Eran las seis de la mañana cuando
Garret escuchó que tocaban a la puerta. Hina traía el desayuno:
café caliente con leche, tostadas con mermelada y un plato extraño
de huevo. Garret se desperezó y se puso las gafas.
—Adelante...
—¡Buenos días, Garret! Espero que
te guste la mermelada, es casera.
—Uh, ¿qué es esto?
—Huevos benedictinos. Llevan una
tostada debajo del huevo escalfado y salsa holandesa por arriba.
—Cuánto colesterol.
—¡Vais a trabajar mucho hoy! Es
necesario que os alimentéis bien.
—Bueno...
—Te lo dejo aquí—Hina dejó el
carrito con la bandeja junto a la mesita de café—. ¡Que
aproveche!
Acto seguido salió de la habitación,
dejando a Garret a solas con sus pensamientos y el desayuno.
—Madre mía... Ni siquiera sé si me
va a entrar todo—dijo él, acercándose y sentándose en uno de los
sillones.
Lo primero que hizo fue llenar una taza
de café solo y bebérsela lentamente, mientras observaba por la
amplia ventana que daba al patio de detrás. Se podía ver una gran
fuente y un laberinto de arbustos, además de una caseta de
jardinero. Una vez terminó la taza, se encargó del plato de huevo,
el cual resultó ser increíblemente delicioso. Al acabar, trató de
comerse unas cuantas tostadas, pero al terminar la segunda sintió
que no podía más y dejó los utensilios y todo sobre la bandeja.
Tras eso, fue al cuarto de baño y se dio una ducha rápida, la cual
le despejó y le aclaró la mente. Una vez limpio, se acercó al
vestidor, escogió un traje verde azulado parecido al de la noche
anterior (como todos en realidad menos dos o tres) y se lo puso.
Cuando salió del vestidor, ni la
bandeja ni el carrito estaban allí, pero sin embargo había una nota
sobre la cómoda, firmada por Hina, en la que le recordaba que
cogiese una espada. Él, obediente, abrió el maletín y cogió una
de plata y mango verde, a juego con su traje. Se ató la funda al
cinturón y la metió dentro. Tras eso se peinó y se encaminó hacia
la puerta. Salió al solitario pasillo y bajó las escaleras, pero
cuando ya estaba en el último tramo recordó que no sabía a dónde
tenía que ir. Entonces escuchó unas voces a su espalda.
—...y entonces entró en una tienda
de chucherías y pidió un bocadillo de jamón y queso. Así, porque
sí.
—Vaya, tu amigo tenía pinta de
divertido.
—Sí. Fue horrible cuando murió.
—Te acompaño en el sentimiento...
Eran Bocha y Male, que bajaban juntos
las escaleras. Cuando vieron a Garret, se acercaron y le desearon los
buenos días.
—¿Puedo ir con vosotros?—preguntó
él tímidamente—. Es que no me han dicho dónde hay que
reunirse...
—Claro, hombre—Bocha le dio una
palmada en la espalda—, vamos.
Y así salieron por la puerta principal
y torcieron a la derecha, rodeando la mansión hasta llegar al jardín
que Garret había visto aquella mañana por la ventana. No había
nadie allí, pero según decían Male y Bocha, la mayor parte de la
gente ya había salido de sus habitaciones. Se acercaron a la caseta
del jardinero y cuando la abrieron pudieron ver unas escaleras que se
hundían bajo tierra, iluminadas por luces de bajo consumo que le
daban al descenso un aspecto siniestro. Bajaron los tres uno detrás
de otro, a la cabeza Bocha, y cuando llegaron al final abrieron otra
puerta. El pasillo no tenía nada que ver con la escalera. Igual de
suntuoso que la mansión, se extendía unos metros hacia delante y se
dividía en varias direcciones. Ellos tomaron la de la izquierda, y
continuaron adelante hasta llegar a una gran puerta de acero
mecánica. Esta se abrió cuando se pararon delante. Dentro les
esperaban ya la mayoría de sus compañeros.
—¡Bien!—comenzó Todo, una vez los
rezagados hubieron llegado—. Hoy comienzan los entrenamientos. El
día empieza con dos horas de manejo del arma que lleváis, y tras un
breve descanso en el que se os servirá un refrigerio para reponer
fuerzas, estaréis cuatro horas entrenando con vuestro poder. En
estas cuatro horas cada uno tendrá un entrenador personal que le
ayudará a concentrarse y a dominar con maestría el don que se le
otorgó. Cuando acabéis, tendréis otras dos para poder comer con
tranquilidad, y a partir de ahí pasaréis el resto de la tarde hasta
las siete alternando entre manejo de arma y poder, depende de lo que
queráis entrenar primero. A continuación se presentarán los
entrenadores de arma y os llamarán para que acudáis a su clase.
Cuando oigáis vuestro nombre, acercaos a ellos y seguidles una vez
el grupo esté completo.
Y tras su pequeño discurso, el señor
de la mansión se retiró. Un hombre y una mujer se acercaron en su
lugar. El hombre era alto, moreno y de ojos azules profundos. Iba
vestido con una camiseta ajustada de color negro y de cuello alto, de
manga larga, y unos pantalones un poco ajustados del mismo color.
Llevaba una espada en el cinturón. La mujer sin embargo era más
bajita, aunque corpulenta, y tenía la piel pálida y el pelo castaño
lacio. Iba vestida igual que su compañero, pero no llevaba espada.
Algunos susurraban las impresiones que les habían dado a sus
compañeros.
—La chica parece un toro...
—Y el chico un príncipe.
El hombre carraspeó y se dirigió al
público.
—Mi nombre es Vec. Soy el maestro
espadachín con el que algunos de vosotros puliréis vuestro arte en
el día de hoy. Esta es mi compañera, Eve, y ella se encarga de las
artes marciales y lucha cuerpo a cuerpo con dagas, etc. A
continuación os llamaremos por orden de lista, y vosotros
responderéis en voz alta con vuestra edad y sexo. Comenzaré yo—sacó
un papel doblado del bolsillo y lo abrió—. ¡Bocha!
—¡Diecisiete años;
hombre!—respondió él, y se acercó a Vec.
—¡Garret!
—¡Veintitrés años; hombre!—dijo
Garret, sobresaltado, y se acercó a Bocha. Lo miró con cara de
nervios, y él le sonrió.
—¡Joel!
Un joven con tupé y chaleco rojo se
adelantó entre los presentes. Garret recordó haberlo visto enfrente
de él la noche anterior, al lado de Todo, en la mesa de la cena.
Llevaba una katana con aspecto antiguo.
—¡Veinticinco años; hombre!—y se
puso al lado de Garret. Éste lo miró de hito en hito, y Joel, al
darse cuenta, le miró y le guiñó un ojo. Garret se puso colorado
sin saber muy bien por qué, y desvió la mirada.
—¡Tarrkiem!
Un hombre de tez morena y rasgos
afilados reaccionó al nombre. Se quitó el sombrero y se lo puso en
el pecho, recitando su edad y su género.
—¡Veintinueve años; hombre!
Y avanzó hacia ellos. Vestía una
chaqueta de cuero marrón con una camisa de cuadros roja debajo, y
unos vaqueros azules. Era un hombre fuerte y experimentado.
—Y por último... ¡Thorgio!
Esta vez un joven delgado y atlético
se adelantó. Vestía una capa gris oscuro con un broche violeta, y
tenía el pelo largo y negro, además de las orejas puntiagudas. El
semblante era violento.
—¡Veinte años; hombre!
—Bien—dijo Vec—, pues así
terminamos con mi clase. Te toca, Eve.
—De acuerdo—Eve tenía una voz
tranquila pero autoritaria y grave—, ahora yo seguiré el mismo
procedimiento que Vec, aunque todos vosotros ya sabéis que venís
conmigo. Sin embargo, es una buena manera de pasar lista y comprobar
que no falta nadie.
Metió la mano en el bolsillo y sacó
una pequeña libretita de notas. La abrió y comenzó a llamar a la
gente.
—Hm, extraño nombre... ¿Cretino?
—¡¡NO ME LLAMO ASÍ, JODER!!
El chico siempre vestido de negro, con
una sudadera de cremallera y unos vaqueros sueltos, cabizbajo pero
iracundo, avanzó a grandes pasos dando pisotones. Cuando llegó
donde Eve, ella le miró severamente y tranquilamente le reprendió.
—Me da igual cómo te llames. Si este
es el nombre que tengo apuntado, así te llamaré. Ahora, por favor,
y si no te importa, procede a hablarme con un poco más de educación,
y dime tu edad y tu género.
—...Veinte años; hombre—y,
cabizbajo, se colocó detrás de ella, con las manos en los
bolsillos.
—Hmm... ¿Galia?
Una joven muy bajita con pelo pajizo
cortado a lo chico se abrió paso en silencio. Vestía un mono de
trabajo de color beige, y era bonito pese a la tarea para la que
servía. Sus ojos negros centellearon y sólo habló cuando estuvo
muy cerca, agarrando su cubo de Rubik de color crema, y con una voz
clara aunque bajita.
—Veintidós; mujer—y corriendo se
puso al lado de Cretino.
—¿Maite?
Maite salió del grupito que quedaba
con una sudadera de manga corta y cremallera verde oscuro, una
camiseta de tirantes negra ajustada y unos shorts de color beige.
—¡Diecinueve y mujer!—resueltamente
se puso al lado de Galia. Cretino no le gustaba.
—Malan... ¿Malan Wïrts?
—Soy yo. Tengo once años y soy
hombre—un niño de ojos azul intenso se adelantó, ajustándose el
chaleco y la pajarita, e hizo una ligera reverencia. Eve sonrió.
—Más que hombre eres un
renacuajo...—espetó Cretino.
—Y tú eres un pedazo de
gilipollas—Galia habló bajo pero claro, con asco en la mirada—.
Me das ganas de vomitar.
—¿Qué has dicho, tortillera de
mierda?—Cretino se giró y le miró con rabia, aunque sus ojos
seguían sin verse tras la sombra del flequillo.
—¡Silencio!—Eve puso orden y
siguió con la lista—. Bien, Malan, ven aquí. ¿Madalane?
—Male, por favor. Diecisiete; mujer.
Male avanzó con elegancia. Vestía un
traje con falda por la rodilla de color negro con líneas azul
cobalto; una rebeca con el mismo diseño, de manga corta y cuello
alto, abierta; y unas botas azules como los adornos de su vestido.
—Ahora entiendo por qué estás bajo
Malan en la lista... ¿Penesan?
—Presente. Veintiún años; mujer.
Penesan era tan bajita que parecía un
hobbit de El Señor de los Anillos. Vestía una capa marrón oscura,
cerrada por un broche dorado, y llevaba el pelo largo y negro
recogido en una trenza. Se colocó entre Maite y Malan y no se movió.
—Vale, estamos acabando... ¿Ranusa?
Un chaval con el pelo por los hombros
de color negro, vestido con una sudadera blanca y turquesa con
bermudas, avanzó encorvado y con semblante aburrido.
—Veinte años; hombre—y se colocó
un poco separado de los demás.
—Por último—Eve miró al único
que quedaba—, ¿Reïk?
—Veintitrés años; hombre.
Y con su chaleco rojo y su pelo azul se
puso junto a Male y Maite. Entonces cada grupo se dirigió a una
habitación diferente, y allí se separaron.
—Buen trabajo, chicos—dijo Vec al
terminar la clase—. En general tenéis una buena base de
aprendizaje, y sólo os falta mejorar un par de cosas. Sin embargo,
les recomiendo a Bocha y a Thorgio que esta tarde vengan un rato a
entrenar conmigo. Ya podéis salir.
Y salieron todos juntos. Bocha y
Tarrkiem conversaban sobre qué tipo de espada era mejor, y Garret
caminaba entre Joel y Thorgio sin decir nada. El primero parecía ir
de sobrado, en las clases y fuera de ellas, y no decía nada que
pudiera responderse con una expresiva mirada. El segundo, sin
embargo, parecía estar enfadado siempre, y cuando fallaba en un
movimiento de espada se frustraba y arremetía con todo. Garret se
sentía intimidado por ambos, y quería meterse más que nada en el
mundo en la conversación entre su amigo y el hombre del machete. Sin
embargo, no fue capaz, y cuando vio salir a Male y Maite hablando y
gastando bromas con el resto de sus compañeros (excepto con Cretino
por supuesto), salió corriendo y se enganchó al brazo de Male, cual
niño pequeño asustado.
—Male, esas personas son malas y no
me gustan...
—¿Quiénes?—jocosa y sorprendida
observó a la clase de al lado, que se acercaba—¿Bocha y Tarrkiem?
—No, los otros... El de la katana
parece que quiera violarme, y el de la capa tiene cara de matar
gatitos por la noche...
—No seas exagerado. Joel parece que
quiera violar a todo el mundo. Es su cara. Y Thorgio...
—La verdad es que Thorgio sí que da
mal rollo. No lo puedes negar—dijo Penesan.
—Pero a ti te gusta—Galia intervino
esta vez, tímidamente.
Penesan se puso roja y se echó la
capucha de la capa por la cabeza. Cretino se rió de ella y Ranusa le
dio un puñetazo en el brazo.
—A callar, mancazo—le dijo con
sorna—, que casi tenemos que recogerte del suelo cuando has luchado
contra Maite.
—A ti te hace mucha gracia, ¿no,
Flash? Claro, como lo único que haces es correr... Tsk.
—Te da rabia que te haya ganado una
chica, admítelo.
—No. No me da rabia que me haya
ganado una chica capaz de transformarse en bichos letales. Me da
rabia que me haya ganado UN PUTO CRÍO DE ONCE AÑOS—y miró
iracundo a Malan—. ¿¡Pero de dónde has salido, Bruce Lee!?
—No te metas con él. Aquí el malo
luchando eres tú. Aprende y no tendrás que avergonzarte de
nada—Reïk le puso la mano en el hombro a Malan, a quien el
comentario de Cretino le había sentado mal.
El niño miró al chico peli-azul con
una sonrisa y un cierto brillo en los ojos de admiración. Cretino
sin embargo volvió a callarse, avergonzado súbitamente.
—C-creo que no me he tomado las
pastillas...
Y se fue corriendo del recinto, en
dirección a la mansión.
—Anda, ¿estaba medicado?—fue Maite
la que hizo la pregunta, pero todos tenían la misma cara de
sorpresa—. Creía que era gilipollas y ya está, pero...
—Quizá nos hayamos pasado con él.
—¿Con quién?—dijo Bocha, que
llegaba con Tarrkiem al grupito.
—Con Cretino—Male puso cara de
pena—. Se ha ido corriendo porque dice que no se ha tomado la
pastilla, después de haber insultado a Malan y de que Reïk lo
pusiera en su sitio. Parecía super adorable cuando se ha ido.
—No deberíamos meternos con un
enfermo...
—A ver—Bocha los miró seriamente—,
¿acaso sabéis qué problema tiene?
—No—dijeron todos al unísono.
—Pues a callar. Igual sólo está
resfriado y ha ido a por ibuprofeno. No podemos saberlo.
—No, ¿pero y si es algo más
grave?—Maite estaba claramente preocupada.
—Ya nos lo dirá—dijo Tarrkiem,
escupiendo en el suelo—, lo que tampoco podemos hacer es exigirle
que confíe en nosotros y nos diga qué le pasa cuando ni siquiera
nos conoce y hemos estado metiéndonos con él a saco.
—No, pero...—Galia alzó
ligeramente su cubo de Rubik—. Sí que podemos saber qué pastillas
toma y para lo que sirven.
—Todavía no sé qué es ese
cacharro—intervino Ranusa—, y me está llamando demasiado la
atención.
—Pues verás, mi poder consiste en la
obediencia total de las máquinas y aparatos electrónicos a mis
órdenes—Galia levantó una ceja y el cubo comenzó a cambiar de
forma—, incluido este cubo. Está creado de un material que
encontré en mi ciudad, al que yo llamo metal cambia-forma.
—No te has calentado mucho la cabeza,
eh...—Ranusa se dio unos ligeros golpecitos en la cabeza.
—Silencio. Resulta que puedo
transformar este cacharrito en lo que yo quiera. Ahora mismo lo estoy
transformando en una cámara voladora, con lo cual podemos espiarle y
saber qué está tomando y para qué.
—¿Y a ti eso te parece normal?
¿Espiar la intimidad de una persona?—Tarrkiem comenzaba incluso a
estar molesto.
—Lo que no me parecería normal es
meterme con él a sabiendas de que está enfermo. Además, me ha
llamado lesbiana, y YO-NO-SOY-LESBIANA. Por muy enfermo que esté, no
tiene derecho a insultar a nadie. Además, llamó niñato a Malan
hace un rato. ¿A ti te parece normal insultar a un niño de once
años teniendo él veinte?
—¿Y la solución es violar su
privacidad? Si ahora por ejemplo Male cogiera y te llamase estúpida
en una discusión, ¿irías a su cuarto a rebuscar entre sus cosas?
—¡Si me diera pie para sospechar que
tiene algún motivo para ello sí!
—¡Oye!—Male miró disgustada a
Galia.
—Perdona.
—Esto me parece increíble. Pues
nada, haced lo que os salga de los cojones. Yo me voy a descansar.
Y entonces Tarrkiem se alejó del
grupo, cogió una de las bebidas isotónicas de una de las mesas y se
sentó apoyado en una pared. Bocha miró tanto a Galia como a
Tarrkiem, y se fue con éste último, tras coger él también una
bebida de la mesa.
—Pues nada—dijo Galia, enseñando
el robotito a sus compañeros—, ¿comenzamos?
Todos asintieron con la cabeza, algunos
más disimuladamente que otros, y entonces ella levantó la mano
donde tenía la camarita. Sus ojos resplandecieron durante un segundo
y el aparato comenzó a volar, siendo dirigido telepáticamente por
Galia hacia el cuarto de Cretino. En una pequeña pantalla se veían
los pasillos de la base subterránea, y de repente toparon con un
obstáculo que no esperaban: la puerta.
—¿¡En serio no habéis pensado en
la puta puerta!?—Ranusa se dio una palmada en la frente.
—Tú tampoco—le recordó Maite.
—Mira que lo sabía...—Reïk se
alejó del grupito, seguido por Malan, en dirección a la mesa.
—Hostias—dijo Penesan—, ¿y ahora
qué hacemos?
—Pues tendrá que ir alguien a abrir
la puerta, digo yo. ¿No?—dijo Garret.
—Sí... Y será mejor que nos demos
prisa, porque a este paso no vamos a llegar a verlo—Galia, y todos
los de la clase de artes marciales que estaban allí presentes,
miraron a Ranusa.
—Joder, macho. En fin...
Y salió disparado hacia la puerta.
Garret entonces se acordó del Mensajero Veloz y lo supo: Ranusa era
su descendiente. Mientras él iba y venía, pensó en una manera de
decirle lo que tenía que decirle, pero no se le ocurrió nada bueno
hasta que volvió y se acordó de haber visto un cartel con su nombre
en una de las puertas del pasillo. Sin embargo, rectificó:
probablemente el pasillo estuviera lleno de cámaras y Todo lo
descubriría todo. Tendría que encontrar otro modo... Y lo encontró.
Pero tenía que asegurarse de que el plan era seguro, y para eso
tendría que hacer unos cuantos experimentos. Decidió que aquella
tarde no saldría de su cuarto.
—¡Mirad, mirad!—dijo Galia,
entusiasmada—. Le estoy viendo.
Todos se asomaron a la pequeña
pantalla y entonces ella hizo zoom y enfocó. Vieron cómo Cretino
dejaba una cajita sobre la cómoda y se marchaba. Cuando vieron la
cajita, pudieron leer que ponía “litio”.
—¿El litio no es de lo que están
hechas las baterías para el móvil?—preguntó Ranusa.
—También es un estabilizador del
ánimo bastante eficaz. Se le receta a la gente con trastornos
esquizoafectivos, depresión recurrente, TLP o bipolaridad. A veces
también se utiliza para tratar el alcoholis...—Garret se calló al
ver la cara de sorpresa de todo el mundo—. ¿Qué?
—¿Cómo sabes tú eso?—preguntó
Ranusa.
—He debido leerlo en algún sitio.
—Joder, macho. Tenemos un médico en
la sala.
—¡No soy médico! Sólo me gusta
leer.
—Sí, vale... ¿Entonces qué es lo
que tiene?—dijo Penesan, cansada de tanto rodeo.
—No probó el vino en la cena, según
lo que me dijo Male, así que bien podría ser un alcohólico
recuperado. Aunque no apostaría del todo por ello, debido a su
conducta. Podría ser TLP, o bipolaridad.
—Y qué es el TLP.
—Es un trastorno de la personalidad
que da como resultado relaciones sociales caóticas, inestabilidad
emocional, etc.
—Ah. Pues eso va a ser, porque no es
muy hábil socialmente que digamos.
—También podría ser bipolaridad,
porque no sé si os habéis fijado pero ha pasado de estar
enfadadísimo a estar triste y ser super tímido—intervino Maite.
—Exacto—corroboró Male—. De
todos modos todo esto son teorías, así que vamos a dejarlo que ya
debe estar llegando. Trae la cámara, Galia.
Galia mandó una señal a su aparatito
y este voló de vuelta, colocándose silenciosamente detrás de
Cretino para que éste le abriese la puerta al entrar en la base
subterránea. Cuando por fin llegaron (tanto la cámara como
Cretino), Todo volvió a aparecer.
—¡Hola de nuevo, amigos!—carraspeó—.
Voy a presentaros a vuestros entrenadores personales. Os iré
nombrando uno a uno por orden de lista, y os colocaréis junto al
entrenador que yo os señale. Empezamos. Bocha, ve con ella. Se llama
Bego.
Bocha miró a la chica que Todo le
había señalado y tragó saliva, nervioso. Era bajita, con el pelo
corto y la piel pálida, y pelirroja. Se acercó lentamente a ella y
la saludó tímidamente.
—Ho-hola...
—¡Hey!
Se puso rojo y Male, Garret y Maite se
rieron. Tarrkiem sonrió levemente.
Todo fue llamando a los jóvenes de uno
en uno, para presentarles a los tutores. Los muchachos se juntaban
con sus profesores y se daban la mano. Garret, en su mundo, se
sobresaltó cuando escuchó su nombre.
—Garret, este es tu tutor, Kay.
Todo señaló a un joven de pelo largo,
rizado y negro, y que iba ataviado con un uniforme del mismo color
que el traje que Garret llevaba la noche anterior, además de una
larga bata blanca.. También llevaba una bolsa de cuero marrón en la
que cabían el portátil y otras cosas. El chico estaba tecleando
rápidamente sobre su ordenador.
—Esto... Hola.
—Encantado, Garret. Disculpa que no
pueda atenderte ahora mismo, es que estoy liado con esto...
—No, no hay problema.
Y se quedó cortado a su lado, sin
atreverse a mirar lo que hacía. Mientras tanto, Todo seguía
llamando.
—Joel, esta es Nerea. Será tu
tutora.
Nerea era una joven extremadamente
delgada, que vestía ropa ajustada de colores y miraba hacia los
lados con cara de no estar muy segura de lo que estaba haciendo.
Tenía los pies muy abiertos hacia afuera, y el pelo castaño
enmarañado y por los hombros. Joel se puso muy colorado y tartamudeó
al hablar.
—Jo-jo-jolín, esto... Hola...
—¡Papá Noel ha llegado a la
ciudad!—gritó Ranusa, despertando la carcajada general.
Joel se puso todavía más rojo, si eso
era posible. Agachó la cabeza y le temblaron las piernas, y Nerea,
asustada, se lo llevó a la estancia que tenían preparada para dar
la clase.
Tras las risas, Todo siguió llamando.
El grupo de gente que había en el centro de la gran habitación se
iba reduciendo. Sólo quedaban dos personas cuando le tocó el turno
a Tarrkiem.
—¿Tarrkiem? Tu tutor es Evan. Ahí
lo tienes.
Tarrkiem se acercó a él a paso
despacio. Cuando por fin se reunió con él, Evan le miró unos
segundos y le gritó en la cara.
—¿¡ME DEJAS VER TU ESPADA!?
—PARA EMPEZAR, ES UN MACHETE. Y
NO—replicó él.
—Jo—Evan fingió entristecerse un
poco, pero se rió sonoramente, para la desesperación de su alumno.
El último en ser llamado fue Thorgio.
Su tutor era Gimlo, un hombre muy pequeño y que cargaba con un hacha
a todas partes. Ninguno de los dos abrió la boca cuando se juntaron,
así que tras unos segundos de expectación, la gente se rindió y se
fueron todos a sus respectivas aulas.
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