizador del ánimo bastante eficaz. Se le receta a la gente con trastornos esquizoafectivos, depresión recurrente, TLP o bipolaridad. A veces también se utiliza para tratar el alcoholis...—Garret se calló al ver la cara de sorpresa de todo el mundo—. ¿Qué?
—¿Cómo sabes tú eso?—preguntó Ranusa.
—He debido leerlo en algún sitio.
—Joder, macho. Tenemos un médico en la sala.
—¡No soy médico! Sólo me gusta leer.
—Sí, vale... ¿Entonces qué es lo que tiene?—dijo Penesan, cansada de tanto rodeo.
—No probó el vino en la cena, según lo que me dijo Male, así que bien podría ser un alcohólico recuperado. Aunque no apostaría del todo por ello, debido a su conducta. Podría ser TLP, o bipolaridad.
—Y qué es el TLP.
—Es un trastorno de la personalidad que da como resultado relaciones sociales caóticas, inestabilidad emocional, etc.
—Ah. Pues eso va a ser, porque no es muy hábil socialmente que digamos.
—También podría ser bipolaridad, porque no sé si os habéis fijado pero ha pasado de estar enfadadísimo a estar triste y ser super tímido—intervino Maite.
—Exacto—corroboró Male—. De todos modos todo esto son teorías, así que vamos a dejarlo que ya debe estar llegando. Trae la cámara, Galia.
Galia mandó una señal a su aparatito y este voló de vuelta, colocándose silenciosamente detrás de Cretino para que éste le abriese la puerta al entrar en la base subterránea. Cuando por fin llegaron (tanto la cámara como Cretino), Todo volvió a aparecer.

—¡Hola de nuevo, amigos!—carraspeó—. Voy a presentaros a vuestros entrenadores personales. Os iré nombrando uno a uno por orden de lista, y os colocaréis junto al entrenador que yo os señale. Empezamos. Bocha, ve con ella. Se llama Bego.
Bocha miró a la chica que Todo le había señalado y tragó saliva, nervioso. Era bajita, con el pelo corto y la piel pálida, y pelirroja. Se acercó lentamente a ella y la saludó tímidamente.
—Ho-hola...
—¡Hey!
Se puso rojo y Male, Garret y Maite se rieron. Tarrkiem sonrió levemente.
Todo fue llamando a los jóvenes de uno en uno, para presentarles a los tutores. Los muchachos se juntaban con sus profesores y se daban la mano. Garret, en su mundo, se sobresaltó cuando escuchó su nombre.
—Garret, este es tu tutor, Kay.
Todo señaló a un joven de pelo largo, rizado y negro, y que iba ataviado con un uniforme del mismo color que el traje que Garret llevaba la noche anterior, además de una larga bata blanca.. También llevaba una bolsa de cuero marrón en la que cabían el portátil y otras cosas. El chico estaba tecleando rápidamente sobre su ordenador.
—Esto... Hola.
—Encantado, Garret. Disculpa que no pueda atenderte ahora mismo, es que estoy liado con esto...
—No, no hay problema.
Y se quedó cortado a su lado, sin atreverse a mirar lo que hacía. Mientras tanto, Todo seguía llamando.
—Joel, esta es Nerea. Será tu tutora.
Nerea era una joven extremadamente delgada, que vestía ropa ajustada de colores y miraba hacia los lados con cara de no estar muy segura de lo que estaba haciendo. Tenía los pies muy abiertos hacia afuera, y el pelo castaño enmarañado y por los hombros. Joel se puso muy colorado y tartamudeó al hablar.
—Jo-jo-jolín, esto... Hola...
—¡Papá Noel ha llegado a la ciudad!—gritó Ranusa, despertando la carcajada general.
Joel se puso todavía más rojo, si eso era posible. Agachó la cabeza y le temblaron las piernas, y Nerea, asustada, se lo llevó a la estancia que tenían preparada para dar la clase.
Tras las risas, Todo siguió llamando. El grupo de gente que había en el centro de la gran habitación se iba reduciendo. Sólo quedaban dos personas cuando le tocó el turno a Tarrkiem.
—¿Tarrkiem? Tu tutor es Evan. Ahí lo tienes.
Tarrkiem se acercó a él a paso despacio. Cuando por fin se reunió con él, Evan le miró unos segundos y le gritó en la cara.
—¿¡ME DEJAS VER TU ESPADA!?
—PARA EMPEZAR, ES UN MACHETE. Y NO—replicó él.
—Jo—Evan fingió entristecerse un poco, pero se rió sonoramente, para la desesperación de su alumno.

El último en ser llamado fue Thorgio. Su tutor era Gimlo, un hombre muy pequeño y que cargaba con un hacha a todas partes. Ninguno de los dos abrió la boca cuando se juntaron, así que tras unos segundos de expectación, la gente se rindió y se fueron todos a sus respectivas aulas.

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