jueves, 3 de julio de 2014

Capítulo VII

30-01-1845

Han pasado cerca de dos meses y todavía no he podido encontrar al Mensajero Veloz, pero sin embargo sí he encontrado a una mecánica que odia a Todo con todas sus fuerzas. Dice que ella ha visto a su enemigo y está de su lado, pero no sé si fiarme. Aunque al final sé que acabaré creyéndomelo, como siempre.

Mi hijo crece muy deprisa y aprende también así. Hoy ha cogido por primera vez su espada de madera. Esto me alivia un poco, porque dentro de unos cuantos años yo ya no seré capaz de defender a mi mujer y, al ritmo que al que aprende mi niño, será capaz de tumbar a un soldado del rey en menos de lo que esperamos. De momento, sé que necesitamos de nuestro lado a un ejército similar al que tenía Todo, esencialmente estratégico pero también con el suficiente potencial como para derrotarlo si se unen al enemigo del señor. Tengo la impresión de que mi hijo no será capaz de reunir a ese ejército, pero que sin embargo sí será parte de él. Me tranquiliza el saber que tendrá gente alrededor en quien confiar y que le protegerá.


Capítulo VII: Un dios nórdico

Cuenta la leyenda que, en los profundos bosques de Ukwtakun, más allá de las Montañas de la Muerte, moran los magos de pies ligeros. Su altura y su gracilidad de movimiento recuerdan a los elfos de los que hablan también otras antiguas leyendas, sin embargo su magia está por encima de ellos. Había uno específicamente, cuyo rastro fue perdido hace muchos años, que tenía el poder de multiplicarse a sí mismo, y hacer arder las copias, devastando pueblos, ciudades y aldeas, con una agresividad tan poco común en estos magos como podía serlo el odio a la naturaleza en los antes mencionados elfos. Los magos todavía se preguntan cómo desapareció, misterio que esta historia esclarecerá sin lugar a dudas. Sin más dilación, se dará comienzo al relato del Gran Destructor, que ojalá regrese algún día con el corazón sereno y la mente en paz.

Su manto negro le cubría de la lluvia que azotaba el bosque aquella noche de verano. El frío, no muy normal a aquellas alturas del año, calaba hasta los huesos al joven mago, que tiritaba mientras trataba de dormir sin éxito alguno. Harto de la situación en la que se encontraba, se levantó, empaquetó todas sus pertenencias (las cuales había desperdigadas por todo el suelo) y emprendió la marcha de nuevo, entrando en calor tras haber estado un largo tiempo entumecido por la humedad.
La lluvia por fin amainó, y dejó un poco de descanso al pobre muchacho, que, a sus 20 años de edad, todavía guardaba un poco de la impaciencia de su infancia. Tras encontrar una roca que le proporcionaba refugio, dejó tirados sus fardos a un lado y echó la cabeza encima, con la intención de dormir.
Sin haber conciliado el sueño todavía, y tras haber estado escuchando el balanceo de las hojas de los árboles durante largo rato, se levantó alarmado. Acababa de oír unas pisadas y un gruñido, que se acercaban lentamente a su posición. Recogió de nuevo los fardos y, con los pies sigilosos, se escurrió entre los árboles, nada más que para encontrarse a su enemigo de cara en un claro. Dos felinos negros como un abismo y con los ojos más amarillos que el sol miraban amenazantes al joven, que se puso inmediatamente en guardia. El primer felino, el de la derecha, se lanzó sobre él, con la intención de morderle la yugular. Sin embargo él, rápido, esquivó el ataque rodando por el suelo y echando su equipaje a un lado.
Sacó la espada, que centelleó con la leve luz de la luna menguante. Los felinos retrocedieron un poco, pero enseguida volvieron a lanzarse al ataque. Esta vez fue el de la izquierda, que con un salto derribó al mago y alejó la espada de su mano.
Presa de un ataque de nervios e impotencia, el mago gritó algunas palabras en su idioma, sin mucho sentido, todas producto del miedo creciente en su interior. Entonces se acordó del poder que poseía, en aquel momento de dificultad, y forcejeó con todas sus fuerzas con el felino hasta que se vio lo suficientemente liberado como para poder lanzar su magia hacia los agresores.
Tras gritar de nuevo en su idioma (esta vez palabras con sentido), dos copias surgieron del cuerpo del muchacho, las cuales velozmente se lanzaron a las bestias como leones hambrientos. Éstas cayeron en la trampa y se lanzaron a atacarlas. Craso error, puesto que en cuanto las dos bestias hubieron placado a las copias y las tuvieron puestas contra la pared, el joven sonrió y gritó de nuevo. Las copias explotaron, y los cadáveres humeantes de los felinos cayeron con un ruido de chapoteo sobre las hojas muertas mojadas por la lluvia. De nuevo el joven se encontraba solo.
Recogió la espada del suelo, la enfundó, se echó los fardos al hombro y caminó de nuevo hacia el refugio que había encontrado, sólo para hallarlo ocupado por una sombra que, tumbado de lado, dándole la espalda, se rascaba su enorme trasero.
—Por fin has llegado. Esos bichos no tenían que haberte costado tanto. Atribuiré este hecho a que estabas cansado.
—¿Quién es usted?—el muchacho desenvainó la espada otra vez, desafiante.
—Quieto, quieto, relájate. Vengo a ofrecerte un trato que te podrá sacar de este sitio lleno de basura.
—Siga hablando.
—Verás, yo tengo un enemigo al que quiero derrotar. Esas bestias eran criaturas suyas. Y yo solo no puedo con él, así que necesito ayuda. Tu ayuda. ¿Me sigues?
—Te sigo.
—¿Y aceptas?
—¿Me vas a pagar?
—No tendrás tiempo para gastarte el dinero que te dé, pero sí. Te voy a pagar.
—Entonces trato hecho.
—¡Espléndido! Ahora, si no te importa, vayamos haciendo marcha. Este sitio no me gusta.
—Bien.
—Hmm... ¿No me vas a preguntar quién soy?
—No me interesa. Con tal de que me pague yo ya estoy contento.
—Bien, bien—el hombre, sorprendido, encabezó la marcha, y más bajo, añadió—. Este ha sido más fácil que los demás...

Y hasta ahí llega el conocimiento de la historia. El joven muchacho mago, el Gran Destructor, se marchó con un hombre misterioso que le ofreció salir de su vida de ermitaño en el bosque para servirle en su empresa de guerra. Este relato será recordado por muy pocos magos del Bosque de Ukwtakun, sin embargo, quedará grabado en los registros antiguos, puesto que este muchacho sería uno de los grandes héroes que salvarían el mundo de la destrucción total. Pero esa es otra historia, y como todas las historias, tiene un momento para contarse...

No hay comentarios:

Publicar un comentario