miércoles, 28 de mayo de 2014

Relato: Pelirroja Parte 4

Cómo cabía esperar de ella, la habitación a la que le condujo V era incluso más fastuosa de lo que R había imaginado. Y ahí estaba, rodeada de cuadros valiosísimos, que R no pudo admirar por estar demasiado concentrado. No era para menos, la pelirroja y la chica de las flechas cantaban una melodía sin ton ni son, pero igualmente atrayente. Sus voces, que se unían en una cadencia perfecta, invitaban a acercarse aún más… Cómo el dichoso cubo de Gea.
-  Encantada de verte de nuevo, R. Es un placer ver a uno de los aliados de la Titiritera en mis filas –bostezó ella, levantándose de un salto.
-  V no me ha dejado otra opción –se encogió de hombros. - Además, tengo curiosidad… ¿Cómo te vas a enfrentar a la Titiritera? Por lo que sé, tiene más recursos que tú.
La pelirroja bufó y apuntó algo en una cuartilla con una pluma estilográfica y R pudo ver que tenía los dedos y la nariz manchados de tinta. No parecía una amenaza, pero con algo puntiagudo en las manos no era muy inteligente cabrearla.
-  Mira, bonito, por muchos pringados que esa loca tenga de su lado no me voy a rendir. Estoy harta de que una panda de chalados me ponga trabas e instigue a mortales a perseguir a mis chavales solamente por ser diferentes. –gruñó.
-  Lleváis milenios matando gente inocente –respondió R.
-  Si por inocentes te refieres a aquellos que no dudaban en intentar matarnos, influenciados por la Titiritera o su segundo al mando... –dijo M.
-  Exacto, M. Bueno, pasemos de tema. R, tengo una misión para ti. Necesito que le lleves un mensaje a la loca esa. Y no me mires así, sé que conoces su paradero. Tenemos un informador desde hace algún tiempo. Al principio no quería soltar prenda, pero últimamente está de lo más hablador gracias a Gea.
-  Está bien. Supongo que no puedo negociar la liberación de ese “informador” contigo.
-  Supones bien. No me suele sentar bien que me tomen el pelo, y todavía no he terminado mi venganza. A ver, grábate bien el mensaje: “Espero que tengas un plan B, porque esta vez tu querido espía no te va a sacar las castañas del fuego”.
-  Vaya, corto pero agresivo –rio nerviosamente R.
La pelirroja abrió la boca para contestar, pero en ese momento se abrió la puerta de golpe. Una racha de aire caliente y humo les golpeó.
- ¡Han entrado intrusos! –tosió Sincara, saliendo entre el humo con una Camaleón inerte entre sus brazos. - Han reventado la puerta y Camaleón se ha enfrentado a ellos. El que ha dejado inconsciente a Camaleón era el asesino personal de la Titiritera, pero al otro no le había visto nunca. Es el que ha iniciado el incendio.
-  Este edificio es enorme, dudo que nos encuentren… a menos que estén buscando al prisionero –murmuró la pelirroja.
M se levantó de un salto.
-  Cómo se atreve, ese hijo de puta asesino… Voy a darle su merecido. ¡V! ¡Gea! Vamos, no seáis nenazas.
Antes de que la pelirroja pudiera protestar, una llamarada salió de la puerta abierta, envolviendo a M. Ésta cayó al suelo, sin ningún daño aparente.
-  Mira, Yao, esta es la guarida de los perdedores. Es una pena que mi pequeño incendio estropee esos cuadros tan bonitos, pero qué se le va a hacer.
Por la puerta entró un joven delgado, de pelo dorado y ojos verdes. La ropa que vestía estaba ennegrecida y destrozada por diversos lugares, pero no parecía importarle. Detrás de él entró otro hombre, de tez oscura, que llevaba un fardo del tamaño de una persona al hombro.
-  Bueno, a lo que iba –dijo el joven dirigiéndose a la pelirroja. -Mi jefa se alegrará mucho cuando vea que hemos rescatado al prisionero, así que puedes quedarte con el corredor. Total, para lo que servía. Pero, para que lo sepas, la próxima vez que lo intentes no nos contendremos… y lo perderás todo.
Dicho esto, dio media vuelta, pero un grito ahogado le frenó. M le miraba boquiabierta.
- ¡ERES UN JODIDO TRAIDOR! ¡CONFIÉ EN TI! ¡¿Y AHORA RESULTA QUE ERES UNA DE LAS SABANDIJAS DE LA TITIRITERA?! –empezó a chillar, originando un temblor en aumento.
-  Hola…Male. Veo que mi sudadera te queda bien. Procura no morir estando cerca de mí porque te la quitaré, está hecha de un material ignífugo que me vendría muy bien. No me gusta la ropa mortal, no aguanta mi ritmo de vida –contestó él, riendo suavemente.
Hizo una señal a su compañero y ambos salieron corriendo. M se quedó mirando la puerta durante unos segundos, hasta que pareció reaccionar y miró a R.
- ¿Ves? Te han dejado solo, han preferido al querido espía de esa zorra. Y lo gracioso es que es por ese cabrón de “Pe” por lo que estoy aquí. Yo he huido siempre, R. Y ese imbécil me engañó, hizo que confiara en él… -le susurró antes de empezar a llorar.
-  No son los buenos, R. Son una panda de desequilibrados que buscan el poder –dijo V.
-  Me temía que podían intentar algo así –dijo la pelirroja. - El plan que he ido elaborando sigue en pie… Y puedes ayudarnos, R. ¿Qué dices?

R miró a los presentes. Renegados, sucios, medio asfixiados por el humo… pero todos parecían tener fe en el descabellado plan de una psicópata. ¿Y qué si era un suicidio? No sería la primera vez que se metía en problemas. Sonrió y le tendió la mano a la pelirroja.

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