La luz de un nuevo día asomaba por el
este y el sol, resplandeciente, aparecía recortado por los edificios
de la Ciudadela. Vittorio meditaba sentado sobre el tejado, con la
mirada perdida en el horizonte y los pensamientos volando sobre la
chica que visitó la pasada noche. ¿Qué narices había hecho? Se
suponía que debía esperar a su hermana y a su prima, pero fue tan
estúpido y tan impaciente como para dejarse llevar por las ganas.
Odiaba a Todo desde lo más profundo de su ser, y además, aquella
joven siempre le pareció interesante. Sin embargo, no podía dejarse
llevar por sus emociones si quería que aquel plan diese resultado.
Cualquiera que fuese, ya que de momento lo único en lo que habían
pensado era en espiar al Señor del Tiempo para advertir a los
reclutas.
Mientras el joven seguía inmerso en
sus cavilaciones, una muchacha apareció de la nada vestida con traje
amarillo pálido de mangas anchas que acababa en una falda voluminosa
que llegaba hasta la rodilla. Su rostro era cubierto por los dobleces
de una enorme capucha que acababa en dos largos tubos de tela por la
espalda, de un color más oscuro, y los zapatos de bailarina atados
con lazos largos a las piernas le daban un aspecto delicado.
—Hola, Vittorio.
—¿Eh?—salió de sus cavilaciones—.
Ah, hola, Mariam. A buenas horas llegas...
—¿Qué querías que hiciera? Fue
culpa de Inna.
—Sí, ya. Pues tendríais que haber
llegado antes, porque yo ya he hablado con la chica del libro.
—¿Tan rápido? ¡Te dije que nos
esperases pasara lo que pasara!
—Sí, bueno, pero no pude. Y se
acabó.
—Tsk... En fin—se sentó a su lado
con las rodillas elevadas—, ¿cómo tú por aquí?
—¿En el tejado? Bueno—se quitó el
sombrero y lo dejó a un lado—, necesitaba pensar. Y este es un
sitio tranquilo para eso.
—No me cabe duda. ¿Cuánto tiempo
llevas aquí?
—Desde que salí de la habitación de
la chica del libro... Alrededor de seis horas.
—¿¡Seis horas, maldito loco!?
¡Podrían haberte descubierto!
—Pero no lo han hecho, así que shhh.
Por cierto, ¿qué te ha dado ahora con la capuchita?—se la quitó
de un tirón, revelando a una joven de ojos marrones y piel tostada
con pecas. El largo pelo negro enmarañado le llegaba hasta los
hombros.
—¡Déjame en paz!—ella se la
volvió a poner—. Me gusta cómo me queda.
—Pues nada.
—Bueno, ¿y pudiste leer el
libro?—Mariam le miró seria—. Ya sabes que necesitamos saber el
grado de peligrosidad que tiene...
—Me dio tiempo a hojearlo un poco,
pero me dio pánico seguir. En ese libro había escritas cosas
horribles...
—Entonces tenemos que deshacernos de
él.
—No podemos.
—¿Por qué no?
—Hice un pacto con la chica... Más o
menos.
—¿...Cómo?
—Pues eso. No puedo contarle nada a
nadie...
—Conmigo lo has hecho.
—¡Pero tú ya sabías de la
existencia del libro! Esa no cuenta.
—¿Entonces qué pretendes que
hagamos? ¿Que la dejemos desatada con el mal que puede causar? Si
acabamos con ese libro sellaremos el mal para siempre, y...
—Espera, para el carro. Sólo puede
causar mal si se invoca el poder. Y si no se invoca el poder no tiene
por qué pasar nada, ¿no? Yo sé qué es lo único que podría
hacerlo, así que también sé cómo evitar que pase nada. Lo único
que hay que hacer es asegurarse de que nadie se acerca al lago donde
ella vivía antes de venir aquí, y todo listo.
—¿Qué hay allí que pueda invocar
el poder?
—Cosas.
—¿Eso también forma parte del
pacto?
—Correcto.
—Bueno. Entonces qué.
—Entonces tú hablas con el chaval
del ratón y la espadita y que Inna se encargue de la negra del pelo
rizado.
—¿Y del chico que invoca espadas
quién se encarga?
—Maigar. Así de fácil.
—Pero si ni siquiera sabe todavía de
qué va todo esto.
—Pues se le explica...
—No te digo...
Pasaron unos meses en la mansión del
gran y magnífico Todo. Los entrenamientos eran cada vez más duros
y, de un modo u otro, acabaron dominando de forma rápida lo básico
y un nivel más o menos intermedio de su poder. Según Todo, ya
estaban capacitados de sobra para enfrentarse a Nada, pero sin
embargo continuaron entrenando, temerosos de perder su vida contra la
Señora del Espacio. Garret ya había hablado con varios de ellos y
tenía en alianza a Bocha, Maite, Male, Ranusa, Reïk, Galia y Malan.
Conforme iban sumándose a la secreta causa del espadachín, los
planes que se elaboraban cambiaban incesantemente, y los profesores,
atónitos ante la facilidad para cambiar de opinión que tenían los
jóvenes a la hora de los entrenamientos, cavilaban en sus claustros
y reuniones sobre el repentino interés de sus alumnos por aprender
aspectos más difíciles de su poder. Varo, en una de estas
reuniones, habló claro con todos sus compañeros.
—La situación es bastante
confusa—comenzó, dejando la guitarra a un lado dispuesto a dar su
opinión—, sobretodo para aquellos alumnos que tienen muchas
posibilidades de ataque y defensa en su poder. Mi alumna, Male, es un
buen ejemplo, ya que transformando el agua que utiliza en hielo y
haciendo uso de su gran agilidad (la cual por cierto ha estado
practicando y se ha vuelto una excelente acróbata en muy poco
tiempo) tiene muchas posibilidades de evasiva, así como de ataque,
controlando el agua velozmente y de forma prácticamente letal. Se
está convirtiendo en la asesina perfecta, lo cual nos viene ideal
para luchar contra Nada, y sin embargo ella todavía quiere más: lo
veo en su mirada.
—Malan, en cambio, sólo me pide que
nos concentremos en controlar la mente a diferentes personas. Es
decir, la última vez que entrenamos me pidió que le trajese a un
culturista para ver si a él podía dominarlo, y teniendo en cuenta
las limitaciones de esta habilidad que posee, traté de disuadirlo de
inmediato. Sin embargo, insistió, creo que incluso utilizó su poder
en mí. Al final consiguió su culturista, ¿y sabéis qué es lo
peor? Que consiguió tenerlo bajo sus órdenes.
—Pero Ailee, ¿tú no llevabas gafas
de sol en ese momento?—Evan hizo como que se levantaba y se bajaba
unas gafas de sol inexistentes—. ¿Cómo consiguió controlarte si
su poder se ve anulado cuando no puede mirarte directamente a los
ojos?
—Las llevaba—ella se hundió en la
silla—, pero creo que ha conseguido ver más allá. No sé si me
explico.
—Todos sabíamos que Malan tiene un
potencial enorme, eso no podemos ocultarlo—esta vez fue Bego la que
habló, con los brazos cruzados y apoyada en el respaldo—. Quizá
él mismo lo ha descubierto y ha estado entrenando a solas con su
poder. A lo mejor, ahora en lugar de tener que mirarte a los ojos
para contactar con tu cerebro sólo tiene que dirigirse hacia ti para
hacer que estés a su servicio, o en otras palabras: la visión
completa.
—Según los informes—MDM intervino,
con un fajo de papeles en la mano—, Nüne Wïrts, el antepasado y
padre de Malan, tenía ya esta visión, y la utilizaba en pos de la
estrategia, usando además como ventaja el poder de Jack Turner, el
antepasado de Reïk, que podía ver el futuro. Los dos juntos eran
una combinación invencible, y se encargaban sobretodo de las tareas
de comandante en el ejército de Todo. Eran prácticamente uno solo.
—Además te recuerdo—volvió a
intervenir Varo, esta vez con la guitarra entre las manos,
afinándola—, que Mytha Green, la mujer-lobo, tenía unos instintos
muy desarrollados, y era capaz de corregir las estrategias de este
dúo en base a lo que su potente previsión para la supervivencia le
decía.
—¿Eso qué quiere decir?—Nerea,
con la cabeza apoyada en los brazos y aspecto de aburrida, miraba a
los demás con cara de no entender.
—Eso quiere decir que, al ser sus
antepasados, es probable que adopten comportamientos similares, ya
que al tener poderes parecidos y visión del mundo prácticamente
igual, la probabilidad de que se repitan los patrones de la última
vez son altamente elevados—dijo Kay, con la vista fija en su
ordenador—. Si es que hay que explicártelo todo...
Nerea suspiró. Todos se quedaron en
silencio, mirándose los unos a otros, con el miedo reflejado en sus
miradas. Finalmente, Evan habló.
—No podemos dejar que Todo se dé
cuenta.
—¿Cómo no se va a dar cuenta de que
su propio ejército repite los patrones rebeldes del anterior? Por el
amor de Dios, que es Todo, coño—Draves se indignó.
—Es tan fácil como cambiar los
informes—intervino MDM—, y en lugar de poner lo que hacen de
verdad, cambiarlo. Por ejemplo, se podría poner que hacen ejercicios
de meditación o que se encargan de poner en práctica lo aprendido
ya.
—Chicos—Kay dejó de teclear por un
instante y se ató el pelo rizado con un coletero—, venid y ved
esto. Eve y Vec nos han leído la mente.
—¿Cómo?
—Que vengáis, coño—les instó
Draves.
Todos se levantaron y se acercaron a la
pantalla del portátil de Kay. Allí, en una reluciente ventana de
chat de bordes amarillos, aparecía la conversación en la que él, o
insatisfiedScientist, como decía su apodo en el programa, hablaba
con un tal edgeHunter.
—¿Quién es ese?
—Vec. Mirad lo que han pensado en
hacer.
La ventana de chat mostraba lo
siguiente:
--edgeHunter
[EH] comenzó a molestar a insatisfiedScientist [IS] a las 15:12--
EH:
Oye kay
EH:
Eve y yo hemos pensado en algo
IS:
Adelante.
EH:
Y si ponemos a los chicos a practicar sus habilidades en combate
unos contra otros?
IS:
Hm.
IS:
Parece interesante.
IS:
¿Cómo se os ha ocurrido la idea?
EH:
Hemos visto que estabais hechos un completo lio con el tema ese de
que pedian mas y mas entrenamiento
EH:
Y hemos decidido que podriamos hacer eso, ponerlos a todos a
entrenar de forma conjunta
EH:
Para que elaboren sus propias estrategias y descubran los puntos
flacos de todos sus compañeros
EH:
Es experiencia en batalla y ademas asi se conocen mutuamente
EH:
Podran cubrirse los unos a los otros en caso de que vayan a por
ellos, complementandose
EH:
No se si me entiendes
IS:
Completamente.
IS:
De hecho esto nos salva bastante la vida. Pueden pasarse todo el
rato que estén entrenando realizando ese tipo de maniobras, y
llegado un momento, podemos sacarlos a campo abierto a entrenar en
diferentes escenarios.
IS:
Voy a proponérselo a los demás, a ver qué dicen.
EH:
Bueno pues ya me avisas
EH:
Yo voy a preparar las armas y todo con eve
EH:
Si te dicen que si me mandas un mensaje que estare pendiente
EH:
Hasta luego
IS:
Adiós.
|
—Es una idea espectacular—opinó
Varo—, ¿qué opináis vosotros?
Todos estuvieron de acuerdo. Kay le
mandó un mensaje aprobando su propuesta y la reunión fue disuelta.
Fueron a comer a la sala que les estaba preparada y cuando terminaron
se dispusieron a esperar para dar la noticia del cambio de ritmo en
los entrenamientos.
Los muchachos se reunieron en la sala
que ya tan acostumbrados estaban de ver. Esta vez los habían
convocado por la tarde, lo cual les había parecido extraño, pero,
contentos por haber podido dormir más, llenaron la sala con un buen
ambiente. En un grupo aparte del resto de personas se encontraban
Garret, Galia, Male, Ranusa, Reïk, Malan, Maite y Bocha. Susurraban.
—¿Quién va a ser el
siguiente?—Maite parecía incluso emocionada por el secretismo.
—Obviamente—Bocha se dirigió al
resto de la sala y señaló a Tarrkiem—. Él o Penesan, elegid.
—Tarrkiem—secundó Male—. Siempre
desconfió de Todo, así que si le damos a leer el diario de Garret
es probable que acepte.
—Y al menos no nos llevaremos una
sacudida eléctrica cuando se lo preguntemos—Ranusa miró de forma
incriminatoria a Galia, la cual se rió un poco—. No, no te rías,
que a veces me dan espasmos.
—Pero eso ya te pasaba de antes—le
contestó ella—, no sé de qué me culpas.
—Shh, va a empezar—recordó Reïk.
Guardaron silencio entonces. Vec subió
al mostrador de madera y los miró a todos.
—Alumnos—comenzó—, a partir de
hoy cambiaremos el horario de entrenamientos. Tendréis la mañana
libre y a partir de las cuatro y media comenzaréis sesiones de
duelos. Nosotros os emparejaremos aleatoriamente y el que sea capaz
de inmovilizar o derribar al contrario habrá vencido. No se permite
herir físicamente ni perjudicar de modo alguno al rival. ¿Lo habéis
entendido?
Hubo un silencio general. Maite levantó
la mano.
—¿Qué hay de los entrenamientos
cuerpo a cuerpo y con armas? ¿También se quitan? ¿Y los
entrenamientos de artes marciales tal cual?
—Esos apartados pertenecerán al
tiempo libre de cada uno, que emplearéis como bien os parezca. Ah,
otra cosa—tosió un poco—. Cada día habrá tres duelos, eso se
me había olvidado. Así pues, demos comienzo a los enfrentamientos.
Empezaré con la selección.
Metió la mano en una esfera de cristal
con un montón de papeles dentro y sacó dos, los cuales estaban
doblados en cuatro. Los abrió uno detrás de otro, anunciando los
nombres en voz alta.
—Las dos personas que se enfrentarán
primero serán... ¡Bocha y Tarrkiem! Acompañadme a la sala de
combate.
Todos siguieron a Vec hacia una enorme
sala. En el centro había una arena de combate, rodeada por cristales
a prueba de cualquier ataque, detrás de los cuales había gradas
para que los espectadores se sentaran. Todos aquellos que no habían
sido elegidos se sentaron alrededor de la caja de cristal y
observaron dentro. El combate estaba a punto de comenzar.
Garret miró los rostros de los
contrincantes. Si se evaluaban los poderes de ambos, Bocha estaba en
clara desventaja, ya que Tarrkiem era capaz de controlar el metal de
las espadas que el otro invocaba. Male, consciente de esto, se
levantó y gritó a pleno pulmón.
—¡¡Mucho ánimo, Bocha!! ¡¡Tú
puedes!!
Él la miró y le guiñó un ojo,
sonriente y agradecido. Después se concentró en su enemigo, que
miraba a Male.
—¿Y a mí no me animas, maldita?
—¡Tú te animas tú solo!—respondió
Maite.
—¡Já! Tienes razón—Tarrkiem se
volvió hacia Bocha—. A ver si eres capaz de ganarme con ese poder
tuyo.
Sonó una especie de campana. La
tensión se mascaba en el aire. Tarrkiem ni siquiera se molestó en
sacar el machete. Bocha, nervioso, miraba alrededor. Veía los
rostros de sus amigos y compañeros, además de profesores. Vio la
mirada desafiante de Bego, la preocupación de Male y los nervios de
Maite. ¿Cómo se suponía que le iban a decir a Tarrkiem lo de
Garret? Esta pregunta pasó por su mente y se decidió rápido. Tenía
que actuar. Tarrkiem no le tomaría en serio si no veía que era
capaz de eludir su control del metal, así que se concentró. Levantó
la palma de la mano derecha hacia abajo, en dirección a Tarrkiem.
—Ah, menos mal. Pensaba que me ibas a
hacer desenfundar a mí—rió el rival. Bocha, sin embargo, mantuvo
la pose desafiante y, cerrando el puño, hizo aparecer varias
espadas. Ninguna de ellas era de agua, puesto que no había
conseguido dominar esa especialidad, pero eran negras como la misma
noche. Tarrkiem a su vez levantó los brazos de forma horizontal, y
con un rápido movimiento de hombros, trató de transformarlas en
líquido, cosa que ya había logrado con la práctica. Pero no
ocurrió nada: las espadas negras continuaron flotando alrededor de
Bocha y su larga gabardina negra.
—¿Qué es esto?—Tarrkiem observó
al joven de 17 años, que sonreía divertido ante su cara de
desconcierto.
—¿Ahora qué, gallito?—soltó una
carcajada—. No podía arriesgarme a usar espadas de acero. Así que
las he hecho de otro material. ¡Dile hola a las espadas de sombra!
Y las lanzó contra Tarrkiem. Este las
esquivó rápidamente y desenfundó el machete, dispuesto a atacar a
Bocha, pero el otro le hizo tropezar interponiendo una de sus
creaciones bajo los pies de su enemigo. Éste cayó al suelo, y Bocha
resultó ganador. Levantó el puño en señal de victoria, y todos
aplaudieron entusiasmados. Jamás le habían visto crear espadas que
no llevasen acero, así que esto resultaba toda una novedad. Bego
sonrió satisfecha y él se sonrojó.
—¡Bien!—Vec escribió rápidamente
los resultados en una PDA y miró hacia los alumnos que había
dentro—. Ya podéis salir de ahí. Ahora sacaré otros dos papeles.
Volvió a meter la mano dentro de la
urna esférica y sacó los trocitos de papel doblado. Los abrió y
nombró en voz alta:
—¡Thorgio y Reïk, a la arena!
Thorgio miró con una sonrisa un tanto
sádica a Reïk. Éste tragó saliva, dando la impresión de estar
asustado, pero sus amigos se rieron levemente. Sabían de sobra que
estaba actuando.
—Deja de fingir, Reïk—rió Malan—,
no se lo cree nadie.
—¡Shhh! Igual él sí—le contestó
él.
El elfo de pelo oscuro cambió el
semblante sádico por uno feroz. Ambos bajaron a la arena y se
miraron mientras esperaban la campana.
—¿Sabes que no me vas a poder ganar,
verdad? Ni siquiera has entrenado ningún arte marcial...
—Que tú hayas visto...
—¿Qué me quieres decir con
eso?—gruñó el elfo.
—Quiero decir que yo no soy un tío
cualquiera. Y ahora verás por qué.
Sonó la campana y Thorgio se lanzó de
cabeza contra Reïk. Por supuesto, éste ya lo sabía, así que
consideró rápidamente las opciones en su cabeza. Si esquivaba hacia
su derecha, la mano que empuñaba la espada estaría más lejos de
tocarle, pero era muy probable que lanzara una copia explosiva hacia
él. Si se movía hacia su izquierda, quedaría al alcance del arma
de Thorgio, lo cual tampoco era recomendable. Le quedaban otras dos
opciones. Una de ellas era retroceder. Las consecuencias de este acto
dejarían confuso a Thorgio, que esperaba que se moviera hacia la
derecha, pero no dudaría en volver a atacar de frente, lo cual le
dejaría vulnerable y sin capacidad de reacción mientras estaba en
ello. La segunda era agacharse y empujarle desde abajo, lo cual
también le despistaría, pero solo durante un momento. Lo siguiente
que debería hacer sería peligroso: lanzarse contra su cuerpo. Era,
sin embargo, la opción más deseable, ya que la de retroceder sin
duda le podría hacer daño por culpa de la espada. Así que cuando
Thorgio arremetió, él se agachó para esquivar el golpe y, en el
último momento, consideró la idea de hacerle un barrido con los
pies e inmovilizarlo. Le gustó el resultado que su mente prodigiosa
le ofrecía y lo llevó a cabo. Thorgio cayó al suelo sorprendido, y
rápidamente se vio inmovilizado por un Reïk que, incluso sin tener
demasiada fuerza, le acababa de hacer una llave de un arte marcial
que Thorgio no llegó a reconocer y perdió la batalla.
—¿Ves como no sabías a lo que te
enfrentabas?—Reïk se levantó y le ofreció la mano—. La próxima
vez elabora una estrategia y después ataca.
—Sí, sí, vale...
Reïk le agarró la mano y le ayudó a
levantarse. Salieron de la arena y se sentaron donde antes estaban.
—¡Hala, Reïk!—dijo Malan,
ilusionado—. ¿Cómo lo has derrotado tan rápido? Ni siquiera se
ha visto cómo lo has hecho.
—Lo he hecho con esto—y se señaló
el cráneo.
—¡Silencio, por favor!—reclamó
Vec—. Los combates están durando bastante menos de lo que yo creía
que durarían... Bien, sacaré las dos últimas papeletas. Esta vez,
por favor, si no os importa, haced que dure un poco más la
contienda...
Y volvió a meter la mano en la urna.
La tensión se mascaba en el aire. Era muy fácil derrotar a uno
detrás de otro si los combates estaban así de desequilibrados. Pero
a Vec no pareció importarle.
—Los siguientes y últimos en
combatir son... ¡Penesan y Galia!
Galia se quedó parada un instante. No
sospechaba que le tocaría a ella. Penesan a su vez miró a Thorgio y
a Cretino, el cual estaba casi dormido. Ambas se levantaron a la vez
y se miraron en la grada.
—Esto no me gusta...—Ranusa miraba
aterrorizado a ambas. No había odio en sus miradas, pero sí algo de
rivalidad.
—Pues yo prefiero que le haya tocado
con Penesan en lugar de con Maite...—dijo Bocha.
—¿Por qué?—preguntó Maite
curiosa.
—¡Porque las dos rivalizáis en
todo! Si es que...—Ranusa se acomodó mejor en las gradas.
Las dos combatientes estaban de pie
mirándose fijamente. Galia jugaba a darle vueltas al cubo, que
levitaba entre sus manos, y Penesan sudaba. Se oyó la campana y
Penesan despegó, alejándose de Galia.
—¡No me tocarás con ese trasto!
—¿Huh? ¿Cuál, este?—elevó
ligeramente su cubo con una sonrisa maquiavélica—. Ni que me fuera
a hacer falta...
Lo lanzó hacia arriba y lo transformó
en un escáner. Penesan trató de evadirlo, pero le fue imposible, ya
que el aparatito de Galia exploraba a su alrededor a base de ondas
circulares. Galia lo volvió a bajar y observó los resultados del
escáner. Había encontrado todos los dispositivos electrónicos de
la sala, y vio cómo la PDA de Penesan figuraba en su bolsillo.
Volvió a sonreír como una loca.
—¡Ja, ja, ja! ¿Cómo has podido ser
tan tonta y meter eso contigo?—le brillaron los ojos y de repente
el bolsillo de Penesan comenzó a vibrar. Acto seguido el aparatito
emitió un sonido muy agudo, provocando que todos tuvieran que
taparse los oídos. Galia transformó su cubito en unos tapones y rió
como una loca. Penesan trastabilló por el aire, dándose golpes
contra el techo y los cristales, fuera de control. Una vez estuvo más
cerca del suelo, Galia hizo parar el sonido durante unos segundos y
transformó su cubito en una red metálica. Atrapó a Penesan y la
lanzó al suelo, incapaz de moverse. Ya estaba Galia a punto de
atacarla de nuevo cuando la campana sonó y la declaró victoriosa.
—¡Suficiente, Galia!—gritó Vec,
sordo por el sonido que había provocado la vencedora—. Venga,
salid de ahí. Hemos terminado por hoy.
Y todos se levantaron, mareados. A
Maite hubo que llevarla en brazos, ya que tenía un oído muy agudo y
se desmayó por el potente pitido.
—Al final no ha sido un combate tan
largo como esperabas...—le dijo Eve a Vec.
—¿Y yo qué sabía? Salen esas dos,
que una es cuerpo a cuerpo y casi imposible de tocar y la otra sólo
puede hacer algo cuando hay aparatos electrónicos cerca... ¿Cómo
me iba a imaginar yo que Galia era capaz de hacer eso?
—Penesan tampoco lo sabía. Por eso
se dejó la PDA en el bolsillo... También los hay incautos.
—Galia, creo que te has pasado—le
dijo Garret—. ¿Has visto a la pobre Maite? Male está cuidándola
en su habitación de lo mal que se encontraba.
—Era la única manera de vencerla.
Perdona...
—No era la única manera de vencerla.
También podías haberle dado un chispazo para que se desestabilizara
de igual modo y no habrías perjudicado a los demás.
—Ya te he dicho que lo siento...
—Bien...
Estaban sentados en el salón de la
parte de abajo, tomando té y café. Habían pasado todo el día
haciendo prácticamente nada, descansando del duro trabajo al que se
veían sometidos, y aún pretendían quedarse un rato más hasta que
tocara ducharse y vestirse. Tarrkiem cruzó la estancia, dirigiéndose
hacia su habitación con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos
de la cazadora.
—Tarrkiem, espera—le llamó Bocha.
Tarrkiem se detuvo y le miró sarcástico.
—¿Qué quieres, cachondearte de mí?
Ten algo de buen ganar, ¿no?
—Shh, no. Quiero preguntarte algo.
Ven conmigo.
Y los dos se fueron hacia la habitación
de Bocha. Entraron y Tarrkiem ni siquiera se molestó en sentarse.
Sin embargo miró la puesta de sol por la ventana, con cara de
añoranza. Volvió en sí a los pocos segundos.
—¿Y bien? ¿Qué me querías decir?
Espero que no sea nada gay, eh...
—¿Qué dices, puto loco? Toma,
lee—sacó de la mesilla de noche el diario de Garret y se lo
lanzó—. Te necesitamos.
Tarrkiem estuvo un rato de pie,
leyendo. Cuando acabó, soltó una sonora carcajada y le devolvió el
diario a Bocha.
—Ya decía yo que ese tío tenía que
ser malo a fuerza. ¿Cuál es el plan entonces?
—De momento convenceremos a los que
quedan de que se unan a nosotros. Tenemos como base el hablar con
Nada para unirnos a ella y derrotar así a Todo, pero no tenemos ni
idea de dónde encontrarla.
—Ah, pues de puta madre. Bueno,
¿entonces tengo que ir con vosotros a todos lados o no es
obligatorio?
—Lo que quieras. Pero si en algún
momento ves en tu PDA un mensaje en el que ponga: “Necesito azúcar”
vas inmediatamente al cuarto del que te lo haya mandado. Eso es que
hay reunión. De hecho, creo que esta noche va a haber una.
—¿Sí? Bueno. Pues ya recibiré el
mensaje. Muchas gracias.
—A ti, tío.
Y Tarrkiem se fue a su cuarto. Bocha
guardó el diario en la mesilla y sacó una foto con un chico, su
mejor amigo. La miró durante un rato y luego la volvió a guardar
para darse una ducha. Esa noche había cena formal. Calentó el agua
y se metió debajo del grifo. Las lágrimas que soltó en memoria de
su amigo cayeron y se confundieron con el agua caliente, y así, se
sentó en el suelo de la bañera y decidió soltar el berrinche que
tanto tiempo llevaba aguantando.
Acabó de ducharse definitivamente. Se
secó y se envolvió la cintura con la toalla, pero justo cuando iba
a salir, escuchó pasos dentro de su habitación. Salió, pensando
que sería la sirvienta, pero no era. De forma completamente
inesperada, se encontró con un chaval vestido con una túnica morada
de mago y un bastón con una joya que levitaba entre dos filos a los
lados. Había dejado el sombrero estrafalario sobre la cama, y se
estaba mirando la barba en el espejo. Oyó cómo Bocha invocaba una
espada y la empuñaba, y se giró, levantando las manos.
—¡Tranquilo, que vengo en son de
paz!
Bocha no se tranquilizó. Arremetió
contra él con la intención de matarlo, pero el mago lo encarceló
en una especie de pentágono con pinchos que surgió de la nada.
—Que te digo que vengo en son de paz.
—¿Quién eres?
—Soy Maigar. Formo parte de un grupo
de personas que se dedican a observar vuestra evolución y a ayudaros
a rebelaros contra Todo.
—¿Y qué me quieres decir?
—Que te he visto llorando y eres muy
mono, no sé por qué no lo haces con tu profesora. Le llegarías al
corazoncito.
—¡¿PERO TÚ DE QUÉ VAS, MALDITO
MAGO COPIA BARATA DE GANDALF!?
—Eh, sin faltar. Que puedo ponerme a
gritar por los pasillos que Bocha es un llorica y tú no podrías
hacer nada.
—Qué asco te estoy cogiendo.
—No eres la primera persona que me lo
dice. Bueno, de todos modos, con tal de que pronuncies mi nombre
apareceré. Puede que ahora pienses: “Lo siento pero no, menudo
cabrón está hecho”, pero créeme que al final me necesitarás.
Soy sigiloso como un gato y silencioso como una tumba. Eso sí, no le
digas a nadie que he venido que me la lías. Nos pueden descubrir si
circulan rumores de nosotros.
—¿Ves? Ahora me dan más ganas de
contárselo a la gente.
—Nah, no te flipes, anda. De todos
modos ya hay una amiga tuya que sabe quiénes somos, o al menos
nuestro jefe. Y además si nos descubrieras tú mismo te
perjudicarías, por razones que más tarde te contaremos.
—Quiero hablar con ese jefe vuestro.
—Nah, ahora mismo debe estar quemando
cosas. El maldito pirómano. Además, sólo habla con tu amiga. En
unos días es probable que otra amiga tuya reciba noticias nuestras,
pero no de mi parte.
—¿Me puedes decir al menos qué
amiga ha hablado con tu jefe?
—Nah.
—DEJA DE DECIR NAH ME CAGO EN LA PUTA
DE OROS.
—...Naaaaah—y se partió de risa.
Acto seguido levantó el bastón—. Bueno, yo me marcho.
—¡Espera! ¿Cuándo podremos saber
más de vosotros? ¿Y quiénes sois?
—Ah, ahora me vienes con las
preguntas importantes, ¿eh? En un tiempo sabrás todas las
respuestas, probablemente cuando los 13 estéis unidos por fin. Y lo
dicho, si necesitas algo di: “Maaaaaigar”, y yo vengo. ¡Hasta
luego!
Y se marchó con un ligero resplandor.
Bocha quedó liberado de su cárcel y se sentó en la cama,
refunfuñando. Luego recordó que se tenía que vestir y se fue
corriendo al vestidor. Se perdió entre la infinidad de camisas y
pantalones que había dentro de la habitación, y olvidó durante un
tiempo la existencia de esas personas que les observaban. Ranusa
había estado acertado en su suposición de estar siendo espiados,
sin embargo, no había buscado del modo que tenía que buscar...
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